El viento se detuvo. Durante un instante, un grito de los que hielan la sangre se escuchó en aquella habitación silenciosa. Rikiga apartó la mirada con la cara contraída. Inukashi también cerró los ojos y se mordió el labio mientras sujetaba al hombre.
“¡Contéstame!” ordenó Nezumi, manteniendo cerrada la mano del hombre. “Contesta a todo lo que te he preguntado o me aseguraré de que no puedas volver a usar la mano.”
“¡Nezumi!” Aún no había dicho su nombre cuando había empezado a moverse. Se lanzó contra Nezumi. Trozos de cristal manchados de sangre cayeron de la mano del hombre al suelo.
“Para – para, por favor.” Nezumi no mostró ni sorpresa ni enfado, mantuvo la cara de póquer como si hubiese esperado que Sion se comportase así. Lo único que hizo fue chascar la lengua irritado.
“No te metas.”
“No puedes. No puedes hacer esto. Es… tortura.”
“¿Y qué otra cosa puedo hacer? Si inclino la cabeza y se lo pido por favor, ¿crees qué me va a decir algo?”
“Bueno – pero – pero esto no está bien. No quiero que hagas algo así.”
“Sion, deja atrás esos pensamientos indulgentes, o no llegaremos a ninguna parte. No estamos jugando. Esto es la guerra.”
Sion lo sabía. Lo sabía muy bien. Sabía de las dificultades que le esperaban en un futuro. Pero –
“Pero – no está bien. La tortura no está bien. No lo hagas.”
“¿Por qué no?”
“Es un ser humano. No podemos hacerle sufrir.”
Nezumi bufó. Se giró y se rio en silencio con la boca cerrada. El hombre estaba sollozando lastimeramente, y le temblaba la mano cubierta de sangre. Pobre hombre, murmuró Inukashi. Nezumi le dio un golpecito al hombre en la pierna con la punta de la bota, y miró a Sion directamente a los ojos.
“Ya has oído lo que ha dicho. Los del Bloque Oeste no somos más que escoria para la gente como él. Como insectos que se arrastran por el suelo. Lo más seguro es que nunca haya pensado en nosotros como seres humanos, con sangre corriendo por nuestras venas y sentimientos como los demás. Si sangramos, o nos morimos de hambre – o nos retorcemos de dolor, no le importa. Eso es lo que piensa. Así que, ¿por qué tenemos que tratarle como a un ser humano? Si nosotros somos insectos para ellos, entonces ellos ni siquiera son-”
“¡No quiero verlo!” Sion había gritado más fuerte que la última vez que había estallado. Había gritado para no escuchar la voz de Nezumi.
“¿Qué?”
“No quiero verlo. No quiero ver como hieres a alguien así.” Sentía nauseas. De sí mismo. Un odio negro y espeso se arremolinaba dentro de él. ¿No quieres verlo? Entonces aparta la mirada. Siempre eres así. Siempre has apartado la mirada de las cosas que no quieres ver, y has fingido no darte cuenta. ¿Por el bien de quién se está comportando así Nezumi? ¿No es por ti? ¿No le has obligado a hacer esto? ¿No has sido tú el que ha cargado a Nezumi con un pecado que sólo debería ser tuyo? ¿Y ahora actúas como un santo? No son más que palabras bonitas, Sion. Todo lo que hace y dices no es más que por aparentar. Nunca te ensucias las manos, tu alma nunca sale herida, nunca te haces daños, y aun así dices que no hay que hacer daño a los demás.
Esa santurronería, esa arrogancia, esa falsedad, esa superficialidad, esa naturaleza tan horrible.
Eso es todo lo que eres.
Era su propia voz la que le estaba hablando. Sion sentía nauseas. El odio se deslizaba y se retorcía en su interior.
Pero no quería verlo. A pesar de todo, no quería verlo. De eso podía estar seguro.
“No quiero – verte así.” Nezumi, no quiero ver como eres frío y despiadado. Porque es mentira. Todo lo que me has enseñado siempre ha me ha guiado hacia el renacimiento y la creación. Me dijiste que viviese y que pensase. Me enseñarse a querer a otro, a entender a otro, a buscar una conexión, a anhelar – y sí, todo lo que me has enseñado es lo opuesto a la crueldad. No quiero verte como alguien que no eres.
“Eve.” Rikiga se tambaleó y avanzó. “Sion tiene razón. Para ya. Fura ha sido de la elite desde que era un niño. Lo más seguro es que no tenga tolerancia al dolor. Sigue y lo más seguro es que acabes provocándole un paro cardíaco.”
Nezumi se encogió de hombros. Ojos inexpresivos pasaban del hombre que gemía a Sion. Sin decir nada, dio un paso atrás. Entonces, se quitó los guantes manchados de sangre con lentitud.
Me voy a quitar de en medio y te voy a dejar el puesto a ti. Haz lo que quieras hasta que estés satisfecho.
Sion se arrodilló en el suelo manchado de sangre. Le habló al hombre.
“Fura-san. Quiero que me escuches. La chica que se llevó el Departamento de Seguridad es alguien muy importante para mí. Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta para salvarla. Y para hacer eso, necesito la información que tienes.”
“Duele… duele… mucha sangre…”
“SI hablas con nosotros, me encargaré de las heridas.”
“Por favor, haz que deje de sangrar,” imploró Fura. “Haz que deje de doler. ¡Rápido!” El hombre ofreció la mano. Se la ofreció mientras las lágrimas se deslizaban por su cara. Había varios cortes que sangraban, pero no eran muy profundos. Siempre y cuando no se infectasen, no supondrían ningún peligro para su vida.
“Un par de lametazos de un perro, y se cura enseguida,” se burlo Inukashi, enseñando los dientes.
“Rikiga-san, ¿puedes traerme un poco de agua limpia y de alcohol?” dijo Sion.
“Aparte del licor no tengo muchas cosas que desinfecten.”
“Suficiente.”
“Y el agua - ¿puedo sacarla del río?”
“Sí.”
“Vale, voy a por un poco.” Rikiga suspiró aliviado y salió de la habitación. Sus pasos eran ligeros, como si no pudiese esperar para salir de allí. Sion se recompuso y se volvió a mirar al hombre.
“Voy a curarte, así que cuéntame. No tengo tiempo. Quiero que me digas la verdad.”
“Oh-” el hombre gimoteó. “Vale – de acuerdo, pero haz que pare el dolor – por favor, rápido-”
“¿Qué es esa sección nueva que han construido en el Correccional?”
“No lo sé, de verdad.”
“Así que hasta alguien de tu rango no lo sabe - ¿significa eso que es información confidencial para la ciudad? ¿Clasificada a más no poder?”
“Sí – hay un equipo que está directamente bajo las órdenes del alcalde, y todo lo que pasa entre ellos… nosotros no sabemos nada… no se nos permite.”
“No se os permite saber nada. Pero sabes que existe un proyecto, ¿verdad?”
“La ciudad – ha invertido mucho dinero en él,” tartamudeó el hombre. “Está declarado en los presupuestos del panfleto que nos dieron en la reunión… y…”
“¿Supuso un problema en la reunión?” preguntó Sion. Si lo había sido, entonces habrían hecho preguntas en la reunión, y el alcalde no hubiese tenido más remedio que contestar. ¿Para qué se necesitaba tanto dinero? ¿Para qué era ese proyecto? Si algún miembro se había quejado –
“Claro que no,” el hombre torció la boca con desdén. “Nadie iba a oponerse a un proyecto presentado por el alcalde en persona. El presupuesto simplemente estaba impreso en el documento – hasta que lo vimos, no sabíamos nada… y para entonces, ya se había-”
“Ya se había construido esa sección en el Correccional.”
“Sí.”
“¿Algo sobre los miembros del equipo?”
“No sé… no sé los nombres… ni cuántos son. Nadie… tiene que saberlo.”
Inukashi silbó.
“Increíble. Nadie sabe nada, no se da ninguna explicación, y como es un proyecto propuesto por el alcalde, no pasa nada. ¿Y nadie se queja? Tsh, que envidia, podría morirme de la envidia. Ojalá pudiese hacer eso yo.” Fiel a su palabra, Inukashi se abrazó las piernas y se dejó caer de espaldas en la cama.
Rikiga entró, llevando un cubo lleno de agua. El río que fluía por las ruinas parecía que llegaba a una fuente natural en el bosque, llena siempre de agua fría y limpia. Cuando llegaba la primavera, parches de pequeños pétalos rosas cubrían los bordes del río – le había dicho a Sion una niña llamada Karan, llamada como su madre.
El agua limpia se movía dentro del desgastado cubo.
“Vamos a limpiar la herida. Mete la mano en el agua – Inukashi, ¿tenemos un paño limpio?”
“¿Limpio? No es una palabra con la que me lleve bien. Estamos en el Bloque Oeste, ¿sabes? La cosa más limpia que hay aquí probablemente sea la lengua de los perros.”
Rikiga un paquete de gasas en silencio. Estaban viejas y amarillentas, pero sin usar. Era un artículo de lujo en el Bloque Oeste.
“Me imaginaba que iba a pasar algo así,” dijo Rikiga. “Así que he preparado un par. No tengo antisépticos, así que usa esto si te sirve.”
Tiró una pequeña botella de licor en el regazo de Sion. Estaba llena de un líquido incoloro.
“Ginebra, de mi querido alijo.”
“Gracias.” Sion metió la mano del hombre en el agua. Los hilos de sangre se retorcían y se movían como si fuesen algas rojas.
“Esto va a picar un poco.” Sion apretó una gasa mojada en ginebra contra la herida. El hombre gruñó de dolor, pero no se movió. Sion enrolló la gasa alrededor de la mano y la ató con fuerza.
“No te has cortado ningún nervio ni ningún tendón. Si luego te la vuelves a vendar bien, no tendrías que tener ningún problema.”
“Aún… duele…” protestó el hombre.
“No tenemos nada para el dolor. Vas a tener que soportarlo.”
El hombre miró bien a Sion por primera vez.
“¿-cuántos años tienes?”
“Dieciséis.”
“¿Por qué tienes el pelo así?”
“Oh, esto-” Sion se llevó una mano al pelo, el cual ya no tenía ningún color. Había estado tan ocupado preocupándose por sobrevivir en el Bloque Oeste y, estos últimos días, por Safu. Hacía mucho desde la última vez que se había parado a pensar en el color de su pelo. Se había olvidado de eso. Su pelo conservaba el brillo, y Nezumi había dicho que a lo mejor a alguien le parecería bonito. Pero el pelo blanco no pegaba con la edad que tenía, y a mucha gente le parecía algo raro.
“Hay una buena razón detrás de esto. No me lo he teñido,” explicó Sion.
“No eres de aquí, ¿verdad?”
“No.”
“¿De dónde eres?”
“Del otro lado de la muralla.”
“¿De la ciudad? ¡Imposible!”
“Hasta hace poco, vivía en No. 6.”
“¿Y qué hace aquí un residente de la ciudad?”
“Eso – bueno, también hay varias razones para eso.”
Sion había pasado de estar dentro de la muralla a estar fuera. En cuestión de números, no era mucha distancia. Pero si tenía que explicar por qué había cruzado la frontera entre dos mundos tan diferentes, estar donde estaba ahora – le parecía que no habían palabras suficientes.
“¿A qué te dedicabas dentro?”
“Me encargaba del mantenimiento del parque. También estudiaba – esa era mi principal ocupación.”
“Hey, hey,” interrumpió Inukashi. “Suficiente. ¿Qué haces contestando sus preguntas? ¿No se supone que es al revés?”
“Oh, sí.”
“¿Cómo puedes ser tan lento?” dijo Inukashi, exasperado. “Para ya, por favor. Estás empezando a hacer que me sienta mal por ti y todo.”
“Uh – vale, vale. Lo siento.”
“Que me pidas perdón no ayuda. Geez, menudo interrogatorio. Tan útil como intentar enseñar a nadar a un topo. Mis perros lo harían mejor.”
Inukashi se llevó una mano al pelo negro, rascó con impaciencia, y suspiró exageradamente. Sion se puso rojo. Inukashi tenía razón – no sabía cómo interrogar a alguien, y no podía verse a sí mismo haciéndolo bien. Aún de rodillas, miró a Nezumi.”
Nezumi estaba apoyado, con los brazos cruzados, en una pared a la que no llegaba la luz. Su expresión era indescifrable.
Sion sabía que no tenía tiempo para quejarse sobre si quería hacerlo o sobre si podía. Se mordió el labio.
“Fura-san, básicamente estás diciendo que no sabes nada del Correccional.”
“Sí.”
“Entonces, ¿qué crees que es?”
“¿Eh?”
“¿Por qué piensas que esa sección está allí?”
“¿Por qué pienso-?”
“Sí. Quiero tu opinión personal al respecto - ¿qué puede haber construido el alcalde sin decírselo a nadie y sin dejar que nadie se meta?”
“N – no puedo saberlo. No tengo información – no tengo ningún archivo o fuente.”
“Entonces haz una predicción. O imagina qué puede ser.”
Imagina. El hombre enunció esa palabra con lentitud. La dejó salir con precaución, con si estuviese probando una fruta que no había visto antes.
“Imagina…”
El olor del alcohol y de la sangre se mezclaba en el aire. El viento empezó a soplar otra vez, reanudando los silbidos.
Los labios del hombre se movieron.
“Creo – que el Departamento de Salud e Higiene puede tener algo que ver.”
“¿El Departamento de Salud e Higiene? ¿No el Departamento de Seguridad?”
El Departamento de Salud e Higiene se encargaba de la higiene y la salud de los ciudadanos. Presidía sobre los hospitales y las clínicas de la ciudad. Ese Departamento administraba los Exámenes Infantiles para seleccionar a la élite a una edad temprana, y también se encargaba de los chequeos médicos anuales obligatorios a los que se sometían los ciudadanos. Era un departamento importante, pero según lo que sabía Sion, no tenía ninguna conexión con el centro de la ciudad, al contrario que el Departamento de Seguridad y el de Administración Central. Como el trabajo en la Administración del Parque era una de las ramificaciones del Departamento de Salud e Higiene, tenía algo de información sobre las actividades del Departamento.
El Correccional y el Departamento de Salud e Higiene – dos organizaciones que parecían no tener ninguna relación habían resultado estar ligadas íntimamente.
“Fura-san, ¿por qué piensas eso?”
“Es lo que me he imaginado. Me has dicho que podía.”
“Sí, lo he hecho.”
“Sólo es mi imaginación. Pero…”
“¿Pero?”
“En el Hospital Municipal-” el hombre dejó de hablar, y tragó con dureza. No intentaba dejar a Sion con las ganas de saberlo – estaba dudando. Dudaba de si podía hablar de algo así.
Sion esperó. Esperó a que el hombre hablase con él, que pusiese en palabras lo que pensaba. Sólo podía esperar. Así que esperó. Así hacía él las cosas.
El hombre se limpió la boca con el dorso de la mano que tenía envuelta en gasas. El labio se le había hinchado y se le había puesto morado.
“Hace un par de meses, hubo una transferencia de puestos en el Hospital Municipal. Transfirieron a varios médicos – de alto rango en cuestión de trabajo, ética y habilidad - y a varias enfermeras. No sé a dónde.”
“¿No lo sabes?”
“No está registrado en ninguna parte. Todos los datos de los ciudadanos se archivan en el Departamento de Administración Central. Todas las acciones que se realizan en un día quedan registradas, sin excepción. Algo tan grande como una transferencia de un puesto de trabajo, y más si es de médicos y enfermeras del Hospital Municipal, quedaría registrado detalladamente.”
“Pero no hay nada.”
“Exacto. No hay nada. Pensé que era raro. Pensé – pero eso fue todo lo que hice.”
“¿Investigaste al respecto?”
“Ni se me ocurrió. Aunque quisiese, habría sido imposible. Y hubiese tenido grandes problemas si me hubiese encontrado alguna información confidencial mientras buscaba.”
No puedo creer que me hayas preguntado algo tan estúpido, pareció que dijo el hombre mientras giraba la cara.
El Departamento de Salud e Higiene; médicos y enfermeras; el Correccional – a Sion se le ocurrió una idea.
“Tengo entendido que ha habido unos cuantos incidentes raros dentro de No. 6. ¿Crees qué tiene algo que ver con el Correccional?”
“¿Qué?”
“Ha habido gente que ha caído enferma, ¿verdad?”
“Has hecho los deberes,” observó el hombre. “¿De dónde has sacado esa información?”
Rikiga se tambaleó y exhalo. El aliento le apestaba a alcohol.
“No eres el único cliente que tengo que es de No. 6,” dijo, “aunque ninguno es tan importante como tú. Esos peces pequeños me proporcionan algo de información. Por ejemplo, cuando le cuentan cosas a las chicas con las que acaban de acostarse.”
“¿Llamas a eso información? Seguramente no serán más que rumores.”
“Los rumores están más cerca de la realidad que la verdad que cuentan las organizaciones. Y hablando de eso-” Rikiga frunció el ceño y entrecerró los ojos.
“Últimamente las autoridades se están poniendo más estrictas con las regulaciones. Demasiado. Aparte de peces gordos como tú, cada vez es más difícil que los de rango bajo puedan venir aquí. Hasta he oído que dentro de poco va a estar prohibido salir directamente. Al garete la mitad de mi negocio.”
“Y mira lo que le has hecho a tu mejor cliente,” añadió Inukashi. “Olvídate de la otra mitad, vas a acabar en bancarrota, viejo,” se burló. Rikiga le fulminó con la mirada y chascó la lengua con irritación.
“La cosa es que se ha acabado. Para mí, y para ti.”
Inukashi dejó de reírse y se quedó en silencio.
“Si alguien se pone enfermo, lo más normal es que lo lleven al Hospital Municipal, ¿no?” continuó Sion. “¿Qué pasa con ellos después?”
“No lo sé.”
“No es una enfermedad contagiosa, ¿no?”
“No ha habido ningún anuncio público por parte de la ciudad. Además, es imposible que una enfermedad contagiosa se extienda por No. 6.”
“Cierto.”
Sion bajó la mirada y se miró las manos. Estaban llenas de cicatrices, la piel estaba áspera y estaban muy delgadas. Habían perdido toda la suavidad que tenían cuando vivía en la ciudad, pero pensaba que ahora sus manos mostraban mas fuerza. Era manos que estaban vivas y que intentaban agarrar con firmeza las cosas. En esas manos, aparecerían manchas, se le torcerían los dedos y envejecerían en un abrir y cerrar de ojos. Aún podía recordar con claridad como había muerto Yamase.
“Los pacientes no habrán sobrevivido – creo que la muerte no habría sido natural. Que envejecerían de golpe hasta morir – quizás así-”
El hombre levantó la barbilla y entrecerró los ojos.
“¿De qué estás hablando?”
Sion miró al hombre, y deslizó su mirada hacia Nezumi. La oscuridad se expandía y se hacía más densa, intentando envolver al chico que estaba allí quieto como una estatua.
Ese hombre no lo sabía. No sabía nada delas avispas, de los incidentes, ni de las muertes. Incluso alguien como él, un oficial de alto rango, no sabía nada.
“Muestras,” murmuró de repente el hombre.
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