miércoles, 25 de abril de 2012

No. 6 Vol 3 Capítulo 4 Parte 1

Bueno, bueno, parece que esto empieza a ir rapidito (y este capítulo más, que tiene sustancia xDDD)

¡Disfrutadlo!



Capítulo 4
Una mentira de verdad, una verdad de ficción.

Las orejas del rey son orejas de burro.
Orejas de burro grandes y peludas.
Orejas de burro que se mueven.
-Mito griego de las orejas de burro del Rey Midas.


Nezumi caminaba lentamente por el camino nocturno. Aquí, la noche y la oscuridad eran sinónimos. Cuando desaparecía la luz natural lo único que quedaba era un mundo de oscuridad. Todo se teñía de negro.

A veces, de las barracas que apenas protegía del viento y de la lluvia escaba algún halo de luz. Pero esas luces no tardaban mucho en desaparecer, y el frío reinaba entonces sobre la noche, atravesando la oscuridad, el silencio y la ropa de la gente para llegar hasta sus cuerpos.

Hasta las pequeñas nubes de vaho que se le escapan de los labios desaparecían en la oscuridad. Alzó la cara hacia el cielo. Incontables estrellas brillaban en el cielo nocturno.

Seguramente la mañana siguiente sería más fría de lo normal. Y, en el exterior, más gente moriría de frío. Un destino cruel para encontrar bajo un cielo estrellado. Incluso con un cielo tan lleno de estrellas, nadie decía que aquellas noches de invierno eran hermosas – ni que aquella tierra lo era.

Nezumi se detuvo  y observó la ciudad que brillaba en la distancia. La ciudad de la luz surgía entre la oscuridad – la Ciudad Sagrada de No. 6.

La ciudad entera desprendía un brillo dorado que le recordaba al mito del Rey Midas, el que convertía en oro todo lo que tocaba.

En la fría oscuridad, Nezumi sonrió con languidez.

El Rey Midas podía convertirlo todo en oro, pero a cambio no podía llevarse pan o carne a la boca e incluso acabó por convertir a su propia hija en una estatua de oro. Fue entonces cuando se dio cuenta de su avaricia y de  su locura y suplicó a los dioses su perdón.

No.6 ¿qué es lo que vas a hacer? Tú, la ciudad que menosprecia en nuestra oscuridad, y hace brillar sus engaños, ¿te arrodillarás algún día suplicando perdón? Pero no habrá dioses para ser misericordiosos. Envuelta en esa toga durada tuya caerás, arderás y perecerás. Seguiré viviendo hasta que caiga la cortina en tu acto final. Seguiré viviendo y lo veré con mis propios ojos.

Nezumi volvió a envolverse en la capa de superfibra y siguió andando. Un pequeño ratón, uno que Sion había llamado Hamlet, sacó la cabeza de entre los pliegues de la capa y empezó a hacer ruiditos.

Sí, iba a vivir. Igual que lo había estado haciendo hasta ahora, iba a seguir viviendo aunque tuviese que arrastrarse de rodillas por el suelo. Se escudaría de cualquier peligro, afilaría sus colmillos y garras y seguiría viviendo hasta el momento en el que le clavase los dientes en la garganta y lo despedazase.

Sobreviviría, seguiría viviendo. Lo haría.

Nezumi metió la mano en el bolsillo de atrás de los pantalones. Dentro estaba la nota de Karan.


Los del Departamento de Seguridad se han llevado a Safu. Ayuda. -K

Aun no se lo había dicho a Sion. ¿Qué iba a hacer? Nezumi estaba indeciso. Era incapaz de tirar la nota, pero tampoco se la daba a Sion y después le daba la espalda diciéndole que no era asunto suyo.

Estar indeciso, dudar, agitarse – sabía lo peligroso que era todo eso para él, casi hasta el punto de dolerle. Derecha o izquierda; arriba o abajo; luchar o huir; abandonar o proteger – el segundo que se tardaba en tomar la decisión era la diferencia entre vivir o morir. Nunca había tomado la decisión equivocada. Así era como había sobrevivido hasta ese momento.

Esta nota es peligrosa. Entonces, todo lo que tenía que hacer era deshacerse de ella. Junto con la indecisión que, sin lugar a dudas, no haría más que poner su vida en peligro. Era mejor enterrarla en la oscuridad.

Sabía cual era la respuesta correcta. Pero, ¿por qué no la estaba llevando a cabo? ¿Por qué se tomaba la molestia, pagando una larga suma de dinero, para obtener información del Correccional? ¿Qué cojones estoy haciendo?

Se detuvo.

Nezumi se quedó quieto, ajustando su vista en la oscuridad. Estaba en una pendiente poblada con unos cuantos árboles dispersos, a unos doce metros de su guarida subterránea.

“¿Quién está ahí?” preguntó en voz baja. Algo se estaba agitando sobre él, quizás por el aire que estaba soplando y silbaba al pasar entre las ramas desnudas. Pero aún más discretamente, algo se movía en la oscuridad, se oía el sonido de pisadas sobre las hojas.

“Has tardado un poco en darte cuenta, ¿no?” Se escuchó una risa corta. “No es propio de ti, no es propio de ti para nada. ¿En qué estabas pensando?”

“Inukashi.”

El pelo negro y la piel oscura de Inukashi venían muy bien a la hora de mezclarse en la oscuridad. Pero había sido un descuido por su parte no haber notado su presencia hasta que se había acercado tanto. Hoy, no era él mismo.

“Menos mal que solo era yo. Quién sabe cuántas vidas te habrían hecho falta si hubiese sido otra persona estando así de distraído, Eve.” Inukashi llamó a Nezumi por su seudónimo y volvió a reírse.

“Contigo no es que las cosas sean mucho más seguras,” replicó Nezumi. “Especialmente si estás esperándome en el camino de noche para tenderme una emboscada.” Dio medio paso atrás. “¿Qué quieres, Inukashi? No creo que hayas conseguido la información tan rápido.”

El tono de voz de Inukashi cambió, perdiendo todo el sarcasmo.

“Tenemos una emergencia.”

“¿Emergencia?”

“Acaba – bueno, hace un rato – de venir a verme Sion.”

“¿En serio?” le recorrió una sacudida de malestar que casi dolía.

“Y no era para hablar de su trabajo de limpiar a los perros. Me ha tirado un abrigo gris a la cara y me ha preguntado si lo he sacado del Correccional.”

“Un abrigo gris, ¿eh? ¿De mujer?”

“Sí. Tenía un desgarrón en el hombro, pero era de los buenos. Lo había sacado de una tienda e ropa usada a la que le vendo cosas. Cosas que saco del Correccional.”

Seguro que es de esa chica – de Safu. Nezumi se giró y tomó aire.

“¿Y?”

“¿Y?” repitió Inukashi con incredulidad. “Dímelo tú. Cuál es el guion para esta obra, ¿eh, Nezumi? Sion dice que es el abrigo de su amiga. Lo que quiere decir que esa amiguita está en el Correccional. Y esta mañana tú me has pagado para conseguir información sobre el Correccional. No me digas que no tiene nada que ver – ni siquiera un perro se creería eso. ¿Intentas ayudar a escapar a la amiguita de Sion? ¿Es eso lo que intentas?”

Nezumi no podía contestar. No podía negar ni afirmar ni negar lo que acababa de decir Inukashi.

“Por supuesto que no,” contestó Inukashi por él. “Alguien como  no desperdiciaría su vida para ayudar a un completo desconocido.”

“¿Qué te hace pensar que voy a morir en el intento?”

Al otro lado de la oscuridad, Inukashi tomó aire.

“¿Estás dormido o algo? Estamos hablando del Correccional. Con mucha, mucha suerte puede que seas capaz de entrar. Pero es imposible que salgas de ahí vivo. Nezumi, no te hagas ilusiones.”

“Por el amor de Dios, ¿estás preocupado por mí? Estoy sorprendido.”

“No me podría importar menos lo que te pasase,” escupió Inukashi. “Una rata menos no se va a notar mucho. Pero, qué vas a hacer con Sion, ¿eh? Ahora que sabe que tienen a su amiguita. Siendo como es, seguramente piense que el Correccional no es más que un centro disciplinario o algo por el estilo. Seguramente crea que para ver a su amiga no tiene más que rellenar un impreso solicitando una visita. Si no le detienes, el chico va a ir. Va a ir – y va a conseguir que lo maten.”

Inukashi se quedó en silencio y dio la impresión de que la oscuridad de la noche se hacía aún más profunda. Hasta el viendo había parado – las ramas ya no hacían ni el más mínimo ruido.

“¿Has estado aquí esperando para decirme esto?” dijo Nezumi. “Me duele imaginar los problemas que has tenido por mi culpa.”

Nezumi avanzó y cogió a Inukashi por el hombro antes de que pudiese escabullirse. Era más fácil predecir sus movimientos si sabía donde estaba el otro.

“No importa lo que Sion tenga intención de hacer,” dijo Nezumi en voz baja. “No es uno de nosotros, no es asunto nuestro.”

“¿Entonces por qué estás indagando  a sus espaldas?” preguntó Inukashi, acusándolo. “¿Por qué necesitas conseguir información sobre el Correccional sin que se entere?”

Nezumi le clavó los dedos rígidos en el hombro con más fuerza. Inukashi gimió de dolor. Nezumi se inclinó y le acercó los labios al oído.

“No metas las narices donde no te llaman,” susurró. “Limítate a hacer el trabajo por el que se te ha pagado y nada más.”

Le soltó. Inukashi se tambaleó.

“Sólo le he dicho a Sion de donde ha salido el abrigo,” dijo. “No le he dicho nada de lo que me has pedido.”

“Claro que no lo has hecho.”

“Nezumi, Sion va a ir solo,” dijo Inukashi. Sacudió un poco el brazo, que se le había entumecido hasta la punta de los dedos. “Cree que no sabes nada. Y va a ir solo, sin decírselo a nadie. No va a meterte en esto. Lo sabes, ¿verdad?”

“¿Qué te hace estar tan seguro? ¿Eres el padre de Sion o algo de eso?”

“No tengo que ser su padre para saberlo. Tú deberías saber mejor que yo qué tipo de persona es. Por eso intentas que no se entere de lo que estás haciendo, ¿verdad?”

“¡Cállate!” gruñó Nezumi. Sus emociones se estaban descontrolando; respiraba con irregularidad. Inukashi no mostró ninguna reacción.

“Si te importa tanto y no quieres perderle,” dijo Inukashi con firmeza, “protégelo hasta el final. Y  haz lo que tengas que hacer para protegerle, sea lo humillante que sea, so idiota. Crees que puedes aparentar, ¿eh? ¿Esconderlo todo y cuidar de ti mismo? Deja de engañarte a ti mismo.”

“¡Inukashi!”

Inukashi retrocedió una fracción de segundo antes de que Nezumi avanzase. Apoyado sobre una rodilla, Inukashi se rio con suavidad.

“Has perdido, Nezumi.”

“¿Qué?”

“Tienes algo que necesitas proteger – has perdido. Aquí, esas son las reglas. Es mejor que lo aprendas.”

Nezumi pateó el suelo y se lanzó contra Inukashi. Le cogió mientras el otro intentaba escabullirse y lo puso contra el suelo.

“¿Qué estabas diciendo de perder?” dijo con fiereza. “Ya has dicho bastantes tonterías.”

“No son tonterías. Nezumi, si fueses el de antes, no te habrías dejado provocar con tanta facilidad. Y tampoco habrías estado andando de noche perdido en tus pensamientos.”

Suelta, dijo Inukashi con tranquilidad. Se levantó y suspiró.

“¿Aún no te has dado cuenta, Nezumi?”

“¿Eh?”

Un silbido atravesó el aire. Mientras silbaba, Inukashi andaba hacia atrás.

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