Capítulo 2
¿Quién le ha visto morir?
¿Quién mató a Cock Robin?
Yo, dijo el gorrión,
Con mi arco y mi flecha,
Maté a Cock Robin.
¿Quién le vio morir?
Yo, dijo la mosca,
Con mi pequeño ojo
Le vi morir.
-Mamá Oca
El hombre
observaba fascinado la moneda de oro que le había dado Inukashi.
“Es de
verdad,” murmuró Inukashi al perfil del hombre, con su barbilla delgada y sobresaliente.
Bajó el tono de voz para sonar lo más intimidante posible.
“Es oro de
verdad… ¿no?” La nuez del hombre subía y bajaba.
“Míralo todo
lo que quieras. Es de verdad, lo mires por donde lo mires.”
“S-sí…
tienes razón, es de verdad…”
“Es tuya.”
Inukashi habló un poco más rápido esa vez, como imponiéndose. La barbilla del
hombre tembló.
“¿Mío?”
“Sí. Tuyo.
Te la doy.”
“¿Eh? Pero –
ah – una moneda de oro es mucho dinero-”
“Pues claro.
Pero no estoy diciendo que sea gratis. No soy ningún alma caritativa a la que
le sobra el dinero. Te la daré como pago por un trabajo. ¿Qué te parece?”
“¿Trabajo?”
Los ojos del
hombre pasaron de la moneda de oro a Inukashi. Tenía los ojos muy abiertos,
como una especie de mascota asustada. Una sombra de sospecha cruzó por ellos.
Allá vamos.
Inukashi
apretó el puño.
Este momento es crucial. No voy a dejarle
tiempo para pensar. No voy a darle tiempo a sospechar. Le enseñaré el oro y le
tentaré. Es oro, tío, oro. No es algo que veas a menudo. Y sin olvidar
mencionar que este chico quiere dinero, necesita dinero… pero claro, no conozco a nadie que no quiera dinero, a no ser que estén muriendo.
Lo único que
había que hacer era ponerle delante de las narices lo que deseaba. Tenías que atraparlos
con palabras bonitas. Acorralarle para que no pudiese escapar. Hacerlo a fondo,
con habilidad. Lo único que tenía que hacer
era imitar el modo de hacerlo de Nezumi.
Me lo ha hecho tantas veces a mí que estoy
hasta las narices.
Heh.
Tuvo la
sensación de poder escuchar reírse a Nezumi. Hasta podía ver aquella sonrisa
irónica propia de él.
¿Ves? Puedes hacerlo tal y como te he enseñado. Buen chico. Luego te daré tu
recompensa.
Cállate
Nezumi. Sólo para que lo sepas, no estoy
haciendo esto para ayudarte. Es por el oro. Voy a cruzar un puente tan
peligroso para poder echarle el guante a ese oro.
Negó con la
cabeza para hacer desaparecer la
ilusión.
Deja de meterte así en mi cabeza, idiota.
“¿A qué… te
refieres con trabajo?”
“Un trabajo
es un trabajo. Te estoy pidiendo que hagas un trabajo. A cambio de una moneda
de oro.”
Inukashi
chascó los dedos. El hombre parpadeó. La sombra de la sospecha de acentuó.
El hombre se
llamaba Getsuyaku. Se encargaba de la limpieza en el Correccional. Era un
conocido de Inukashi. Hacía bastante que Getsuyaku le pasaba a Inukashi sobras
y restos de comida. Por supuesto, era un intercambio bajo la mesa; era
contrabando. Cada tres días más o menos, Inukashi recibía una parte de la
comida y las sobras, y le daba a Getsuyaku la cantidad apropiada por la
cantidad de la carga. Normalmente eran unas monedas de cobre. Si había algo
interesante, una moneda de plata.
Pero aquella
era, probablemente, la ocasión en la que más palabras habían intercambiado. Sus
intercambios verbales normalmente eran tal que: “Aquí tienes”; “Gracias. Tu
pago”; “Bien”; y eso ni siquiera contaba como conversación, ya que ni se
miraban a los ojos. Siempre había sido así.
Getsuyaku se
encargaba de organizar y quemar los desechos que se producían en el
Correccional y de limpiar los robots que había dentro. Pasaba el día solo
dentro de una pequeña sala adyacente al vertedero y al incinerador encargándose
de las máquinas.
“Cuando
estoy ahí, no digo nada en todo el día. No veo a nadie, no hablo con
nadie. Es algo muy solitario. A veces no
sabría decir si soy una persona o si me estoy convirtiendo en una máquina.” Un
día, sin venir a cuento, Getsuyaku había empezado a quejarse. Inukashi le había
ofrecido respuestas vagas. Tiene que ser
duro, había asentido, pero por dentro le había contestado con mordacidad.
Deja de comportarte como un crío.
La sala de
control para los restos de comida y otros desechos estaba en la parte más
alejada del Correccional. Toda la basura que se producía se llevaba ahí. Las
máquinas la separaban y la llevaban al incinerador; máquinas ajustaban la
temperatura de incineración y se encargaban de las cenizas. Casi todo el
proceso se completaba de forma automática. Lo único que tenía que hacer
Getsuyaku era monitorizar y la puesta a punto de las máquinas. Una persona era
suficiente para el trabajo. Sí, un lugar de trabajo en el que no había nadie
con quien hablar era muy solitario. ¿Y qué? Uno no iba a morirse por no hablar
en un día.
Intenta vivir en un sitio en el que se pasa
tanta hambre que en lo único que piensas en todo el día es comida. Intenta
tirarte el día lamiendo piedras para aplacar el hambre. ¿Soledad? Eso sólo es
un lujo para gente como vosotros, que no tiene que preocuparse por llenarse el
estómago.
Pero
Inukashi se lo guardó para sí mismo. En voz alta, fingió compasión, diciendo
cosas como “tiene que ser duro”. Getsuyaku era un socio importante en cuestión
de intercambio. No conseguiría nada poniéndole en su contra.
Aunque la
separación, incineración y limpieza del incinerador era todo un proceso
automatizado, el paso previo a la separación requería de manos humanas. Era el
trabajo de pasa la basura del vertedero a la cinta. Por alguna razón, aquel era
el único proceso que no estaba automatizado. Getsuyaku tenía que manejar una
pequeña excavadora para levantar la basura y ponerla en la cinta. A veces hasta
había tenido que usar una herramienta tan arcaica como una pala para separar la
basura manualmente. Durante este proceso, ponía a un lado ropa que aún podía
usarse y comida que aún podía comerse y los escondía. Inukashi le compraba todo
el lote: así funcionaba la cosa. Inukashi distribuía el material entre los
vendedores de comida y ropa de segunda mano del Bloque Oeste, y sacaba una
cantidad decente dinero.
Para
Inukashi el que hubiese un proceso manual antes del automatizado era como un
regalo caído del cielo. Gracias a eso tenía un negocio.
El lugar de
trabajo de Getsuyaku no estaba equipado ni con cámaras de seguridad ni sistemas
de seguridad. Si pasaba algo, el propio Getsuyaku tenía que activar el
interruptor de emergencia que había en una esquina del panel de control.
“No creo que
fuese a venir nadie si lo pulso.” Inukahsi recordaba a Getsuyaku murmurar
aquello para sí mismo mientras miraba el interruptor rojo.
Aunque a los
empleados del Correcicional normalmente les recogía un autobús a la puerta de
su sección, Inukashi había escuchado que Getsuyaku era el único al que metían
dentro de un vehículo antiguo.
“Que me
traten así me hace avergonzarme de mí mismo. No tengo orgullo propio.”
Lo más
seguro es que aquello fuese otra de sus quejas. Últimamente las quejas de
Getsuyaku habían aumentado considerablemente.
¿Orgullo? Ja, ¿primero soledad, y ahora
orgullo? Ya estás con otro de tus numeritos de lujo, ¿eh? Tch, por lo menos
podrías hablar de algo que fuese a llenarme el estómago.
Aquello era,
por supuesto, pensamientos que se guardaba para él.
No le
importaba si Getsuyaku se sentía solo u orgulloso. Lo que importaba era que
aquel era el único lugar que no estaba cubierto por el mapa de seguridad del
Correccional. También era el único sitio que conectaba No. 6 y el Bloque Oeste
que no tenía barreras. Podía entender porque Nezumi se había fijado en él. Sin
embargo, era imposible pasar y entrar al Correccional desde allí. El pasillo
que llevaba a las zonas principales lo cerraban unas puertas dobles, hechas de
forma que Getsuyaku no podía abrirlas.
Quien
hubiese diseñado aquel edificio, lo había hecho de forma que fuese un laberinto
de que era extremadamente imposible infiltrarse o escapar; quizá esa persona se
había esforzado tanto en ello que no había podido prestarle atención al sistema
de desechos. O puede que nunca hubiese tenido en cuenta a la gente que se
encargaba de esos desechos. Seguramente nadie en el Departamento de Seguridad,
que presidía sobre el Correccional, se preocupaba de las condiciones laborales
de Getsuya. Si se producía un accidente
durante proceso, y Getsuyaku acababa herido de gravedad, las puertas del
Correccional no se abrirían para dejar pasar a los médicos. Las puertas
seguirían cerradas, y Getsuyaku acabaría muerto.
Era raro
pensarlo así.
Como
residente de Lost Town, Geetsuyaku era un semi-ciudadano. Pero eso no cambiaba
el hecho de que vivía dentro de la ciudad. Puede que fuese pobre, pero podía
vivir sin temer pasar hambre o morir congelado. Era lo suficientemente
afortunado para poder quejarse de la soledad. Para la gente del Bloque Oeste
como Inukashi, aquel estilo de vida era equivalente a vivir en un paraíso.
De las
breves conversaciones que habían mantenido, Inukashi podía decir que Getsuyaku
era un hombre amable y honesto. Pero la mirada de Getsuyaku a veces iba
acompañada de superioridad cuando miraba a Inukashi, el residente del Bloque
Oeste.
Estoy por encima de él.
Puedo comer hasta reventar.
No tengo que congelarme y morir de frío en
invierno.
Soy un ciudadano de No. 6.
Por eso estoy por encima de él.
Era algo
gracioso.
La gente
separaba en clases a otra gente. Aquellos a los que miraban por encima del
hombro, se volvían y miraban por encima del hombro a los que estaban por debajo
de ellos. Aquello no era un mecanismo que la sociedad les imponía; las personas
establecían ese orden en su interior, por propia voluntad.
Getsuyaku,
al que No. 6 trababa como una máquina, que se quejaba de cómo le trataban y
hasta se quejaba de ello, mostraba a Inukashi una actitud de superioridad
porque vivía en el Bloque Oeste. Le trataba con condescendencia.
Era
gracioso. Y raro.
A veces lo
humanos eran animales más estúpidos que los perros. Los perros también tenían
un orden social, pero éste se basaba en su fuerza. Los perros no se
clasificaban basándose en el pedigrí, su pelo o donde nacían.
Los humanos
no se preocupaban por hacer algo que ni siquiera los perros se molestaban en
hacer. Humanos – que ridículos –
Somos iguales.
Recordó una
voz de pronto. Resonó levemente en sus oídos. No era la Nezumi. La voz de
Nezumi también era clara, pero no era tan suave como esta.
Sion…
Es un crío raro y mimado que tiene el pelo
blanco. Sin mencionar que es un criminal de alto rango fugado. Criminal de alto
rango. Eso no es algo que te levantes un día y decides que quieres ser. Me
impresiona, en serio. Pero por otro lado, ha resultado ser un cabeza hueca de
primera… me deja sin palabras. Es un rarito.
Pero había
dicho aquello.
Son los mismos seres humanos que nosotros,
Inukashi.
Y entonces,
yo le pregunté.
¿Tú y yo
somos iguales?
Sí.
¿Somos
iguales que la gente de No. 6? La respuesta había sido clara, sin dudar.
Sí.
Sion. Era un
chico raro de pies a cabeza.
Hey, Sion. ¿No tienes sentido de la
jerarquía en tu interior? ¿No dibujas líneas entre los grupos de gente? ¿No desprecias
a los demás y piensas que eres mejor por ello?
Sion, como
seres humanos, ¿de verdad somos iguales?
“¿Qué…
quieres decir con trabajo?” Una voz áspera le preguntó. A Inukashi, que estaba
inmerso en sus pensamientos, le costó un poco contestar.
“¿Eh?”
“El trabajo
por la moneda de oro… ¿qué tengo que hacer?”
“¡Ah! Sí,
eso.” Ha picado el anzuelo más rápido de
lo que esperaba. Tiene que hacerle falta el dinero.
“Sólo para
que lo sepas, no voy a hacer nada peligroso,” dijo Getsuyaku apresuradamente.
“Mi hijo va a nacer en primavera. Tengo que trabajar y seguir llevando a casa
un sueldo. Bajo ninguna circunstancia voy a aceptar un trabajo que ponga en
peligro mi vida.”
Ya veo. Bien, vale. No quieres ponerte en
peligro. Pero necesitas el dinero hasta el punto de hacer casi cualquier cosa.
Ya veo.
Inukashi
entrecerró los ojos y dejó que sus labios dibujasen una pequeña sonrisa.
Aquella expresión también la había adoptado de Nezumi. Cuando querías camelarte
a alguien, les sonreías con dulzura, así. A ser posible de forma que la otra persona
se quedase sin espiración…
Ya veremos si puedo conseguirlo. No soy
actor. No puedo encandilar a la gente con la facilidad con la que lo hace
Nezumi.
Pero aun así
intentó sonreír. ¿Y ahora qué… Nezumi?
Notó como se
le aceleraba el corazón. El corazón le latía con fuerza contra el pecho.
Escuchaba el latido en sus oídos. Le sudaban las manos cuando las cerró y
apretó los puños. Le caía el sudor por la espalda. Tenía la garganta seca y su
lengua parecía papel de lija.
Inukashi se
dio cuenta de que estaba muy, muy nervioso.
Se dio
cuenta de que tenía que atraer a aquel hombre hasta su trampa usando cualquier
método al alcance de su mano. Tenía que hacer que el hombre hiciese lo que él
quería a cualquier precio. Tenía que conseguirlo. Si fallaba, las posibilidades
de escapar de Nezumi y Sion desaparecerían por completo. No volvería a verles.
Aunque desde
el principio ellos habían apostado por algo peligroso. La posibilidad de
escapar del Correccional era menos de un uno por ciento. Aun así esos dos habían
entrado. Y había pensado que eran idiotas por hacerlo. Idiotas entre idiotas.
Lo lógico era que los idiotas muriesen. Estaban recogiendo lo que habían
sembrado.
Sé que así son las cosas, lo sé. Pero –
Pero aun así quiero que vuelvan. Tengo ganas
de volver a verles. Sí, claro, también tengo el oro en el punto de mira. El
brillo de las montañas de oro me ha deslumbrado. Pero también quiero volver a
verles. Quiero volver a escuchar la risa y los sarcasmos de Nezumi, la forma
rara de hablar de Sion.
‘Oh, has
vuelto.’
‘Te dije que
volvería. No hago promesas en vano.’
‘Tch, deja
de darte aires. ¿Eso quiere decir que me toca aguantar tus tonterías otra vez?
Tch, no puedo esperar.’
‘Inukahsi,
perdona por haberte preocupado.’
‘¿Preocuparme?
Sion, ¿todavía estás durmiendo? No estaba preocupado en ab-’
‘Estabas
preocupado por nosotros, ¿verdad?’
‘Idiota.’
Quería
mantener una conversación por ese estilo con ellos. Quería hablar con ellos. Rezo… rezo para que sobreviváis y para que
volváis. No voy a rezarle a Dios. No voy a aferrarme a él. Me rezaré a mí
mismo, me aferraré a mí. Haré todo lo que pueda. No voy a rendirme…. Voy a
seguir creyendo en mí mismo, y en vosotros.
¿No es eso una plegaria, Nezumi?
Getsuyaku
vio la sonrisa de Inukashi y bajó la barbilla. Así que no le había funcionado
igual de bien que a Nezimi. Típico. Lo más seguro que hubiese algo raro en
ello. Y eso había hecho que Getsuyaku sintiese aprehensión.
Inukashi se
aclaró la garganta y frunció los labios.
“Es genial.
Enhorabuena. No te preocupes, no voy a pedirte algo tan estúpido como tu vida a
cambio de un pago. Es un trabajo fácil. Muy fácil. Pero es algo que sólo tú
puedes hacer. De ahí que merezca un pago de una moneda de oro.”
“Es fácil,
pero merece un pago de una moneda de oro,” repitió Getsuyaku, que sospechaba.
“Ya te lo he
dicho, es algo que sólo tú puedes hacer. Y sé que vas a poder hacerlo.”
La cara de
Getsuyaku se relajó levemente.
Sólo tú puedes hacerlo.
Y podrás hacerlo.
Tenías que
inflar su orgullo. Acariciarle con palabras. Eso sanaría a su auto respeto, que
estaba hecho trizas.
“Te lo pido
por favor. Trabaja conmigo, Getsuyaku-san.”
“No es tan
fácil… ¿qué tendría que hacer?”
“Quiero que
descontroles a los robots.”
“¿Eh?”
“También te
encargas de los robots de limpieza, aparte de encargarte de los desechos, ¿no?”
“Ah – bueno,
sí. Aunque monitorizarlos consiste en
pulsar el interruptor de los robots que están apagados. Los robots empiezan a
moverse y se ponen a limpiar por su cuenta. Sólo me encargo de la puesta a
punto mensual.”
“¿Cuándo es
la próxima?”
“La semana
que viene.”
“¿No puedes
hacerla mañana?”
“¿Mañana?
Mañana es la Celebración Sagrada.”
“Lo sé. Es
un día festivo en No. 6.”
“Es –
fiesta, lo que quiere decir que la mayoría de trabajadores tiene el día libre…
incluído yo.”
“Tú no
tienes el día libre,” replicó Inukashi. “Tú mismo me lo has dicho. Sólo tienes
tres días libres al mes, y la Celebración Sagrada no cuenta. Te estabas
quejando de ello.”
“Bueno –
p-pero…”
“Debería ser
fácil. Pones la excusa de que notas algo raro en sus movimientos y adelantas la
puesta a punto una semana. No hay más.”
“No, es
imposible-”
“Podrías hacerlo. Has tenido que ver
muchos casos parecidos.” Sion se lo había dicho una vez.
“Limpiar los
robots es necesario para que puedan realizar acciones más complicadas. SI
fuesen como Ippo y el resto – (aquí a Inukashi se le había escapado preguntar
qué era Ippo. Le exasperó saber que era el nombre de un robot. Supuestamente,
le había puesto el nombre el compañero de Sion. Dijo que les había puesto Ippo, Niho y Sampo. Un paso, Dos pasos y Tres
pasos. Ja, no puedo creer lo tranquilo que era ese tipo. Le había hecho
gracia que el chico pronunciase los nombres de los robots con afecto, igual que
hacía con los ratones.) – y solo tenían que limpiar el parque, sólo tendrían
que realizar movimientos relativamente simples, porque no hay separación
estricta de basura. Pero están operando dentro de un edificio, y no uno
cualquiera: se reunen el mismo punto basura de varias secciones. Un tipo de
movimiento simple no es suficiente. El tipo de basura y las manchas que ésta
deja varía dependiendo de la sección de la que viene, así que estoy seguro de
que sus mecanismos son mucho más complicados.”
“Lo que
significa que necesitan un mantenimiento minucioso. Y no se puede permitir que
se rompan.”
Eso fue lo que dijo Nezumi, si la memoria no
me falla. Y Sion asintió.
“A juzgar
por mi experiencia, estoy seguro de que tienen muchos problemas. La función de
distinguir falla, sus movimientos son más lentos, o algo por el estilo,”
“Ya veo.”
Entonces Nezumi sonrió con languidez, y me miró. No me gustó
esa mirada. Era una mirada significativa, y algo sugestiva. Nada bueno sale
cuando pone esa mirada. Corté el contacto visual enseguida. Aunque ya era muy
tarde.
Por aquel entonces, no entendía el
significado de esa mirada. Ahora lo sé. ‘Inukashi, esta es tu oportunidad
de brillar. Es un papel principal. Hazlo bien.”
Ya lo sé. Mírame bien, Nezumi. Lo voy a
hacer tan bien que a mi lado vas a parecer un actor de cuarta.
“He
escuchado que los robots de limpieza se rompen a menudo. ¿Me equivoco?”
Getsuyaku
frunció el ceño. Contestó a regañadientes. “Bueno, no pasa tan a menudo.”
“Entonces,
¿qué pasa con lo de adelantar el mantenimiento? No es algo raro.”
“Bueno, es
decir… no es algo que no pueda hacer,
pero…”
Inukashi
tuvo que esforzarse para no echar a reírse. Este
hombre es demasiado sincero.
Le parecía
gracioso que Getsuyaku fuese incapaz de darle una respuesta certera, aunque se
suponía que debería sentir aprehensión hacía Inukashi. Pero aquel no era
momento de reírse, y no tenía concentración de sobra. Inukashi cuadró la
barbilla. Tenía que poner al hombre de su parte, aunque eso significase aprovecharse
de la naturaleza honesta y directa del hombre.
“Si no
puedes no hacerlo, significa que si puedes, ¿verdad, Getsuyaku-san?”
“Adelantar
el mantenimiento no es… bueno, no es imposible. Pero, ¿qué quieres decir con
eso de volver locos a los robots?”
“Eso. Quiero
que los configures para que hagan lo contrario a limpiar.”
“¿Lo
contrario?”
“Haz que
escupan la basura, toda la basura que tengan acumulada dentro. Y quiero que
mezcles esto con la basura.”
Inukashi
sacó un bote con una pequeña cápsula dentro, y se la enseñó.
“¿Qué es
eso?”
“Nada peligroso,
puedes estar tranquilo. Sólo despide olor. Pero nada muy fuerte. La cápsula
empieza a deshacerse cuando entra en contacto con el aire. Muy gradualmente.”
“¿Por qué
tengo que mezclarla? Por no mencionar el hacer que los robots la escupan.”
“Es una broma.”
Inukashi se encogió de hombros y se rio un poco. Pero no le parecía para nada
gracioso. Tenía el cuerpo empapado en sudor. No estaba en condiciones de
reírse.
Pero aun así
lo hizo. Le mostró a Getsuyaku la misma sonría que tendría un niño planeando
una broma. Getsuyaku no se estaba riendo. Su cara dejaba claro que no se creía
una palabra de lo que le estaba diciendo Inukashi.
Tch, anda que no sospecha. Tiene que estar
hecho de Cobardía.
“Si un robot
empieza a escupir basura y desprender olores por todas partes, se creará una
conmoción. Estoy en lo cierto, ¿verdad?” Inukashi continuó como si nada.
Getsuyaku
asintió. Sus dedos seguían apretando la moneda de oro.
“No te
equivocas con eso de la conmoción. Los que están dentro de las instalaciones, dejando
a un lado a los prisioneros, trabajan siempre en oficinas cómodas e
inmaculadas. Lo más seguro es que no se hayan manchado en su vida. Sí – estoy
seguro que no han tocado basura en toda su vida.”
“¿Ves? Nadie
piensa en lo importante que es tu trabajo. Así que por eso vas a gastarles una
bromita de nada. Los robots de limpieza se vuelven locos y empiezan a escupir
basura por todas partes. Los de dentro harán una montaña de un grano de arena
y, ¿qué será lo primero que hagan?”
“Ordenarme
que pare el robot.”
“Exacto. Y
lo harás. Entonces – entonces lo más seguro es que te digan que entres en el
edificio.”
“¿Para
reparar el robot? Mm, bueno, sí, podría ser.”
“Y para que
limpies el desastre. Te dirán que limpies la basura que ha tirado. Nadie más
puede encargarse del trabajo de limpieza. Te llamarán. Y se abrirán.”
“¿El qué?”
“Las
puertas. Las puertas que no puedes abrir se abrirán para ti. Las atravesarás,
llevando contigo tu equipo de limpieza anticuado. Y en ese momento más o menos,
será cuando la cápsula empiece a deshacerse y a desprender olor. Si no se está
deshaciendo bien, písala un poco. Así será más eficaz, sí,” murmuró Inukashi
para sí mismo.
“Ah, y no
tienes de que preocuparte. Como ya te he dicho, no huele tan mal. Puede que los
sensores se activen, pero no es peligroso. Lo más seguro es que yo no lo note
porque tengo la nariz acostumbrada. Pero esos estirados lo van a notar y mucho. Se armará un escándalo.
Entonces, fingirás darte prisa en limpiar la basura, y-”
Es la hora de la verdad.
Inukashi le
susurró en el oído a Getsuyaku.
Una, dos
palabras.
Getsuyaku se
tensó. Unos dientes blancos asomaban por la boca que tenía medio aberita.
“N… no puedo
hacer eso.”
“¿Por qué
no? Es muy fácil. Creo que usar una excavadora es más difícil.”
“¿Y si se
entera alguien? Me despedirían – no, peor. El Departamento de Seguridad me
detendría y… oh, no, para,” gimió. “Me dan escalofríos sólo de pensarlo. No
gracias. Rotundamente no. Vuelve a casa, Inukashi. Te devuelvo esto.”
Getsuyaku le
dio la moneda. Era una de verdad; brillaba tenuemente. Inukashi retorció los
labios en una sonrisa. Tuvo la sensación de que esta era mejor que la anterior.
“Me la
devuelves, ¿eh? ¿No te tientan los deseos materiales?”
“Mi vida es
más importante que los deseos materiales.”
Inukashi
puso su mano con suavidad sobre la mano que Getsuyaku tenía boca arriba.
“Ooh-”
Getsuyaku tomó aire. La moneda de oro que tenía en la mano se convirtió en dos.
“Hey, Inukashi, no voy a-”
“Una más.”
Le puso en la mano una tercera moneda de oro. “Tres monedas de oro. ¿Qué te
parece?”
“¿Por qué –
por qué ofreces tanto….?”
“El trabajo
que te estoy pidiendo lo vale. Si todo va bien, te daré tres más como
compensación.”
“Inukashi,
¿qué es lo que pretendes? Esto no es una broma normal, ¿no? No puede serlo. ¿Y
de dónde has sacado tanto dinero?”
“Nada de
preguntas. Esto es lo que te pido - ¿aceptas o no? Aunque la verdad es que no
puedes negarte.”
“¿P-por qué
no? Voy a negarme. ¿Ves? No las quiero,” dijo Getsuyaku
tercamente.
“No puede
ser. Me has vendido información de dentro. ¿Ya no te acuerdas?” Intentó lamerse
el labio inferior. Estaba seco y áspero. Las palpitaciones en su pecho eran más
lentas. Viendo como la sangre abandonaba la cara de Getsuyaku, la sonrisa de
Inukashi se ensanchó.
Estoy bien. Estoy tranquilo. No me voy a
poner nervioso y a fallar en el último momento. Estoy bien.
“El otro día
me dijiste dónde estaban los circuitos eléctricos del Correccional.”
“Eso fue –
bueno… una idea general de lo que sé.”
“Pero me lo
dijiste. No, me lo vendiste. Por dos monedas de plata, si mal no recuerdo. Me
vendiste información sobre tu puesto de trabajo por dos monedas de plata. Si se
enteran, será mucho peor que un despido, será-”
“¡N-necesitaba
el dinero!” protestó Getsuyaku. “Mi mujer se puso enferma y tuve que llevarla
al médico.”
“Sí. Eres un
buen hombre, un tipo familiar. Pero, ¿crees que las autoridades van a tener en
cuenta razones como esas? He vendido
información por dos monedas de plata a un residente del Bloque Oeste para poder
darle de comer a mi familia. Lo siento. Qué van a hacerte los del
Departamento de Seguridad si confiesas algo así, ¿eh? ¿Darte una palmadita en
la espalda y decirte ‘tienes que haberlo pasado mal’? No. Eso no va a pasar en
la vida. Y lo sabes. Entiendes tu posición y lo peligroso que puede llegar a
ser el Departamento de Seguridad, ¿verdad? Oooh, que miedo. Me dan escalofríos
solo de pensarlo.”
Inukashi se
frotó sus brazos desnudos. La cara de Getsuyaku palideció aun más, hasta el
punto de parecer una caricatura dibujada en una hoja de papel.
“¿M-me estás
haciendo chantaje?”
“Sólo te he
dicho la verdad. Y gratis.”
Getsuyaku
gimió. Inukashi le dio unas palmaditas en el hombro.
“No pasa
nada. No vas a estar en peligro. Te lo garantizo. Piénsalo: has sido un hombre
trabajador hasta ahora. Estás registrado legalmente como ciudadano. ¿Quién va a
sospechar de ti? Nadie. Porque nadie te presta atención. Nadie te observa.”
“Pero las
cámaras de seguridad-”
“Si haces
algún movimiento sospechoso te descubrirán. Pero si actúas con naturalidad,
engañar a las cámaras está chupado. Puede que las máquinas puedan enviar
imágenes nítidas, pero no pueden enseñar lo que hay en tu mente. Además, no
cambia el hecho de que ya estás metido en esto.”
Inukashi
volvió a ponerle las monedas de oro en la mano y se la cerró.
“Aceptas el
trabajo, ¿verdad, Getsuyaku-san?”
“Uh… está
bien. Pero sólo será esta vez.”
“Gracias,”
dijo Inukashi con gentileza. “Mañana. Justo antes de terminar tu turno.”
“Entendido…
y entonces, ¿me darás el resto del oro?”
“Está es la
diferencia entre los perros y los humanos. Nosotros no mentimos. Una vez
prometemos algo, lo cumplimos.”
“Pero -
¿eh?”
“¿Qué?”
“¿No
escuchar llorar a un bebé?”
“¿Bebe? Yo
no oigo nada.”
“Juraría
que-”
“Puede que
te lo hayas imaginado. ¿No va a dar a luz tu mujer dentro de poco? Por eso
piensas que los aullidos del viento son un bebé llorando. Pero mira, ¿ves?
Tengo razón: Cuando nazca el bebé vas a necesitar más dinero. Vas a necesitar
leche y una cama cómoda para él.”
Getsuyaku
movió los labios con la intención de decir algo. Pero en lugar de eso cerró la
puerta de la sala de control sin decir nada.
Una vez
cortada la luz que salía de la habitación una profunda oscuridad envolvió a
Inukashi. El frío aire nocturno sopló entre sus pies.
Uuf. Suspiró. Estaba sudando a chorros a
pesar del frío que hacía. Le pesaban los hombros, probablemente por haber
tenido los músculos tensos.
Uuf. Aquella vez exhaló
intencionadamente. Al inhalar, el aire frío se introdujo y se arremolinó dentro
de su pecho.
¿Ha ido bien? ¿He asegurado bien su
salvavidas?
No estoy muy seguro de haberlo hecho.
Getsuyaku,
aquel hombre bueno y asustadizo, iba a preocuparse. Dudaría. Seguramente le
daría vueltas hasta el último momento, incapaz de decidirse.
¿Qué voy a hacer? ¿Qué debería hacer?
¿Seguir adelante? ¿Dejarlo? ¿Qué debería hacer? ¿Qué?
¿Cuál sería
la decisión de Getsuyaku? ¿Actuaría tal y como esperaba Inukashi? No estaba muy
seguro.
La mente de una persona es igual que el
extremo fino de las ramas.
El viento las agita con mucha facilidad.
Supongo que tendré que creer.
No en
Getsuyaku. En su propia suerte. La cara de Sion apareció en su mente. También
apareció el perfil de Nezumi.
Supongo que tendré que creer en ellos.
Caminó con
rapidez a través de la oscuridad. Una sombra se movió junto al carro cargado
con las sobras. Escuchó sollozos.
“Deja de
hacerle llorar,” dijo Inukashi chascando la lengua. Torció el gesto. “Eres una
niñera bastante inútil. Encárgate de él en condiciones. Por lo menos haz que
deje de lloriquear así, por favor, viejo.”
“Tch, soy yo
el que tiene ganar de llorar,” replicó Rikiga, chascando también la lengua.
Seguramente también tendría el gesto torcido. Pero Inukashi no podía ver a
través de la oscuridad que le envolvía.
“Mira Sion.
Ha vuelto mamá. ¿No estás contento?”
“¿A quién
estás llamando mamá?”
“¿Qué más da?
Está más claro que el agua que yo no soy la madre aquí. Toma.” Le puso el bebé,
envuelto en una manta suave, en los brazos a Inukashi. La manta la había
conseguido Rikiga. Inukashi sintió el peso y la calidez del bebé en sus brazos.
El bebé pesaba un poco m ás.
¿Podría ser? No creo. Serán imaginaciones
mías.
El bebé que
había recogido de los escombros mamaba del pezón de un perro, agitaba las
piernas y los brazos, reía a menudo y lloraba todo el día. Tenía unos ojos
grandes y que no paraban quietos y unas mejillas regordetas.
“Mamá,” el
bebé extendió los brazos hacia Inukashi. Daba la impresión de que estaba
buscando, o llamando a alguien.
“¿Ves? Te ha
llamado mamá,” dijo Rikiga. “Echaba de menos a su mami.”
“Seguramente
no soportaría lo que te huele el aliento a alcohol, viejo. Oh, ea, ea. Pobrecito.
Tiene que haber sido horrible, Sion.”
“¿Y?”
“¿Hm?”
“¿Cómo ha
ido la cosa?”
“No lo sé.
He hecho todo lo que he podido. He hecho lo que me dijo Nezumi.”
Rikiga se
rio con desdén.
“Eve, ¿eh?
Menudo capullo insolente. Acaba en el Correccional y tiene la cara de seguir
dándonos órdenes. ¿Quién se cree que es?”
“Nezumi es
Nezumi, viejo. No se ‘cree’ nada. Además, no han acabo ahí. Han atravesado esas
puertas porque han querido.”
“Las puertas
del infierno.”
“Hey, viejo.”
“¿Qué?”
“¿Crees que
van a volver?”
“¿Después de
haber atravesado las puertas del infierno? Imposible. Haría falta un milagro.”
“Tengo
entendido que es fácil que se produzca un milagro. Lo ha dicho Nezumi.”
“Eve es un
fraude. En sus palabras no podrías encontrar ni una verdad del tamaño de la
cabeza de una mosca. ¿Sabes, Inukashi? El – el que si que espero que vuelva es
Sion.”
“¿Y qué pasa
con Nezumi?”
“No me
importa lo que le pase a Eve. No me importaría no volver a verle en lo que me
queda de vida. De hecho, nada me haría más feliz que no volver a verle. Sería
mucho mejor para mí. Hmph.”
Inukashi se
rio en silencio. Rikiga estaba de muy mal humor. Le hacía gracia. Y lo único
que hacía el saber la razón era que el asunto fuese aún más gracioso.
“Tsukiyo.”
Inukashi bajó la voz y llamó al ratón. Sion también le había puesto nombre a
ese. Hamlet, Cravat, Tsukiyo… era algo raro. Una vez supo los nombres, se dio
cuenta de que podía distinguir cual era cual, cuando no habían sido más que “ratones”
para él.
Algo raro,
sí.
Chit.
Un ratón
negro apareció de bajo de un perro del mismo color, que estaba tirado en el
suelo.
“Un mensaje
para tu dueño: he hecho lo que me dijiste. Mañana por la tarde empieza la
acción.”
Chit.
“Rezaré para
que llegues con tu dueño, Tsukiyo.”
¡Cheep, cheep, cheep!
El ratón
desapareció en la oscuridad.
“¿Sabe dónde
está Eve?”
“Creo que
sí.”
“¿Y ha entendido
lo que le has dicho?”
“Seguramente
también pueda entenderte a ti, viejo. Siempre un cuando estés sobrio, entenderá
lo que intentes decirle.”
“¿Por qué?
No es más que un ratón.”
“No es un
simple ratón. Los ratones normales no entienden el lenguaje humano. Esos
ratones son muy listos. Pueden entender
lo que decimos y la intención con la que lo decimos. No es de extrañar que
Nezumi los cuide tanto.”
“¿Por qué no
son ratones normales?”
“¿Y cómo
quieres que sepa yo eso?”
“¿Son micro
robots?”
“No. Son
seres vivos. Pero tienen intelecto. ¿Sabes? Sion hasta les leía. Un clásico llamado Whachamacallit. Me apuesto lo que sea a
que nunca has leído un clásico en tu vida, ¿verdad, viejo?
“Nunca he
leído un clásico llamado Whachamacallit,” replicó Rikiga sarcásticamente. “¿Por
qué tienen intelecto esos ratones?”
“Ya te he
dicho que no lo sé. Pero son de Nezumi. Sería raro que no fuesen
extraordinarios.”
“Claro que
es raro. ¿De dónde ha sacado Eve esos ratones?”
“Viejo.”
“¿Qué?”
“¿Por qué te
interesan tanto? ¿Estás pensando en si podrías sacarte un dinerito extra usando
esos ratones?”
“Claro que
no,” dijo Rikiga, enfadado. “No quiero tener nada que ver con los ratones de
Eve. No los tocaría ni aunque tuviesen monedas de oro en la boca.”
A Inukashi
le costaba creerse eso de que Rikiga dejase escapar a un ratón que tuviese una
moneda de oro, pero se limito a encogerse de hombros como respuesta, y no dijo
nada.
Ratones que entienden el lenguaje humano…
Uno de esos
ratones le había llevado una carta. Era de Nezumi. Las palabras estaban
escritas con un bolígrafo de punta fina.
Inukashi. He preparado esta carta
para que te llegase después de la Caza. Conociendo a mis ratones, seguro que
se aseguran de que te llega.
|
La carta no
empezaba con un saludo formal ni nada de eso,
era distante.
¿No sabe escribir una carta en condiciones o
qué? ¿O piensa que no me merezco ni un saludo¿ Si es eso, menudo idiota.
Aun así, una
carta de Nezumi era algo inesperado e inusual, y sus ojos habían permanecido
pegados a la carta incluso cuando estaba quejándose. Leyó y gruñó.
En la carta
había unas instrucciones detalladas para los que se habían quedado en el Bloque
Oeste. Sólo después de leer la carta Inukashi se dio cuenta del significado de
las miradas significativas y sugestivas de Nezumi.
Ya veo. Eso es lo que quieres que haga. Que
cartas de amor mas emotivas me mandas.
Ese chico es retorcido. Aunque no es nada nuevo.
Tomó aire. Tenía
que decidir: o arrugaba la carta que tenía en la mano y fingía que nunca la había
visto, o acataba las órdenes de Nezumi.
Dudó durante
un momento. Inukashi dobló la letra y exhaló.
Aparte de
las instrucciones para Inukashi, también había órdenes para Rikiga. Esa era la razón
del descontento de Rikiga.
“Ese crío se
piensa que puede darme órdenes. Joder, me siento como si esa rata despreciable
me estuviese controlando por control remoto. Me cabrea.”
“Entonces,
¿vas a ignorarle?”
“No puedo
hacer eso. La vida de Sion está en juego.”
“La montaña
de oro también está en juego.”
“Exacto.”
Amor y
avaricia. Esos eran los motivos más frecuentes que movían a la mayoría. Teniendo
en cuenta las continuas quejas de RIkiga, se movía con mucha rapidez y
eficacia. Había traído unas cuantas microbombas. Lo más seguro es que las
hubiese tenido preparadas con antelación.
Había dicho
que le habían costado un dineral. Pero que aquello no sería más que un pequeño
sacrificio si conseguían hacerse con los lingotes de oro.
Rikiga e
Inukashi habían cumplido la mitad de las órdenes de Nezumi. Ahora quedaba la
otra mitad. El momento crítico.
“Sabemos con
seguridad que Tsukiyo y los demás están de nuestra parte. ¿No es suficiente por
ahora?” Inukashi pronunció sus pensamientos. Fuese una persona, un perro, o un
ratón, que no fuesen enemigos ya era algo que agradecer. Deseaba que Rikiga se
preocupase por la “rareza” y el “misterio” luego, cuando no estuviesen en una
situación tan tensa.
Siempre ha sido obvio que Nezumi no es
alguien al que puedas descifrar, viejo.
“Abah, abah,
abah.” Balbuceó Sion animado.
“Felicítanos,
Sion.” Inukashi alzó el cuerpecito hacia el cielo nocturno, donde brillaban las
estrellas. “Celébralo. Nuestro presente y nuestro futuro.”
“Babhuh.”
Sion levantó los brazos envueltos en una tela desgarrada. Estiró el brazo como
si estuviese señalando algo.
“¿Qué?”
Inukashi levantó la vista y vio la ciudad dorada. La Ciudad Sagrada de No. 6,
cuyo brillo atravesaba la densa oscuridad.
Los dedos de
Sion se detuvieron justo en aquella luz dorada.
“Es No. 6.
¿Qué pasa? ¿Te ha llamado la atención?”
Sion no
estaba sonriendo. Tampoco lloraba. Tenía aquellos ojos morados abiertos como
platos, y lo único que hacía era mirar No.6 intensamente.
Graciaaaaaaaaaaaaas mil gracias! Eres un ángel! Me gusto tanto esta serie que exploté cuando vi que había una novela. La busque por todos lados y no la encontré más que aquí en mi spanish hermoso. Estoy bajando a mi celular esto cuando debería estar estudiando WTF conmigo? Ok, no me importa, GRACIAS otra vez n__n
ResponderEliminar