domingo, 4 de diciembre de 2011

No. 6 Vol. 2 Capítulo 4

Por fin después de dos semanas más o menos puedo subirlo, que entre exámenes y problemas de salud.... xD
Bueno no me enrollo más, aquí tenéis el capítulo entero. Disfrutad.




Capítulo 4
El ángel del mundo de las tinieblas

Le quiero, le quiero. Es como una piedra al cuello – me arrastrará al fondo con él. Pero quiero a esta piedra mía – no podría vivir sin ella.[1]

La chica entró justo cuando Karan iba a bajar las persianas de la tienda.

“¿Quedan magdalenas?” Era una niña adorable con la cara redondeada, seguramente no tendría ni diez años.

“Las de queso se me han acabado, pero si te gustan las de pasas, de esas todavía me queda una.”

“Pónmela, por favor.”

“Claro, Lili. Espera un momento.” Karan cogió la magdalena de la bandeja y la puso en la bolsa con un par de donuts.

“Los donuts son un pequeño extra.”

“Gracias.” Lili le dio a Karan unas cuantas monedas de cobre. Seguramente la había llevado en la mano durante todo el trayecto hacia la tienda, porque aunque no tenían sangre dentro, tenían la calidez del cuerpo humano.

Lili miró dentro de la bolsa y se le iluminó la cara al ver que habían dos donuts enteros dentro.

“Después de todo, eres una de mis clientas habituales, Lili. La próxima vez hornearé unas cuantas magdalenas de queso de más para ti.”

“No vas a cerrar la tienda, ¿verdad?” Lili levantó la cara de la bolsa y miró a Karan con una expresión sombría.

“No. ¿Por qué piensas eso?”

“Mamá ha dicho que a lo mejor cerrabas la tienda. Pero me alegro de que no.” Una sonrisa de alivio se dibujó en su cara. Karan se agachó y abrazó a la niña con fuerza.

“Gracias por preocuparte por mí, Lili.”

Su cuerpo suave, su presencia cálida – era muy pequeña y aún así le daba a Karan muchísima fuerza.

“Mamá y papá están preocupados,” dijo Lili. “Estaban diciendo, ‘¿y si no podemos volver a comer las tartas o el pan de esa panadería?’ Porque, ¿sabes qué? Las tartas de la tienda de enfrente de la estación no están buenas y son muy caras,” dijo malhumorada.

“¿De verdad?”

“Sí. El otro día había un pastel enorme en el escaparate que parecía un castillo de juguete. Y Ei y yo – oh, ¿sabes quién es Ei?”

“No.”

“Es mi amigo. Se le da muy bien hacer pompas de jabón. Pues Ei y yo lo estábamos mirando porque era muy bonito.”

“¿Estabais los dos mirando el escaparate?”

“Sí. Y el hombre mayor de la tienda empezó a gritarnos. No dijo que no tocásemos el cristal con las manos sucias. Sólo estábamos mirando. Ni siquiera estábamos tocando el cristal,” dijo Lili, indignada.

“Eso no está bien.”

“Así que Ei le gritó, y le dijo ‘¡Eres un idiota, viejo!’, y entonces yo también le grité y le dije ‘¡viejo calvo estúpido!’. Y entonces salimos los dos corriendo.”

Karan empezó a reírse a carcajadas. Hacía bastante desde la última vez que se había reído en voz alta. Le dio a Lili un beso en la mejilla.

“No puedo hacer algo tan grande como un castillo, pero para tu cumpleaños te haré un pastel todo blanco, Lili.”

“¿De verdad?”

“De verdad. Para que lo compartas con Ei.”

“Gracias,” dijo Lili, feliz. “Me gusta la tarta de cereza.”

Tarta de cereza – a Sion también le gustaba.

Lili le dijo adiós con la mano mientras salía de la tienda. Karan la observó hasta que dejo de verla y entonces bajó las persianas de la tienda. Se hundió en una silla.

Desde que Sion se había ido se le hacía difícil soportar las noches. Las noches la atrapaban en la decepción de otro día que pasaba y en el que Sion no había vuelto a casa. El sentimiento se convirtió en un cansancio pesado que hacía que le fuese difícil mover un dedo.

“Sion…”

A veces en un murmullo, otras sin llegar a decirlo; otras como si estuviesen hablando, otras a punto de gritarlo – se preguntaba cuantas veces al día decía el nombre de su hijo.

Cuando había escuchado que el Departamento de Seguridad había detenido a Sion por alteración del orden y por asesinato, había creído que se iba a volver loca.

“Tenga en cuenta, por favor, que lo más probable es que nunca vuelva a ver al sospechoso.”

La noche que el oficial del Departamento de Seguridad le había dado la noticia, Karan había tenido el presentimiento de que su hijo iba a morir. Sabía con seguridad, y más que nadie, que Sion nunca tomaría parte en un asesinato. Pero los sentimientos desesperados de una madre nunca llegarían al Departamento – de eso también estaba segura. En No. 6, donde el índice de criminalidad era casi el cero por ciento, no había un sistema judicial. Simplemente el arresto y quedar en custodia del Departamento de Seguridad hasta confirmar si el detenido era culpable o no. Declararse culpable o inocente no estaba permitido, al igual que hacer una apelación legal.

Ya se lo habían llevado al Correccional. En poco tiempo, se le condenaría a cadena perpetua como VC; o, bajo una ley especial, se le sentenciaría a muerte. El oficial del Departamento de Seguridad ni exageraba con lo que decía, ni retorcía las palabras de ninguna forma – era la pura verdad. Siempre lo había sido. La próxima vez que vería ese uniforme en su puerta sería después de que se hubiese sentenciado a su hijo. En ese momento, Karan experimentó por sí misma la desesperación. Todos los sonidos a su alrededor se apagaron y los colores desaparecieron. No podía oler ni sentir nada. Oscuridad era lo único que veía delante de ella. Era una oscuridad en la que nunca vería una luz. ¿Era esa oscuridad sin fondo lo que la gente llamaba desesperación-?

Lo he perdido todo.

De repente se le pasó la cara de un hombre por la cabeza. Si le pido ayuda, ¿puede que consiga algo? Pero el rayo de luz que había aparecido desapareció tan pronto había aparecido. No – no hay tiempo. Ni siquiera sabía dónde estaba ese hombre ahora. No tenía tiempo de buscarle y suplicarle por la vida de su hijo.

De la nada, le entraron nauseas y tuvo que vomitar. Empezó a sudar. Se medio arrastró hacia el almacén y se echó en la cama de Sion. El Departamento de Seguridad había confiscado la mayor parte de las pertenencias de Sion como pruebas. Yo también podría morir aquí, en un rincón de este almacén. Cerraré los ojos e iré con él.

Antes que esta vida tan brutal, puedo elegir la paz de morir después de un instante de sufrimiento. No soy lo suficientemente fuerte para vivir yo sola en esta oscuridad.

“¡Cheep, cheep!”

Pensó que había oído algo chillarle en la oreja mientras ella estaba tumbada. Seguramente sólo sería su imaginación. Puede que no sea mi imaginación. Pero no importa, ya estoy…

Algo le mordió el lóbulo de la oreja. Sintió como la recorría un dolor sordo. Levantó el torso. Un pequeño ratón corrió hasta una de las esquinas del almacén.

-¿Qué hace un ratón aquí?

Tragó saliva. Se tocó la oreja. Tenía una pequeña mancha de sangre en los dedos. Puede que Lost Town estuviese en la parte vieja de la ciudad pero, exceptuando las mascotas, era raro ver animales por allí. Incluso más ratones –

“Nezumi.” El corazón le latió con fuerza.

Nezumi. ¿No había murmurado Sion esa palabra más de una vez? Mientras estaba bebiendo chocolate; mientras miraba los árboles moverse con el viento; mientras miraba al cielo al atardecer, murmuraba esa palabra. Desde aquel día, cuando los habían expulsado de Chronos y se habían trasladado a Lost Town a causa de ese incidente –  el día que habían investigado a Sion y le habían dado una severa advertencia por acoger a un VC, considerados criminales peligrosos en No. 6. Acoger y ayudar a un VC estaba clasificado un crimen serio, pero teniendo en cuenta que tenía doce años y su estado emocional, sólo le habían quitado sus privilegios especiales.

Karan, por alguna razón, no se sentía muy unida a Chronos, ni pensaba que su vida en Lost Town fuese dura. Aunque quizás otros le hubiesen recriminado a Sion su falta de sentido común, ella creía que había algo en los sentimientos y las creencias de Sion que le habían llevado a hacer lo que había hecho. Aunque la ciudad le daba un tratamiento preferente por el nivel de su intelecto, quizás había empezado a darse cuenta de que su hijo elegiría las emociones por encima del conocimiento, y que elegiría un futuro que pudiese conseguir con sus propias manos sobre el que ya tenía asegurado. Por eso eligió no preguntarle mucho sobre aquel incidente. Pero sí le había preguntado una vez por Nezumi.

“Y bien, ¿qué es eso de Nezumi? ¿Quién es?”

“¿Eh?”

“Es el nombre de alguien, ¿verdad?” Pensaba eso a raíz de la ternura con la que Sion decía la palabra. Con nostalgia, con cariño, a veces con tensión – hasta a veces con un tono anhelante. No usaría ese tono de voz para llamar a un ratón cualquiera.

“¿Te ha roto el corazón esa persona?”

“Nunca. ¿Qué estás diciendo, mamá?”

“Bueno, me ha dado la impresión.”

“No, no es nada de eso. Estás equivocada.”

Era entonces cuando Sion se ponía nervioso, se sonrojaba y hacía cosas como dejar caer la cuchara. Si, ahora se acordaba. Nezumi…

Se levantó. El ritmo de su corazón volvió a la normalidad y sintió el cuerpo más ligero. Esperanza – no sabía por qué – parpadeó en su interior. Podía respirar y la fuerza para moverse volvió a ella.

Había un pequeño ratón enroscado junto a una caja de harina. Miró a Karan a los ojos y movió la cabeza circularmente. Escupió una cápsula. Entonces desapareció en la parte de atrás del almacén. Había una nota dentro de la cápsula.


Sion está a salvo, no te preocupes. Ha escapado al Bloque Oeste. Ten cuidado con el Departamento de Seguridad. Cualquier respuesta a este ratón. Marrón lleva noticias de seguridad, negro de cambios o algo anormal –Nezumi.

La luz que había parpadeado se convirtió en una llama enorme. Se apretó una mano con fuerza contra la boca. Sentía que si no lo hacía, empezaría a llorar de la felicidad.

Está vivo. Mi hijo está vivo. Podré verle otra vez.

Karan tomó aire y miró con precaución a su alrededor.

Si lo que decía la nota era verdad y Sion había escapado al Bloque Oeste y estaba vivo, seguramente el Departamento de Seguridad estaría vigilando la casa. Cámaras. Micrófonos. Captadores de señal inalámbricos. No podía actuar sin tener cuidado.

Se metió más al fondo del almacén. Detrás de una caja de mermelada escribió en  un trozo de papel para envolver. Las palabras ‘Bloque Oeste’ le traían a la mente una figura borrosa. ¿Cómo se llamaba? Trabajaba para el Latch Bil… era una buena persona. Se acordaba de eso al menos. Quizás el – pero…

Tenía un sin fin de cosas que quería decirle a Sion.

Sion, mantente con vida. No importa lo que hagas, mantente con vida. Tu  madre está bien. Siempre y cuanto tú estés vivo, estaré bien. Así que, por favor, no mueras.

Pero no servía de nada decir todo lo que tenía en el corazón.

“¡Cheep, cheep!”

El pequeño ratón apareció a sus pies. Movió los bigotes, como metiéndole prisa. No podía quedarse en un sitio así mucho tiempo – especialmente porque no sabía dónde estaban puestas las cámaras de vigilancia. Escribió con rapidez, enrolló el papel y lo tiró al suelo. En cuestión de segundos el ratón lo cogió con la boca y desapareció.

Si lo sigo, ¿me llevará hasta Sion?

Fue un pensamiento fugaz. Lo apartó de su mente y dio un paso adelante.

Esperaré aquí hasta que mi hijo vuelva a mí. Me quedaré aquí y esperaré. Es algo fácil de hacer. Está vivo, y está en el Bloque Oeste. Si está vivo, puedo esperar. No he perdido la esperanza. Aún no he perdido.

¿No he perdido? Pero, ¿contra quién estoy luchando?

Karan sonrió levemente para sí misma, levantó la cabeza, y salió del almacén.


Ya hacía casi un mes de eso. Sólo una vez había aparecido un pequeño ratón. Era marrón, por lo que significaba que Sion estaba a salvo. Se sintió aliviada y angustiada al mismo tiempo. La próxima vez podía aparecer un ratón negro. No había nada que garantizase la seguridad se Sion.

Quería verle otra vez. Últimamente había estado soñando. En esos sueños, Sion era joven, y ella se asustaba si no lo tenía cogido de la mano. No voy a soltar esta mano. Pero no importaba la fuerza con la que pensase en ello, la mano del niño siempre se soltaba de la suya cuando echaba a correr.

“Sion, espera.”

No vayas ahí. Es peligroso, hay un peligro horrible-

“¡Sion!”

Se despertaba con su propio grito. Ese tipo de mañanas habían continuado un tiempo. A menudo había gemido mareada, sin poder respirar y con dolor de cabeza. Pero seguía haciendo pan y abriendo la tienda para gente como Lili.

Incluso después de que se hubiese emitido la noticia del encarcelamiento de Sion, la actitud de la gente que tenía a su alrededor no había cambiado.

El trabajado de la fábrica que siempre paraba de camino al trabajo para comprar pan y un sandwich para el almuerzo – el estudiante universitario que se pasaba una vez a la semana para comprar tarta de nueces – el ama de casa que iba todas las mañanas a comprar una barra de pan – todos se alegraban de que Karan continuase con el negocio.

“Siempre que me como uno de sus pasteles me lleno de felicidad, señora. No se por qué, pero me hace feliz”

“No poder comer su pan le quitaría mucho a mi día. Es una de las cosas que espero, así que no deje de hacerlo, Karan-san.”

“Eres panadera, ¿no? Es tu trabajo hacer el pan, pase lo que pase. Estamos esperando, ¿sabes? Todas las mañanas esperamos a que el aroma del pan llene las calles.”

Estos, y muchos otros clientes, la habían animado. Aunque aun estaba lejos de ser fuerte, las palabras de los demás habían apaciguado su alma cuando ésta amenazaba con derrumbarse por la angustia de no poder confirmar el bienestar de su hijo.

Se había apoyado en sus hombros para levantarse, apretar los dientes y seguir haciendo pan y tartas.

Pero las noches seguían siendo insoportables. Y si la gente que pasaba por delante de su tienda de camino a casa eran jóvenes, lo hacía aún  más insoportable. Le daba ganas de llorar desconsoladamente.

Se hundió en una silla y se tapó la cara con las manos.

“¡Cheep, cheep!”

Levantó la cara. Debajo del cristal del mostrador había un pequeño ratón retorciendo la nariz. Era marrón.

“Has venido.”

El ratón miró a su alrededor y escupió una cápsula. El instinto le decía lo que había dentro de la cápsula transparente.

Karan corrió hacia el mostrador. Asustado por el movimiento repentino, el ratón se fue corriendo hacia la otra parte de la habitación. Karan se enfadó consigo misma por los dedos temblorosos, y abrió la cápsula. Había un trozo de papel pequeño dentro.


Mamá, lo siento. Vivo y a salvo.

 La escritura estaba un poco sesgada y tenía un estilo único. Era, ni más ni menos, la de Sion.

Mamá. La palabra se convirtió en su voz mientras hacía eco en sus oídos. Ahora mismo, en ese instante, su hijo estaba vivo. Estaba vivo y le había escrito esas palabras a su madre. Había escrito en ese pedacito de papel, un mensaje de unas cuantas palabras. Pero fue suficiente para hacer llorar a Karan. No podía parar las lágrimas que le caían por la cara. Acarició las palabras con los dedos una y otra vez.

Sion seguramente estaba en una situación seria. Puede que también estuviese dudando. Pero no estaba abatido. Su escritura apretada pero enérgica mostraba eso.

Mamá, estoy bien. No soy infeliz. No estoy desesperado.

Karan se secó las lágrimas con el delantal. Juró que sería la última vez. La próxima vez que lloraría sería cuando estuviese abrazando a Sion. Hasta ese día no volvería a llorar. No volvería a desesperarse. Hornearé pan todos los días, lo venderé, me administraré el dinero, limpiare la tienda, pondré unas cuantas flores y seguiré viviendo. Voy a hacer mi trabajo.

“A partir de mañana, haré más tipos de magdalenas. Ya sé, haré que sea el Día Especial de los niños.”

Karan asintió a sus propias palabras, y sacó del mostrador un rollito salado. El pan, cubierto de queso en polvo, aún desprendía un aroma delicioso a pesar de estar ya frío. Con el precio tan asequible que tenía, era de lo que más se vendía en la panadería. Era el último de todos los que había horneado hoy.

“Gracias. Muchas gracias, Señor Ratón.” Partió un pedazo del rollito y se lo tiró al ratón. El ratón marrón miró con precaución el pedazo durante un momento, lo olfateó y empezó a mordisquearlo.

“¿Tu dueño es Nezumi? ¿Le dirás que le estoy muy, muy agradecida? Y, por favor, dile que venga un día de estos a comer algo. Está invitado a todo lo que pueda comer. Y tú también, por supuesto.”

Llamaron a la puerta. No era un sonido brusco; al contrario, era más bien suave y casi inseguro. Pero a Karan se le encogió el corazón del miedo.

Oh no. Era posible que la casa estuviese dentro de la red de vigilancia del Departamento. Estaba tan absorta con la nota de Sion que se le había olvidado.

¿Es el Departamento de Seguridad? ¿Han venido a por esta nota-?

Aquí no había sistemas de seguridad completos como en Chronos. No había alarma de seguridad o cámaras, ni cerraduras automáticas con un sensor de reconocimiento instalado. Sólo había una puerta con un cristal fino, cortinas que los tapaban y una cerradura manual antigua. Un hombre con fuerza podría entrar fácilmente.

Karan arrugó la nota y la hizo una pelota en su mano. En el peor de los casos, estaba dispuesta a tragársela. Siguieron llamando a la puerta. Se levantó despacio. Apretó las manos con fuerza.

“Perdón.” Era la voz de una mujer joven. “Perdón… ¿hay alguien en casa-?”

La voz se apagó débilmente. Durante un instante, se le pasó por la cabeza el estudiante al que le gustaba la tarta de nueces. Pero no era ella. Karan apretó un botón para abrir las cortinas.

Detrás del panel de cristal de la puerta había una chica delgada. Llevaba un abrigo gris hasta los muslos que parecía mezclarse con el anochecer. Karan recordó la cara que la miraba y le sonrió.

“Vaya, Safu.” Karan abrió la puerta con rapidez. La chica entró en la tienda junto con la brisa del anochecer, y comentó sobre el delicioso aroma. Entonces inclinó la cabeza.

“Señora, cuanto tiempo.”

“Mucho. ¿Cuántos años hace ya? Te has hecho una mujer preciosa. Me has sorprendido.”

“Me confundían mucho con un chico,” Safu sonrió, dejando ver los hoyuelos en sus mejillas. Su sonrisa seguía siendo la misma de antes. Al igual que Sion, se había quedado en el top de la clasificación durante los Exámenes Infantiles. Había estudiado con él en el Curso Privilegiado hasta los doce años. Karan recordaba haber oído que los padres de Safu habían muerto cuando ella era muy pequeña y que vivía con su abuela.

Después de que echasen a Karan y a Sion de Chronos, era la única de sus compañeros que trataba a Sion de la misma forma que lo había hecho siempre. También había ido a la tienda una vez. Aquella vez, su cara aún conservaba un poco de su  inocencia.

Pero la Safu de ahora, que se había quitado la bufanda rosa, tenía una piel sedosa y una boca amable. Empezaba a mostrar signos de la hermosa mujer en la que se convertiría.

“¿No te habías ido de intercambio a otra ciudad? Me acuerdo que Sion me dijo algo de eso,” dijo Karan.

“He vuelto. Mi abuela ha muerto. Me lo dijeron poco antes de venir aquí, así que hice el equipaje y he venido aquí.”

“¿Tu abuela? Oh, querida…”

Está chica acaba de perder al último de sus parientes.

“Safu… no se qué decir. Lo siento mucho.”

Esta chica había experimentado la misma desesperación. Había experimentado la soledad de estar ella sola en una oscuridad interminable. Y era tan joven.

“¿Hay algo que pueda hacer? Safu, ¿puedo ayudarte de alguna manera?”

“Lo hay.” Safu se puso delante de Karan, y la miró a los ojos. No estaba rota del dolor. No estaba angustiada o exhausta. Tenía una mirada fuerte y desafiante. El tipo de ojos que una sólo podía tener en su adolescencia.

“He venido porque tengo un favor que pedirle, señora.”

“¿Qué quieres?”

“Dígame dónde está Sion, por favor.”

Karan tomó aliento y volvió a mirar a Safu a los ojos.

“Dígamelo, por favor,” insistió Safu. “Está vivo, ¿verdad? No está encerrado en el Correccional. Está vivo - ¿dónde está?”

Su tono de voz dejaba ver que deseaba la respuesta.  Karan apretó el puño con más fuerza alrededor de la nota arrugada.

“Safu, ¿entonces sabes lo de Sion?”

“Sólo sé lo que ha emitido el Departamento. Lo que significa que no sé nada. Son todo mentiras, ¿verdad?”

“Safu.”

“Lo que han dicho de Sion planeando un asesinato indiscriminado a causa de un odio retorcido – es una gran mentira. Sion no era retorcido ni le guardaba rencor a nadie.”

Karan cogió a la chica de la mano y la llevó al almacén.

“Parece que esta habitación no tiene cámaras de vigilancia. Aunque no estoy segura de lo segura que es-”

A Safu le brillaron los ojos.

“Si la están espiando, significa que no han capturado a Sion, ¿verdad? Ha escapado a alguna parte, ¿verdad? Ha podido escapar y ahora está vivo en alguna parte – está segura de eso, ¿verdad, señora?”

“¿Y por qué crees eso?”

“Porque está muy tranquila… soy capaz de decirlo mirándola una sola vez. Está muy delgada y cansada, pero no se ha rendido. No es la cara de una madre que ha perdido a su hijo.”

“Me has pillado, Safu. Eres una detective excelente.”

“Señora, Sion está vivo, ¿verdad? Está bien, ¿no?”

Karan continuó sosteniéndole la mirada a Safu con los labios firmemente sellados.

¿Cabía la posibilidad de que el Departamento hubiese mandado a Safu para descubrir el paradero de Sion? Karan pensó durante un momento. La respuesta era no. Si esa era la intención del Departamento, no hacía falta utilizar a Safu. Sería tan fácil como hacer confesar a la propia Karan usando un suero de la verdad.

¿Estaba el Departamento persiguiendo a su hijo con fervor?

Ese pensamiento se le pasó por la cabeza de repente. Todo ese tiempo había estado emocionalmente exhausta y muy confundida para pensarlo, pero si el Departamento estuviese persiguiendo a su hijo usando todos sus recursos, no les sería difícil arrestar a un chico joven que se le pareciese. Aunque Sion se hubiese desecho de su tarjeta de identificación, los satélites de seguimiento podrían encontrarle. Siempre y cuando no estuviese siempre bajo tierra, era casi imposible escapar de la alta y refinada tecnología de los satélites de seguimiento.

“Señora.”

Safu cogió a Karan por el brazo.

“Sion está fuera de No. 6, ¿verdad?”

“Sí.”

“Lo sabía… pero es la única posibilidad, ¿verdad? Dentro de la ciudad, la vigilancia es efectiva en todas partes. Sería imposible esconderse….”

“Safu, ¿qué resolución tienen los satélites de seguimiento hoy en día?”

“Los últimos unos 50 centímetros.[2]  Tengo entendido que ahora pueden usar el zoom si se les da la orden desde tierra. Lo que significa, que pueden sacar una foto clara de una persona a nivel del suelo.”

La perspicaz chica adivinó el siguiente pensamiento de Karan. Safu tragó saliva y continuó hablando.

“Si metiesen la información de Sion en la base de datos, los satélites empezarían a buscarle inmediatamente. Si no está bajo tierra sería imposible que no le encontrasen.”

“Entonces me pregunto si está bajo tierra. O si-”

O si su apariencia había cambiado mucho respecto a la de la información que tenían - ¿eso era posible?

“Señora… creo que mientras Sion esté fuera de la ciudad, está a salvo.”

“¿A salvo?” repitió las palabras de Safu, convirtiéndolas en una pregunta. No entendía lo que quería decir Safu.

“No sé como explicarlo bien. Es una corazonada que tengo… nunca nos enseñaron a poner en palabras lo que sentíamos o nuestras corazonadas. Pero después de pasar un tiempo fuera de la ciudad, he empezado a sentir algo…”

Safu se atascaba a la hora de hablar. Buscaba con desesperación palabras para expresar  no su teoría, si no algo que residía en su interior.

“Ah… siento como si esta ciudad estuviese cerrada – como encerrada en sí misma. Como aislada en sí misma, resolviendo todo por sí misma… y que no le interesa o le intriga nada fuera de ella.”

“Estás hablando aquí de esta ciudad.”

“Sí. Eso es lo que siento. Así que si Sion está fuera de la ciudad, imagino que el Departamento le dejara en paz aunque sea el sospechoso de un crimen importante. Aunque si volviese a la ciudad, seguramente le arrestarían enseguida.”

“Eso quiere decir que Sion no va a poder volver nunca, ¿verdad?”

“Mientras la ciudad no cambie – creo que va a seguir siendo así.”

“Eso es una cosa muy cruel, Safu.”

Safú sacudió la cabeza y volvió a coger del brazo a Karan.

“Señora, ¿dónde está Sion?”

“En el Bloque Oeste. Es todo lo que sé.”

“¿En el Bloque Oeste?” Safu soltó el aire que había estado reteniendo. Durante un instante, su mirada vagó por el aire. Entonces inclinó la cabeza profundamente ante Karan.

“Gracias. Me alegro de haberla visto, señora.”

Esa vez, fue Karan la que cogió a Safu por el brazo.

“Espera,” dijo. “¿Qué vas a hacer ahora que sabes donde está Sion?”

“Voy a ir a verle.”

Karan se había quedado sin palabras. No podía soltar el brazo que estaba agarrando. La chica de dieciséis años estaba delante de ella, en silencio.

“Safu… ¿qué estás diciendo? ¿Sabes qué tipo de lugar es el Bloque Oeste?”

“No. Sólo  he escuchado que es un sitio horrible. Pero aún así voy a ir.”

“Pero – pero – acabas de decirlo. Puede ser posible salir de la ciudad, pero volver a entrar sería…”

“No me importa,” dijo Safu con determinación. “Aunque no pudiese volver aquí en toda mi vida, no me arrepentiría. Si Sion está en el Bloque Oeste, es ahí a donde iré.”

“Safu.”

“Quiero verle. Quiero ver a Sion.” A Safu se le llenaron los ojos de lágrimas. Se mordió el labio inferior.

Es una chica fuerte, pensó Karan, tan joven y ya sabe como parar las lágrimas.

Karan abrazó a la chica.

“Gracias, Safu.”

“Señora…”

“¿Sabes? Siempre  he pensado que estaba sola. Pensaba que tenía que llevar esta carga yo sola… pero tú estabas ahí conmigo. También tienes un sitio en tu corazón para Sion – gracias.”

“Le… le quiero,” dijo Safu con la voz temblorosa. “Desde el fondo de mi corazón, siempre, siempre le he querido.”

“Mmhmm,” murmuró Karan asintiendo.

“No quiero perderle. Quiero estar a su lado.”

“Lo sé.” Le acarició la espalda a Safu.

Hace mucho tiempo, dije lo mismo. Conocí a un hombre que me importaba más que cualquier otra cosa, y no quería perderlo. Ojalá pudiese haber estado a su lado para siempre.

Pero se habían separado. Lo único que le había quedado era aquel bebé recién nacido. ‘Sion’ era el nombre que aquel hombre le había puesto a su hijo. Fue su último regalo para ella.

“Las mujeres pueden vivir sin un hombre, ¿sabes?”

No había sido  más que un susurro. Quizás Safu no lo había oído, pero levantó la cabeza y parpadeó como preguntando. Al parpadear, una lágrima se le escapó y rodó por su mejilla.


“Safu, ¿puedo pedirte que creas en él?”

“¿Eh?”

“Cree en él. Algún día volverá. De alguna forma sé que lo hará. No es tan débil como parece.”

“Lo sé, bastante bien además.”

“Así que, por favor, espérale,” imploró Karan. “Tómate un tiempo para ver como van las cosas. No creo que vaya a hacernos ningún bien hacer las cosas a lo loco.”

Los hombros de Safu se elevaron y descendieron cuando tomó aire.

“Señora, ¿puedo preguntarle otra cosa  más?”

“Claro.”

“¿Quién está con él en estos momentos?”

Era una pregunta inesperada. Alguien que estaba con Sion – invisible, pero a su lado. ¿Quién era?”

“Me pregunto si es Nezumi.”

“¿Nezumi?”

“Sí, Nezumi. Es la única persona que se me ocurre.”

“¿Es alguien importante para Sion?” preguntó Safu.

“Eso creo. Quizás tanto como tú y como yo.”

Safu sonrió y dijo que se iba a casa.

“Espera, Safu,” dijo Karan con urgencia. “Prométeme que no vas a hacer ninguna tontería. Esperarás hasta que vuelva, ¿verdad?”

La sonrisa de Safu no desapareció. Pero la luz en sus ojos era desafiante, y tenía una intención clara.

“No me gusta esperar.”

“Safu…”

“Siempre he sido así. No puedo sentarme a esperar sin hacer nada. Esta mañana he ido a arreglar los papeles para cancelar mi intercambio. Ahora soy libre. Así que voy a ir. Voy a ir hasta donde está Sion sin importar nada más.”

Karan negó con la cabeza. Tenía la sensación de que todo lo que dijese iba a ser inútil. Pero tenía que detener a Safu. No podía dejar que tomase una decisión estúpida que la llevase directa a la telaraña.

“Safu, puede que sea la madre de Sion, pero no lo sé todo sobre él. Seguro que hay muchas cosas que no sé. Pero – pero estoy segura de que no querría que te pusieses en peligro sólo por verle. Si te pasase algo por eso, va a sufrir el resto de su vida. Estoy segura. Así que, por favor…”

Safu levantó la mejilla. Apretó los labios.

“Esto no tiene nada que ver con lo que sienta Sion.”

“¿Eh?”

“Estoy haciendo esto porque quiero. Estoy siendo egoísta, lo sé. Pero no puedo sentarme a esperar a que Sion vuelva. Tengo muchas ganas de verle. Por eso voy a ir. Es lo que hay… No soy una madre, señora – no puedo ser fuerte como usted. No puedo tener fe y esperar. No quiero arrepentirme de nada. Si – si por lo que sea termina por no volver… voy a ser yo la que sufra toda la vida. No quiero eso. No quiero perderle.”

“Pero Safu…” Karan repitió las mismas palabras suavemente.

Pero Safu, ¿sabes? Las mujeres pueden vivir sin un hombre. Será doloroso, y puede que sientas como si te estuviesen despedazando, pero serás capaz de seguir viviendo con esa herida. Incluso con esa carga, algún día serás capaz de volver a sonreír. Es por eso por lo que – por favor, no arriesgues tu vida por un hombre. Por favor, vive por ti misma.

¿Cómo podía responder a los sentimientos tan devotos de la chica? ¿Cómo podía convencerla? Karan luchaba por dar con las palabras adecuadas. Pero Safu ya se estaba girando.

“Señora, me alegro de haberla visto. Adiós.”

No, Safu – nunca te despidas así.

“La próxima vez, ven antes del mediodía,” dijo Karan. Esperaba que sus palabras llegasen a la figura de gris que le daba la espalda.

“¿Antes del mediodía?”

“Si. Horneo pan hasta el mediodía. A primera hora de la mañana horneo el pan, pero al mediodía horneo pan dulce y tartas. Voy a hacer tres tipos de magdalenas. Ven y pruébalas. También tengo un té negro delicioso par acompañarlas.”

Hubo un momento de silencio entre las dos.

“Ya sé,” continuó Karan. “Safu, si quieres, ¿podrías ayudarme a llevar la tienda? Te enseñaré como hornear el pan. He estado muy sola todo este tiempo. Me haría muy feliz que trabajases aquí.”

Sabía que estaba siendo una ilusa. Pero, ¿qué más podría haber dicho? ¿De qué otra forma puedo distraer a su corazón de pensar en Sion? ¿Cómo puedo protegerla del peligro?

“Gracias, señora. Me encantan las magdalenas. Espero que llegue el día en el que pueda probarlas.”

La chica volvió a despedirse y salió a la calle nocturna. Karan la observó el silencio mientras desaparecía. Los brazos y las piernas le pesaban. Un suspiro detrás de otro se le escapa de los labios.

¿Por qué el amor de las adolescentes era tan fuerte, impaciente y ciegamente devoto? Las chicas a esa edad no podían ser pacientes, esperar y tener fe. Sus sentimientos eran muy turbulentos, apasionados con añoranza, y muy dolorosos.

He olvidado por completo lo que era sentirse así.

Karan volvió a suspirar.

Karan vio después de cerrar la puerta la bufanda rosa. Si tenía alguna duda, por pequeña que fuese, aún podía hacerla cambiar de opinión. Quizá aún no era tarde.

Karan cogió la bufanda y abrió la puerta de la tienda.


Estaba a punto de salir a la calle principal cuando se dio cuenta de que se había dejado la bufanda. Era una prenda que le había tejido su abuela.

En esos momentos volvían a estar de moda las prendas hechas con lana porque a mucha gente le gustaba la sensación de la lana en la piel. Pero cuando Safu era pequeña, nadie llevaba bufandas de lana en No. 6. La mayoría de la gente llevaba ropa interior de superfibra para mantener el nivel de temperatura corporal. La gente no necesitaba llevar bufandas, guantes o jerséis de lana.

A la abuela de Safu le encantaba tejer, así que siempre tejía bufandas y jerséis para su nieta. Los compañeros de Safu se reían a menudo de ella por eso. Aunque todos estaban en la misma clase de elite, los demás siempre encontraban algo para reírse de los demás y  menospreciarlos por ello. Los jerséis y las bufandas tejidas a mano que llevaba se convirtieron en el objetivo de las burlas.

“Wow, ¿eso es del siglo pasado?”

“Sólo he visto uno de esos en museos.”

Ninguno entendía lo que era tener consideración por los demás, ni nada sobre el alma de una persona o su dignidad. Era porque nunca habían aprendido nada al respecto. Todos se creían que eran los elegidos. Los elegidos a los que se les permitía hacer cualquier cosa. La gente pertenecía a dos clases: los elegidos y los que  no. Aparte de todos los conocimientos teóricos que aprendían, en clases equipadas con las últimas tecnologías, era lo único que aprendían.

Pero Sion era diferente. Sabía como tratar a los otros con el mismo respeto con el que se trataba a sí mismo. No se ponía ni por encima ni por debajo de los demás. Era un bicho raro. Eso es lo que pensaba Safu de él.

Esta persona es distinta de las demás.

No se acordaba de cuando, pero una vez le había hecho un cumplido por un jersei negro que llevaba. El jersei tenía una franja rosa alrededor del pecho y en las mangas.

“Te queda muy bien.”

Safu estaba mirando el horario en la pantalla de su escritorio. Dudó un poco al haberle hablado alguien de repente.

“Ese jersei es muy bonito. Se nota nada más mirarlo que tiene es muy calentito.”

“Gr-gracias.”

“De nada. Además, he aprendido algo nuevo.”

“¿Eh?”

“El rosa y el negro pegan. No lo sabía.”

No era ni por asomo una conversación normal. Era abrupta y unilateral. Pero en ese momento, ese chico de semblante amable había dejado una huella en el alma de Safu.”

Que persona más rara…

Era una persona rara. Era distinto del resto. Así que, un día, seguramente vaya por un camino totalmente distinto al nuestro. Probablemente se irá, abandonando todo a lo que nosotros nos aferramos, todo lo que nos enseñan que es lo más valioso, sin pensárselo dos veces.

Había tenido ese presentimiento.

Así que no le había sorprendido que Sion aprobase los exámenes para el curso privilegiado para perder poco después los privilegios y tener que trasladarse a Lost Town. Su premonición se había vuelto realidad. No había nada por lo que sorprenderse. Pero quería saber por qué. Quería saber el significado de la expresión que podía leerse a menudo en los ojos de Sion.

¿Qué estás mirando? ¿A quién estás buscando?

No apartes tanto la vista. Mírame. Estoy delante de ti.

Eran unas palabras fáciles, pero nunca había sido capaz de decirlas. Eran unos sentimientos muy fuertes que no parecían llegar a ningún lado. Los sistemas de comunicación progresaban día a día, y las tarjetas que eran móviles o los ordenadores portátiles que llevaban todos eran inútiles para ella. No tenían una función para comunicar su alma con la de la persona que tenía al lado. La ponía nerviosa.

Estaba frustrada consigo misma por no saber cómo confesarse, y con Sion por no intentar ni siquiera entender sus sentimientos. Pero aún así, había desnudado su alma el día antes de irse de intercambio. Se avergonzaba de haber sido tan directa, pero era la única forma de la que podía decirlo.

Te quiero. Siempre te he querido.

Palabras simples y directas. Era la mejor confesión que podía pensar. Pero la había hecho a un lado con mucha facilidad.

Siempre he pensado en ti como una amiga.

Una respuesta merecedora de un Oscar. Era tan ridícula que le habían dado ganas de empezar a reírse a carcajadas. Tan divertido que hasta dolía.

Idiota cabeza hueca, crece un poco.

Le había criticado mentalmente. Pero aún así había podido decirle lo que le tenía que decir. Eso era suficiente. Su carga había disminuido. En dos años, cuando vuelva del intercambio, volveré a empezar. Volveré a mirarle a la cara cuando haya madurado dos años  más. Su alma no iba a cambiar. Aún le añoraba.

Pero la mayor parte del tiempo, Sion no había estado mirando a Safu. Otra cosa había capturado su alma y se había olvidado de ella. Por primera vez, había visto al chico que siempre estaba tranquilo ponerse nervioso por algo que le decían.

Las emociones de Sion se habían desequilibrado y se habían agitado.

Había intentado seguir la mirada de Sion, a través de la estación, de la gente pero no había podido ver nada. Fuese quien fuese, seguramente sería la persona a la que buscaba Sion. Y, seguramente, esa persona estaba ahora a su lado. Aunque no tenía pruebas, estaba segura de ello. No servía de nada preguntarse quién era esa persona. Era un desconocido.

Me pregunto si será Nezumi. Eso era lo que había dicho Karan.

¿Un ratón?

Había habido uno. Antes de que se hubiesen separado en la estación, un pequeño ratón se le había subido a Sion en el hombro.

“Nezumi.” Intentó decirlo en voz alta. La única imagen que se le vino a la cabeza fue la de una rata de laboratorio. El viento sopló. Sintió frío en el cuello. ¿Debería volver a por lo a bufanda? Justo cuando estaba a punto de cambiar de dirección apareció una figura oscura delante de ella.

“¿Eres Safu?” La estaban llamando por su nombre. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esos uniformes – eran del Departamento de Seguridad.

¿Por qué hay oficiales del Departamento-?

“Safu, ¿correcto?” Uno de los hombres repitió la pregunta. Era una pregunta de la que ya sabía la respuesta.

“Sí.”

“¿Puedo ver tu tarjeta de identificación?” Después de confirmar la tarjeta que Safu les había enseñado, se miraron entre ellos y asintieron. Su tono de voz era educado, pero no era amigable. Era mecánico, sin calor humano. Los escalofríos empeoraron.

“Si no te importa, queremos que vengas al Departamento de Seguridad con nosotros.”

“¿Qué?”

Aún no había terminado de decirlo cuando ya tenía a los dos agentes uno a cada lado cogiéndola de los brazos.

“Entra en el coche, por favor.”

“¡No, soltadme!” Se resistió. El agarre no se aflojó.

“¡Parad! ¿Por qué me estáis deteniendo? Decidme por qué,” exigió Safu.

“Entra de una puta vez y lo sabrás enseguida.” Sus palabras se volvieron groseras. Era como si fuesen a escoltarla a la fuerza. Safú se relajó.

“Está bien. Pero por favor, no empleéis la fuerza conmigo.” Dio un paso adelante.

“¡Ah-!”

Fingió que tropezaba y dejó caer su cuerpo hacia delante. El agarre se aflojó. Se estampó contra el hombre de su derecha. Dio unos cuantos pasos hacia atrás. Meció su bolso y se lo tiró al otro hombre. Corrió por el espacio que había entre ellos.

Tenía que escapar. Si la cogían no volvería a ver a Sion.

Sabía lo que significaba, por instinto no por lógica, lo que significaba que te detuviese el Departamento de Seguridad. Nunca podré volver a verle.

Vio una sombra al final del callejón. Estaba muy lejos para poder distinguirla con claridad, pero podía ver que tenía algo en las manos.

Su bufanda rosa.

“Señora.”

Se detuvo.

Señora, no. No venga por aquí.

Intentó girarse pero la cogieron por el hombro. Le retorcieron la muñeca y el brazo por la espalda. Dolor agudo. Le taparon la boca cuando la abrió para gritar.

Parad.

Los hombres no volvieron a abrir la boca. Procedieron a capturar a Safu en silencio. El terror inundó su cuerpo.

Estoy asustada. No. Ayuda. Se revolvió para intentar liberarse. Escuchó el sonido de su abrigo al rasgarse. Un botón se cayó y rodó por la calle.

Ayuda. No - ayuda –

Notó una sacudida en el cuello. Se le entumeció el cuerpo de forma que no podía moverse aunque quisiera.

“No… ayuda…” Estaba perdiendo la consciencia. La escena nocturna que tenía delante se desvanecía.

Sion.

Antes de poder murmura el nombre, Safu se sumió en la oscuridad.


Karan vio las sombras enzarzadas en un forcejeo. Escuchó un pequeño grito. Reconoció al instante la voz de Safu. Dudó un momento y echó a correr. Pero sus piernas no se movían como ella quería, se tropezó y cayó al suelo dándose un golpe fuerte en la rodilla.

Para cuando Karan se había vuelto a levantar, los hombres estaban arrastrando el cuerpo inmóvil de Safu dentro del coche. Era como una obra silenciosa de sombras en una calle vacía. Pero lo que había sucedido delante de ella bajo las  lámparas de la calle no era otra cosa más que la realidad. Los  hombres no estaban actuando – estaban llevando a cabo su misión sin decir una palabra.

El Departamento de Seguridad.

Se quedó sin respiración. Encogida en el suelo, era incapaz de moverse. No era el dolor, sino el miedo lo que le impedía moverse.

Uno de los hombres miró en su dirección. O por lo menos ella pensó que lo hizo. Su cuerpo se encogió del miedo. Karan estaba encogida en un sitio que las lámparas no iluminaban, así que en la oscuridad era difícil verla. Pero con gafas de visión nocturna la hora que fuese no importaba. Podían ver en la oscuridad como si fuese mediodía. Probablemente podrían ver a Karan con toda claridad.

Estaba aterrada.

Pero los hombres se metieron dentro del coche. La furgoneta negra empezó a desplazarse hacia delante y desapareció de la vista de Karan en cuestión de segundos. Karan se levantó y apretó la bufanda que tenía en las manos.

“Safu.”

Había dicho su nombre en alto, y empezó a asimilar el auténtico horror que había en todo aquello. Le temblaban las manos. Se metió en casa y cerró la puerta. El aroma del pan la tranquilizó un poco.

Los del Departamento de Seguridad se habían llevado a Safu. Había sido casi un secuestro.

¿Por qué? ¿Por qué se la han llevado? ¿Es por Sion? Y si es por eso, entonces, ¿Por qué Safu y  no yo? ¿Por qué-?

No lo sabía. No sabía nada.

Cheep.

Un pequeño ratón sacó la cabeza de debajo del mostrador de cristal. Tenía un pedazo de pan de queso en las patas.

“Nezumi.”

¿Sería capaz Nezumi de ayudarla? ¿Le traería la salvación? ¿Cogería la mano que le extendía?

Karan extendió la mano hacia el pequeño animal de los ojos color uva.
      


[1] -Chekhov “The Cherry Orchard” Acto 3

[2] Se refiere a sacar una imagen del suelo de 50x50 centímetros.

6 comentarios:

  1. Wow, Genial capitulo!! Muchas gracias por la traduccion. Leer este capitulo es la unica distraccion que me puedo permitir en plenos examenes @,@

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  2. No me hables de exámenes... que yo también tengo un montón xD

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  3. :3 Muchas gracias por otro cap *¬*
    que emoción, adoro esta novela
    gracias por tu esfuerzo y el tiempo que dedicas a esta traduccion =)

    saludos!

    que estes bien

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  4. Graciaaaas! Cuando termine de estudiar lo leere! :) pero mil gracias por tu esfuerzo!!!

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Dios mío ¡MUCHÍSISIMAS GRACIAS! Acabo de descubrir este blog a través de 9th avenue y tus traducciones de la novela son las mejores que he visto sin duda, no se puede ni comparar con las otras, realmente tienes un don para traducir. Me encanta esta novela y gracias a ti voy a poder disfrutarla en mi idioma. Muchísimas gracias por todo tu esfuerzo, ¡de verdad! :')


    PD: Borré el primer comentario que puse ya que he conseguido solucionar un problema que mencionaba al final. xD

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