Capítulo 3
Desvaneciemiento
¿Has venido a mí
porque me he acostado,
atormentado por amor?
Si hubiese sabido que estaba soñando,
no me hubiese despertado.
-Ono no komachi (Poesía japonesa?
“Deberías escribir una carta,” dijo Nezumi sin levantar la vista del libro.
“¿Una carta? ¿A mi madre?”
“Si tienes más amigos por carta, a ellos también.”
“¿Vas a enviársela tú?”
“Él lo hará.” Nezumi tenía un ratón, que estaba limpiándose los bigotes, subido a la rodilla.
“Gracias, Hamlet.”
“No tienes que darle las gracias. Cada vez que va a ver a tu madre, se pone hasta arriba de pan recién hecho. Así que está de buen humor.”
Sion escribió unas cuantas palabras en un trozo de papel desgastado. Una partitura de letras. Una única línea. ¿Qué sentimientos podía imbuirles?
Terminó de escribir y metió el trozo en una cápsula. Hamlet la cogió con la boca y movió la cola. Nezumi cerró el libro con un golpe. Era un libro precioso, con la encuadernación azul con pétalos de flores esparcidos por toda la cubierta. Sion decidió preguntarle sobre él.
“¿Qué estabas leyendo?”
“Una historia antigua de un país muy, muy lejano, en los confines del mundo. Un cuento muy, muy antiguo.”
“¿Un mito?”
“Una historia sobre los humanos.” Nezumi se levantó y volvió a colocar el libro en la estantería. Aquella habitación llena de libros era cálida, gracias a la vieja estufa. No era como cuando vivía en Chronos, donde había un sistema de control atmosférico, y podía vivir con la temperatura adecuada sin importar la estación del año, la hora, o el tiempo que hiciese fuera. No se podía esperar algo así allí, pero le parecía que el calor de aquella habitación era mucho más cómodo que uno controlado por máquinas. Sí tenía frío, se envolvía en una manta y se acercaba a la estufa. Si tenía calor, se alejaba y se quitaba el abrigo. Eso era todo. Y no lo sabía. Lo había aprendido, allí, en aquella habitación.
“Dime-” Sion empezó, mientras se ponía un vaso del agua que se estaba calentando encima de la estufa. “¿Hace mucho calor aquí en verano?”
Nezumi se giró hacia él, entrecerrando los ojos.
“¿Qué pasa con el verano?”
“Bueno, quiero decir – imagino que como estamos bajo el suelo se estará fresquito, y como los libros no tienen moho, lo más seguro es que tampoco haya mucha humedad… pero me estaba preguntado si se está bien.”
“No está mal. Mucho mejor que el hotel de Inukashi.”
“Entonces, ¿qué deberíamos hacer con la estufa?”
“¿Eh?”
“En invierno podemos usarla así, pero en verano lo más seguro es que no se pueda, ¿no? Pero entonces, ¿cómo vamos a cocinar? Tampoco vamos a poder hervir agua.” Le pasó una taza de agua caliente a Nezumi. Era lo único que había para beber allí.
“¿Me estás diciendo que te estás preocupando ahora por el verano?”
“No me estaba preocupando, sólo me preguntaba cómo - ¡ah! Habrá que cocinar fuera. Hacer un fuego y cocinar ahí.”
“Bueno – es una forma.”
“Ah, ya veo,” Sion murmuró satisfecho. “Oh, pero cuando llueva no tiene que ser muy práctico.”
“Sion.” Nezumi levantó un poco su taza. Sion podía ver un par de ojos grises mirándolos a través del humo que salía de la taza.
“¿Piensas quedarte aquí en verano? Es decir, ¿crees que puedes?”
“Siempre y cuando no me eches.”
“No soy tan cruel. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras.”
“Gracias. Es un alivio saberlo.”
“Verano, ¿eh?” dijo Nezumi pensativamente. “Me pregunto cómo será. Nunca he pensado a tan largo plazo. Me pregunto si seguirás aquí.”
“Tengo pensado hacerlo.”
“¿Te refieres a estando vivo? ¿O siendo un puñado de huesos metidos en una urna?”
“Nada de huesos. Tampoco quiero estar enterrado.” Quiero experimentar el verano como ser humano a tu lado. Quiero vivir aquí, en esta habitación, enterrado en libros. Quiero sentir el sudor deslizarse por mi cuerpo, y los rayos del sol quemándome la piel.
“Nezumi, quiero ver el verano aquí.”
“¿Vivo?”
“Vivo.”
“Un deseo modesto. Pero aun así, difícil de cumplir.” Nezumi se apoyó en la estantería y cambió de tema abruptamente. “Sion, ¿crees que la conmoción dentro de la ciudad tiene algo que ver con las avispas?”
Sion se sentó en el suelo y levantó una rodilla. Un ratón se subió encima. Era un tercer ratón que Sion había llamado Tsukiyo porque tenía el pelo oscuro.
“Creo que sí. No es por repetir lo que dijo Fura-san, pero se me hace difícil creer que una enfermedad desconocida empezase a expandirse de repente dentro de No. 6.”
“¿En serio? Podría ser un virus nuevo. Que se transmite vía virus emergente. No es imposible, ¿verdad?”
En 1980 la Organización Mundial de la Salud anunció la erradicación de la viruela. Irónicamente, durante los siguientes años, empezaron a aparecer continuamente virus desconocidos para la humanidad.
Ebola, VIH, el Sin Nombre, Nipah, la fiebre de Lassa, Hantan – para referirse a esos virus que no dejaban de aparecer, la gente usaba el término “virus emergentes”.
Sion negó la cabeza en desacuerdo.
“No creo que sea un virus.”
“¿Por qué no?”
“El origen de los virus emergentes eran los parásitos de los animales que vivían en los bosques tropicales. Probablemente los virus empezasen a aparecer desde las profundidades de la jungla a causa de la deforestación – así es como la humanidad entró en contacto con ellos. Lo que quiero decir es que los virus no vienen por sí solos; son el resultado de la humanidad invadiendo su territorio. Pero No. 6 es diferente. Está cerrada, aislada. Tiene murallas alrededor y no se mezcla con ninguna otra. Controlan e inspeccionan cualquier cosa, por pequeña que sea, que entra por la puerta. No creo que un virus pueda entrar desde el exterior.”
“Rebosante de confianza cuando se trata de estos temas, ¿eh?” dijo Nezumi agriamente. “Pero los hay, como el mujeriego ese, que vienen al Bloque Oeste sin que nadie lo sepa. Podría haber cogido el virus aquí. Es posible, ¿no?”
“Entonces también deberían haber enfermos en el Bloque Oeste. Dada la densidad de población que hay aquí, debería haber el doble o el triple – gente que se ha caído redonda al suelo con síntomas que nunca había visto nadie. Si se diese el caso, todas las puertas estarían cerradas. Nadie podría entrar ni salir de la ciudad.”
“Así que sigues convencido con tu teoría de la avispa.”
“Nezumi, lo he visto con mis propios ojos. Yamase-san se cayó redondo, envejeció y murió delante de mí. Y después. Le salió una avispa de – de la base del cuello – de su cuerpo. Una muerte no natural. No se me ocurre otra causa posible. Lo que está pasando el la ciudad tiene que ver con las avispas.”
“Pero, ¿de dónde han salido esas avispas? ¿Cómo puede entrar un insecto que mide varios centímetros en la Ciudad Sagrada, la ciudad que elimina virus que sólo se pueden ver con un microscopio? No son avispas normales. Se instalan en el cuerpo de la gente y matan a su huésped. Son avispas asesinas.”
Nezumi se quedó en silencio. Sujetaba la taza con las dos manos y miraba a Sion fijamente.
“Sion, ¿estás pensando lo mismo que yo?”
“Probablemente.”
“Dilo.”
Se le secó la garganta. Tanto que hasta dolía. Sion bebió un sorbo de agua caliente y se la tragó con lentitud.
“Las avispas no han venido de fuera.”
Le dio otro trago al agua.
“Siempre han estado dentro de No. 6.”
Nezumi también se llevó la taza a los labios. Quizás también tenía seca la garganta.
“Ya habías dicho algo por el estilo – que quizá su origen estaba en el Parque Forestal. Dijiste que al sistema se le había pasado el nacimiento de ese mostruo.”
“Sí,” asintió Sion. “Es decir, teniendo en cuenta que ya había habido dos víctimas en el parque, incluyendo a Yamase-san, me imaginé – pero es demasiado irreal…”
“Entonces, ¿estás diciendo que las avispas que vivían en la ciudad se han convertido en asesinas? ¿Lo que se conoce como ‘mutación’?”
“Pero es un tipo de mutación desconocida. Pero el caso es que siguen estando activas con el frío que hace – algo imposible en el mundo natural.”
Era imposible en el mundo natural. Entonces, quizá –
“No puede ser,” murmuró Sion para sí mismo. “¿Cómo-?”
Thunk. Se escuchó un ruido sordo. Una taza rozó el brazo de Sion al caer, rebotó en un libro, y cayó al suelo.”
“¿Eh?”
Sion vio de reojo como Nezumi caía hacia delante. Fue cayendo hasta quedar de rodillas, como a cámara lenta.
“¡Nezumi!” Sion se lanzó hacia adelante para coger el cuerpo. “¡Nezumi! ¡Aguanta!”
Nezumi estaba completamente inmóvil. No podía tenerse en pie. Sion no podía creerlo. Su mente estaba en blanco – no se le ocurría nada. No podía tomar una decisión racional. No podía actuar.
“¡Nezumi, Nezumi!” siguió llamándole con desesperación mientras le abrazaba con fuerza. Podía sentir como temblaba. A través de los dedos con los que Nezumi se estaba tapando la cara, podía escuchar los gemidos de Nezumi.
“P-para…”
“¿Nezumi? ¿Qué pasa? ¡Quédate conmigo, Nezumi!”
“Para - ¿quién… quién…?” Nezumi le clavó los dedos en el brazo a Sion. Temblaban con mucha violencia.
Sion se resbaló con el agua que había caído y cayó al suelo, con Nezumi aún en los brazos. Una pila de libros cayó al suelo, asustando al ratón, que salió corriendo.
“Nezumi, ¿qué pasa? Dime qué te pasa.”
Aguanta. Contrólate. Se dijo a sí mismo. Pero, presa del pánico, él también estaba temblando. Nezumi. No me digas que – tú también no –
Saldría una avispa. Se arrastraría para salir de aquella piel tan suave. Si – si eso pasaba –
“¡No!”
No. No. No. No. No. No podría soportarlo. Si te perdiese aquí, ahora, no podría mantener la cordura. Me volvería loco. El mundo daría un giro de 180 grados.
No. No. No.
La confusión no hacía más que aumentar su miedo, impidiéndole pensar con claridad.
No. Esto es demasiado. ¿Qué debería hacer? Alguien – quien sea, por favor –
El cuerpo de Nezumi empezó a arder. El sudor humedeció las manos de Sion.
“-Sion-” Nezumi le llamó débilmente entre gemidos.
“-Ayúdame…”
Sion sintió como si le hubiesen pegado una bofetada. Ahora estaba completamente despierto.
Muévete. Muévete y deja de lloriquear. ¿No puedes hacer nada más aparte de abrazarle?
Se mordió los labios y forzó sus brazos a moverse. Tumbó a Nezumi en el suelo, y le rasgó la camiseta. Puso la mano en la base del cuello de Nezumi. Estaba empapado de sudor, pero no había nada fuera de lo normal. No había ninguna mancha ni ningún bulto. Acercó la oreja al pecho de Nezumi y escuchó los latidos de su corazón. Le tomó el pulso. Era más rápido de lo normal, pero no errático. No tenía problemas para respirar ni estaba vomitando. No había riesgo de que se ahogase. ¿Y su consciencia?
Sion le apretó la mano y se inclinó sobre él.
“Nezumi, ¿puedes oírme?”
Escúchame. Deja que mi voz te llegue. Abre los ojos y contéstame.
“Voy a ayudarte, te lo juro.” Esta vez seré yo el que te ayude. Así que, por favor. Contéstame. Quiero que me conteste. No – sé que vas a contestarme. Tienes que hacerlo.
“¡Nezumi!”
“Pero es un tipo de mutación desconocida. Pero el caso es que siguen estando activas con el frío que hace – algo imposible en el mundo natural.” Sion se calló de repente y se quedó mirando el suelo. Parecía que estaba inmerso en sus pensamientos.
Supongo que será mejor que no le moleste.
Pensó Nezumi para sí mismo mientras bebía un poco de agua caliente. Fuese como fuese, el día ya había terminado. No podía predecir lo que iba a pasar mañana. Pero eso quería decir que no tenía ningún sentido deprimirse, tener miedo o prepararse para el mañana. No creía en Dios. Sabía perfectamente lo banales que eran palabras como “destino”. No pensaba entregarse a una palabra así. No le arrastraría. Si se rendía y abandonaba su lucha, la única forma sería cayendo. Caería hacia la muerte o hacia algo peor.
Así que seguiría rebelándose. ¿Cuántos años habían pasado desde que había decidido hacerlo? Aun así, continuaría haciéndolo.
Eso significaba que no iba a abandonar su voluntad de pelear, y que aguantaría el mañana que no podía predecir. A veces también quería decir que se perdería en sus pensamientos, al igual que Sion. Era obvio que Sion estaba peleando y resistiéndose a su manera. Torpe, a destiempo, subdesarrollado, pero seguía peleando. Estaba aguantando a su manera. No estaba intentando huir de la pelea. Nunca había huido. Inukashi tenía razón – Nezumi estaba un poco impresionado.
El pelo blanco de Sion tenía un brillo naranja, causado por la estufa. Nunca lo diría en voz alta, pero a Nezumi le gustaba el pelo de Sion. Pensaba que era mucho más bonito que el pelo negro que tenía antes.
Quizá le acariciaría el pelo antes de decirle que se iba a dormir. De momento desaparecería un rato, para no molestar la lucha de Sion.
Empezó a moverse.
Un destello le atravesó la cabeza. Se quedó sin respiración. Dentro de la cabeza tenía una ráfaga violenta de viento. Empezó a tambalearse. Estaba cayendo. Desmoronándose. Estaba perdiendo la consciencia.
“¡Nezumi!”
Había escuchado gritar a Sion. Al mismo tiempo, empezó a escuchar una canción. Alguien estaba cantando. Alguien estaba cantando una canción que sonaba como el murmullo del viento –
“P-para…”
Quería taparse los oídos, pero no podía mover las manos. Le estaba arrastrando. ¿Qué era aquello? ¿Qué estaba pasando?” Una extensión verde apareció ante él. Podía sentir el calor húmedo de la hierba. Emanaba un vapor que olía a plantas. Había muchos árboles juntos, y algunos helechos que crecían en grupos. Capas y capas de hojas de árbol y maleza cubrían en suelo en todas las tonalidades de verde posibles. Y podía escuchar una canción en la lejanía. ¿Canción? ¿Era una canción? Lo era. Estaba seguro – pero estaba mezclada con algo… el zumbido de unas alas. Incontables insectos estaban volando.
Aquel sonido, aquella canción, aquel paisaje – los había visto antes. En alguna parte…
No, me está arrastrando.
“¡No!”
Escuchó un grito. ¿Había sido él? Estaba agarrando algo. Alguien le estaba abrazando.
Era un salvavidas. No iba a soltarlo pasase lo que pasase.
Usó toda la fuerza que tenía para sujetarse.
La sensación de la piel le devolvió un poco la consciencia.
Sion.
Se agarró con desesperación.
Sion – ayúdame.
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