Disfrutadlo.
Capítulo 2
¿Quién le ha visto morir?
¿Quién mató a Cock Robin?
Yo, dijo el gorrión,
Con mi arco y mi flecha,
Maté a Cock Robin.
¿Quién le vio morir?
Yo, dijo la mosca,
Con mi pequeño ojo
Le vi morir.
-Mamá Oca
El hombre
observaba fascinado la moneda de oro que le había dado Inukashi.
“Es de
verdad,” murmuró Inukashi al perfil del hombre, con su barbilla delgada y sobresaliente.
Bajó el tono de voz para sonar lo más intimidante posible.
“Es oro de
verdad… ¿no?” La nuez del hombre subía y bajaba.
“Míralo todo
lo que quieras. Es de verdad, lo mires por donde lo mires.”
“S-sí…
tienes razón, es de verdad…”
“Es tuya.”
Inukashi habló un poco más rápido esa vez, como imponiéndose. La barbilla del
hombre tembló.
“¿Mío?”
“Sí. Tuyo.
Te la doy.”
“¿Eh? Pero –
ah – una moneda de oro es mucho dinero-”
“Pues claro.
Pero no estoy diciendo que sea gratis. No soy ningún alma caritativa a la que
le sobra el dinero. Te la daré como pago por un trabajo. ¿Qué te parece?”
“¿Trabajo?”
Los ojos del
hombre pasaron de la moneda de oro a Inukashi. Tenía los ojos muy abiertos,
como una especie de mascota asustada. Una sombra de sospecha cruzó por ellos.
Allá vamos.
Inukashi
apretó el puño.
Este momento es crucial. No voy a dejarle
tiempo para pensar. No voy a darle tiempo a sospechar. Le enseñaré el oro y le
tentaré. Es oro, tío, oro. No es algo que veas a menudo. Y sin olvidar
mencionar que este chico quiere dinero, necesita dinero… pero claro, no conozco a nadie que no quiera dinero, a no ser que estén muriendo.
Lo único que
había que hacer era ponerle delante de las narices lo que deseaba. Tenías que atraparlos
con palabras bonitas. Acorralarle para que no pudiese escapar. Hacerlo a fondo,
con habilidad. Lo único que tenía que hacer
era imitar el modo de hacerlo de Nezumi.
Me lo ha hecho tantas veces a mí que estoy
hasta las narices.
Heh.
Tuvo la
sensación de poder escuchar reírse a Nezumi. Hasta podía ver aquella sonrisa
irónica propia de él.
¿Ves? Puedes hacerlo tal y como te he enseñado. Buen chico. Luego te daré tu recompensa.
Cállate
Nezumi. Sólo para que lo sepas, no estoy
haciendo esto para ayudarte. Es por el oro. Voy a cruzar un puente tan
peligroso para poder echarle el guante a ese oro.
Negó con la
cabeza para hacer desaparecer la
ilusión.
Deja de meterte así en mi cabeza, idiota.
“¿A qué… te
refieres con trabajo?”
“Un trabajo
es un trabajo. Te estoy pidiendo que hagas un trabajo. A cambio de una moneda
de oro.”
Inukashi
chascó los dedos. El hombre parpadeó. La sombra de la sospecha de acentuó.
El hombre se
llamaba Getsuyaku. Se encargaba de la limpieza en el Correccional. Era un
conocido de Inukashi. Hacía bastante que Getsuyaku le pasaba a Inukashi sobras
y restos de comida. Por supuesto, era un intercambio bajo la mesa; era
contrabando. Cada tres días más o menos, Inukashi recibía una parte de la
comida y las sobras, y le daba a Getsuyaku la cantidad apropiada por la
cantidad de la carga. Normalmente eran unas monedas de cobre. Si había algo
interesante, una moneda de plata.
Pero aquella
era, probablemente, la ocasión en la que más palabras habían intercambiado. Sus
intercambios verbales normalmente eran tal que: “Aquí tienes”; “Gracias. Tu
pago”; “Bien”; y eso ni siquiera contaba como conversación, ya que ni se
miraban a los ojos. Siempre había sido así.
Getsuyaku se
encargaba de organizar y quemar los desechos que se producían en el
Correccional y de limpiar los robots que había dentro. Pasaba el día solo
dentro de una pequeña sala adyacente al vertedero y al incinerador encargándose
de las máquinas.
“Cuando
estoy ahí, no digo nada en todo el día. No veo a nadie, no hablo con
nadie. Es algo muy solitario. A veces no
sabría decir si soy una persona o si me estoy convirtiendo en una máquina.” Un
día, sin venir a cuento, Getsuyaku había empezado a quejarse. Inukashi le había
ofrecido respuestas vagas. Tiene que ser
duro, había asentido, pero por dentro le había contestado con mordacidad.
Deja de comportarte como un crío.
La sala de
control para los restos de comida y otros desechos estaba en la parte más
alejada del Correccional. Toda la basura que se producía se llevaba ahí. Las
máquinas la separaban y la llevaban al incinerador; máquinas ajustaban la
temperatura de incineración y se encargaban de las cenizas. Casi todo el
proceso se completaba de forma automática. Lo único que tenía que hacer
Getsuyaku era monitorizar y la puesta a punto de las máquinas. Una persona era
suficiente para el trabajo. Sí, un lugar de trabajo en el que no había nadie
con quien hablar era muy solitario. ¿Y qué? Uno no iba a morirse por no hablar
en un día.
Intenta vivir en un sitio en el que se pasa
tanta hambre que en lo único que piensas en todo el día es comida. Intenta
tirarte el día lamiendo piedras para aplacar el hambre. ¿Soledad? Eso sólo es
un lujo para gente como vosotros, que no tiene que preocuparse por llenarse el
estómago.
Pero
Inukashi se lo guardó para sí mismo. En voz alta, fingió compasión, diciendo
cosas como “tiene que ser duro”. Getsuyaku era un socio importante en cuestión
de intercambio. No conseguiría nada poniéndole en su contra.
Aunque la
separación, incineración y limpieza del incinerador era todo un proceso
automatizado, el paso previo a la separación requería de manos humanas. Era el
trabajo de pasa la basura del vertedero a la cinta. Por alguna razón, aquel era
el único proceso que no estaba automatizado. Getsuyaku tenía que manejar una
pequeña excavadora para levantar la basura y ponerla en la cinta. A veces hasta
había tenido que usar una herramienta tan arcaica como una pala para separar la
basura manualmente. Durante este proceso, ponía a un lado ropa que aún podía
usarse y comida que aún podía comerse y los escondía. Inukashi le compraba todo
el lote: así funcionaba la cosa. Inukashi distribuía el material entre los
vendedores de comida y ropa de segunda mano del Bloque Oeste, y sacaba una
cantidad decente dinero.
Para
Inukashi el que hubiese un proceso manual antes del automatizado era como un
regalo caído del cielo. Gracias a eso tenía un negocio.
El lugar de
trabajo de Getsuyaku no estaba equipado ni con cámaras de seguridad ni sistemas
de seguridad. Si pasaba algo, el propio Getsuyaku tenía que activar el
interruptor de emergencia que había en una esquina del panel de control.
“No creo que
fuese a venir nadie si lo pulso.” Inukahsi recordaba a Getsuyaku murmurar
aquello para sí mismo mientras miraba el interruptor rojo.
Aunque a los
empleados del Correcicional normalmente les recogía un autobús a la puerta de
su sección, Inukashi había escuchado que Getsuyaku era el único al que metían
dentro de un vehículo antiguo.
“Que me
traten así me hace avergonzarme de mí mismo. No tengo orgullo propio.”
Lo más
seguro es que aquello fuese otra de sus quejas. Últimamente las quejas de
Getsuyaku habían aumentado considerablemente.
¿Orgullo? Ja, ¿primero soledad, y ahora
orgullo? Ya estás con otro de tus numeritos de lujo, ¿eh? Tch, por lo menos
podrías hablar de algo que fuese a llenarme el estómago.
Aquello era,
por supuesto, pensamientos que se guardaba para él.
No le
importaba si Getsuyaku se sentía solo u orgulloso. Lo que importaba era que
aquel era el único lugar que no estaba cubierto por el mapa de seguridad del
Correccional. También era el único sitio que conectaba No. 6 y el Bloque Oeste
que no tenía barreras. Podía entender porque Nezumi se había fijado en él. Sin
embargo, era imposible pasar y entrar al Correccional desde allí. El pasillo
que llevaba a las zonas principales lo cerraban unas puertas dobles, hechas de
forma que Getsuyaku no podía abrirlas.
Quien
hubiese diseñado aquel edificio, lo había hecho de forma que fuese un laberinto
de que era extremadamente imposible infiltrarse o escapar; quizá esa persona se
había esforzado tanto en ello que no había podido prestarle atención al sistema
de desechos. O puede que nunca hubiese tenido en cuenta a la gente que se
encargaba de esos desechos. Seguramente nadie en el Departamento de Seguridad,
que presidía sobre el Correccional, se preocupaba de las condiciones laborales
de Getsuya. Si se producía un accidente
durante proceso, y Getsuyaku acababa herido de gravedad, las puertas del
Correccional no se abrirían para dejar pasar a los médicos. Las puertas
seguirían cerradas, y Getsuyaku acabaría muerto.
Era raro
pensarlo así.
Como
residente de Lost Town, Geetsuyaku era un semi-ciudadano. Pero eso no cambiaba
el hecho de que vivía dentro de la ciudad. Puede que fuese pobre, pero podía
vivir sin temer pasar hambre o morir congelado. Era lo suficientemente
afortunado para poder quejarse de la soledad. Para la gente del Bloque Oeste
como Inukashi, aquel estilo de vida era equivalente a vivir en un paraíso.
De las
breves conversaciones que habían mantenido, Inukashi podía decir que Getsuyaku
era un hombre amable y honesto. Pero la mirada de Getsuyaku a veces iba
acompañada de superioridad cuando miraba a Inukashi, el residente del Bloque
Oeste.
Estoy por encima de él.
Puedo comer hasta reventar.
No tengo que congelarme y morir de frío en
invierno.
Soy un ciudadano de No. 6.
Por eso estoy por encima de él.
Era algo
gracioso.
La gente
separaba en clases a otra gente. Aquellos a los que miraban por encima del
hombro, se volvían y miraban por encima del hombro a los que estaban por debajo
de ellos. Aquello no era un mecanismo que la sociedad les imponía; las personas
establecían ese orden en su interior, por propia voluntad.
Getsuyaku,
al que No. 6 trababa como una máquina, que se quejaba de cómo le trataban y
hasta se quejaba de ello, mostraba a Inukashi una actitud de superioridad
porque vivía en el Bloque Oeste. Le trataba con condescendencia.
Era gracioso.
Y raro.
A veces lo
humanos eran animales más estúpidos que los perros. Los perros también tenían
un orden social, pero éste se basaba en su fuerza. Los perros no se
clasificaban basándose en el pedigrí, su pelo o donde nacían.
Los humanos
no se preocupaban por hacer algo que ni siquiera los perros se molestaban en
hacer. Humanos – que ridículos –
Somos iguales.
Recordó una
voz de pronto. Resonó levemente en sus oídos. No era la Nezumi. La voz de
Nezumi también era clara, pero no era tan suave como esta.
Sion…
Es un crío raro y mimado que tiene el pelo
blanco. Sin mencionar que es un criminal de alto rango fugado. Criminal de alto
rango. Eso no es algo que te levantes un día y decides que quieres ser. Me
impresiona, en serio. Pero por otro lado, ha resultado ser un cabeza hueca de
primera… me deja sin palabras. Es un rarito.
Pero había
dicho aquello.
Son los mismos seres humanos que nosotros,
Inukashi.
Y entonces,
yo le pregunté.
¿Tú y yo
somos iguales?
Sí.
¿Somos
iguales que la gente de No. 6? La respuesta había sido clara, sin dudar.
Sí.
Sion. Era un
chico raro de pies a cabeza.
Hey, Sion. ¿No tienes sentido de la
jerarquía en tu interior? ¿No dibujas líneas entre los grupos de gente? ¿No desprecias
a los demás y piensas que eres mejor por ello?
Sion, como
seres humanos, ¿de verdad somos iguales?
“¿Qué…
quieres decir con trabajo?” Una voz áspera le preguntó. A Inukashi, que estaba
inmerso en sus pensamientos, le costó un poco contestar.
“¿Eh?”
“El trabajo
por la moneda de oro… ¿qué tengo que hacer?”
“¡Ah! Sí,
eso.” Ha picado el anzuelo más rápido de
lo que esperaba. Tiene que hacerle falta el dinero.
“Sólo para
que lo sepas, no voy a hacer nada peligroso,” dijo Getsuyaku apresuradamente.
“Mi hijo va a nacer en primavera. Tengo que trabajar y seguir llevando a casa
un sueldo. Bajo ninguna circunstancia voy a aceptar un trabajo que ponga en
peligro mi vida.”
Ya veo. Bien, vale. No quieres ponerte en
peligro. Pero necesitas el dinero hasta el punto de hacer casi cualquier cosa. Ya
veo.
Inukashi
entrecerró los ojos y dejó que sus labios dibujasen una pequeña sonrisa.
Aquella expresión también la había adoptado de Nezumi. Cuando querías camelarte
a alguien, les sonreías con dulzura, así. A ser posible de forma que la otra
persona se quedase sin espiración…
Ya veremos si puedo conseguirlo. No soy
actor. No puedo encandilar a la gente con la facilidad con la que lo hace
Nezumi.
Pero aun así
intentó sonreír. ¿Y ahora qué… Nezumi?
Notó como se
le aceleraba el corazón. El corazón le latía con fuerza contra el pecho.
Escuchaba el latido en sus oídos. Le sudaban las manos cuando las cerró y
apretó los puños. Le caía el sudor por la espalda. Tenía la garganta seca y su
lengua parecía papel de lija.
Inukashi se
dio cuenta de que estaba muy, muy nervioso.
Se dio
cuenta de que tenía que atraer a aquel hombre hasta su trampa usando cualquier
método al alcance de su mano. Tenía que hacer que el hombre hiciese lo que él
quería a cualquier precio. Tenía que conseguirlo. Si fallaba, las posibilidades
de escapar de Nezumi y Sion desaparecerían por completo. No volvería a verles.
Aunque desde
el principio ellos habían apostado por algo peligroso. La posibilidad de
escapar del Correccional era menos de un uno por ciento. Aun así esos dos
habían entrado. Y había pensado que eran idiotas por hacerlo. Idiotas entre
idiotas. Lo lógico era que los idiotas muriesen. Estaban recogiendo lo que
habían sembrado.
Sé que así son las cosas, lo sé. Pero –
Pero aun así quiero que vuelvan. Tengo ganas
de volver a verles. Sí, claro, también tengo el oro en el punto de mira. El brillo
de las montañas de oro me ha deslumbrado. Pero también quiero volver a verles.
Quiero volver a escuchar la risa y los sarcasmos de Nezumi, la forma rara de
hablar de Sion.
‘Oh, has
vuelto.’
‘Te dije que
volvería. No hago promesas en vano.’
‘Tch, deja
de darte aires. ¿Eso quiere decir que me toca aguantar tus tonterías otra vez?
Tch, no puedo esperar.’
‘Inukahsi,
perdona por haberte preocupado.’
‘¿Preocuparme?
Sion, ¿todavía estás durmiendo? No estaba preocupado en ab-’
‘Estabas
preocupado por nosotros, ¿verdad?’
‘Idiota.’
Quería
mantener una conversación por ese estilo con ellos. Quería hablar con ellos. Rezo… rezo para que sobreviváis y para que
volváis. No voy a rezarle a Dios. No voy a aferrarme a él. Me rezaré a mí
mismo, me aferraré a mí. Haré todo lo que pueda. No voy a rendirme…. Voy a
seguir creyendo en mí mismo, y en vosotros.
¿No es eso una plegaria, Nezumi?
Getsuyaku
vio la sonrisa de Inukashi y bajó la barbilla. Así que no le había funcionado
igual de bien que a Nezimi. Típico. Lo más seguro que hubiese algo raro en
ello. Y eso había hecho que Getsuyaku sintiese aprehensión.
Inukashi se
aclaró la garganta y frunció los labios.
“Es genial.
Enhorabuena. No te preocupes, no voy a pedirte algo tan estúpido como tu vida a
cambio de un pago. Es un trabajo fácil. Muy fácil. Pero es algo que sólo tú
puedes hacer. De ahí que merezca un pago de una moneda de oro.”
“Es fácil,
pero merece un pago de una moneda de oro,” repitió Getsuyaku, que sospechaba.
“Ya te lo he
dicho, es algo que sólo tú puedes hacer. Y sé que vas a poder hacerlo.”
La cara de
Getsuyaku se relajó levemente.
Sólo tú puedes hacerlo.
Y podrás hacerlo.
Tenías que
inflar su orgullo. Acariciarle con palabras. Eso sanaría a su auto respeto, que
estaba hecho trizas.
“Te lo pido
por favor. Trabaja conmigo, Getsuyaku-san.”
“No es tan
fácil… ¿qué tendría que hacer?”
“Quiero que
descontroles a los robots.”
“¿Eh?”
“También te
encargas de los robots de limpieza, aparte de encargarte de los desechos, ¿no?”
“Ah – bueno,
sí. Aunque monitorizarlos consiste en
pulsar el interruptor de los robots que están apagados. Los robots empiezan a
moverse y se ponen a limpiar por su cuenta. Sólo me encargo de la puesta a
punto mensual.”
“¿Cuándo es
la próxima?”
“La semana
que viene.”
“¿No puedes
hacerla mañana?”
“¿Mañana?
Mañana es la Celebración Sagrada.”
“Lo sé. Es
un día festivo en No. 6.”
“Es –
fiesta, lo que quiere decir que la mayoría de trabajadores tiene el día libre…
incluído yo.”
“Tú no
tienes el día libre,” replicó Inukashi. “Tú mismo me lo has dicho. Sólo tienes
tres días libres al mes, y la Celebración Sagrada no cuenta. Te estabas
quejando de ello.”
“Bueno –
p-pero…”
“Debería ser
fácil. Pones la excusa de que notas algo raro en sus movimientos y adelantas la
puesta a punto una semana. No hay más.”
“No, es
imposible-”
“Podrías hacerlo. Has tenido que ver
muchos casos parecidos.” Sion se lo había dicho una vez.
“Limpiar los
robots es necesario para que puedan realizar acciones más complicadas. SI
fuesen como Ippo y el resto – (aquí a Inukashi se le había escapado preguntar
qué era Ippo. Le exasperó saber que era el nombre de un robot. Supuestamente,
le había puesto el nombre el compañero de Sion. Dijo que les había puesto Ippo, Niho y Sampo. Un paso, Dos pasos y Tres
pasos. Ja, no puedo creer lo tranquilo que era ese tipo. Le había hecho
gracia que el chico pronunciase los nombres de los robots con afecto, igual que
hacía con los ratones.) – y solo tenían que limpiar el parque, sólo tendrían
que realizar movimientos relativamente simples, porque no hay separación
estricta de basura. Pero están operando dentro de un edificio, y no uno
cualquiera: se reunen el mismo punto basura de varias secciones. Un tipo de
movimiento simple no es suficiente. El tipo de basura y las manchas que ésta
deja varía dependiendo de la sección de la que viene, así que estoy seguro de
que sus mecanismos son mucho más complicados.”
“Lo que
significa que necesitan un mantenimiento minucioso. Y no se puede permitir que
se rompan.”
Eso fue lo que dijo Nezumi, si la memoria no
me falla. Y Sion asintió.
“A juzgar
por mi experiencia, estoy seguro de que tienen muchos problemas. La función de
distinguir falla, sus movimientos son más lentos, o algo por el estilo,”
“Ya veo.”
Entonces Nezumi sonrió con languidez, y me miró. No me gustó
esa mirada. Era una mirada significativa, y algo sugestiva. Nada bueno sale
cuando pone esa mirada. Corté el contacto visual enseguida. Aunque ya era muy
tarde.
Por aquel entonces, no entendía el
significado de esa mirada. Ahora lo sé. ‘Inukashi, esta es tu oportunidad
de brillar. Es un papel principal. Hazlo bien.”
Ya lo sé. Mírame bien, Nezumi. Lo voy a
hacer tan bien que a mi lado vas a parecer un actor de cuarta.
Nunca es tarde si la dicha es buena. Iremos leyendo y disfrutando.
ResponderEliminar¡Feliz Halloween!