Que lo disfrutéis.
Capítulo 1
Mejor sería no saber de mí mismo
Al saber lo que hice mejor sería no saber de
mí mismo.
¡Despierta a Duncan con tus aldabazos!
¡Ojalá pudieras!
-Macbeth
Acto II Escena II
Escuchó el
viento. Era un sonido seco y triste.
No puede ser…
Sion se
detuvo y parpadeó con lentitud. Estaba oscuro. Aunque sus ojos se habían
acostumbrado a la oscuridad, la penumbra sólo se reflejaba en sus ojos como
tal, y estaba completamente teñida de negro. Y, claro está, no soplaba ningún
viento.
Estaban en
el fondo de la tierra.
Un lugar en
el seno de No. 6 – un sitio precisamente oscuro. El sótano del Correccional.
Claro que no iba a soplar el viento. Ni siquiera podía haberlo escuchado. Pero
aun así estaba seguro de haber escuchado un silbido agudo. Había sido sólo
durante un instante, pero lo había escuchado.
No era algo
que hubiese escuchado antes en No. 6, donde había estado viviendo hasta no
hacía mucho. No era una brisa que mecía con suavidad los numerosos toldos, ni
era algo que le traía la fragancia de las flores. Era –
El viento de
las ruinas.
Era el grito
del viento que silbaba entre los restos del hotel en ruinas en una esquina del
Bloque Oeste. Era un viento frío. Cada vez que lo sentía golpear su cuerpo,
recordaba haber tenido la sensación de helarse hasta los huesos. Y de hecho,
gente como los ancianos que caían en las calles, incapaces de moverse, o niños
que no tenían energía por estar hambrientos, sufría sus latigazos y acababa por
morir congelada. Era un viento invernal cruel y despiadado.
Pero lo
echaba de menos.
Prefería un
millón de veces el viento helado que soplaba en las ruinas a la suave brisa que
recorría No. 6.
¿Qué estaría
haciendo Inukashi? ¿Estaría hirviendo las sobras en aquella olla tan grande
para dárselas a sus perros? ¿Estaría ocupado contando las ganancias del día?
Inukashi, con su piel morena, su pelo negro y su cuerpo enjuto.
Había dejado
un bebé al cuidado de Inukashi. Le había obligado a encargarse de un niño en
contra de su voluntad.
Déjate de tonterías, Sion. Mi hotel es un
negocio, no un orfanato sin ánimo de lucro.
Sion podía
imaginarse la mueca de disgusto en su cara.
Lo siento,
Inukashi. No tenía a nadie más. No he tenido más remedio que aferrarme a ti y
suplicarte que me ayudes.
Tsk.
Inukashi
chascó la lengua.
Un incordio vayas donde vayas, ¿eh? Está
bien, me encargaré de él. Hasta yo tengo un corazón que puede sentir un poco de
compasión. Pero es muy pequeño, hasta los perros van a despreciarle. Aunque no
me queda otra. Uno de mis perros ha arriesgado la vida para protegerle. No
puedo deshacerme de él… Mírame, soy un blando. Hasta me pongo enfermo a mí
mismo.
Inukashi, te
doy las gracias.
Tu gratitud no me hace feliz. No me reporta
ningún beneficio. Sion, voy a encargarme del bebé por ahora. ¿Lo entiendes? Sólo por ahora. Más te vale
volver a por él. Tu has decidido acogerle. Tú lo crías. ¿Entendido? Más te vale
volver…
“Sion.”
Nezumi se
giró y le llamó. Podía ver con claridad aquellos brillantes ojos grises.
Incluso en aquella oscuridad, los ojos de Nezumi absorbían la luz y la
soltaban. O – Sion dejó vagar sus
pensamientos.
¿O podría encontrar esos ojos aunque no
hubiese luz, aunque estuviese inmerso en una oscuridad sin ningún rayo de luz
para iluminar mi camino?
“No te
pares. Sígueme.”
“Oh – sí. Lo
siento, me he distraído.”
“¿Distraído?”
“Me ha
parecido escuchar el viento. El mismo viento que sopla en las ruinas de
Inukashi… sé que me lo he imagido, pero – Nezumi.”
“¿Hm?”
“Me pregunto
qué estará haciendo Inukashi ahora mismo.”
Nezumi
parpadeó. Sion le vio tomar aire.
“Los tienes
cuadrados.”
“¿Eh?”
“No todos
pueden distraerse en una situación así. La mayoría de gente se pondría
histérica y tendría una crisis nerviosa, pero escuchar el viento o pensar en
otras personas – es demasiado. Tenerlos así de cuadrados creo que te pone al
nivel de un dios. ¿Vas a dejar que te adore una vez por la mañana y otra por la
tarde a diario?
“¿Estás
siendo sarcástico?” Dijo Sion monótonamente.
“Jamás,”
dijo Nezumi. “No me atrevo a hacerme el listo con un dios. Estoy impresionado
de verdad. Pero-”
Cogió a Sion
del brazo. Dolía. Nezumi le estaba clavando los dedos. Sabía la fuerza que tenían
esos dedos, a pesar de lo finos y delicados que parecían. Habían sido muchas
las veces que Nezumi le había apretado el brazo con fuerza. Habían sido muchas las veces que Nezumi le
había cogido del brazo y le había levantado. Una y otra vez, infinitas veces –
de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza, de la ficción a la
realidad, Sion había conseguido seguir adelante gracias a esos dedos.
“A partir de
ahora, mira a ver si eres más un humano cobarde. No te preocupes por Inukashi.
Piensa sólo en protegerte a ti mismo.”
“Entendido.”
“¿En serio?”
“Sí. Creo.”
“Creo, ¿eh?
Nada me tranquiliza menos.” Nezumi se echó a reír. Fue una risa corta, pero
ligera y alegre. “Mira dónde estamos, en qué situación y de lo que estamos
hablando. Creo que los dos somos la falta de seriedad en persona. A lo mejor
puedo unirme a los dioses si me junto contigo un poco más.”
Entonces su
tono se transformó en uno duro y severo. Apretó más los dedos.
“Pase lo que
pase, no te separes de mí. Sigue adelante con tu propia fuerza. Ya te lo he
dicho. No voy a repetírtelo.”
Sion
asintió. Nezumi le dio la espalda y echó a andar, habiendo visto o sentido la
inclinación de cabeza de Sion. La figura que tenía delante no se daría la
vuelta con facilidad. Sion lo sabía de sobra.
Si no estaba
lo suficientemente desesperado para vivir, si no se aferraba a la vida,
entonces Nezumi no se giraría hacia él.
Nezumi nunca
adoraría a un dios frívolo y descuidado. Sion inhaló oscuridad y dio un paso
adelante.
Había un
pequeño camino ligeramente inclinado hacia arriba entre las rocas. Era del
tamaño justo para que un adulto pasase por él. Puede que hasta fuese más
estrecho que el pasaje anterior, hecho de paredes de cemento y bombillas a
intervalos regulares. No fue una caminata larga, pero tanto giro lo hizo más
difícil de andar.
Pero por lo menos –
Sion se secó
el sudor con el dorso de la mano.
Pero por lo menos no huele a sangre.
El aire no
tenía el hedor a sangre que había llenado el otro pasaje. No había gritos o
gemidos de gente muriendo – siendo asesinada.
Sólo había
oscuridad.
Aunque
aquello sólo fuese a durar un momento; aunque hubiese una realidad más allá de
la imaginación de Sion esperándole detrás de la oscuridad, como siempre había
sido, no tendría que respirar el hedor de la gente siendo asesinada cruel e
injustamente.
Estaba
agradecido. Agradecido como si hubiese encontrado un oasis en medio del
desierto.
Eres un ingenuo.
Se mordió el
labio inferior.
No hacía
falta que Nezumi se lo dijese. Era muy ingenuo.
No puedo olerlo. No puedo oírlo. No puedo
verlo porque hay una pared que nos separa.
Pero aun así está pasando justo al lado.
La realidad
de docenas de gente – incluidos recién nacidos – siendo asesinados cruel e
injustamente seguía existiendo en el mismo sitio y al mismo tiempo en el que
estaba Sion.
Sólo porque
no pudiese olerlo, porque no pudiese escucharlo, porque no pudiese verlo, no
quería decir que no existiese. Sólo porque había llegado a un oasis no
significaba que el desierto hubiese desaparecido.
Soy un ingenuo; soy un idealista. No
podía evitar poner excusas. No podía evitar intentar olvidar la ira que había
sentido al ver aquella brutalidad. Quería apartar la vista de aquellas cosas
tan horripilantes. Quería encogerse y dejarse caer en la comodidad de un sueño
ignorante.
Soy un ingenuo. Y soy débil.
Trazó la
pared rocosa con la mano, y se esforzó al máximo para seguirle el ritmo a
Nezumi.
Ahora lo que
importaba era seguirle. Y siempre le he
seguido. Había recorrido un camino la noche que había llegado al Bloque
Oeste. Lo había atravesado. Si no hubiese sido por esa experiencia, lo más
seguro es que no fuese capaz de caminar entre aquella oscuridad tan opresiva
que parecía aplastar sus ojos.
En ese sentido, me he hecho un poco más
fuerte, se dijo a sí mismo. Cree.
Tienes fuerza en tu interior. Cree en ti mismo. Era muy fácil despreciarse
a sí mismo y auto compadecerse – pero aquello no servía de nada. Creer en uno
mismo era ser fuerte. Con esa fuerza como energía, como arma, uno podía superar
infinitas dificultades.
Sion
canalizó su concentración en sus pies, y avanzó paso tras paso. Se encontró con
una luz. Era tenue. Su brillo iba aumentando gradualmente.
Observó la
figura de Nezumi deslizarse en aquella luz tenue. Sion apretó el paso.
“Oh-” se
quedó sin aliento.
Habían
llegado a una cámara espaciosa. Mucho más grande que la sala en la que habían
luchado Nezumi y el hombre del color de la arena. El techo estaba muy alto.
Parecía tener unos tres pisos. Las mismas piedras toscas sobresalían de todas
partes.
Estas cuevas son naturales, enormes y
complejas. Se lo había dicho Nezumi. Entonces aquello sería una sala creada
naturalmente. Había velas encendidas aquí y allá en las grietas, y no era lo
único que había: también había unas cuantas lámparas. Eran unas fuentes de luz
tenues, pero cálidas. Eran preciosas – como las pequeñas flores del color de la
llama que florecían entre los huecos de las piedras.
¿Huecos?
Sion
entrecerró los ojos. Empezó a respirar más deprisa y se esforzó por ver algo.
Aceleró aún más su respiración.
Una sombra
se movió.
Una, dos,
tres, cuatro… No eran ratones; no eran animales pequeños. Había numerosas
sombras moviéndose. Se mantenían de pie con dos piernas, y susurraban entre
ellos. Dos piernas, susurrar…
¡Personas!
Se le hizo
un nudo en la garganta. Se le aceleró el corazón.
Personas. Aquí hay personas. Están
observándonos desde los huecos entre las piedras. Personas. Si se esforzaba
para ver algo más, podía ver una caverna que se abriéndose detrás de las velas
entre los huecos. Así que había túneles que profundizaban todavía más en
aquellas cuevas. Lo más seguro es que la gente hubiese salido de aquellos
túneles.
Sion no
podía distinguir todas las figuras, pero podía asegurar que variaban en altura
y constitución.
¿Había
mujeres y hombres? ¿Adultos y niños? Todos se inclinaron hacia delante,
observándoles. Sion tuvo la sensación de que podría ver brillar los ojos de
aquellas personas si observaba lo suficiente.
“Nezumi,
esta gente…”
“¿Quién
crees que son?”
“Oh –
supervivientes. Tienen que ser gente que ha conseguido escapar del patíbulo,
como nosotros.”
“Te
equivocas.” Nezumi negó con la cabeza. Era un gesto lánguido, algo que no era
típico de él. “Viven aquí desde mucho antes.”
“Mucho
antes… ¿qué quieres decir?”
“Lo verás
enseguida.”
‘Lo verás enseguida’ – supongo que tienes
razón.
Lo verás. Siempre y cuando tengas la
voluntad y la fuerza-
Sion apretó
los puños. Era una pregunta fácil. Siempre había pedido respuestas. Siempre le
había suplicado, con mucha facilidad, a Nezumi la respuesta correcta sin
intentar descifrar la realidad por sí mismo.
Eso no va a funcionar más.
Encontraría
la respuesta por sí mismo. Se aferraría a ella. La descifraría. Aunque fuesen
tan cercanos como Nezumi, los demás eran los demás. No podría encontrar la
verdad si seguía valiéndose de las
palabras de otra gente. No podría enfrentarse a aquella realidad que
sobrepasaba su imaginación. No podría ser igual a Nezumi.
Tenía que
averiguarlo por sí mismo.
Nezumi
apartó la mirada de Sion. Sus ojos grises se ensombrecieron. Haciendo
desaparecer aquella sombra con un parpadeo, Nezumi movió la mano en un gesto
delicado. Un movimiento grácil muy típico de él.
“Mira, ¿no
es espectacular? Han salido todos para darnos la bienvenida.”
“Famoso
hasta en un sitio así, ¿eh?”
“-Idiota. La
bienvenida es para ti.”
“¿Para mí?”
“Eres tú el
espectáculo. No es muy común que digamos que un forastero entre aquí. Mucho
menos un ciudadano de No. 6.”
“Ex-ciudadano,” le corrigió Sion. “Ya no
lo soy. Me deshice de mi tarjeta de identificación hace mucho tiempo. Ya no soy
un ciudadano de esa ciudad.”
“No te lo
tomes así. Sólo era una expresión.”
“Sí me lo tomo así,” dijo Sion
tercamente. “No es ‘una expresión’. No soy tan débil como piensas. No me une
nada a No. 6.”
Puede que
sólo se estuviese haciendo el duro. Pero Sion cuadró los hombros lo mejor que
pudo.
Soy débil. Mi mente y mi cuerpo son muy
frágiles. Pero nada puede sacudir mi determinación. Nada puede confundir mis
sentimientos. Mi decisión de vivir no dentro, sino fuera de la ciudad; mis
sentimientos de querer vivir contigo; nada puede sacudirlos, nada puede enturbiarlos.
“¿Quién ha
dicho que eres débil?”
“Siempre lo
estás diciendo.”
“Nunca.
Tienes súper poderes. Antes me has impresionado. Ha sido increíble… y ahora
estoy aún más impresionado. En serio.” Nezumi se encogió de hombros. “Nunca se
me habría pasado por la cabeza que ibas a tomarte a pecho cada palabra y a
quejarte al respecto. Y menos en esta situación.”
Skrit, skrit, skrit.
Una rata
trepó por el hombro de Sion. Pesaba más que Hamlet o Cravat. Y olía a podrido.
Pero movía la nariz e inclinaba la cabeza de la misma forma. Otra se subió al
otro hombro. Metió la cabeza en el pelo blanco de Sion, y se restregó contra
él. Otra más – una cría – se restregó contra su pie. Fueron viniendo una detrás
de otra.
Las ratas
recorrían el cuerpo de Sion de arriba abajo haciendo ruiditos afectuosos.
Skrit, skrit, skrit, cheep, cheep, cheep.
Chit, chit, chit. Chit, chit, chit.
“Hey, ya
vale,” dijo Sion, intentando no reírse. “Que mi cuerpo no es un parque. Ya
vale. ¡Me hacéis cosquillas!” Sion se sacudió.
El aire zumbó.
La oscuridad ondeó. Sion podía sentir la presencia de la gente que vivía en las
rocas: inhalaciones de aire, susurros inaudibles, cuerpos en movimiento,
miradas furtivas.
“Un chico
interesante.”
Se escuchó
una voz que venía de arriba. Una voz baja, que se había escuchado a la
perfección. No llegaba al nivel de la voz de Nezumi, pero era profunda,
tranquilizadora y fluía en sus oídos con total comodidad. ¿Era la misma voz de
hacía antes? ¿La voz que había venido de aquel vacío pintado de negro?
‘Oigamos tu historia.’ ¿Era la misma
voz?
Miró hacia
arriba.
Vio la
figura de un hombre sentado en el centro de un hueco, en un espacio que
sobresalía como si fuese un balcón. O por lo menos… pensaba que era un hombre.
Parecía… un anciano con un pelo y una barba largos y blancos, vestido con una
especia de túnica larga. Estaba muy oscuro para verle bien la cara.
“Un chico
interesante. No has puesto nerviosos ni has asustado a los ratones. ¿Puedo
preguntarte cómo te llamas? ¿Cuál es tu nombre?”
“Soy Sion.”
“Sion – ah,
un nombre muy bonito.”
“G-gracias.
Por, um, el cumpido,” tartamudeó Sion. “¿Y tú eres?”
“¿Yo? ¿Qué
pasa conmigo?”
“¿Cómo te
llamas?”
Murmullo.
La oscuridad
ondeó con más fuerza. Las ratas que tenía sobre los hombros castañearon los
dientes. Se escucharon risas. Venían de todas las direcciones y eran
diferentes.
Risita, risita, risita.
Nombre, dice.
Risita, risita, risita.
Le ha preguntado cómo se llama.
Risita, risita, risita. Risita, risita,
risita. Risita, risita, risita. Risita, risita, risita.
No sabía por
qué se estaban riendo de él. Sólo le había preguntado a aquel hombre su nombre.
¿Por qué era tan gracioso?
Risita, risita, risita. Risita, risita,
risita.
La risa no
paraba. Sion se giró para mirar a Nezumi, que estaba de pie a su lado.
Nezumi se
quedó quieto. No se reía. Naturalmente. Ninguna expresión adornaba su rostro.
Parecía una estatua.
“Rou.” Una
voz atravesó la oscuridad que ondeaba. El ruido en las cuevas cesó de
inmediato. Cayó una calma casi dolorosa, como la que encontrabas en un bosque
cuando moría el viento. En esa calma, lo único que se escuchaba, sin ninguna
prisa, era la voz del anciano.
“Rou. Así es
como me llamo.”
“Rou - ¿ese
es tu nombre?”
“Quizá sí,
quizá no. Puede que sólo signifique ‘anciano’.”
“Entonces,
¿no es tu nombre real?”
Unos
momentos de silencio.
“Joven. Aquí
nadie le da importancia a los nombres. Nadie. ¿No te ha enseñado eso Nezumi?”
Ahora que lo pienso –
Sion exhaló.
Ahora que lo pienso, todavía no sé cómo se
llama Nezumi en realidad.
“Rou.”
Nezumi se movió. Dio un paso al frente. “Quiero que escuches nuestra historia.”
“Oigámosla.”
El hombre se enderezó en la silla. “Has vuelto. Se suponía que no íbamos a
volver a vernos, y aun así has aparecido ante mí. Oigamos la razón.”
“Te estoy
agradecido.”
“¿Agradecido?
Nezumi, veo que los golpes del aire de la superficie te han hecho débil y
cobarde. Pero sin importar lo cobarde y débil que te hayas vuelto, espero que
no hayas olvidado las reglas.
“Por
supuesto que no.”
“Aquellos
que dejan este lugar no pueden volver. Has roto ese tabú. Tienes que
compensarlo.”
“Lo sé.
Pagaré las consecuencias. Así que escúchame, por favor.”
El anciano
chascó los dedos. Sion no se había dado cuenta, pero había dos palos unidos a
las patas de la silla del anciano. Puede que fuese mejor llamarlo palanquín que
silla.
Dos hombres
cogieron los palos y levantaron al anciano junto con el palanquín.
¿Y sus piernas?
No había
nada debajo de la parte inferior de la túnica del hombre. El borde colgaba sin
vida. Las piernas del hombre terminaban en la rodilla. Las dos.
El
palanquín, con el anciano en él, empezó a bajar lentamente entre las rocas,
como si estuviese deslizándose. Una figura ensombrecida, con el pelo largo
recogido en una coleta – una mujer, evidente al ver su silueta – estaba
limpiando el camino delante del palanquín con lo que parecía una escoba. Era
como la precursora en una procesión.
Había un
camino. Con la anchura justa para que se rozasen los hombros al pasar. La
cuesta estaba muy empinada, pero los hombres estaban bajándola fácilmente, sin
tropezar.
No era algo
natural. Los caminos entre las rocas habían sido tallados por manos humanas. Si
se fijaba, se abrían caminos en todas direcciones; puede que estuviesen
estructurados para que la gente pudiese ir y venir con total libertad.
¿Esto es… una colonia?
Sion volvió
a mirar a su alrededor. Puso su cerebro a funcionar al mismo tiempo. Cavernas,
que eran, sin lugar a dudas, residencias; caminos entre la pared de rodas;
aquella sala; el espacio oscuro más allá de aquella sala – y casi podía oler
algo cociéndose. Y podía sentir un viento débil, muy débil. Lo que quería decir
que el aire se movía, y que aquel lugar estaba conectado con la superficie. Ahí
había una colonia de personas.
¿Una colonia
subterránea?
Contuvo sus
pensamientos, que amenazaban con dispararse en todas direcciones. Los organizo
y buscó algún hecho coherente.
Nezumi había
dicho que aquellos habitantes de la oscuridad no eran supervivientes de la
Caza. Quizá era eso. Un mundo subterráneo, al que no llegaba la luz del sol,
sería demasiado duro como para que la gente pudiese vivir ahí. Los humanos eran
organismos adaptados a la vida en la superficie. No parecía probable que uno
pudiese vivir en un sitio en el que no había luz solar, corrientes de aire y un
entorno natural. Pero tenía a esa gente, y los evidentes signos de que vivían
allí, ante sus ojos.
Lo que tenía
delante era algo que, obviamente, no se había creado de la noche a la mañana.
Eso era un hecho. ¿Llevaba esa gente viviendo bajo tierra tanto tiempo que
habían establecido una colonia y se habían adaptado a las condiciones? Era lo
único que se le ocurría.
Sion soltó
un gran suspiro sin darse cuenta.
Recuerda este lugar. El sótano del
Correccional. ¿Qué está haciendo una colonia aquí? ¿Es una coincidencia?
Quizás…
Los
pensamientos de Sion echaban chispas. Por mucho que pensase en ello, no daba
con la respuesta. No podía ir más allá de las especulaciones. Pero esa era su
razón para seguir pensando. Especulaba. Inventaba teorías de “¿Y sí…?”
Desesperadamente.
¿Y si la
gente llevase mucho más tiempo viviendo en aquel lugar – aquel lugar que había
sido en un principio una serie de grandes cuevas?
Aborígenes…
¿Y si esa
gente vivía en aquella tierra desde mucho antes del nacimiento de la
nación-estado de No. 6?
El Bloque
Oeste había sido una vez una ciudad pequeña pero hermosa. Muchos tipos de
gente, Rikiga incluido, había vivido allí. Su madre había estado allí. Y su
padre – aunque no tenía ningún recuerdo suyo – también había estado allí. La
ciudad había mutado y se había convertido en la semilla de la que había nacido
No. 6. Excepto que no era la ciudad la que había cambiado, había sido la gente.
Las paredes enormes de aleación especial y la ciudad estado habían nacido de la
mano del hombre. Fuera de aquella muralla, los restos de la ciudad se habían
convertido en un páramo conocido como el Bloque Oeste. Pero eso era solo el
lado oeste.
¿Había sido
la ciudad del oeste lo único que No. 6 había destruido? ¿Qué pasaba con las
montañas del norte, los bosques y las llanuras que se extendían desde el sur al
este, los lagos y los pantanos desperdigados de este a oeste? Considerando en
área geográfica de NO. 6, era lógico pensar que había crecido en las cuatro
direcciones, proliferando y expandiéndose…
Un
escalofrío le recorrió la espalda.
En las montañas del norte, las llanuras del
sur, los pantanos del este. Sitios en los que habían vivido razas de gente que
Sion desconocía. Y no sólo una raza. En las montañas, bosques y llanuras la
gente había tenido una vida. En aquellas cavernas también…
Aborígenes.
Gente que había vivido en las cavernas desde tiempos remotos.
Habían sido
gente de un mundo diferente a la ciudad en la que su madre y Rikiga habían
vivido; seguramente se habían quedado en su territorio, mientras que la “gente
de ciudad” vivía en el suyo, y no se habían puesto en contacto con ellos.
Quizás ambos grupos desconocían la existencia del otro.
Aquella
extensión de tierra había sido una vez un bosque. En el planeta sólo había seis
lugares que cumplían las condiciones adecuadas para la vida humana. La gente
había construido ciudades en esas regiones, y aquellas ciudades habían crecido
hasta convertirse en ciudades-estado. Aprendiendo de la lección de moralidad de
la historia, habían abolido las guerras civiles entre los estados. Habían
acordado que la prohibición del poder militar era el principio para la
continuidad de la raza humana, y así, habían actuado de acuerdo al Tratado de
Babilonia, que llamaba al abandono de los ejércitos y las armas. También de
acuerdo a él, todas las ciudades habían abandonado sus nombres y habían
adoptado un número como título – desde No. 1 hasta No. 6.
Las seis
ciudades, mientras que respetaban la individualidad e independencia de las demás,
mantenían unos lazos fuertes y se reconocían como parte de una nación; líderes
políticos y ciudadanos estaban de acuerdo en que así era como debían pensar.
Estas tierras son lo único que nos queda. No
podemos permitirnos más destrucción. Eso llevaría a la extinción. Amenaza
nuestra existencia. Tenemos que abandonas las armas por el futuro de la
humanidad.
Siguiendo esta ideología, debemos fundar
seis ciudades unidas por amistad y entendimiento.
Desde No. 1 hasta No. 6.
La sexta
región estaba bendecida con unas condiciones naturales más favorables que las
demás. Todo se había usado al máximo – los recursos naturales, la inteligencia
humana, y la tecnología científica – para construir aquella ciudad utópica,
una que rara vez se veía en la historia.
Aquel había
sido el nacimiento de la Ciudad Sagrada de No. 6.
Aquella era
la historia que había aprendido Sion como candidato a la élite en un aula
perfectamente equipada.
Los
escalofríos habían empeorado. Tenía la sensación de estar congelado.
Si cerraba
los ojos – y aunque los dejase abiertos – podía ver imágenes de la Caza en su
subconsciente. Era la realidad. Aquello era algo que había visto con sus
propios ojos.
Barracas y
tiendas habían sido destruidas. Gente que intentaba huir desesperada había sido
asesinada sin contemplaciones. Habían aniquilado hombres, mujeres, ancianos y
niños indiscriminadamente. Armas de lo más sofisticado habían atacado a gente
que sólo podía defenderse tirando piedras. Masacre era el único nombre de
aquello.
Un ‘abandono
de las armas’.
Se había
estado mordiendo el labio sin darse cuenta. Notó el sabor de la sangre
expandirse en su boca. Se la tragó junto con su saliva. No sabía mucho acerca
de las otras ciudades. Pero – pero…
Al menos
sabía que No. 6 estaba en proceso de convertirse en un estado armado con un
poder militar impresionante.
¿Desde cuándo?
Volvió a
tragar saliva ensangrentada.
¿Cuándo había empezado a cambiar la ciudad?
¿Cuándo había empezado a separarse de la política e ideología del Tratado de
Babilonia? ¿Desde cuando…? ¿Desde el principio?
Sion notó
una mirada sobre él. Sus ojos se encontraron con los de Nezumi. Tenía la
sensación que de una elegante prenda gris le estaba envolviendo. Su interior
latió. Todos sus pensamientos se detuvieron en seco.
Un momento
de placer.
Era extraño.
La luz amable en los ojos de Nezumi era suficiente para hacerle sentir como si
le estuviesen empujando o abrazando.
Pero no era
el momento para ceder a sus emociones egoístas. La gente se dejaba llevar mucho
en cuando dejaban de pensar. Se dejaban llevar por las palabras de los demás o
por la ideología del momento.
Nezumi nunca
abrazaría ni protegería a alguien que no pensase, que se dejase llevar.
Y además, pensó Sion levantando la
barbilla. No quiero que me proteja. Aún
no he abandonado mis pensamientos. Seguiré descifrando cómo funciona el mundo a
mí alrededor a mi manera. Me enfrentaré
a la realidad del mundo sin apartar la vista. Seguramente esto sea lo que
llames una batalla, Nezumi.
Sion apartó
la mirada de Nezumi, y meditó. Puso sus pensamientos en marcha otra vez.
¿Desde cuándo?
¿Desde el principio?
Sí, desde el
principio. Quizá No. 6 se había separado de las ideologías pacíficas y de la
co-existencia desde el preciso instante de su nacimiento.
En aquella
tierra había vivido gente mucho antes de que No. 6 viniese a invadirlos. Habían
intentado dominarlos de la misma forma que una bestia famélica devorada a su
presa y roía sus huesos. Haciendo eso, habían expandido sus límites y habían
establecido su fundación como ciudad estado. ¿Paz? ¿Coexistencia? Se había
reído de esas palabras y se había apoderado de lo que tenía alrededor usando la
fuerza bruta.
Igual que
había destrozado el Bloque Oeste. Igual que había masacrado a su gene. Usando
una fuerza militar enorme.
Pero…. ¿y lo otro? LEDs – diodos emisores de
luz. Los LEDs se encendían cuando se aplicaba corriente eléctrica entre dos
semiconductores especiales. Era una luz producto de la mano del hombre que no
existía en el mundo natural. Luces creadas científicamente. ¿No eran cosas que
había creado No. 6? ¿O – o puede que existiese
una civilización científica a la par, o incluso más avanzada que No. 6?
Pero si hubiese sido así, probablemente no hubiesen sido invadidos con tanta
facilidad. Sabía que la ciencia no era algo todo poderoso o absoluto, pero…
No lo sabía.
Era como andar entre la niebla. Daba igual cuánto pensase y contemplase, daba
igual lo lejos que llegase, nunca alcanzaba la verdad. Cuanto más pensaba,
cuanto más se adentraba, más perdido se sentía. No podía salir del laberinto.
Sus pensamientos vagaban sin rumbo.
Estaba frustrado.
Cheep.
La rata bajó de un salto del hombro de
Sion. Las más pequeñas se escondieron en
los huecos que había entre las piedras.
¿Qué pasa?
Atacaron por
la espalda a Sion cuando este empezó a seguir con la vista a los ratones. Una
sombra retorció el brazo por detrás de él. Le taparon la boca. En cuestión de
un segundo le habían atado con una cuerda. Le empujaron desde atrás. Cayó con
las manos atadas a la espalda. Su hombro impactó contra el suelo.
“¿A qué ha
venido eso?” gritó.
“Sion,
calla.” Nezumi, también de rodillas y atado, negó con la cabeza. “No te
resistas. No digas nada.”
“Pero, ¿por
qué? ¡Ow! ¡La cuerda me está haciendo daño!”
“Relaja tu
cuerpo. Respira hondo y cálmate. Mejorará la cosa.”
Hizo lo que
le dijo. Nezumi tenía razón – la cosa había mejorado un poco. Impresionante. Nos han cogido y atado en
cuestión de segundo – oh, pero aun así –
“No son tan
buenos como tú.”
“¿Qué?”
“Tú lo
habrías hecho mejor. Ya sea con una cuerda o con un cuchillo.”
“Vaya,
gracias por el cumplido. No soy merecedor de tu halagos.”
“Siempre me
impresiona que – gh” La cuerda se le
clavó en el cuello. Se quedó sin respiración.
“No hables.”
Una voz monótona le susurró al oído.
¿Era aquel
hombre? ¿El hombre que tenía los ojos, el pelo y la piel de color gris arena?
“Sigue de
cháchara, y retuerzo el pescuezo.”
La cuerda
apretó. Tenía la sensación de que iba a partirle el cuello. No podía respirar
por la presión. Tenía la sensación de estar hinchándose de cuello para arriba.
No podía respirar. Le dolía.
“Déjalo ya,”
dijo Nezumi con tranquilidad, “¿Te estás vengando por lo de antes? ¿Pagando tus
frustraciones con humanos que no se resisten? Has cogido unos hábitos muy feos
desde la última vez que nos vimos, Sasori.”
La cuerda se
aflojó. En ese instante Sion no supo muy bien lo que estaba pasando. Se dejó
caer al suelo y empezó a toser. Escuchó el ruido que hacía la carne al golpear
el suelo al arrastrarse por él. Se levantó.
Nezumi
estaba tirado junto a él. El pie del hombre había aterrizado en su hombro.
Llevaba unas sandalias desgastadas y que parecían unas tiras de corteza.
“Tú también,
Nezumi.” La voz del hombre se volvió sombría. “Ya basta de quejas insolentes.
¿No conoces cuál es tu lugar? Entonces sólo es cuestión de hacértelo entender.”
El pie del
hombre se movió para propinarle una patada a Nezumi en el hombro.
“¡Para!”
Sion gritó y se retorció. Nezumi levantó la cara y negó con la cabeza como
diciéndole que se quedase en silencio. Pero no podía.
“¡Cobarde!
Eres tal y como dice Nezumi. Nos atas para que no nos podamos defender y luego
empiezas a pegarnos – que bajo, ¡es jugar sucio!”
“Sion.”
Nezumi hizo una mueca. Varios hilos de sangre salían de su frente y bajaban por su mejilla. Sion hizo fuerza con
el estómago y miró al hombre.
“¿Qué es
este sitio? ¿No. 6?”
“No. 6,
¿dices?” El cuerpo del hombre tembló. En sus ojos color de arena apareció un
brillo afilado. Aquella luz parecía asesina. Pero Sion no iba a callarse. Quizá
también estuviese temblando, pero no de miedo. Era de ira. La ira hervía en su
interior.
“Es verdad.
Sois iguales. Lo que estáis haciendo no es diferente de lo que hace No. 6.
Oprimís a los débiles usando la fuerza. Usáis la violencia sin compasión.
¿Dónde está la diferencia?”
“Yo no soy
un debilucho, que conste,” Nezumi se encogió de hombros con las manos atadas a
la espalda. “Sion, entiendo lo que quieres decir. Déjalo ahí. Di algo más y te
darán patadas hasta matarte. Las patadas son la especialidad de este viejo.”
“Voy a
matarte,” gruñó el hombre. “Eres un demonio. Traes la desgracia. Si no me
deshago de ti ahora, la desgracia caerá sobre nosotros.”
“Que buen
ojo tienes, Sasori,” Nezumi suspiró exageradamente. “Has dado en el clavo. Una
catástrofe, sí. Y de las mejores.”
“Nezumi,
¿qué quieres decir con ‘catástrofe’? ¿Estás… hablando de mí?”
“Exacto,”
Nezumi se rio alegremente.
“Es malo,”
continuó el hombre. “Le rodea un aura demoníaca, y lleva la desgracia allí
donde va. Lo sé. Nezumi, has dicho que es un ciudadano de No. 6.”
“Ex
ciudadano, si no te importa. Vivía allí hasta no hace mucho.”
“Por eso es
tan malo. Es… como la propia No. 6.”
Nezumi
entrecerró los ojos. Lamió la sangre que tenía en los labios con la punta de la
lengua.
“La propia
No. 6, ¿eh…? Ya veo. Eso es lo que te parece.”
“Lo sé,”
contestó el hombre. “Puedo decirlo. Tengo que matarle. Tengo que acabar con él
antes de que sea demasiado tarde. Si no…” El hombre avanzó un paso. Sion se
echó hacia atrás sin pensarlo. El hombre irradiaba tal aura asesina que no
podía evitar retroceder.
Va en serio…
Este hombre va en serio con lo de matarme.
El hombre
avanzó otro paso, pero de repente dio una especie de voltereta y acabó en el
suelo. Nezumi le había tirado.
Nezumi se
levantó como un rayo. La cuerda cayó al suelo. Era como un truco de magia.
Tenía un cuchillo en la mano.
El hombre
intentó levantarse, pero Nezumi se lo impidió asestándole un rodillazo en el
estómago. El hombre gimió. Se inclinó hacia atrás del dolor, dejando el cuello
expuesto; no tardó en tener una hoja contra él.
“Nos hemos
esforzado mucho para llegar hasta aquí. No voy a permitir que acabes con él tan
rápido.”
“¿Por qué…
has traído… una desgracia así?” dijo ahogadamente. “¿Piensas destruirnos a
todos?”
“Al
contrario.” Los labios de Nezumi se curvaron. “No. 6 es lo que quiero mandar a la tumba. Por eso le he traído.”
“¿No. 6? ¿El
chico tiene poder para hacerlo?”
“Quién sabe.
No podemos saberlo hasta haberlo intentado. No puedo dejar que le mates hasta
haberlo probado. Esos celos tuyos, ya de paso, son un poco patéticos, ¿no
crees?”
“¿Celos?”
“Sí. Estás
celoso de Sion. Tiene a tus ratas comiendo de la palma de su mano como si nada.
Estás celoso. ¿Verdad?”
Se escuchó
un crujido. El hombre estaba apretando los dientes.
“Nezumi…
sigues siendo tan insoportable como siempre. Me irritas. Te estrangularé a ti
primero.”
“Que promesa
tan espléndida. No puedo esperar. Pero antes-” la sonrisa lánguida desapareció
de los labios de Nezumi. Una gota de sangre que había resbalado por su barbilla
cayó sobre el pecho del hombre, tiñéndolo de rojo. “Vamos a hacer que jures una
cosita, Sasori. Jura que nunca en tu vida vas a volver a ponerle un dedo encima
a Sion.”
La hoja del
cuchillo se movió. La garganta del hombre se contrajo.
“Júralo.”
El hombre
continuó sin decir nada.
“Ya es
suficiente.” Se escuchó una voz amable. Hasta contenía rastros de risa. “No has
cambiado nada, Nezumi. Ni tu habilidad con el cuchillo ni tu sarcasmo se han
deteriorado. Me atrevería decir que hasta han mejorado.”
El hombre
sentado en el palanquín sonreía con el mismo aire benigno que tenía su
voz. Bajaron el palanquín con cuidado.
“Rou.”
“Has
crecido. Apenas puedo reconocerte. Pensaba que nunca iba a verte hecho un
hombre.”
Nezumi soltó
al hombre y se arrodilló. El cuchillo giró una vez en su mano antes de
desaparecer. Aquello también era como ver un truco de magia. El hombre murmuró
algo y volvió a apretar los dientes. Las ratas corrieron al regazo de Sion.
“Creía que
hacía tiempo que te habías marchado a
alguna tierra lejana. ¿No te lo había ordenado?¿ Abandonar este lugar,
olvidarlo todo, dejarlo todo atrás y vivir libremente?”
“Rou, por
favor, escúchame.”
“No deberías
haber vuelto. A pesar de lo que pasó, no deberías haber vuelto.”
“No puedo
ser libre.” Nezumi apretó el puño con fuerza. “Mientras No. 6 siga existiendo,
no puedo ser libre. No puedo olvidar ni dejarlo todo atrás.”
“Nezumi.”
“Deberías
saberlo. No. 6 continúa existiendo. Sigue estando ahí. ¿Cómo puedo ser el único
que es libre? Es imposible.”
“Ya te he
dicho que no puedes dejar que atrape. Te he dicho que vivas libremente. Si no
lo hacías, serías incapaz de sobrevivir; entendía esto perfectamente. Por eso
te liberé en el mundo exterior. Y pensar que ibas a volver…”
“Me he dado
cuenta.”
“¿Dado
cuenta?”
“Me he dado
cuenta de que tus palabras no eran más que mentiras piadosas.”
El aire se
agitó. Voces que apenas eran voces viajaron entre la gente que había en las paredes de piedra,
observándoles.
“Tus
palabras eran mentiras piadosas. Falsas. Es imposible que pueda vivir sin estar
atrapado. Al contrario, tengo que
estar atrapado. Aunque me engañase a mí mismo, fingiendo ser libre, seguiría
encadenado. A partir de ahora, conseguiré la verdadera libertad con mis propias
manos. Me liberaré. Para eso he vuelto.”
“¿Es luchar
con No. 6 esa libertad de la que hablas?”
“Significa
luchar y ganar. Erradicarla de esta tierra. El día que vea llegar a su fin a la
Ciudad Sagrada será el primer día que seré libre. Podré vivir una vida realmente
libre. Podré abandonar este lugar… por propia voluntad.”
“¡Nezumi!”
Sion gritó sin pensar. Cogió a Nezumi por el hombro mientras gritaba. “¿A qué
te refieres con eso? ¿Dejar este sitio? ¿Qué…?”
“Sion.”
Nezumi parpadeó con rapidez. “La cuerda… ¿cómo….?”
“¿Eh?”
“La cuerda.
¿Cómo te has soltado? No llevas ningún cuchillo.”
“¿Qué? Ah,
las ratas las han mordido.”
“¿Las ratas?
No puede ser…”
Sion le puso
un extremo de la cuerda delante a Nezumi y lo movió.
“Mira. La
han mordido entre todas. No han tardado nada. Impresionante, ¿verdad?”
Los ojos de
Nezumi se deslizaron por el extremo desgarrado de la cuerda antes de fruncir el
ceño.
“¿Tienes
tanto control sobre esas ratas?”
“¿Yo? No,
claro que no. No puedo hacer cosas de esas. Las ratas lo han hecho porque han
querido. Soy muy amables y muy listas,” dijo Sion con orgullo.
“Amables e
inteligentes, ¿eh? Así que las ratas han desgarrado las cuerdas que ha atado su
maestro. Tiene razón; son amables e
inteligentes. Les has enseñado buenos modales, Sasori.”
El hombre –
aquel hombre del color de la arena llamado Sasori – se removió un poco y no
dijo nada. En su lugar, el hombre exhaló.
“Suficiente
sarcasmo, Nezumi. Es un mal hábito que tienes. Parece que tus tendencias no han
cambiado a pesar de lo que has crecido físicamente. Un problema, sí.”
Había
calidez en el tono del anciano. Era como un padre sonriendo con exasperación
ante el comportamiento de su hijo. Su voz irradiaba la fuente de aquella
calidez – amor.
El hombre le
tenía cariño a Nezumi.
Sion miró al
hombre que estaba sentando en el palanquín. Es
la primera vez, pensó. Era la primera vez que conocía a alguien que tenía
una actitud cálida y pacífica hacia Nezumi.
Nezumi
siempre había estado solo. Siempre había vivido solo. Nunca había tenido a
nadie a su lado. No dejaba que nadie se
le acercase. Sion yearned por Nezumi a su manera, y estaba fascinado por su
resilence, su litheness, y su belleza. Esperaba quedarse junto a Nezumi.
Aquellos sentimientos existían dentro de él como un hecho inamovible; sin
embargo, también estaba el hecho de que no sabía con certeza qué nombre darle a
esos sentimientos.
Admiración,
amistad, deferencia, amor… No estaba seguro; no podía evitarlo.
Pero tenía
claro que lo que sentía del anciano en el palanquín era afecto. Era como un
padre mostrando su afecto a su hijo.
Y pensar que Nezumi tenía a alguien así.
“Sion,”
llamó el anciano.
“Sí.”
“Ven aquí.”
“Sí, señor.”
“Espera,”
Sasori avanzó y cogió a Sion del brazo. “Rou, este chico es peligroso. Está
envuelto en el mal. No puedes dejar que se acerque a ti.”
“¿Mal? ¿Este
chico?”
“No es un
chico. Es un demonio. Lo destruirá todo. Puedo verlo. ¿Por qué tú no puedes,
Rou?”
Era difícil
no enfadarse con todo lo que estaba diciendo de él. Sion intentó sacudir la
mano que le cogía el brazo. Los dedos de Sasori no mostraron señal de ir a
moverse, y apretaron con más fuerza, afirmando el agarre.
“No veo
ningún problema. Trae aquí a Sion.”
“Rou.”
“No veo
ningún problema. Bien y mal, virtudes y defectos, verdad y mentiras – todo es
similar. Tan similares, que de hecho a menudo es difícil separarlas. Verdad,
¿Nezumi?”
“Veo por
donde vas.”
“Es un chico
que tú has traído. Seguro que ni son todo defectos ni todo virtudes. Ahora,
Sion acércate, por favor.”
Los dedos se
retiraron de su brazo. Sasori retrocedió unos cuantos pasos, gruñendo por lo
bajo. Sus miembros del color de la arena se mezclaron en la oscuridad. Sion se
acercó despacio al palanquín. Varias ratas corrieron entre sus pies.
El hombre tenía
unos ojos claros y oscuros. Guardaban una luz titilante mientras miraba sin
parpadear a Sion.
Este hombre…
Sion sintió
que el hombre era más joven de lo que había pensado en un principio. Había
asumido – teniendo en cuenta el hombre se llamaba ‘anciano’ y el pelo blanco que
enmarcaba su cara – que era un hombre mayor. Pero la fuerza de la luz que tenía
sus ojos no era la de un anciano.
“Tu cabeza.”
“¿Perdón?”
“¿Me
permitirías tocarte el pelo? Es de un color poco común.”
Sion se
agachó e inclinó la cabeza. El hombre extendió la mano y la pasó por el pelo de
Sion en movimientos circulares. Hacía un poco de cosquillas. Sion estaba un
poco avergonzado, como si le estuviesen acariciando la cabeza.
“¿Por qué?”
dijo el anciano con un tono de voz pesado. Su voz se fue apagando ásperamente.
La amabilidad en su voz ya no estaba; ahora sonaba tensa.
“¿Por qué
tienes el pelo-?”
“El pelo no
es lo único.” Nezumi avanzó. “Sion, enséñale la serpiente roja.”
“¿Eh? No.”
“¿Por qué
no?”
“Porque
tendría que quitarme la ropa. No quiero quedarme desnudo delante de tanta
gente.”
“Idiota,”
Nezumi chascó la lengua. “¿De qué reino viene, princesa? No es el momento de comportarse como una chica. ¡Venga!
Sion, enséñale lo que has tenido que soportar.”
Los dedos de
Nezumi le levantaron la camisa. Sion retrocedió enseguida.
“¡Vale,
vale! Ya voy. No necesito que me ayudes a quitarme la ropa.”
“¿En serio?
Impresionante. Digno de elogio.”
Los ojos de
Nezumi no eran tan optimistas como su voz. Estaban tensos y alertas. Sion dejó
su camisa a un lado y avanzó medio paso hacia el anciano.
El anciano
inhaló. Sus dedos temblorosos recorrieron la banda roja que tenía en el pecho.
“Estas…
estas cicatrices….”
Nezumi
levantó la barbilla como si estuviese animando a Sion.
¿Puedo decírselo?
“Estas marcas,
¿por qué-?” dijo el hombre. “No, no puede ser…”
“Son de unas
avispas parásito.”
“Avispas
parásito,” repitió el anciano.
“Se
alimentan de personas. Matan a su huésped antes de nacer. Yo – sobreviví. El
resultado de aquello fueron las cicatrices y el pelo blanco.”
La boca del
anciano se torció. Sus ojos, entre incontables arrugas, brillaban de forma
extraña. Nezumi cogió a Sion del hombro con brusquedad.
“Rou, No. 6
va a caer. Algún día no sólo caerá desde fuera, también lo hará desde dentro.
Estas son las primeras señales.”
“Una avispa
que se aloja en personas… ya veo… han empezado a aparecer dentro de la ciudad.”
“Sí. Una coincidencia
repentina. Han aparecido inesperadamente; ni siquiera los que llevan las
riendas en No. 6 han podido predecirlo. Han muerto varios ciudadanos. Las
autoridades no han podido prevenirlo. Y tampoco veo que se esfuercen mucho por
intentarlo. Quizás aún no se han dado cuenta de lo seria que es la situación. Se
han acomodado.”
“Acomodado…”
“Se han
acomodado porque creen que el mundo actuará según sus planes. Son tan
arrogantes que creen que pueden ser unos líderes universales y omnipotentes…
están cegados por sus propias ilusiones y no pueden ven la realidad. Están
perdiendo la capacidad de ver a través de la farsa.”
Incluso
cuando parecía arrastrarse por el suelo, la voz de Nezumi llegó a los oídos de
sus oyentes con total claridad. En la oscuridad, sólo su voz grave y alta
llenaba el aire.
“Las cosas
siguen estando tranquilas dentro de la ciudad. Todavía se las apañan para
mantener la paz y la rutina diaria. Pero les pasa lo mismo que a una taza de té
que se ha llenado hasta el borde, que puede desbordarse en cualquier momento.
Mantiene el equilibrio, pero no por mucho.”
“Uno sólo
tiene que estimular un poco y todo se desbordaría… ¿es eso lo que quieres
decir?”
“Explotaría.
Destrozaría la taza y saldría a borbotones.”
El hombre
murmuró algo. Entonces, junto los dedos como si estuviese rezando.
“Oigámosla,
pues – todo, desde el principio.”
Un par de
ojos brillantes se fijaron en Sion.
waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminargracias por seguir subiendo los capitulos, y por traducirlos tan bien. arigato!!!
genial gracias!!!!
ResponderEliminar;__; dime porfavor que lo vas a seguiir, he estado leyendo todas tus traducciones las ultimas noches y necesito NECESITO que le sigas ;__;!!
ResponderEliminarTraaaaanquil@ que estoy en ello. Para el domingo imagino que estará xDDD
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