miércoles, 31 de octubre de 2012

No. 6 Vol 6 Cap 2 Parte 1

Sé que dije que iba a subirlo antes, pero por cuestiones de la vida no ha podido ser. Dejo medio capítulo más o menos, el resto aún tengo que corregirlo pero no puedo terminarlo ahora y mañana no se si podré, así que os dejo esto que es menos que nada.

Disfrutadlo.




Capítulo 2
¿Quién le ha visto morir?

¿Quién mató a Cock Robin?
Yo, dijo el gorrión,
Con mi arco y mi flecha,
Maté a Cock Robin.
¿Quién le vio morir?
Yo, dijo la mosca,
Con mi pequeño ojo
Le vi morir.
-Mamá Oca


El hombre observaba fascinado la moneda de oro que le había dado Inukashi.

“Es de verdad,” murmuró Inukashi al perfil del hombre, con su barbilla delgada y sobresaliente. Bajó el tono de voz para sonar lo más intimidante posible.

“Es oro de verdad… ¿no?” La nuez del hombre subía y bajaba.

“Míralo todo lo que quieras. Es de verdad, lo mires por donde lo mires.”

“S-sí… tienes razón, es de verdad…”

“Es tuya.” Inukashi habló un poco más rápido esa vez, como imponiéndose. La barbilla del hombre tembló.

“¿Mío?”

“Sí. Tuyo. Te la doy.”

“¿Eh? Pero – ah – una moneda de oro es mucho dinero-”

“Pues claro. Pero no estoy diciendo que sea gratis. No soy ningún alma caritativa a la que le sobra el dinero. Te la daré como pago por un trabajo. ¿Qué te parece?”

“¿Trabajo?”

Los ojos del hombre pasaron de la moneda de oro a Inukashi. Tenía los ojos muy abiertos, como una especie de mascota asustada. Una sombra de sospecha cruzó por ellos.

Allá vamos.

Inukashi apretó el puño.

Este momento es crucial. No voy a dejarle tiempo para pensar. No voy a darle tiempo a sospechar. Le enseñaré el oro y le tentaré. Es oro, tío, oro. No es algo que veas a menudo. Y sin olvidar mencionar que este chico quiere dinero, necesita dinero… pero claro, no conozco a nadie que no quiera dinero, a no ser que estén muriendo.

Lo único que había que hacer era ponerle delante de las narices lo que deseaba. Tenías que atraparlos con palabras bonitas. Acorralarle para que no pudiese escapar. Hacerlo a fondo, con habilidad. Lo único que tenía que hacer  era imitar el modo de hacerlo de Nezumi.
Me lo ha hecho tantas veces a mí que estoy hasta las narices.

Heh.

Tuvo la sensación de poder escuchar reírse a Nezumi. Hasta podía ver aquella sonrisa irónica propia de él.

¿Ves? Puedes hacerlo tal y como te he enseñado. Buen chico. Luego te daré tu recompensa.

Cállate Nezumi.  Sólo para que lo sepas, no estoy haciendo esto para ayudarte. Es por el oro. Voy a cruzar un puente tan peligroso para poder echarle el guante a ese oro.

Negó con la cabeza para hacer desaparecer la  ilusión.

Deja de meterte así en mi cabeza, idiota.

“¿A qué… te refieres con trabajo?”

“Un trabajo es un trabajo. Te estoy pidiendo que hagas un trabajo. A cambio de una moneda de oro.”

Inukashi chascó los dedos. El hombre parpadeó. La sombra de la sospecha de acentuó.

El hombre se llamaba Getsuyaku. Se encargaba de la limpieza en el Correccional. Era un conocido de Inukashi. Hacía bastante que Getsuyaku le pasaba a Inukashi sobras y restos de comida. Por supuesto, era un intercambio bajo la mesa; era contrabando. Cada tres días más o menos, Inukashi recibía una parte de la comida y las sobras, y le daba a Getsuyaku la cantidad apropiada por la cantidad de la carga. Normalmente eran unas monedas de cobre. Si había algo interesante, una moneda de plata.

Pero aquella era, probablemente, la ocasión en la que más palabras habían intercambiado. Sus intercambios verbales normalmente eran tal que: “Aquí tienes”; “Gracias. Tu pago”; “Bien”; y eso ni siquiera contaba como conversación, ya que ni se miraban a los ojos. Siempre había sido así.

Getsuyaku se encargaba de organizar y quemar los desechos que se producían en el Correccional y de limpiar los robots que había dentro. Pasaba el día solo dentro de una pequeña sala adyacente al vertedero y al incinerador encargándose de las máquinas.

“Cuando estoy ahí, no digo nada en todo el día. No veo a nadie, no hablo con nadie.  Es algo muy solitario. A veces no sabría decir si soy una persona o si me estoy convirtiendo en una máquina.” Un día, sin venir a cuento, Getsuyaku había empezado a quejarse. Inukashi le había ofrecido respuestas vagas. Tiene que ser duro, había asentido, pero por dentro le había contestado con mordacidad.

Deja de comportarte como un crío.

La sala de control para los restos de comida y otros desechos estaba en la parte más alejada del Correccional. Toda la basura que se producía se llevaba ahí. Las máquinas la separaban y la llevaban al incinerador; máquinas ajustaban la temperatura de incineración y se encargaban de las cenizas. Casi todo el proceso se completaba de forma automática. Lo único que tenía que hacer Getsuyaku era monitorizar y la puesta a punto de las máquinas. Una persona era suficiente para el trabajo. Sí, un lugar de trabajo en el que no había nadie con quien hablar era muy solitario. ¿Y qué? Uno no iba a morirse por no hablar en un día.

Intenta vivir en un sitio en el que se pasa tanta hambre que en lo único que piensas en todo el día es comida. Intenta tirarte el día lamiendo piedras para aplacar el hambre. ¿Soledad? Eso sólo es un lujo para gente como vosotros, que no tiene que preocuparse por llenarse el estómago.

Pero Inukashi se lo guardó para sí mismo. En voz alta, fingió compasión, diciendo cosas como “tiene que ser duro”. Getsuyaku era un socio importante en cuestión de intercambio. No conseguiría nada poniéndole en su contra.

Aunque la separación, incineración y limpieza del incinerador era todo un proceso automatizado, el paso previo a la separación requería de manos humanas. Era el trabajo de pasa la basura del vertedero a la cinta. Por alguna razón, aquel era el único proceso que no estaba automatizado. Getsuyaku tenía que manejar una pequeña excavadora para levantar la basura y ponerla en la cinta. A veces hasta había tenido que usar una herramienta tan arcaica como una pala para separar la basura manualmente. Durante este proceso, ponía a un lado ropa que aún podía usarse y comida que aún podía comerse y los escondía. Inukashi le compraba todo el lote: así funcionaba la cosa. Inukashi distribuía el material entre los vendedores de comida y ropa de segunda mano del Bloque Oeste, y sacaba una cantidad decente dinero.

Para Inukashi el que hubiese un proceso manual antes del automatizado era como un regalo caído del cielo. Gracias a eso tenía un negocio.

El lugar de trabajo de Getsuyaku no estaba equipado ni con cámaras de seguridad ni sistemas de seguridad. Si pasaba algo, el propio Getsuyaku tenía que activar el interruptor de emergencia que había en una esquina del panel de control.

“No creo que fuese a venir nadie si lo pulso.” Inukahsi recordaba a Getsuyaku murmurar aquello para sí mismo mientras miraba el interruptor rojo.

Aunque a los empleados del Correcicional normalmente les recogía un autobús a la puerta de su sección, Inukashi había escuchado que Getsuyaku era el único al que metían dentro de un vehículo antiguo.

“Que me traten así me hace avergonzarme de mí mismo. No tengo orgullo propio.”

Lo más seguro es que aquello fuese otra de sus quejas. Últimamente las quejas de Getsuyaku habían aumentado considerablemente.

¿Orgullo? Ja, ¿primero soledad, y ahora orgullo? Ya estás con otro de tus numeritos de lujo, ¿eh? Tch, por lo menos podrías hablar de algo que fuese a llenarme el estómago.

Aquello era, por supuesto, pensamientos que se guardaba para él.

No le importaba si Getsuyaku se sentía solo u orgulloso. Lo que importaba era que aquel era el único lugar que no estaba cubierto por el mapa de seguridad del Correccional. También era el único sitio que conectaba No. 6 y el Bloque Oeste que no tenía barreras. Podía entender porque Nezumi se había fijado en él. Sin embargo, era imposible pasar y entrar al Correccional desde allí. El pasillo que llevaba a las zonas principales lo cerraban unas puertas dobles, hechas de forma que Getsuyaku no podía abrirlas.

Quien hubiese diseñado aquel edificio, lo había hecho de forma que fuese un laberinto de que era extremadamente imposible infiltrarse o escapar; quizá esa persona se había esforzado tanto en ello que no había podido prestarle atención al sistema de desechos. O puede que nunca hubiese tenido en cuenta a la gente que se encargaba de esos desechos. Seguramente nadie en el Departamento de Seguridad, que presidía sobre el Correccional, se preocupaba de las condiciones laborales de Getsuya.  Si se producía un accidente durante proceso, y Getsuyaku acababa herido de gravedad, las puertas del Correccional no se abrirían para dejar pasar a los médicos. Las puertas seguirían cerradas, y Getsuyaku acabaría muerto.

Era raro pensarlo así.

Como residente de Lost Town, Geetsuyaku era un semi-ciudadano. Pero eso no cambiaba el hecho de que vivía dentro de la ciudad. Puede que fuese pobre, pero podía vivir sin temer pasar hambre o morir congelado. Era lo suficientemente afortunado para poder quejarse de la soledad. Para la gente del Bloque Oeste como Inukashi, aquel estilo de vida era equivalente a vivir en un paraíso.

De las breves conversaciones que habían mantenido, Inukashi podía decir que Getsuyaku era un hombre amable y honesto. Pero la mirada de Getsuyaku a veces iba acompañada de superioridad cuando miraba a Inukashi, el residente del Bloque Oeste.

Estoy por encima de él.
Puedo comer hasta reventar.
No tengo que congelarme y morir de frío en invierno.
Soy un ciudadano de No. 6.
Por eso estoy por encima de él.

Era algo gracioso.

La gente separaba en clases a otra gente. Aquellos a los que miraban por encima del hombro, se volvían y miraban por encima del hombro a los que estaban por debajo de ellos. Aquello no era un mecanismo que la sociedad les imponía; las personas establecían ese orden en su interior, por propia voluntad.

Getsuyaku, al que No. 6 trababa como una máquina, que se quejaba de cómo le trataban y hasta se quejaba de ello, mostraba a Inukashi una actitud de superioridad porque vivía en el Bloque Oeste. Le trataba con condescendencia.

Era gracioso. Y raro.

A veces lo humanos eran animales más estúpidos que los perros. Los perros también tenían un orden social, pero éste se basaba en su fuerza. Los perros no se clasificaban basándose en el pedigrí, su pelo o donde nacían.

Los humanos no se preocupaban por hacer algo que ni siquiera los perros se molestaban en hacer. Humanos – que ridículos –

Somos iguales.

Recordó una voz de pronto. Resonó levemente en sus oídos. No era la Nezumi. La voz de Nezumi también era clara, pero no era tan suave como esta.

Sion…

Es un crío raro y mimado que tiene el pelo blanco. Sin mencionar que es un criminal de alto rango fugado. Criminal de alto rango. Eso no es algo que te levantes un día y decides que quieres ser. Me impresiona, en serio. Pero por otro lado, ha resultado ser un cabeza hueca de primera… me deja sin palabras. Es un rarito.

Pero había dicho aquello.

Son los mismos seres humanos que nosotros, Inukashi.

Y entonces, yo le pregunté.

¿Tú y yo somos iguales?

Sí.

¿Somos iguales que la gente de No. 6? La respuesta había sido clara, sin dudar.

Sí.

Sion. Era un chico raro de pies a cabeza.

Hey, Sion. ¿No tienes sentido de la jerarquía en tu interior? ¿No dibujas líneas entre los grupos de gente? ¿No desprecias a los demás y piensas que eres mejor por ello?

Sion, como seres humanos, ¿de verdad somos iguales?


“¿Qué… quieres decir con trabajo?” Una voz áspera le preguntó. A Inukashi, que estaba inmerso en sus pensamientos, le costó un poco contestar.

“¿Eh?”

“El trabajo por la moneda de oro… ¿qué tengo que hacer?”

“¡Ah! Sí, eso.” Ha picado el anzuelo más rápido de lo que esperaba. Tiene que hacerle falta el dinero.

“Sólo para que lo sepas, no voy a hacer nada peligroso,” dijo Getsuyaku apresuradamente. “Mi hijo va a nacer en primavera. Tengo que trabajar y seguir llevando a casa un sueldo. Bajo ninguna circunstancia voy a aceptar un trabajo que ponga en peligro mi vida.”

Ya veo. Bien, vale. No quieres ponerte en peligro. Pero necesitas el dinero hasta el punto de hacer casi cualquier cosa. Ya veo.

Inukashi entrecerró los ojos y dejó que sus labios dibujasen una pequeña sonrisa. Aquella expresión también la había adoptado de Nezumi. Cuando querías camelarte a alguien, les sonreías con dulzura, así. A ser posible de forma que la otra persona se quedase sin espiración…

Ya veremos si puedo conseguirlo. No soy actor. No puedo encandilar a la gente con la facilidad con la que lo hace Nezumi.

Pero aun así intentó sonreír. ¿Y ahora qué… Nezumi?

Notó como se le aceleraba el corazón. El corazón le latía con fuerza contra el pecho. Escuchaba el latido en sus oídos. Le sudaban las manos cuando las cerró y apretó los puños. Le caía el sudor por la espalda. Tenía la garganta seca y su lengua parecía papel de lija.

Inukashi se dio cuenta de que estaba muy, muy nervioso.

Se dio cuenta de que tenía que atraer a aquel hombre hasta su trampa usando cualquier método al alcance de su mano. Tenía que hacer que el hombre hiciese lo que él quería a cualquier precio. Tenía que conseguirlo. Si fallaba, las posibilidades de escapar de Nezumi y Sion desaparecerían por completo. No volvería a verles.

Aunque desde el principio ellos habían apostado por algo peligroso. La posibilidad de escapar del Correccional era menos de un uno por ciento. Aun así esos dos habían entrado. Y había pensado que eran idiotas por hacerlo. Idiotas entre idiotas. Lo lógico era que los idiotas muriesen. Estaban recogiendo lo que habían sembrado.

Sé que así son las cosas, lo sé. Pero –

Pero aun así quiero que vuelvan. Tengo ganas de volver a verles. Sí, claro, también tengo el oro en el punto de mira. El brillo de las montañas de oro me ha deslumbrado. Pero también quiero volver a verles. Quiero volver a escuchar la risa y los sarcasmos de Nezumi, la forma rara de hablar de Sion.

‘Oh, has vuelto.’

‘Te dije que volvería. No hago promesas en vano.’

‘Tch, deja de darte aires. ¿Eso quiere decir que me toca aguantar tus tonterías otra vez? Tch, no puedo esperar.’

‘Inukahsi, perdona por haberte  preocupado.’

‘¿Preocuparme? Sion, ¿todavía estás durmiendo? No estaba preocupado en ab-’

‘Estabas preocupado por nosotros, ¿verdad?’

‘Idiota.’

Quería mantener una conversación por ese estilo con ellos. Quería hablar con ellos. Rezo… rezo para que sobreviváis y para que volváis. No voy a rezarle a Dios. No voy a aferrarme a él. Me rezaré a mí mismo, me aferraré a mí. Haré todo lo que pueda. No voy a rendirme…. Voy a seguir creyendo en mí mismo, y en vosotros.

¿No es eso una plegaria, Nezumi?

Getsuyaku vio la sonrisa de Inukashi y bajó la barbilla. Así que no le había funcionado igual de bien que a Nezimi. Típico. Lo más seguro que hubiese algo raro en ello. Y eso había hecho que Getsuyaku sintiese aprehensión.

Inukashi se aclaró la garganta y frunció los labios.

“Es genial. Enhorabuena. No te preocupes, no voy a pedirte algo tan estúpido como tu vida a cambio de un pago. Es un trabajo fácil. Muy fácil. Pero es algo que sólo tú puedes hacer. De ahí que merezca un pago de una moneda de oro.”

“Es fácil, pero merece un pago de una moneda de oro,” repitió Getsuyaku, que sospechaba.

“Ya te lo he dicho, es algo que sólo tú puedes hacer. Y sé que vas a poder hacerlo.”

La cara de Getsuyaku se relajó levemente.

Sólo tú puedes hacerlo.

Y podrás hacerlo.

Tenías que inflar su orgullo. Acariciarle con palabras. Eso sanaría a su auto respeto, que estaba hecho trizas.

“Te lo pido por favor. Trabaja conmigo, Getsuyaku-san.”

“No es tan fácil… ¿qué tendría que hacer?”

“Quiero que descontroles a los robots.”

“¿Eh?”

“También te encargas de los robots de limpieza, aparte de encargarte de los desechos, ¿no?”

“Ah – bueno, sí.  Aunque monitorizarlos consiste en pulsar el interruptor de los robots que están apagados. Los robots empiezan a moverse y se ponen a limpiar por su cuenta. Sólo me encargo de la puesta a punto mensual.”

“¿Cuándo es la próxima?”

“La semana que viene.”

“¿No puedes hacerla mañana?”

“¿Mañana? Mañana es la Celebración Sagrada.”

“Lo sé. Es un día festivo en No. 6.”

“Es – fiesta, lo que quiere decir que la mayoría de trabajadores tiene el día libre… incluído yo.”

“Tú no tienes el día libre,” replicó Inukashi. “Tú mismo me lo has dicho. Sólo tienes tres días libres al mes, y la Celebración Sagrada no cuenta. Te estabas quejando de ello.”

“Bueno – p-pero…”

“Debería ser fácil. Pones la excusa de que notas algo raro en sus movimientos y adelantas la puesta a punto una semana. No hay más.”

“No, es imposible-”

Podrías hacerlo. Has tenido que ver muchos casos parecidos.” Sion se lo había dicho una vez.

“Limpiar los robots es necesario para que puedan realizar acciones más complicadas. SI fuesen como Ippo y el resto – (aquí a Inukashi se le había escapado preguntar qué era Ippo. Le exasperó saber que era el nombre de un robot. Supuestamente, le había puesto el nombre el compañero de Sion. Dijo que les había puesto Ippo, Niho y Sampo. Un paso, Dos pasos y Tres pasos. Ja, no puedo creer lo tranquilo que era ese tipo. Le había hecho gracia que el chico pronunciase los nombres de los robots con afecto, igual que hacía con los ratones.) – y solo tenían que limpiar el parque, sólo tendrían que realizar movimientos relativamente simples, porque no hay separación estricta de basura. Pero están operando dentro de un edificio, y no uno cualquiera: se reunen el mismo punto basura de varias secciones. Un tipo de movimiento simple no es suficiente. El tipo de basura y las manchas que ésta deja varía dependiendo de la sección de la que viene, así que estoy seguro de que sus mecanismos son mucho más complicados.”

“Lo que significa que necesitan un mantenimiento minucioso. Y no se puede permitir que se rompan.”

Eso fue lo que dijo Nezumi, si la memoria no me falla. Y Sion asintió.

“A juzgar por mi experiencia, estoy seguro de que tienen muchos problemas. La función de distinguir falla, sus movimientos son más lentos, o algo por el estilo,”

“Ya veo.”

Entonces Nezumi  sonrió con languidez, y me miró. No me gustó esa mirada. Era una mirada significativa, y algo sugestiva. Nada bueno sale cuando pone esa mirada. Corté el contacto visual enseguida. Aunque ya era muy tarde.

Por aquel entonces, no entendía el significado de esa mirada. Ahora lo sé. ‘Inukashi, esta es tu oportunidad de brillar. Es un papel principal. Hazlo bien.”

Ya lo sé. Mírame bien, Nezumi. Lo voy a hacer tan bien que a mi lado vas a parecer un actor de cuarta.

1 comentario:

  1. Nunca es tarde si la dicha es buena. Iremos leyendo y disfrutando.
    ¡Feliz Halloween!

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