Por fin estás aquí.
Te he estado esperando
Capítulo 1
Vuestro último abrazo
Oh aquí
fijaré mi eterna morada
para librar a esta carne, hastiada del mundo
del yugo de mal influjo de las estrellas.
Ojos, lanzad vuestra última mirada
¡Brazos, dad vuestro último abrazo!
-Shakespeare,
Romeo y Julieta, Acto V Escena III
Una luz blanca les acuchilló los ojos.
Era cegadora.
Era una luz muy intensa.
El lugar rebosó de luz y brilló.
No cabía lugar a dudas – era el mundo de No. 6.
Sí, No 6 siempre había sido así. Rebosante de luz; emitiéndola. He vuelto. Sion apretó el puño. Le
dieron un golpecito en la espalda.
“Respira hondo,” dijo Nezumi. “Respira y deshazte de tus emociones.
Una milésima de segundo de duda o emoción puede costarte la vida. Mantén la calma.”
“Está bien. Pero tú también. Sígueme y no te quedes atrás.” Le
entraron unas ganas de echarse a reír. Le hacía cosquillas en el pecho.
“¿Qué?” Nezumi bajó la barbilla. “¿De qué te ries?”
“Nada… estaba pensando en el gusto que da decirte ‘sígueme’. Hasta
ahora sólo me lo habías dicho tú a mí.”
“Sion – eres-” Nezumi cerró la boca a mitad de frase y negó con la
cabeza.
La puerta se abrió del todo. La luz cayó sobre ellos.
“Vamos, Nezumi.” Sion abrió el puño y se deslizó hacia la luz blanca.
¿Ha sonreído? Nezumi negó con la cabeza
y ser mordió el labio. Sentía que se asfixiaba, aunque sólo un poco. ¿Cómo puede sonreír en un momento así? Y
desde el fondo de su corazón, como si estuviese feliz. No era bravuconería.
No era falsa. Estaban a punto de entrrar en el Correccional, y aun así, Sion
había sonreído. Había sido capaz de sonreír.
Sólo estaba pensando en lo bien que sienta
decirte ‘sígueme’.
¿Pero qué…? ¿Qué somos, un par de
estudiantes hablando y riéndonos de camino a casa? ¿Por qué? ¿Por qué no pareces
estar nervioso? ¿No entiendes en la situación en la que estás ahora mismo?
Podía lanzar
todos los insultos que le viniesen en gana. Pero,
murmuró Nezumi a regañadientes, pero aun
así es increíble. No podía evitarlo, su asombro superaba a las ganas de
insultar al chico.
Yo no puedo sonreír así. Una risa tan
inocente y despreocupada – soy incapaz. Estamos a punto de entrar en una zona
peligrosa, tanto como un campo de minas. No puedo malgastar energía en reírme.
No tenía
miedo. No iba a encogerse y ponerse a temblar. Pero estaba tenso. Preparado
para la batalla. Necesitaba aquel cambio en su mente y cuerpo para ser capaz de
esquivar a sus enemigos; para poder hundir sus colmillos en la garganta de su
enemigo. Sion no tenía nada de eso. Ni siquiera tenía la mentalidad necesaria
para pelear.
Aquello
había frustrado a Nezumi más de una vez. ¿Dónde
te has dejado las garras y los colmillos? Había pensado aquello más de una
vez. Hasta había abofeteado a Sion debido a la frustración.
Había
pensado que Sion era frágil. Era mucho más débil, mucho más frágil que Nezumi.
Al igual que un novato, estaba indefenso y no tenía poder… no tenía ninguna
habilidad para sobrevivir en la dura realidad. Pero eso no quería decir que
Nezumi menospreciase o mirase por encima
del hombro a Sion.
Al
contrario, sentía la necesidad de protegerlo. Si no le protegía con toda su
fuerza, Sion no sobreviviría. Le aplastarían. Nezumi había creído aquello de
todo corazón.
Y había
estado completamente equivocado. He
asumido cosas sin tener base para ello, un error muy estúpido por mi parte.
Se había dado cuenta.
Sion no era
débil en absoluto. Por eso había sido capaz de llegar tan lejos. No le habían
aplastado; de hecho, la cosa estaba lejos de ello: había sobrevivido. Y lo
había conseguido con su propia fuerza. Había superado aquella brutal realidad,
tenía los pies en el suelo, y hasta sonreía.
Sonreír, ¿eh? Eso es. Tú haz las cosas a tu
manera y yo las haré a la mía, y superaremos esto.
Reguló su
respiración.
La cosa empieza aquí, Sion.
No tenía la
más mínima idea de lo que iba a pasar, de lo que les estaba esperando.
¿Un abismo?
¿O un milagro?
¿Volver con vida, o no volver?
No podía
predecir lo que iba a pasar al siguiente paso.
¿Qué va a pasar…?
Cuando pasemos por la línea de meta,
¿seguirás sonriendo? ¿Sonreirás tal y como eres, sin haber cambiado?
“Vamos,
Nezumi.” Sion se adentró en aquella luz blanca. Tenía que seguirle, así que
para no quedarse atrás, Nezumi asintió y entró en la luz detrás de él.
Punto X. Así
era como estaba marcado en los planos. La puerta en la zona po1-z22. Era el
único punto en el que el sótano se comunicaba con la planta baja.
Cuando se
abrió la puerta, creó un pasaje entre el reino subterráneo y el Correccional.
Podía apreciarse un cambio en la presión del aire, quizás por la leve corriente
que había.
Sion corrió
hacia la derecha. El plano que Fura había rellenado para él apareció en su
mente como si lo tuviese delante y lo estuviese viendo.
“Quince
pasos a la derecha. Hasta ahí estamos a salvo. No hay sensores. Más adelante,
hay unas escaleras.”
“¿Y ahí?”
“Rayos
láser: uno en el segundo paso, con un ángulo de 45 grados; otro en el hueco de
la escalera, a 15 centímetros del suelo y paralelo a él; otro en el paso once,
con un ángulo de 60 grados. Siempre y cuando no los toquemos, no se activarán.”
“Hm. Que
fácil.”
“Hasta ahí
nada más.” Aquello era el sótano del Correccional. Excluyendo el punto C, no
había nada conectado con las áreas exteriores, así que naturalmente, no había
puertas ni ventanas. Trabajadores de la instalación, personal y visitantes que
tenían el chip de identificación necesario no tenían que preocuparse por los
sensores que había en las escaleras o en el ascensor – la ruta normal. Pero
aparte de eso, la única forma de llegar hasta allí era a través del reino
subterráneo.
Y había que
añadir el hecho que ninguno de los departamentos que había allí manejaba
información confidencial, así que el riesgo de infiltración era prácticamente
cero. Era comprensible que la seguridad no fuese muy estricta.
Seguramente
nadie habría predicho que el punto X, o localización po1-z22 se abriría algún
día.
“Nezumi.”
“¿Hm?”
“¿Cuánto
tiempo crees que podemos conseguir?”
“Un – no,
dos minutos por lo menos.”
¿Dos minutos? ¿Podemos conseguir tanto? Lo
más seguro es que el sistema de seguridad ya hubiese registrado el cambio en el
punto X. ¿Podían conseguir dos minutos hasta que el personal que se encargaba
de los monitores se diese cuenta y actuase en consecuencia?
“Inukashi
está usando sus trucos,” dijo Nezumi. “Seguramente haya una buena montada ahí
arriba.”
“¿Una
buena?”
“Ya lo
verás. La fiesta no ha hecho más que empezar. Bueno, tenemos dos minutos para
usarlos como queramos.”
“Dos
minutos, ¿eh?”
“Parece una
eternidad, ¿verdad?”
“Si,” dijo Sion
secamente.
Segundo
paso, 45 grados; escaleras, paralelo, 15 centímetros; onceavo escalón, 60
grados. Llegaron a la parte superior de las escaleras. Tardaron un poco, ya que
no podían subir corriendo. Quedaban, más o menos, un minuto y seis segundos.
A partir de
ahí, tenían por delante la planta baja del Correccional. Estaba el vestíbulo de
la entrada, donde iba y venía un gran número de gente. El personal entraba por
una puerta diferente a la de los prisioneros y se reunía en aquella planta.
Desde ahí, se dirigían a su respectivo puesto de trabajo. Se verificaba la
identidad de todo el que pasaba por allí a la entrada, pero una vez dentro,
parecía ser que ya no se les inspeccionaba más en aquella planta. Cuántas más
plantas había que subir, más estricta se volvía la seguridad.
Su destino
era la última planta.
Era la parte
más profunda y apartada del Correccional, rodeada por múltiples capas de redes
de seguridad. Su destino no eran las celdas, que estaban en un módulo que
sobresalía de la torre principal.
Era la parte
más apartada del Correccional. Allí era donde estaba Safu.
Sion tenía
ese presentimiento.
Safu era de
la elite. A los que se escogía para serlo se les proveía con el mejor de los
entornos educacionales desde muy pequeños. Invertir una gran cantidad de
tiempo, dinero y trabajo para desarrollar a los elegidos era una política
fundamental en No. 6.
Sion no
podía imaginar que No. 6 cogiese a alguien de la élite que habían criado
esforzándose tanto y la metiese con los presos comunes. Si su arresto tenía que
ver algo con él, entonces su madre tampoco estaría a salvo.
Pero se
habían llevado a Safu, no a Karan.
Entonces eso
quería decir que el arresto de Safu no tenía nada que ver con él, sino de las
condiciones que cumplía. El hecho de que fuese de la élite, quizás, que no
tuviese padres, o que fuese una mujer-
“Estado de la Recolección de Muestras –
recuerdo que esa sección existía en los datos del Departamento de Higiene y
Salud,” había dicho Fura. Muestra. Réplica. Espécimen.
No. 6 estaba
tomando muestras de los ciudadanos, y parecía ser que lo hacía a escondidas.
Los ciudadanos pasaban a ser especímenes sin saberlo. Era imposible que aquello
no estuviese relacionado con el rumor de la agitación y las anormalidades que
estaban teniendo lugar en la ciudad.
Sion también
presentía aquello.
Si Safu era
una muestra que cumplía los requisitos, entonces era valiosa. Seguramente
necesitarían un recinto adecuado para controlar aquella muestra tan valiosa.
Por eso Safu
tenía que estar en la última planta, en la sección especial situada en la parte
más apartada del Correccional.
Sion sintió
un gran escalofrío.
No por No.
6, sino por sí mismo.
¿Cómo me encargaría yo de un espécimen
valioso? Sintió un escalofrío por como estaba pensando en aquello tan
tranquilamente. Sus propios pensamientos, que ponían a Safu en aquella
situación, le daban escalofríos.
Necesito mantener la calma y ser racional.
Necesito que ese sea mi estado mental; es lo que más necesito, especialmente
estando el peligro.
No te distraigas, no dejes que te engañen,
no pierdas nada de vista.
Nezumi le
había enseñado aquello.
Mantener la
calma suponía reprimir sus sentimientos. La marea agitada de sus emociones
humanas acechaba su corazón constantemente; y aun así, tenía que reprimirlas a
centímetros de la superficie. Así eran las cosas. Si se permitía perder por
completo sus sentimientos y sus emociones, lo único que quedaría sería un ser
sin corazón.
¿Pero puedo decir que tengo corazón? Puede
que haya una parte de mí que se haya congelado, y esté confundido y piense que
es serenidad.
Apretó los
dientes.
No te distraigas, no dejes que te engañen,
no pierdas nada de vista. Y no deambules.
No es el momento de perderse.
Se
escucharon unos pasos apresurados. De dos personas. Uno de ellos andaba lenta y
pesadamente, los pasos de la otra persona eran más ligeros.
“¿Por qué
huele tan mal? No lo soporto.” Dos hombres que llevaban batas blancas corrieron
escaleras abajo. Ambos tenían un pañuelo puesto en la nariz. Uno de los hombres
era un cuarentón fornido; el otro era un joven delgaducho.
Sion se
encogió en la sombra del pasamano. Los hombres se detuvieron delante suya, y
respiraron profundamente.
“Estoy
mareado. ¿A qué huele?” Gruñó el hombre de mediana edad.
“Parece ser
que se ha roto los robots de limpieza. En vez de limpiar, se han dedicado a
tirar basura por todas partes,” contestó el más joven de los dos mientras se
secaba la frente. Saltaba a la vista que el hombre de mediana edad no se
encontraba bien. Estaba blanco como una pared.
“Así no se
puede trabajar. Tengo la sensación de que se me va a caer la nariz,” se quejó
el más mayor de los dos.
“Es
insoportable, ¿verdad? ¿Crees qué es por – ya sabes, eso?”
“¿Eso?”
“Hoy es la
Celebración Sagrada. Lo más seguro es que sea algún castigo divino por estar
trabajando un día que es fiesta.”
“No hay más
remedio. Cuando trabajas para una organización que se dedica a investigar, no
siempre puedes tener libres los días festivos. Además, eso de decir “castigo
divino” no es muy científico que digamos.”
“Supongo.”
El hombre hizo una pausa. “Pero últimamente no dejo de pensarlo…”
“¿De pensar
qué?”
“Que… quizá
algún día, el cielo va a castigarnos. Que si seguimos así, acabaremos por pagar
el precio.”
“¿Qué? ¿Y
quién supones que va a ser capaz de castigarnos? ¿Estás seguro que el olor no
te ha frito el cerebro?” dijo el hombre de forma sarcástica. “Escucha: aunque
se te pasen por la cabeza esas cosas tan poco científicas, no las digas en voz
alta. O acabaran por marcarte como alguien no apto. Y tampoco puedes olvidarte
de tu reputación como investigador.”
El más joven
de los dos se encogió de hombros y se quedó en silencio.
Sion se giró
y le hizo una señal a Nezumi con los ojos. Nezumi actuó casi al mismo tiempo.
Nezumi le retorció el brazo al hombre que tenía frente a él, y le puso el
cuchillo en la garganta. Sion también salió y le retorció el brazo al más joven
de los dos.”
“¿Q-qué-?”
“No te
muevas. No hagas ruido. Haz ruido y te mato.” La voz de Nezumi era grave,
pesada y fría. Era la voz de un asesino. Instigaba miedo y obligaba a la
persona a cesar cualquier intento de resistencia.
Sion volvió
a enfrentarse al hecho de que Nezumi era un actor con mucho talento.
“Lo mismo va
por ti,” susurró Sion al otro hombre. La cosa le fue tan bien como a Nezumi.
Pero la voz de Nezumi y el cuchillo cumplieron su papel a la perfección.
Ninguno dio señales de ir a resistirse. Estaban totalmente rígidos. Lo único
que hacían era temblar un poco.
“La puerta
de la derecha,” dijo Sion. “Pon la tarjeta que lleva en el pecho en el sensor.”
Nezumi
asintió y puso al hombre frente a la puerta, todavía con el brazo retorcido a
su espalda. El sensor instalado en la parte superior de la puerta se activó y
parpadeó.
La puerta se
abrió sin hacer ruido.
“Un
vestuario,” dijo Nezumi.
“Sí.”
“Ya veo.
Perfecto para esconder a estos caballeros.” No había terminado de hablar y ya
había girado, asestándole un puñetazo en el estómago al hombre. Sion empujo al
hombre más joven. El chico tropezó con sus propios pies. Nezumi le dio un golpe
con el borde de la mano en el cuello. Todo pasó en cuestión de un segundo.
Los dos
hombres cayeron al suelo sin hacer ningún ruido.
Les quitaron
las batas a los hombres, y los metieron en los vestuarios. Igual que un bandido, pensó Sion. No se sentía raro ni culpable por
lo que acaba de hacer. Otra mano ganadora, otro pasó adelante más. Aquello era
en lo único que pensaba. Metió los brazos por las mangas de la bata.
“¿Cómo me
queda?” Nezumi dio una vuelta con la bata puesta.
“Te queda
bien.”
“Gracias.
Son unos disfraces muy buenos. Aunque un poco grandes. ¿Y bien? Entonces, ¿las
tarjetas con el nombre son chips de identificación?
“Sí,”
contestó Sion. “La puerta se ha abierto, así que creo que podemos estar seguros
de ello.” Se imaginaba que ni siquiera No. 6 implantaría un chip en cada uno de
los trabajadores de la instalación. Implantarlos dentro del cuerpo haría que
fuesen muy difíciles de recuperar. Si se tomasen las molestias, implantarían
los chips a gente que no hiciese falta quitárselos después: primero, a los
prisioneros; entonces, aquellos con acceso a la información más confidencial –
aquellos que podían acceder a la última planta con total libertad.
Había
imaginado que el resto del personal usaría algún objeto de identificación que
pudiesen poner y quitar, y que se pudiese distinguir a simple vista.
Y había
imaginado bien.
Con aquellos
chips llegarían hasta donde pudiesen.
Sion y
Nezumi se miraron a los ojos. Ninguna emoción nadaba en aquellos ojos grises.
Se sintió aliviado. Daba igual la situación en la que estuviese, tendría
aquellos ojos firmes junto a él. Habían sido una especie de pilar para Sion. Le
habían estado sosteniendo durante todo el tiempo.
Sion cerró
el vestuario.
No, Sion. A partir de ahora tienes que ser
tú el que abra el camino. En vez de ser la popa, tienes que ser la proa.
Salieron al
pasillo. Olía como a basura pudriéndose.
“Hey, ¿qué
pasa? ¿Qué es este olor?”
“Todo el
edificio huele igual.”
“Estoy
mareado. Creo que voy a vomitar.”
La gente
recorría los pasillos, o bajaban arrastrándose por las escaleras, usando las
manos o pañuelos para taparse la boca. Algunos estaban blancos como la pared. Otros
tenían la frente perlada de sudor, y a otros les faltaba poco para llorar.
Sion frunció
el ceño, no por el olor, sino por la conmoción. Sí, olía mal, ¿pero era
necesario montar aquel numerito?
El olor que
había en el mercado del Bloque Oeste no era nada comparado con aquel. Estaba
mucho más concentrado, daba mucho más asco. Y todos vivían con él. Se
cabreaban, discutían, bebían, reían a veces, y lloraban envueltos en él. A
diario.
Pero
aquello, aquello no era más que-
“Parece que,
después de todo, no son inmunes a todo,” murmuró Nezumi, como leyendo lo que
había en el corazón de Sion.
No son inmunes. Bueno, supongo que es
verdad.
Desinfección,
control de olores, control de humedad – construir artificialmente un entorno
significaba eliminar todo lo desagradable. No. 6 se había ganado el nombre de
la Ciudad Ideal, la Ciudad Santa, a base de purgar y exterminar la basura, deshechos,
bacterias, virus, olores y ruidos – todo.
No. 6 tenía
un marco estándar y no toleraba a nada ni nadie que cruzase los límites de ese
marco. Y aquello era algo que no sólo concernía a los olores, ruidos y
bacterias; también purgaba a los seres humanos. Se deshacía de ellos sin
piedad. La mayoría de los prisioneros que había en el Correccional no eran
criminales en el sentido real de la palabra; sólo eran gente que había
sobrepasado los límites establecidos por la Ciudad Sagrada. No le habían jurado
lealtad a la ciudad o se habían quejado de algo. No habían cumplido. Se habían
cuestionado su forma de hacer las cosas. Probablemente aquellos eran los cargos
de la mayoría de gente que había allí. El resto eran aquellos que habían
cometido algún crimen debido a su pobreza, o a querer conseguir comida. Y
mientras, los residentes del Bloque Oeste gemían de dolor.
Expulsar a
todos los indeseables sin ninguna excepción.
Aquel era el
mundo de No. 6.
El resultado
de aquella política quedaba demostrado con aquella pequeña escena.
Cualquier
olor, por mínimo que fuese, era suficiente para que aquella gente tan delicada
reaccionase y entrase en pánico. Aquello demostraba que el nivel de tolerancia
de los ciudadanos, al igual que el de la ciudad, estaba bajando alarmantemente.
Que frágiles
eran.
¿Se había
dado cuenta Nezumi de aquella fragilidad? Era una grieta prácticamente
invisible. Pero hasta la más pequeña de las grietas podía ser el detonante de
la caída.
Aquella
fragilidad, aquel fallo en su resistencia, podría ser la herida que sellara el
destino de No. 6.
¿También
había visto aquello Nezumi?
Sion no lo
sabía.
Se dio
cuenta de que apenas sabía nada sobre Nezumi. Creía que había empezado a ver su
pasado, cómo se había criado, pero –
No lo sabía.
Sabía lo mismo que cuando se habían conocido.
Nezumi era
casi como un bosque profundo.
Daba igual
lo que se adentrase, nunca podría ver su totalidad. Allí, crecían flores; allí,
había una rama inclinada cargada de frutas. Allí la primavera brotaba, y podía escuchar su suave sonido. Había visto
todas aquellas cosas, pero éstas no eran más que simples partes de un bosque
extenso y profundo. Quizá cuando lograse salir de entre los árboles se
encontraría un precipicio. Quizá allí habitaba una bestia que se alimentaba de
seres humanos. Quizá antes sus ojos se abriría algo totalmente desconocido. No
lo sabía.
Daba igual
lo que se adentrase, Nezumi nunca le revelaba todo. Cuanto más se adentraba,
menos entendía.
Me he adentrado en un bosque infinito y me
he perdido. Estoy a la deriva, en una mezcla de dolor punzante y éxtasis de
ensueño.
Había un
pañuelo de algodón en el bolsillo de la bata de Sion. Lo usó para taparse la
boca y la nariz. No era para protegerse contra el olor; era para esconder su
rostro. De esa manera se reduciría el riesgo de que los viesen. Nezumi también
se tapó la boca con un pañuelo blanco.
Subieron por
las escaleras. El olor iba haciéndose más fuerte. Pero no saltaron las alarmas
de seguridad.
Sonó un
pitido y se paró en seco. Una gota de sudor bajó rodando por su frente.
“Empezando
la eliminación de olores. Empezando el filtrado de aire. Nivel de operación
8,5. La calidad del aire del edificio volverá a la normalidad en dos minutos,
dieciséis segundos aproximadamente.”
El anuncio
lo había hecho una voz mecánica imitando el tono de voz de una mujer. Un hombre
regordete junto a Sion exhaló. Sion también respiró con tranquilidad en su
pañuelo.
“Gracias a
dios, estamos salvados. Este olor es una tortura.”
“No creo que
vaya a poder soportarlo dos minutos.” Junto al hombre, una mujer también
rolliza tenía el ceño fruncido. Tenía una piel perfecta y sus labios rojos y
fruncidos eran extrañamente atrayentes. Sion y Nezumi intentaron pasar sin
decir nada.
“¡Oh – hey,
vosotros dos!” El hombre les llamó. A Sion se le paró el corazón.
Thump, thump, thump, thump.
El corazón
le iba a mil por hora. Tenía la cara empapada de sudor.
Nezumi giró
la cabeza, con el pañuelo puesto en la boca.
“¿Sí?”
“¿Dónde
vais?”
“Vamos… a
seguir trabajando.”
“¿A la
tercera planta?”
“Sí – a la
tercera planta.” Nezumi tosió levemente.
“El olor
allí es horrible,” dijo el hombre. “Sería mejor que fueseis para abajo. Os
sugiero que evitéis la zona un tiempo. No creo que podáis trabajar así.”
“No – no
podemos permitirnos irnos. Tenemos entre manos un trabajo urgente…”
“¿Trabajo
urgente? ¿En la tercera planta?”
“Sí…”
“Pero si la
tercera planta es para compilación de información y administración de los
sistemas. ¿De qué sección sois?”
“Administración
de Higiene,” contestó Sion. Dibujó el plano en su cabeza.
Tercera
planta. Basándose en el plano de los circuitos eléctricos, podía suponer que la
tercera era la última planta General. A partir de la cuarta planta, que era
Especial, los circuitos se expandían en una red muy complicada. La cuarta
planta estaba conectada al Ala de Vigilancia de los prisioneros. Había barreras
móviles situadas a intervalos regulares en los pasillos, y había tres veces más
sensores que en las plantas Generales.
La mayoría
del personal de la instalación sólo podía llegar hasta la tercera planta. No
había necesidad de que fuesen más lejos. ¿Qué secciones había en esa tercera
planta? El plano apareció con total claridad en su mente. Si recordaba bien, el
departamento de Administración de la Higiene estaba situado en un rincón lejano
en la tercera planta.
“No se ha
identificado la fuente del olor,” dijo Sion dubitativo. “Los empleados del
departamento de Administración de la Higiene estamos bastante asustados ahora
mismo. No tenemos información de que haya entrado algún objeto desconocido en
el edificio, así que cabe la posibilidad de que algo esté yendo mal dentro…”
“Oh, ¿en
serio? De acuerdo a los Sistemas de Administración, ha habido unos problemas
con los robots de limpieza, supuestamente se han roto y han empezado a escupir
basura por todas partes. ¿No es eso?”
“Ah, bueno,
eso…” No sabía qué decir. Nezumi contestó con una voz baja y áspera.
“El olor es
demasiado fuerte como para eso. Estamos haciendo una investigación de
emergencia para ver si había algo mezclado con la basura. No ha habido
incidentes previos, después de todo… no sabemos muy bien qué tenemos que hacer,
la verdad sea dicha.”
“Hm. Ya veo.
Pero, ¿había gente tan joven como vosotros en ese departamento?”
“No somos
tan – jóvenes,” tartamudeó Sion.
El hombre
inclinó el cuello para inspeccionarle.
“¿Qué le ha pasado a tu pelo? Lo tienes blanco.”
Sion no
sabía qué decir. Se había olvidado por completo de su pelo – blanco, hasta el
punto de parecer transparente. Estaba claro que era algo que destaca. Si decía
que había nacido con él, probablemente la gente sospecharía al no haberlo visto
nunca hasta aquel momento.
¿Qué hago?
“Bueno… me
lo he… teñido…”
“Oh, qué
bonito,” sonrió la mujer. “Es muy
bonito. Y brillante. ¿Qué has usado para que se quede así? Dímelo.”
“Sara, deja
de flirtear con él.”
“¿Perdona? ¿Flirtear? Qué maleducado. No sé por qué
no puedes ser más agradable. Ugh, el olor este. Estoy harta de él, y estoy
harta de ti.” La mujer empezó a bajar por las escaleras.
“Espera -
¡hey, sara! ¿Qué se supone que estás diciendo? ¡Hey! Espera, Sara. ¡Espera!” El
hombre se secó el sudor de la frente y siguió a la mujer.
“Una pelea
de enamorados, si se me permite dar mi opinión. Ese tío se pone a ligar con
mujeres a plena luz del día. Y encima en el trabajo.” Nezumi se encogió de
hombros. “Pero bueno, nos ha salvado el culo.”
Si el hombre
hubiese seguido preguntándoles habrían tenido problemas. Sion notó algo frío
alrededor de sus axilas.
“Has mejorado
en eso de mentir. Pero no lo suficiente como para terminar.”
“No soy tan
bueno como tú. Creo que voy a necesitar mucho más entrenamiento.”
“Bien
dicho.”
La tercera
planta tenía el suelo y las paredes blancos, y aunque estaba limpia, aquel
color blanco era espeluznante.
“¿Esta es la
sala de Administración de Sistemas?” dijo Nezumi.
“A mano
izquierda. Es una habitación con paneles de cristal. Nezumi, tienes una cámara
de seguridad encima. No mires arriba. Ten cuidado. También hay una cámara que
gira 360 grados arriba a tu derecha nada más entrar en la sala.”
“Entendido.”
Las máquinas
para eliminar el olor y los sistemas de ventilación estaban funcionando, ya que
era evidente que el olor se había disipado considerablemente y no les molestaba
mucho. El caos estaba empezando a calmarse.
Las puertas
de cristal se abrieron automáticamente y un hombre delgado de barbilla
prominente salió cargando un aspirador. Tenía pinta de estar enfermo; tenía una
mirada muerta y estaba muy pálido.
“Me la he
cargado… me la he cargado,” escucharon murmurar
al hombre cuando pasó junto a ellos. “Me la he cargado… pero… se lo merecen…
les está bien empleado…”
“Sal de aquí
rápido,” susurró Nezumi a la espalda del hombre. El hombre se paró en seco y le
echó una mirada furtiva a Nezumi.
“¿Has dicho
algo?”
“Te he dicho
que salgas de aquí. No te entretengas.”
“Eres-”
“Lo has
hecho perfectamente. Un trabajo perfecto.” Su tono de voz era el de un rey
felicitando a un vasallo. El hombre parpadeó. Su nuez de Adán bajó con lentitud
al tragar.
“¿Quién…
eres?”
“Te estoy
agradecido. Ahora vete.” Nezumi sonrió seductivamente al hombre, y entró con
lentitud en la sala de Administración de Sistemas. No tenía pinta de tener
prisa. Andaba tal y como lo haría un empleado volviendo a su puesto de trabajo.
La alarma de
seguridad no se disparó.
Vamos bien. Sion apretó el puño. Le
sudaban las manos. Las cosas están yendo
mejor de lo que esperaba. Si seguimos así, puede que lo consigamos.
No, no bajes la guardia. El más mínimo
descuido podría costarnos la vida.
Siguiendo
los pasos de Nezumi, Sion entró también en la habitación ni muy rápido ni muy
despacio, manteniendo unos pasos y una velocidad perfectamente normales.
Era una sala
espaciosa y estaba seccionada con paredes transparentes de plástico reforzado.
La cabina más cercana al punto desde el que habían entrado Nezumi y Sion estaba
vacía. Seguramente habrían huido, incapaces de soportar el olor. Pero el olor
casi había desaparecido; la gente no tardaría en volver.
“Esta debe
ser la sección que se encarga de la ventilación. Y-”
“El botón
que abre y cierra el Punto X también debería estar aquí.” La mirada de Nezmi se
centró en el borde derecho del panel de control. Un botón pequeño y redondo.
Era de un verde muy vívido. Parecía estar fuera de lugar entre los otros
interruptores y los paneles táctiles. Sion se situó frente al panel de control.
“Oh, sí,”
dijo Sion. “La vigilancia y la administración de todas las entradas y
aperturas tienen lugar detrás de estar
pared, pero la puerta del Punto X en la única excepción.”
“¿Es tan
raro?”
“No. Es tal
y como has dicho: esa puerta es impenetrable. No se abrirá nunca. No. 6 nunca
ha considerado la posibilidad de que alguien entre por esa puerta. Y, claro
está, tampoco habían considerado abrirla desde aquí. Así que, en realidad, este
botón es prácticamente inútil. Por eso no importaba donde lo pusiesen. No había
ninguna necesidad de vigilarlo.”
Mientras
hablaba, Sion tocó una pantalla grande situada en el centro del panel de
control. Sí, estaba preocupado de que detectase sus huellas dactilares, pero la
pantalla no funcionaría si no la tocaba directamente. Las medidas de seguridad
se dispararían y se bloquearía.
“Exactamente,”
contestó Nezumi. “Es indulgencia. La indulgencia que nace de la complacencia.
No. 6 cree que nada puede amenazarla. Para echarse a reír, ¿verdad?”
El punto X
se creó cuando metieron a Rou bajo tierra, aunque en aquel tiempo, aquella zona
no habría sido más que cavernas. Las propias cavernas eran su prisión.
Entonces, el Correccional fue creciendo poco a poco hasta acercarse a su tamaño
actual; una nueva cárcel más segura que las cuevas. Las cavernas subterráneas,
Rou y los otros prisioneros cayeron en el olvido. O eso, o acabaron tachándoles
de gente que nunca había existido.
Sólo quedaba
la puerta.
La pantalla
cambió para mostrar el plano del sistema de ventilación del Correccional.
“Nezumi,
mira esto.” Había unas escaleras que llevaban de la cuarta a la quinta planta,
y también a la última planta.
Cada escalón
tenía una profundidad de 120 milímetros y una altura de 240 milímetros. Era más
bien una cuesta. Esas escaleras tenían el tamaño justo para que pudiese pasar
un adulto. Era más una rampa que un tramo de escaleras.
Nezumi miró.
“¿Qué es eso?”
“Escaleras
para la construcción y el mantenimiento. Normalmente las máquinas se encargan
de controlarlo todo, pero de vez en cuando es normal que se necesite algo de
trabajo manual. Seguramente hicieron esas escaleras con eso mente. Aunque dudo
que se hayan usado mucho.”
Un suspiro
se escapó de los labios de Nezumi.
“No sabía
que había una escaleras ahí. ¿Tú sabías que estaban ahí?”
“No, pero lo
suponía,” dijo Sion. “Me di cuenta la primera vez que vi el plano. Era un
espacio en blanco inusual.”
“Yo no me
había dado cuenta.”
“Está en la
pared. Había un espacio estrecho entre la pared exterior y la interior. Esta
parte en particular era más ancha que el resto.”
“Así que
viste algo que a mí se me pasó por alto.”
“Eso es.”
Tsk. El sonido de un chasquido de lengua
cargado de frustración.
“¿Y en ese
punto nos van a dar la bienvenida igual que en un parque de atracciones? ¿No
hay dispositivos para evitar que se cuelen intrusos?”
“No lo sé.
Esta pantalla sólo muestra los sistemas relacionados con la ventilación. No
sabría decirte sobre lo demás.”
“Has dicho
que estaba en blanco. ¿No hay nada escrito?”
“No.”
“¿Y alguna
puerta? Si hay escaleras, tiene que haber una puerta que lleve a ellas.”
“Tampoco lo
sé. Aquí no hay nada escrito al respecto.”
“Entonces no
tenemos un próximo movimiento.”
No tenían un
próximo movimiento. Pero tendrían que moverse igualmente. Si no podían usar las
escaleras centrales o el ascensor, esa era la ruta que les llevaría a la última
planta.
Sion había
mirado el plano hasta que la cabeza había empezado a latirle, memorizando la
estructura interior. Aquella era la conclusión a la que habían llegado.
Los chips no
les permitirían llegar más lejos. Tendrían que llegar hasta esas escaleras,
usando cualquier método a su alcance. Si pudiesen llegar a la primera. El ordenador
central estaba en la última planta. Tenían que llegar allí. Tenían que llegar a
toda costa.
Era el único
camino.
En cierto
sentido, el Correccional era una especie de prototipo de No. 6. Toda la
información, actividades, funciones y redes de monitorización llevaban al
ordenador central. Aquello quería decir que todo el poder estaba en las manos d
la única que persona que podía controlar aquel ordenador.
Una
jerarquía perfecta en la que el rey era absoluto – eso era lo que estaban
intentando crear. Era una ambición enorme, a la vez que estúpida.
Los humanos
podían controlar las máquinas. Podían desarrollar y refinar aparatos, y usarlos
como les viniese en gana. Pero era imposible que para los humanos dominar a
otros humanos. Incluso los imperios que habían existido durante miles de años
habían caído tras ese milenio. Los humanos no podían dominar a otros humanos.
El sistema siempre acabaría cayendo.
Sion lo
había aprendido fuera de No. 6. Los que estaban dentro – los que reinaban en
No. 6 – era obvio que no lo habían hecho. Por eso podían seguir creyendo en la
ilusión de que serían capaces de conquistarlo todo.
Eran
estúpidos. Y la estupidez creaba una apertura vulnerable. Si podían establecer
contacto con el ordenador central, podrían determinar la localización de Safu e
interrumpir las funciones del Correccional, aunque fuese durante un instante.
Con un
sistema centralizado como aquel, donde todo se conectaba en un único punto, lo
único que tenían que hacer era atacar ese punto.
La
fragilidad de No. 6 se había revelado a sí misma.
Los dedos de
Sion se movían. Las pantallas cambiaban una detrás de otra.
Las barreras
de la cuarta planta. Tenían que superarlas de alguna forma. Tenían que entrar
en el espacio abierto antes de que las paredes se cerrasen y bloqueasen su
ruta.
Y para hacer
aquello-
El interior
de su cabeza estaba calmado y frío. Lo único que se movía eran sus dedos,
terminando una tarea tras otra.
“Hey, aquí
hay algo que va mal,” gritó un hombre en la cabina de al lado. Varios trabajadores
habían vuelto. “La luz del indicador de actividad del punto X está encendido.”
“¿Punto X?”
“La
localización po1-z22. La puerta se ha abierto y se ha cerrado. Esta
registrado.”
Un joven
alto ladeo la cabeza, perplejo. “Po1… eso está bajo tierra. ¿Hay una puerta
ahí? ¿Seguro que no es un error del ordenador? Puede que el olor haya sido tan
mal que ni el ordenador ha podido soportarlo. Jaja.”
“No es algo
para reírse,” espetó el otro. El hombre cerró la boca.
“Hace dos
minutos y cuarenta segundos. Hace nada. La puerta del Punto X se ha abierto en
plena conmoción.”
“¿Y pasa
algo por qué se haya abierto? Las
puertas se supone que están para abrirse, ¿no?”
“No es una
puerta de entrada general. Tampoco es una salida de emergencia. El personal no usa
esa puerta.”
“Oh.
Entonces, ¿dónde se supone que lleva esa puerta?”
“No lo sé.
Nunca he oído hablar de ella. Pero esto quiere decir que se ha abierto una
puerta que se supone no tendría que abrirse. Esto-”
Obviamente,
el sistema de insonorización estaba desactivado, por lo que los dos chicos
podían escuchar las voces de los hombres al hablar.
“Se nos ha
acabado el tiempo.” Nezumi se desabrochó la bata. Sion también se levantó.
Dos minutos,
cuarenta segundos. Mucho más de lo que habían anticipado. Parecía que la
Fortuna todavía no les había abandonado.
“Oh - ¡hey!”
Vosotros.” Un hombre muy obeso les bloqueaba el camino. “¿Qué estáis haciendo?
¿Quiénes sois?”
Nezumi le
tiró la bata al hombre, bata que aterrizó en la cabeza del hombre y cayo por
encima suyo. El hombre agitó los brazos y se tambaleó. Nezumi le dio una patada
baja. El hombre cayó de lado con un ruido ensordecedor y un gemido ahogado.
“Perdona.”
Nezumi pasó por encima del hombre y salió al pasillo. Sion le siguió y pasó por
encima del hombre.
“¿Qué ha
sido eso?”
“Alguien -
¡un intruso! ¡Ayuda!”
“¿Qué? ¿Ha
sonado la alarma?”
Un zumbido
agitado empezó a sonar a sus espaldas.
“Nezumi,
corre escaleras arriba.”
“Entendido.”
Si los
sensores detectaban algún intruso, los sistemas de seguridad se activarían
automáticamente. ¿Podrían llegar a la cuarta planta antes de que todas las
compuertas se cerrasen?
La luz de
las escaleras se había vuelto roja. Las compuertas de aleación especial
empezaron a bajar sin hacer ruido.
Iban rápido.
“Sion,
venga.”
Nezumi y
Sion se lanzaron a aquel hueco estrecho.
Gracias! Esperaré pacientemente cada una de las traducciones!
ResponderEliminarGracias a ti por leerlas ^^
EliminarGracias por cada cap de la novela!
ResponderEliminarLa había estado buscando por todas partes!
es hermosa!!! gracias realmente por traducir :') pensé que nunca la encontraría traducida.... esperare el próximo capitulo :)
ResponderEliminarHacía tiempo que no me ponía al día y me he llevado una buena sorpresa cuando he visto esta actu. ¡Muchas gracias! La estaba esperando.
ResponderEliminarOishhhhhh !! gracias por actualizar y traducir esperare lo que viene con ansias :DDDD
ResponderEliminar:O gracias por traducir eres increíble, esperare ansiosa la siguiente parte
ResponderEliminarX favorr necesito continuacioonnn T_T estoy ansiosa.. Creo q posria morir de la ansiedad!!! Igual gracias x tu trabajo hasta ahora u.u
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarAntes que nada agradecerte por el trabajo de esta novela, muy bueno!
Pero.. la impaciencia me puede, continúas trabajando en ello? ):
Acabo de encontrar esto e incluso lo estoy recomendando a los que conozco y quieren leer las traducciones de las novelas Pero veo horrorizada que ésto lleva mucho tiempo sin actualizarse. ¿Vas a seguir con ello?
ResponderEliminarnunca lo vas a continuar verdad? T_T joder, y tu traducción era muy buena, muy muy buena.... PORQUEEEE!!!!!
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