Capítulo 3
Desvanecimiento
¿Has venido a mí
porque me he acostado,
atormentado por amor?
Si hubiese sabido que estaba soñando,
no me hubiese despertado.
-Ono no komachi (Poesía japonesa?
“Deberías escribir una carta,” dijo Nezumi sin levantar la vista del libro.
“¿Una carta? ¿A mi madre?”
“Si tienes más amigos por carta, a ellos también.”
“¿Vas a enviársela tú?”
“Él lo hará.” Nezumi tenía un ratón, que estaba limpiándose los bigotes, subido a la rodilla.
“Gracias, Hamlet.”
“No tienes que darle las gracias. Cada vez que va a ver a tu madre, se pone hasta arriba de pan recién hecho. Así que está de buen humor.”
Sion escribió unas cuantas palabras en un trozo de papel desgastado. Una partitura de letras. Una única línea. ¿Qué sentimientos podía imbuirles?
Terminó de escribir y metió el trozo en una cápsula. Hamlet la cogió con la boca y movió la cola. Nezumi cerró el libro con un golpe. Era un libro precioso, con la encuadernación azul con pétalos de flores esparcidos por toda la cubierta. Sion decidió preguntarle sobre él.
“¿Qué estabas leyendo?”
“Una historia antigua de un país muy, muy lejano, en los confines del mundo. Un cuento muy, muy antiguo.”
“¿Un mito?”
“Una historia sobre los humanos.” Nezumi se levantó y volvió a colocar el libro en la estantería. Aquella habitación llena de libros era cálida, gracias a la vieja estufa. No era como cuando vivía en Chronos, donde había un sistema de control atmosférico, y podía vivir con la temperatura adecuada sin importar la estación del año, la hora, o el tiempo que hiciese fuera. No se podía esperar algo así allí, pero le parecía que el calor de aquella habitación era mucho más cómodo que uno controlado por máquinas. Sí tenía frío, se envolvía en una manta y se acercaba a la estufa. Si tenía calor, se alejaba y se quitaba el abrigo. Eso era todo. Y no lo sabía. Lo había aprendido, allí, en aquella habitación.
“Dime-” Sion empezó, mientras se ponía un vaso del agua que se estaba calentando encima de la estufa. “¿Hace mucho calor aquí en verano?”
Nezumi se giró hacia él, entrecerrando los ojos.
“¿Qué pasa con el verano?”
“Bueno, quiero decir – imagino que como estamos bajo el suelo se estará fresquito, y como los libros no tienen moho, lo más seguro es que tampoco haya mucha humedad… pero me estaba preguntado si se está bien.”
“No está mal. Mucho mejor que el hotel de Inukashi.”
“Entonces, ¿qué deberíamos hacer con la estufa?”
“¿Eh?”
“En invierno podemos usarla así, pero en verano lo más seguro es que no se pueda, ¿no? Pero entonces, ¿cómo vamos a cocinar? Tampoco vamos a poder hervir agua.” Le pasó una taza de agua caliente a Nezumi. Era lo único que había para beber allí.
“¿Me estás diciendo que te estás preocupando ahora por el verano?”
“No me estaba preocupando, sólo me preguntaba cómo - ¡ah! Habrá que cocinar fuera. Hacer un fuego y cocinar ahí.”
“Bueno – es una forma.”
“Ah, ya veo,” Sion murmuró satisfecho. “Oh, pero cuando llueva no tiene que ser muy práctico.”
“Sion.” Nezumi levantó un poco su taza. Sion podía ver un par de ojos grises mirándolos a través del humo que salía de la taza.
“¿Piensas quedarte aquí en verano? Es decir, ¿crees que puedes?”
“Siempre y cuando no me eches.”
“No soy tan cruel. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras.”
“Gracias. Es un alivio saberlo.”
“Verano, ¿eh?” dijo Nezumi pensativamente. “Me pregunto cómo será. Nunca he pensado a tan largo plazo. Me pregunto si seguirás aquí.”
“Tengo pensado hacerlo.”
“¿Te refieres a estando vivo? ¿O siendo un puñado de huesos metidos en una urna?”
“Nada de huesos. Tampoco quiero estar enterrado.” Quiero experimentar el verano como ser humano a tu lado. Quiero vivir aquí, en esta habitación, enterrado en libros. Quiero sentir el sudor deslizarse por mi cuerpo, y los rayos del sol quemándome la piel.
“Nezumi, quiero ver el verano aquí.”
“¿Vivo?”
“Vivo.”
“Un deseo modesto. Pero aun así, difícil de cumplir.” Nezumi se apoyó en la estantería y cambió de tema abruptamente. “Sion, ¿crees que la conmoción dentro de la ciudad tiene algo que ver con las avispas?”
Sion se sentó en el suelo y levantó una rodilla. Un ratón se subió encima. Era un tercer ratón que Sion había llamado Tsukiyo porque tenía el pelo oscuro.
“Creo que sí. No es por repetir lo que dijo Fura-san, pero se me hace difícil creer que una enfermedad desconocida empezase a expandirse de repente dentro de No. 6.”
“¿En serio? Podría ser un virus nuevo. Que se transmite vía virus emergente. No es imposible, ¿verdad?”
En 1980 la Organización Mundial de la Salud anunció la erradicación de la viruela. Irónicamente, durante los siguientes años, empezaron a aparecer continuamente virus desconocidos para la humanidad.
Ebola, VIH, el Sin Nombre, Nipah, la fiebre de Lassa, Hantan – para referirse a esos virus que no dejaban de aparecer, la gente usaba el término “virus emergentes”.
Sion negó la cabeza en desacuerdo.
“No creo que sea un virus.”
“¿Por qué no?”
“El origen de los virus emergentes eran los parásitos de los animales que vivían en los bosques tropicales. Probablemente los virus empezasen a aparecer desde las profundidades de la jungla a causa de la deforestación – así es como la humanidad entró en contacto con ellos. Lo que quiero decir es que los virus no vienen por sí solos; son el resultado de la humanidad invadiendo su territorio. Pero No. 6 es diferente. Está cerrada, aislada. Tiene murallas alrededor y no se mezcla con ninguna otra. Controlan e inspeccionan cualquier cosa, por pequeña que sea, que entra por la puerta. No creo que un virus pueda entrar desde el exterior.”
“Rebosante de confianza cuando se trata de estos temas, ¿eh?” dijo Nezumi agriamente. “Pero los hay, como el mujeriego ese, que vienen al Bloque Oeste sin que nadie lo sepa. Podría haber cogido el virus aquí. Es posible, ¿no?”
“Entonces también deberían haber enfermos en el Bloque Oeste. Dada la densidad de población que hay aquí, debería haber el doble o el triple – gente que se ha caído redonda al suelo con síntomas que nunca había visto nadie. Si se diese el caso, todas las puertas estarían cerradas. Nadie podría entrar ni salir de la ciudad.”
“Así que sigues convencido con tu teoría de la avispa.”
“Nezumi, lo he visto con mis propios ojos. Yamase-san se cayó redondo, envejeció y murió delante de mí. Y después. Le salió una avispa de – de la base del cuello – de su cuerpo. Una muerte no natural. No se me ocurre otra causa posible. Lo que está pasando el la ciudad tiene que ver con las avispas.”
“Pero, ¿de dónde han salido esas avispas? ¿Cómo puede entrar un insecto que mide varios centímetros en la Ciudad Sagrada, la ciudad que elimina virus que sólo se pueden ver con un microscopio? No son avispas normales. Se instalan en el cuerpo de la gente y matan a su huésped. Son avispas asesinas.”
Nezumi se quedó en silencio. Sujetaba la taza con las dos manos y miraba a Sion fijamente.
“Sion, ¿estás pensando lo mismo que yo?”
“Probablemente.”
“Dilo.”
Se le secó la garganta. Tanto que hasta dolía. Sion bebió un sorbo de agua caliente y se la tragó con lentitud.
“Las avispas no han venido de fuera.”
Le dio otro trago al agua.
“Siempre han estado dentro de No. 6.”
Nezumi también se llevó la taza a los labios. Quizás también tenía seca la garganta.
“Ya habías dicho algo por el estilo – que quizá su origen estaba en el Parque Forestal. Dijiste que al sistema se le había pasado el nacimiento de ese mostruo.”
“Sí,” asintió Sion. “Es decir, teniendo en cuenta que ya había habido dos víctimas en el parque, incluyendo a Yamase-san, me imaginé – pero es demasiado irreal…”
“Entonces, ¿estás diciendo que las avispas que vivían en la ciudad se han convertido en asesinas? ¿Lo que se conoce como ‘mutación’?”
“Pero es un tipo de mutación desconocida. Pero el caso es que siguen estando activas con el frío que hace – algo imposible en el mundo natural.”
Era imposible en el mundo natural. Entonces, quizá –
“No puede ser,” murmuró Sion para sí mismo. “¿Cómo-?”
Thunk. Se escuchó un ruido sordo. Una taza rozó el brazo de Sion al caer, rebotó en un libro, y cayó al suelo.”
“¿Eh?”
Sion vio de reojo como Nezumi caía hacia delante. Fue cayendo hasta quedar de rodillas, como a cámara lenta.
“¡Nezumi!” Sion se lanzó hacia adelante para coger el cuerpo. “¡Nezumi! ¡Aguanta!”
Nezumi estaba completamente inmóvil. No podía tenerse en pie. Sion no podía creerlo. Su mente estaba en blanco – no se le ocurría nada. No podía tomar una decisión racional. No podía actuar.
“¡Nezumi, Nezumi!” siguió llamándole con desesperación mientras le abrazaba con fuerza. Podía sentir como temblaba. A través de los dedos con los que Nezumi se estaba tapando la cara, podía escuchar los gemidos de Nezumi.
“P-para…”
“¿Nezumi? ¿Qué pasa? ¡Quédate conmigo, Nezumi!”
“Para - ¿quién… quién…?” Nezumi le clavó los dedos en el brazo a Sion. Temblaban con mucha violencia.
Sion se resbaló con el agua que había caído y cayó al suelo, con Nezumi aún en los brazos. Una pila de libros cayó al suelo, asustando al ratón, que salió corriendo.
“Nezumi, ¿qué pasa? Dime qué te pasa.”
Aguanta. Contrólate. Se dijo a sí mismo. Pero, presa del pánico, él también estaba temblando. Nezumi. No me digas que – tú también no –
Saldría una avispa. Se arrastraría para salir de aquella piel tan suave. Si – si eso pasaba –
“¡No!”
No. No. No. No. No. No podría soportarlo. Si te perdiese aquí, ahora, no podría mantener la cordura. Me volvería loco. El mundo daría un giro de 180 grados.
No. No. No.
La confusión no hacía más que aumentar su miedo, impidiéndole pensar con claridad.
No. Esto es demasiado. ¿Qué debería hacer? Alguien – quien sea, por favor –
El cuerpo de Nezumi empezó a arder. El sudor humedeció las manos de Sion.
“-Sion-” Nezumi le llamó débilmente entre gemidos.
“-Ayúdame…”
Sion sintió como si le hubiesen pegado una bofetada. Ahora estaba completamente despierto.
Muévete. Muévete y deja de lloriquear. ¿No puedes hacer nada más aparte de abrazarle?
Se mordió los labios y forzó sus brazos a moverse. Tumbó a Nezumi en el suelo, y le rasgó la camiseta. Puso la mano en la base del cuello de Nezumi. Estaba empapado de sudor, pero no había nada fuera de lo normal. No había ninguna mancha ni ningún bulto. Acercó la oreja al pecho de Nezumi y escuchó los latidos de su corazón. Le tomó el pulso. Era más rápido de lo normal, pero no errático. No tenía problemas para respirar ni estaba vomitando. No había riesgo de que se ahogase. ¿Y su consciencia?
Sion le apretó la mano y se inclinó sobre él.
“Nezumi, ¿puedes oírme?”
Escúchame. Deja que mi voz te llegue. Abre los ojos y contéstame.
“Voy a ayudarte, te lo juro.” Esta vez seré yo el que te ayude. Así que, por favor. Contéstame. Quiero que me conteste. No – sé que vas a contestarme. Tienes que hacerlo.
“¡Nezumi!”
“Pero es un tipo de mutación desconocida. Pero el caso es que siguen estando activas con el frío que hace – algo imposible en el mundo natural.” Sion se calló de repente y se quedó mirando el suelo. Parecía que estaba inmerso en sus pensamientos.
Supongo que será mejor que no le moleste.
Pensó Nezumi para sí mismo mientras bebía un poco de agua caliente. Fuese como fuese, el día ya había terminado. No podía predecir lo que iba a pasar mañana. Pero eso quería decir que no tenía ningún sentido deprimirse, tener miedo o prepararse para el mañana. No creía en Dios. Sabía perfectamente lo banales que eran palabras como “destino”. No pensaba entregarse a una palabra así. No le arrastraría. Si se rendía y abandonaba su lucha, la única forma sería cayendo. Caería hacia la muerte o hacia algo peor.
Así que seguiría rebelándose. ¿Cuántos años habían pasado desde que había decidido hacerlo? Aun así, continuaría haciéndolo.
Eso significaba que no iba a abandonar su voluntad de pelear, y que aguantaría el mañana que no podía predecir. A veces también quería decir que se perdería en sus pensamientos, al igual que Sion. Era obvio que Sion estaba peleando y resistiéndose a su manera. Torpe, a destiempo, subdesarrollado, pero seguía peleando. Estaba aguantando a su manera. No estaba intentando huir de la pelea. Nunca había huido. Inukashi tenía razón – Nezumi estaba un poco impresionado.
El pelo blanco de Sion tenía un brillo naranja, causado por la estufa. Nunca lo diría en voz alta, pero a Nezumi le gustaba el pelo de Sion. Pensaba que era mucho más bonito que el pelo negro que tenía antes.
Quizá le acariciaría el pelo antes de decirle que se iba a dormir. De momento desaparecería un rato, para no molestar la lucha de Sion.
Empezó a moverse.
Un destello le atravesó la cabeza. Se quedó sin respiración. Dentro de la cabeza tenía una ráfaga violenta de viento. Empezó a tambalearse. Estaba cayendo. Desmoronándose. Estaba perdiendo la consciencia.
“¡Nezumi!”
Había escuchado gritar a Sion. Al mismo tiempo, empezó a escuchar una canción. Alguien estaba cantando. Alguien estaba cantando una canción que sonaba como el murmullo del viento –
“P-para…”
Quería taparse los oídos, pero no podía mover las manos. Le estaba arrastrando. ¿Qué era aquello? ¿Qué estaba pasando?” Una extensión verde apareció ante él. Podía sentir el calor húmedo de la hierba. Emanaba un vapor que olía a plantas. Había muchos árboles juntos, y algunos helechos que crecían en grupos. Capas y capas de hojas de árbol y maleza cubrían en suelo en todas las tonalidades de verde posibles. Y podía escuchar una canción en la lejanía. ¿Canción? ¿Era una canción? Lo era. Estaba seguro – pero estaba mezclada con algo… el zumbido de unas alas. Incontables insectos estaban volando.
Aquel sonido, aquella canción, aquel paisaje – los había visto antes. En alguna parte…
No, me está arrastrando.
“¡No!”
Escuchó un grito. ¿Había sido él? Estaba agarrando algo. Alguien le estaba abrazando.
Era un salvavidas. No iba a soltarlo pasase lo que pasase.
Usó toda la fuerza que tenía para sujetarse.
La sensación de la piel le devolvió un poco la consciencia.
Sion.
Se agarró con desesperación.
Sion – ayúdame.
Las puertas grises del ascensor se estaban cerrando sin hacer ruido. En el instante en que terminaron de cerrarse, Fura suspiró. Los agentes del Departamento de Seguridad que tenía a ambos lados parecían estatuas.
“¿Por qué…?”
Sabía que era inútil preguntar, pero no podía soportar el silencio.
“¿Por qué me estáis arrestando?”
Tal y como había supuesto, no hubo respuesta. Hizo una segunda pregunta.
“¿Esto es… el Correccional?”
Le temblaban tanto las piernas, que le estaba costando mantenerse de pie. Aquella mañana había salido de su casa como todos los días. Su mujer le había acompañado hasta la puerta, con su hijo en brazos.
“El corte de la boca tiene pinta de doler.”
“No es nada. Casi no lo noto.”
“Mira que caerte y hacerte eso…”
“No se lo digas a nadie. Me daría mucha vergüenza que supiesen que me he tropezado bajando las escaleras del parque. Que sea un secreto.”
El rostro de su esposa expresaba preocupación.
“Ten cuidado. Menos mal que sólo ha sido un cortecito. Pero cada vez que pienso que puede pasarte algo – me dan escalofríos.”
“No me va a pasar nada. Tengo que irme.”
Había besado a su mujer en la mejilla, y se había metido en el coche del Departamento de Administración Central que había ido a recogerle. Justo antes de que entrase en el coche, su mujer le llamó.
“Cariño, acuérdate, ¿vale?”
“¿Qué me acuerde?”
“De lo de mi vuelta al trabajo. Me gustaría volver en año nuevo.”
Su mujer tenía una carrera en el Departamento de Tráfico. Como habían reconocido a su hijo como parte de la élite y le habían garantizado un entorno lectivo perfecto, había dicho que quería volver al trabajo.
“No debería haber ningún problema.”
En No. 6, una mujer que hubiese dado a luz y que quisiese volver a su puesto de trabajo tenía casi un cien por cien de posibilidades de conseguirlo. La jefa de Fura era una mujer que tenía dos hijos. A la gente el trabajo se le daba teniendo en cuenta sus habilidades, no su sexo.
“Deberías empezar a prepararte para volver. Si hay algo que pueda hacer, no dudes que estaré ahí para ayudarte.”
“Gracias. Eso me hace muy feliz.” Su mujer sonrió. El niño se retorció. Movía los brazos en dirección a Fura.
“Papá, había un bicho volando.”
“¿Eh?”
“Que había un bicho volando. Un bicho negro.”
“¿Con este frío? Jaja, tendría que hacer más calor para que hubiesen bichos volando.”
Hacía sol, pero soplaba un viento helado. Quizás nevaría por la tarde. Quizá hoy salga antes de trabajar.
Saludó a su mujer y a su hijo. El coche empezó a moverse. Era una mañana como cualquier otra. Dejando a un lado el dolor sordo de la mano, no había nada fuera de lo normal. Una mañana como cualquier otra.
Las cosas empezaron a cambiar cuando atravesaron las puertas de Chronos. Se vio obligado a parar el coche cuando unos agentes del Departamento de Seguridad le hicieron el alto.
“Lo sentimos mucho. Por orden del ayuntamiento, tenemos que cambiar tu destino.” Eran dos hombres que llevaban uniforme de policía. Hablaron en un tono de voz firme, pero que no dejaba espacio a la discusión. Fura sintió un escalofrío. El tipo de escalofrío que no tenía nada que ver con estar en medio del viento helado.
“Hemos preparado un coche. Entra.”
“¿Dónde… vais a llevarme?”
“El alcalde está esperando.”
“¿Al Ayuntamiento? Entonces no hace falta que-”
“Te escoltaremos hasta allí.”
Se subieron al coche del Departamento de Seguridad.
“Siento esto-” Algo que le tapó los ojos fue lo que siguió a aquellas palabras insulsas de disculpa. Aquella máscara especial lo sumió en la oscuridad.
En un principio la comparó con la oscuridad del Bloque Oeste, pero cambió de idea enseguida. Era muy diferente. La oscuridad del Bloque Oeste era más profunda, más hermosa. Era profunda, tan profunda que parecía esconder algo en sus profundidades. Era aterradora y desconcertante, pero aun así le atraía. Le atraía el hecho de estar seguro de que había algo al acecho allí. Le atraían las mujeres del Bloque Oeste, pero también había atravesado las puertas debido a su deseo de encontrarse con la oscuridad. Tendría unos tres años la primera vez que le había dado la sensación de que había algo escondido en el jardín de su casa. Sus padres se enfadaron mucho con él cuando lo dijo. No hay nada que no conozcamos. No vuelvas a decir algo tan estúpido. Su madre y su padre – que siempre eran amables, muy amables – se habían cabreado muchísimo y habían castigado a su hijo.
A partir de ese momento, Fura no había vuelto a mencionar a lo que acechaba en la oscuridad. Con el tiempo, se olvido de ello. En el Bloque Oeste había encontrado la auténtica oscuridad, y se regocijaba en ella aunque le asustase. Las sensaciones y los recuerdos de su infancia, olvidados mucho tiempo atrás, volvieron a salir a la superficie. Le atraía. Sí, era un sitio que le traía mucho.
Pero, ¿se convertiría aquello en una amenaza para su vida?
Así que han descubierto mis excursiones al Bloque Oeste.
¿Qué va a pasar? Rescribir informes es un delito grave. Si se descubre, hay consecuencias seguras.
Le quitarían todas sus cualificaciones; sus privilegios especiales se desvanecerían; le exiliarían de Chronos.
Pensó en el peor de los casos. Normalmente, Fura era una persona tranquila. No tenía ningún aprecio a sus cualificaciones, a sus privilegios, o a Chronos – no tanto como se lo tenía a la oscuridad del Bloque Oeste. Era extraño. Eran unos sentimientos extraños que no podía explicar.
La cara de un chico se le vino a la cabeza. Un chico extraño con el pelo blanco. Había afiramdo que no tenía ninguna intención de volver a No. 6.
Probablemente su afirmación era cosa de la edad; era joven, insensato e ignorante. Pero aun así – aun siendo joven y estúpido, ¿se podía dejar a un lado a un sitio como No. 6 con tanta facilidad? Esa era la parte que no entendía.
Estamos tardando mucho.
Estaban tardando mucho en llegar al Ayuntamiento. Con el tiempo que llevaban en el coche, tenían que haber pasado el centro de la ciudad hacía bastante.
“¿D-dónde vamos?” se le entrecortaba la voz del nerviosismo.
“El alcalde está esperando.”
“¿No nos hemos pasado el Moondrop ya?”
“Silencio, por favor. Si no-”
“Si no, ¿qué?”
Escuchó una risita. Daba más miedo que cualquier palabra amenazante.
“Decidme por qué me estáis escoltando – la verdadera razón. Os lo pido por favor, decídmelo.”
“Silencio, por favor,” dijo el hombre de su derecha. El hombre de la izquierda le dio unos golpecitos a Fura en el hombro.
Pasó un buen rato hasta que el coche se detuvo. Cuando se detuvo, le bajaron y le sentaron en una silla de ruedas eléctrica, con los ojos aún tapados. Empujaron la silla de ruedas por un pasillo largo. Era un sitio muy silencioso. Lo único que podía oír era el leve ruido que hacía el motor de la silla. Los dos agentes del Departamento de Seguridad no hacían ningún ruido al andar, puede que por algún calzado especial o porque les hubiesen entrenado para andar así. Cuando le destaparon los ojos a Fura y le levantaron de la silla, lo primero que vio fue las puertas de un ascensor cerrándose. Detrás de las puertas podía ver una habitación con paneles de cristal en la que había varios hombre y mujeres con batas blancas.
¿Un hospital? No… esto –
¿Por qué me estáis arrestando?
¿Estamos en el Correccional?
Siguió preguntando, pero no obtuvo ninguna respuesta.
Que me lo diga alguien. Quien sea.
El ascensor se detuvo.
Había bajado.
Correccional. Sótano. Una sección nueva. Un ascensor nuevo.
Había abusado de su cargo para rescribir informes. Le culparían y recibiría una advertencia severa del alcalde. Advertencia. Castigo.
No, eso no iba a pasar. Ni se acercaba.
Estaba aterrado.
“¡Soltadme!”
Se retorció.
“Quiero salir de aquí. Dejadme salir de aquí.”
Sintió una descarga en la base del cuello. Una descarga eléctrica. Se le entumeció todo el cuerpo.
“Te he dicho que te callaras.”
Escuchó al agente del Departamento de Seguridad volver a reírse.
“Creo que ya está todo preparado,” dijo el hombre que llevaba la bata blanca mientras se daba la vuelta. El alcalde de No. 6, el primero de su generación, se llevó la taza de porcelana blanca a las manos y dio un sorbo al líquido marrón oscuro que contenía.
“Ya veo. Bien.”
“¿Hmm? ¿Pasa algo? Estás un poco pálido.”
“Últimamente he estado muy ocupado.”
“¿Estás cansado? Eso no es bueno. El cansancio abre la puerta a muchas enfermedades. Mi consejo es que tengas cuidado. Luego te hago una receta.”
“Por favor.”
“El proyecto ya está casi terminado. Y hasta que se complete – no, después también – tienes que estar bien. ¿Vamos?”
El alcalde dejó la taza. A primera vista era una taza perfectamente normal, pero si se observaba de cerca, uno podía ver los intrincados patrones grabados en el dorso del asa. Era un objeto muy caro.
“¿Estás seguro de lo que vas a hacer?” El hombre que llevaba la bata blanca le miró incrédulo durante un instante antes de que sus hombros empezasen a temblar de la risa.
“Claro.”
“Pero, al contrario que con la chica de antes, ahora – dime, ¿qué has hecho con esa chica?”
“¿Ella? Está bien. Le está costando un poco volver en sí, pero dentro de poco estará completamente despierta. Es una chica muy guapa, me gusta. La trataré bien.”
“Puede que fuese de la élite, pero sigue siendo una estudiante. El hombre de la élite que tenemos ahora tiene un trabajo.”
“Y será más útil por tener un trabajo. En más de un sentido. Además, de acuerdo a tu investigación, era un producto defectuoso, ¿no? A pesar de jurarle lealtad a nuestra ciudad, estaba cometiendo traición.
“Bueno, en eso tienes razón – estaba yendo al Bloque Oeste sin ninguna razón. Hace poco se hizo unas heridas en la cara y en la mano, heridas que seguramente se haría en el Bloque Oeste. Hay grandes sospechas de que ha estado manipulando informes, pero-”
“Debe ser castigado.”
“¿Así?”
“Fennec.” El hombre de la bata blanca llamó al alcalde por su apodo. ¿Fue este hombre el que me puso de mote algo que el nombre de un zorro del desierto?
El hombre se puso delante del alcalde, y le puso la mano en el hombro.
“Fennec, vas a ser el Rey.”
El hombre se inclinó un poco y habló más rápido.
“Tus días de controlar la política como alcalde han terminado. A partir de ahora, reinarás. Vas a ser el Rey absoluto de esta tierra.”
“Lo sé.”
“Entonces, ¿por qué dudas? ¿A quién le importan un par de productos defectuosos?”
“Tienes razón,” cedió el alcalde.
“Y esto es una contribución. Está contribuyendo a nuestro bien. Es todo un honor para el hombre.”
El hombre de la bata volvió a murmurar.
Vas a ser el Rey absoluto de esta tierra.
El alcalde asintió e irguió los hombros. Entonces, vamos, dijo mientras hacía salir al hombre de la bata.
En la habitación no había nada. Era la Sala de Experimentos I. Las paredes estaban hechas de una aleación especial y no había ventanas. Lo único que había era una silla. Había un hombre atado a ella. El miedo y la confusión danzaban en sus ojos.
Al otro lado de la pared, podían ver todo lo que pasaba en la habitación. El hombre de la bata estaba golpeando con los dedos un panel de control que tenía varios botones y varias luces. Sus dedos, blancos y finos, seguían un ritmo al moverse por el panel, como si estuviese tocando un clavier.
Tap, tap, tap, ta-ta-tap, tap, tap, ta-ta―
¿Es algún tipo de pieza musical? Da igual las veces que lo mire, es un panel horrible. Parece un juguete deforme. ¿No lo podía haber hecho más-?
“¿Y ahora qué, Fennec?”
“¿De qué estás hablando?”
“Como alcalde, ¿vas a dictar la sentencia de este hombre?”
“No, no hace falta.”
“Ese criminal lamentable ni siquiera sabe en qué situación está. Pobre hombre, mira lo asustado que está. ¿No vas a salvarle?”
“¿Salvarle? ¿Qué quieres decir?”
“Dale la oportunidad de reconocer su crimen, y de suplicar perdón a Dios.”
El mayor puso mala cara.
Ya ha vuelto a empezar a decir cosas sin sentido así porque así. ¿Siempre ha tenido estas tendencias?
“¿Crees en Dios?”
“Por supuesto que no. Pero, ¿no hay gente que quiere obtener el perdón de Dios antes de empezar el viaje, para hacerlo en paz?”
“Puede. Pero esa gente no existe en No. 6.”
“Ya veo. Espero no haberte ofendido.”
“Normalmente no harías una broma así.”
“Lo siento. Empecemos.”
Sus dedos, que hasta hace poco habían estado golpeando rítmicamente el panel, se movieron para pulsar un botón. Una parte de la pared se convirtió en una pantalla blanca, con varios números y líneas en ella.
“Es la información del criminal. Sus pulsaciones, ondas cerebrales, tensión muscular – varias medidas corporales.”
“Ya veo…”
“En esa habitación, ahora mismo se están emitiendo ondas que el oído humano no capta. Los sonidos son, básicamente, vibraciones. Para los humanos, esas vibraciones se transmiten por los tímpanos, el martillo, el yunque y el estribo antes de llegar a la cóclea. Lo sabes, ¿no? Y el rango de frecuencias que una persona puede percibir-”
“No cambia nada.” Fennec avanzó un paso y observó con atención lo que pasaba en la otra habitación. No había ningún cambio. El hombre atado a la silla, que había estado mirando a su alrededor con incomodidad, había fijado la vista en el suelo.
“No hay de qué preocuparse. Ya ha empezado. Pero va a tardar un poco. ¿Quieres sentarte?”
“No.”
“¿Quieres café? Tengo unos granos muy buenos.”
“¿Me estás ofreciendo un café? ¿Aquí?”
“¿Prefieres vino?”
“No – déjalo.”
“Parece que no estás de humor para escuchar una de mis clases.”
“Siento decepcionarte, pero no me interesa el órgano auditivo.”
El hombre de la bata se encogió de hombros y se quedó en silencio. No pasó nada.
“¿Estás seguro de que no ha fallado?” murmuró el alcalde en voz baja.
“¿Yo? ¿Permitir un fallo? Menudo bromista, Fennec.”
“Pero…”
El hombre de la bata blanca se tensó. Su cara se puso aún más pálida, y se le marcó una vena en la frente.
Ah sí – acababa de acordarse de que el hombre odiaba la palabra ‘fallo’ más que nada. La odiaba como si fuese una palabra que pudiese hacerle daño, físicamente hablando.
Cambió de tema.
“Sobre los incidentes que se han estado dando últimamente – parece que se han calmado un poco. No ha habido más informes.”
“Y lo más seguro es que no vayan a haber más.”
“¿Tengo tu palabra?”
“Por supuesto.”
“Cuento contigo. Si esas cosas hubiesen seguido campando a sus anchas por la ciudad, las cosas se habrían salido de madre.”
“Han sido casos aislados.”
“Pero, ¿por qué? Y con gente que no estaba registrada como muestra.”
“Puede que haya habido algunos descuidos en la fase inicial del proyecto. Pero no hay de qué preocuparse. Los casos aislados son eso, aislados. Ah-”
“¿Hm?”
“Ha empezado.”
El supuesto criminal se había puesto rígido en la silla, estaba encorvado y tenía la cabeza echada para atrás. Sacudía la cabeza de un lado a otro mientras gritaba algo.
“¿Quieres escucharlo?” le preguntó el hombre de la bata, con el dedo sobre un botón verde.
“No, gracias,” contestó Fennec apresuradamente mientras negaba con la cabeza al tiempo que intentaba disimular su nerviosismo.
Si pudiese, no vería algo así. Quería salir de aquella habitación estéril y volver a su oficina. Mi oficina, en la última planta del Moondrop. Un mobiliario exquisito, una vista magnífica – sí, el lugar más apropiado para mí.
“Mira más de cerca. Está saliendo.” Al hombre de la bata le temblaba la voz. Tenía una expresión soñadora. El hombre de la silla no se movía. Con que facilidad había caído. El pelo se le había vuelto blanco. Los mechones del color de la nieve caían al suelo con suavidad, como si no tuviesen la fuerza necesaria para aguantarse. Habían empezado a aparecer manchas en su piel translúcida. Fennec podía verlo desde donde estaba.
“Vamos a acercar la imagen. Mira,” el hombre de la bata señaló el monito con la barbilla. Una imagen más grande del hombre, con la cabeza inclinada, llenó la pantalla. Tenía los ojos abiertos y la boca torcida; tenía la cara de alguien que había perdido la vida antes de saber qué le estaba pasando. Tenía la cara llena de manchas marrones y arrugas profundas. Los dientes que asomaban por la boca medio abierta parecía que iban a caerse en cualquier momento. Parecía que tenía unos cien años. Y tenía una mancha oscura en la base del cuello. Dicha mancha estaba hinchada y se movía. La habitación estaba insonorizada. Pero por alguna razón, Fennec tenía la sensación de poder escuchar el sonido de algo abriéndose paso a través de la carne humana.
Salió.
Alas que tenían un brillo plateado. Antenas. Numerosas patas que no dejaban de moverse. Una única avispa había nacido del cuerpo.
“Vamos a cogerte,” murmuró el hombre de la bata. Aún tenía esa expresión soñadora. De debajo de la silla salió una burbuja transparente. Era un robot con forma redonda de unos diez centímetros de diámetro. Flotó como lo haría una burbuja de jabón. Envolvió a la avispa cuando ésta echó a volar y la atrapó dentro de su cuerpo esférico.
“¡Todo un éxito!” gritó el hombre de la bata. En sus ojos brillaban lágrimas de emoción. “Por fin lo hemos conseguido. Ah, quiero decir-no, esto sólo es un paso más para conseguirlo. Pero hemos progresado bastante, Fennec.”
“Lo sé. Felicidades.”
“Aún no está perfeccionado – no, ni se acerca a la perfección. Pero un logro es un logro. Un poco más – un poco más y las tendremos completamente bajo control. Incubación, aceleración del desarrollo, eclosión y la puesta de huevos. Podremos controlarlo todo. Podremos controlarlas como queramos. Brillante. Por fin hemos llegado hasta aquí.”
El hombre de la bata cerró el puño y empezó a pasear por la habitación. Tenía las mejillas encendidas por la emoción. Por el contrario, sus labios estaban pálidos.
“Con la última muestra no pudimos controlar la fase de la eclosión. Con los machos y el hombre que trabajaba en el Parque, lo más que pudimos hacer fue predecir cuando iba a eclosionar. ¿Cuántos meses han pasado de eso? En unos cuantos meses hemos llegado hasta aquí. Ah, es como si todas esas largas horas no fuesen más que un sueño. Ahora que hemos llegado tan lejos, un poco más. Un poco más-”
Algunos dicen que la genialidad y la locura están separadas por una línea muy fina. Yo mismo no lo podría haber dicho mejor.
Fennec apartó la vista del hombre que estaba andando por la habitación mientras murmuraba para sí mismo, y echó un vistazo detrás de la pared, al interior de la Sala de Experimento I. Pensó que “Cámara de Ejecución” sería un nombre más apropiado.
El cuerpo había desaparecido. Se lo habían llevado a la sala de autopsias. La silla también se la habían llevado, y ahora la habitación no era más que una sala vacía. No quedaban vestigios de la muerte. No había nada.
“No, no, no tengo que dejarme llevar por la felicidad. Que podamos controlar la eclosión a la perfección no quiere decir que no tengamos más problemas. Claro está – no es como si no hubiésemos tenido problemas. Ah, sí, todavía tenemos un gran problema. Ahora, para solucionarlo - ¡Fennec!”
Al hombre se le entrecortó la voz de la emoción al gritar el apodo del alcalde. La sensación de disgusto era como pequeños e irritantes pinchazos.
“¿Qué pasa?”
“Necesito gente.”
“¿Muestras?”
“De eso también.”
“¿De qué tipo? ¿Cuántos?”
“Esta vez el tipo no importa. Quiero números.”
“¿Tiene que ser gente de dentro de la ciudad?”
“No importa. Quiero cantidad, no calidad. Números, Fennec.”
“Perfecto. He programado una limpieza.”
“¡Brillante! Me gustaría que fuese pronto. Y mano de obra.”
“Mano de obra…”
“Mano de obra capaz. Necesito gente que pueda ser una extensión de mis brazos, pero que tenga también un nivel de inteligencia muy alto.”
“¿No tienes bastante con los que tienes ahora?”
“Ni de lejos. Necesito más individuos inteligentes.”
“Eso va a ser difícil,” dijo el alcalde inseguro. “Hay escasez de élites. Si transfiero más aquí, no van a haber bastantes.”
“Quiero que le des a esto la máxima prioridad,” gritó el hombre de la bata. Al mismo tiempo se iluminó una de las luces de la pared.
“Ya está todo preparado en la sala de autopsias. Tengo que irme. ¿Qué vas a hacer?”
“Volver al Moondrop.”
Después de todo, es el sitio al que pertenezco.
“Ya veo. Cuento contigo. Para las muestras y para la mano de obra.”
Una sección de la pared se deslizó sin hacer ruido, y el hombre de la bata salió.
¿De verdad le necesitamos?
Una sospecha se levantó en su mente. Fue tan de repente que tuvo que cogerse el pecho con fuerza para calmar su respiración.
¿De verdad le necesito aquí? ¿Es necesario este proyecto? ¿No puedo reinar sin él y sin este proyecto?
Tomó aire un par de veces para normalizar su respiración. Miró el espacio vacío que tenía ante él.
¿Cómo deshacerse de un hombre ejecutado?
Pensó.
¿Qué pasaría si en vez de anunciar la muerte como el resultado de una enfermedad la anunciaba como una ejecución? Dejaría bien claro lo que le pasaba a aquellos que rompían las reglas dela Ciudad Sagrada de No. 6: aquellos que intentaban engañarla, aquellos que se revelaban y se oponían a someterse. No permitiría que nada se rebelase contra él. Dejaría clara su postura. Reforzaría la ley. La reforzaría lo suficiente para que todos los supiesen. Se arrestaría a todos los individuos sospechosos. Y, si las circunstancias lo requerían, podría cerrar el congreso.
¿Qué pasaría? ¿Se rebelarían los ciudadanos? Eran gente que habían vivido toda la vida sin ningún rastro de rebelión u objeción: ¿aún eran capaces de pensar por sí mismos? Mis ciudadanos, fieles como perros, tan débiles como gatitos, ¿se atreverían a rebelarse contra mí?
Sus labios se curvaron y de ellos escapó una risita.
Imposible.
Es imposible que pase eso. Se acobardarán ante el poder, se postrarán ante mí y me obedecerán.
“Alcalde, falta poco para la reunión,” le informó la voz de su secretaria desde el altavoz integrado en el emblema de la ciudad.
“Muy bien.”
“Un coche le está esperando.”
“Ya voy.”
Pero no puedo adelantarme. Hemos llegado hasta aquí. No es algo para emocionarse. Me encargaré de que todo vaya discreta y pefectamente.
Caminó hacía la pared. La puerta se abrió, y pudo ver el pasillo que había detrás. También era plateado.
omg omg omg lo vi y chillé, tiré el cuaderno al fuego y me puse a leer *O*
ResponderEliminaryahhhhh la parte de un nezumi débil e indefenso me encantó, aunque igual estaba >O< hiiiiiii~!! pobre sion le entró un sustaco ;_; y a nezumi igual.
uhhhh lo de NO.6 se vuelve mas oscuro...
gracias por la actua!