miércoles, 23 de mayo de 2012

No. 6 Vol 4 Cap 2 Parte 1

Tenía mis dudas de si postearlo ya o esperarme un poco a tener algo más, pero bueno, supongo que no os quejaréis por una actualización por corta que sea xD



Capítulo 2
Acto Uno, Escena Dos

No, te equivocas.
Huimos,
porque queremos vivir.
-Tesuka Osamu, Grand Dolls


Los suspiros del viento se hicieron más fuertes. Agudos y lastimeros, sonaban a través de las ruinas. El hombre se despertó escuchando el viento a su alrededor. No había perdido toda la compostura. Atado y sentado en el suelo, echó un vistazo a la habitación.

“¿Qué está pasando?” Preguntó con un tono áspero. Nadie contestó. “¿Qué está pasando, Rikiga? Entiendes lo que estás haciendo, ¿verdad?”

“Por desgracia, sí.” Rikiga suspiró con pesadez, como otra de las tantas veces que había suspirado ese día. “Me estoy poniendo malo de lo bien que lo entiendo. Tampoco es que lo haya pedido.”

“Soltadme.” El hombre intentó soltarse de sus ataduras. Pero no tardó mucho en parar al darse cuenta de que, cuanto más se movía, más se le clavaban dichas ataduras. Volvió a pasear la vista por la habitación y se aclaró la garganta. Permanecía tranquilo.

“¿Qué queréis?” dijo tranquilamente. “¿Dinero? Sabéis que no os vais a ir de rositas después de esto, ¿verdad?”

“Irnos de rositas no es nuestra intención.” Nezumi se arrodilló frente al hombre. El hombre abrió los ojos sorprendido y murmuró con apreciación.

“Eres hermoso.” Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre. “Rikiga, éste es una joya mucho más fina.”

“Si te apetece tenerme,” dijo Nezumi, posando uno de sus dedos en la barbilla del hombre,” entonces puedes tenerme todo lo que quieras. Pero va a ser caro. Con cinco monedas de oro no tienes ni para empezar.”

“Hmph,” dijo el hombre con desdén. “Así que es dinero lo que quieres. ¿Cuánto quieres?”

“No quiero dinero.”

Al hombre se le borró la sonrisa despectiva de la cara. Intentó apartar la barbilla, pero los dedos de Nezumi fueron rápidos y no se lo permitieron.

“Si no es dinero – entonces, ¿qué es?”

“Información.”

“¿Qué?”

“Información,” repitió Nezumi. “Voy a obligarte a decir todo lo que sabes, aquí y ahora.”

“¿Qué tontería-?”

“Y, después de eso, voy a darte mi compañía todo el tiempo que quieras. Creo que es un buen trato, ¿tú no?”

“No me hagas reír,” replicó el hombre. “¿Simples residentes del Bloque Oeste que se atreven a pedir información? Y qué va a hacer una escoria como vosotros con información de la Ciudad Sagrada, ¿eh? ¿De que os serviría? Deberíais volver arrastrándoos al vertedero del que habéis venido.”

Una bofetada. La mano derecha de Nezumi había golpeado con fuerza la mejilla del hombre. El hombre cayó al suelo de costado. Nezumi le levantó del pelo y le pegó otra bofetada en la otra mejilla. Y otra más. Y otra. El hombre no hacía ningún ruido, sólo caía de lado una y otra vez.

Sion estaba atónito mirando y aguantando la respiración. Iluminado por la luz de la vela, el perfil de Nezumi no tenía ninguna expresión. Con esa cara de póquer, como si estuviese llevando una máscara, siguió abusando del hombre…

“Nezumi-” estaba temblando.

Por favor. Déjalo ya. Para –

Sion dio un paso adelante cuando un brazo moreno le detuvo.

“Inukashi.”

“Calla y observa, chico,” dijo entre dientes Inukashi, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua. “Lo bueno acaba de empezar. No te metas.”

“Pero esto – esto es demasiado.”

“Sion, ¿te acuerdas de lo que me dijiste?”

“¿Eh? ¿El qué?”

“Una vez me dijiste que Nezumi era amable. Creo que hasta fue en esta misma habitación. ¿Lo has olvidado?”

“Me acuerdo.”

Una risita se escapó de los labios de Inukashi.

“Esto acaba de empezar, Sion. Presta atención y observa bien lo amable que es tu ratón.”

El hombre tenía el labio partido. Tenía pinta de que también se le había partido por dentro de la boca; le salía una mezcla de saliva y sangre de la boca.

“Para – por favor-” gimió el hombre. Nezumi se detuvo.

“¿Ya te han entrado ganas de hablar?”

“No… sé… nada…”

“¿Un oficial del Departamento de Administración Central que no sabe nada? Eso no sirve ni para chiste.”

“Los ordenadores son los que se encargan de procesar y almacenar toda la información… no sé… mucho…”

Sion pensó tenía razón. Que fuese un oficial de alto rango no significaba que tuviese acceso a toda la información interna de No. 6. Cuanto más clasificada era la información, mas barreras habían y solo un grupo selecto la conocía. Sólo un grupo selecto –

¿Quiénes eran? Se preguntó. Era algo que nunca se había preguntado hasta ahora. En No. 6, dentro del edificio ovalado llamado Moondrop, reinaba cierta persona.

¿El alcalde?

Era una figura que estaba en el centro del apoyo y la admiración incondicional  de los ciudadanos por haber construido la prosperidad de No. 6. Exceptuando al primero, en ninguna de las elecciones había habido competidores.

¿Será él?

Se acordó de haber visto al alcalde en televisión una vez. Sonreía con amabilidad. No le había visto ninguna otra expresión. No había podido. Cuanto más próspera era la ciudad, menos se veía en público al alcalde. Y en esa misma época, un enorme poder y apoyo político se estaba concentrando alrededor de ese hombre. El alcalde, cuando hablaba a los ciudadanos a través de los medios, siempre lo hacía con educación y compasión.

“No me gusta.”

Karan, la madre de Sion, había dicho eso en una ocasión, y acto seguido había apagado la tele. Sion aún no había cumplido los diez años, pero le había sorprendido de la dureza en el tono de su madre y el hecho de que hubiese dicho eso del alcalde que todos los demás admiraban.

“¿Por qué no te gusta?”

“No me gustan sus orejas. Son muy vulgares.”

“¿Sus orejas?”

“Se mueven. Como las de una bestia que va tras su presa.”

¿El alcalde estaba moviendo las orejas mientras salía en la tele? Sion había ladeado la cabeza, confuso.  Entonces la expresión de Karan se había tornado seria y le había dicho es un secreto. En aquella época, no se tenía en muy buena consideración a la gente que hablaba mal del alcalde, por lo que era mejor guardarse las críticas para uno mismo. Habían pasado casi diez años desde entonces, y el alcalde seguía sentado en su trono en lo más alto del poder de No. 6, mientras que Sion estaba ahí, al otro lado de la pared.

“Contesta a mi pregunta.” La voz de Nezumi le llegó a los oídos como si se estuviese arrastrando sigilosamente por el suelo. “La sección nueva que han construido dentro del Correccional - ¿qué es? ¿Para qué la han construido?”

El hombre negó con la cabeza.

“No lo sé.”

“Entonces, ¿qué Departamento está al cargo?”

“No lo sé.”

“Hace unos cuantos días, el Departamento de seguridad detuvo  a una chica que era de la élite. Está en el Correccional, pero es lo único que sabemos. ¿Está relacionado su caso con esa sección nueva?”

“No… lo sé…”

“He escuchado que han estado muriendo gente de una enfermedad desconocida dentro de la ciudad. ¿Es verdad? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Cuántos han sido?”

No contestó. Nezumi se levantó y se encogió de hombros.

“No tienes mucho vocabulario que digamos para ser un oficial de alto rango. ¿No te haría falta un poco más para poder ligar con chicas?”

“Desátame.”

Lo más seguro es que el hombre tuviese la boca hinchada por dentro, porque su voz sonaba apagada. “Desátame y deja que me vaya. Si lo haces, me olvidaré de este incidente. Te haré un favor y pretenderé que eso no ha pasado.”

“Vaya, gracias. Has tenido clemencia. Te estoy muy agradecido – Inukashi,” dijo abruptamente.

“¿Eh?” contestó Inukashi con pereza.

“Sujétalo.”

“Voy.” Inukashi no tardó mucho en ponerse detrás del hombre y cogerle por los hombros. Nezumi sacó el cuchillo de la funda.

“¿Qué estás haciendo?” gritó el hombre aterrorizado. Tenía la frente empapada en sudor.

“Cállate. Voy a concederte lo que me has pedido.”

El filo brilló en la tenue luz. El cuchillo, que no tenía ningún tipo de decoración, poseía una belleza inquietante. Nezumi, con un aire lánguido, cogió la mano del hombre. Le cogió por la muñeca y observó al hombre. El hombre se quedó totalmente quieto, aunque ya le habían desatado. Quizás no era capaz de moverse. Aquel par de ojos grises lo había dejado clavado en el sitio.

Dedos enfundados en unos guantes de cuero acariciaron la palma del hombre.

“Pensaba que un oficial de alto rango como tú necesitaría un poco de dolor antes de empezar a hablar. Parece que te he subestimado.”

Nezumi acarició la mano del hombre, dedo por dedo, y suspiró quedamente. Casi parecía una caricia cariñosa.

“Tienes narices. Admirable. Déjame darte una recompensa.”

Puso un trozo de cristal en la mano del hombre. Era un trozo de la botella de alcohol que se había roto.

“Y otra más.”

La punta del trozo de cristal brilló.

“¿Qué – qué estás haciendo?” El hombre sacudió la cabeza, temblando aterrorizado. “Para – para, por favor-”

“¿Por qué? Ya tienes preparada tu recompensa. Cógela.”

Nezumi puso su mano alrededor de la del hombre, y la cerró con firmeza.



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