viernes, 16 de noviembre de 2012

No. 6 Vol 6 Capítulo 3 Parte 1

¡Medio capitulito más para la colección!




Capítulo 3
Esa es la razón


Cuando la gente construyó las oficinas públicas
¿no fue la razón
El poder eliminar peligros
Y crear un mundo brillante y pacífico?
Pero los ciudadanos sufren dificultades, y los oficiales nadan en riquezas
En la vasta tierra, ni uno solo
De los ciudadanos puede expresar su aflicción
Así que sacan sus pinceles, y la confían a una canción.

-Canción del folklore chino.


Safu gritó.

¿Está soy yo?
¿Por qué, por qué, por qué…?

“Safu, ¿estás despierta? Buenos días. ¿Qué tal estás? Ah, veo que tus sentidos cognitivos an vuelto a la normalidad. Espléndido.”

¿Esta soy yo?
No, esta no soy yo.
Esta no soy yo.

“¿De qué estás hablando? Mira. Eres preciosa. No sólo eso – sí, pronto tendrás belleza y poder en tus manos. Una vida inmortal. Brillante, ¡verdad?”

No. No.
Ayúdame.
Devuélveme.
Devuélveme a quien era.

“Safu. No puedes alterarte tanto. Duele, ¿verdad? Sí, cuando te alteras duele. Dolor de cabeza. Así que, cálmate. Tranquilízate. Cálmate y piensa en el estado que deberías estar. Sí… buena chica. Te ayudaré. Sí, cálmate…”

Sion…
¿Dónde está Sion?

“Olvídate de él. Has renacido. Olvida todo lo anterior. Todo. La gente, los nombres y los recuerdos son inútiles para ti, Safu.”

No quiero olvidar.
No puedo olvidar.
No… voy a olvidar.

“¿Sabes, Safu? Mañana hay un festival. La celebración del nacimiento de esta ciudad. Una celebración.  Se llama ‘La Celebración Sagrada’. Estoy seguro de que la conoces. Después de todo, eras una ciudadana.”

Sion
Sion, ¿dónde estás?

“Los festivales son una estupidez. Todos arman un escándalo sin sentido y ni siquiera saben que están celebrando. Idiotas, ¿verdad? Aunque sería problemático que no lo fuese. Ja ja ja… Los auténticos Santos estamos aquí. Tú y yo. ¿Deberíamos brindar, Safu? ¿Quieres vino?”

No voy a olvidar.
No voy a olvidarte.
Nunca podría olvidarte.

“Safu, ¿por qué estás expresando tristeza? Tengo un regalo espléndido preparado para ti, ¿sabes? Pronto. Voy a convertirte en una existencia que todos adoren.”

Voy a seguir recordándote.
Porque este es mi corazón.
No… voy a olvidar.

“Que problemático. Pensaba que no ibas a ser tan obstinada. Estoy un poco decepcionado, Safu. Muy bien, pues. Pronto verás hasta donde llega mi magnanimidad. Entonces te inclinarás ante mí y me mostrarás tu gratitud. Lo ves, ¿Safu? Oh, sí, ya no vamos a necesitar ese nombre. Vamos a deshacernos de él. Después de todo, te espera un futuro nuevo. ¿Ves? ¿No te emocionas de pensarlo?”

No voy a deshacerme de mi alma.
No voy a perder mis recuerdos.
No me van a robar mis sentimientos.
Sion,
¿dónde…?

“Ven. Ven aquí.

Sion, ¿dónde estás?


Sion terminó de hablar. Había revivido, con todo el detalle posible, los últimos años empezando por la noche del huracán en la que había conocido a Nezumi, hasta el día de hoy. Daba igual lo que hablase, sabía que nunca sería suficiente para contar su historia. No tenía confianza en poder contar con precisión todo lo que le había causado esa confusión. Pero aun así habló. Dejando al descubierto la raíz de incontables emociones que habían empezado a brotar en su alma, empezó a contar con calma y objetividad sus experiencias, lo que había visto y oído, el escenario que se abría ante sus ojos y los sonidos que le habían llegado a los oídos. Era lo que había intentado.

Pero aun así su voz tembló al final. No había podido evitar que la suplica se colase en su tono de voz.

Soy débil. Muy débil. Ni siquiera puedo reprimir mis emociones.

Apretó los puños.

Lo sabes, Sion. Lo sabes desde hace mucho. Te has visto forzado a enfrentarte a la realidad de lo débil que eres, una y otra vez, antes de venir aquí. ¿De qué te sirve asustarte de tu debilidad e ignorancia ahora? Puedes avergonzarte, pero no puedes asustare. Si dudas, no serás capaz de volver a moverte. Has llegado hasta aquí. No puedes volver. No eres tan débil.

Sion tomó aire, y continuó hablando.

“Quiero ayudar a Safu. Haré cualquier cosa para sacarla de ahí. Para eso es para lo que he venido. Nezumi me ha traído aquí. No me imagino dónde estamos o si puedo infiltrarme en el Correccional desde aquí. Pero tengo que conseguirlo cueste lo que cueste. De eso estoy seguro. Y… soy el que ha metido a Nezumi en esto. Nezumi se ha arriesgado por mí… eso también es verdad.”

El anciano permaneció en silencio. El silencio les envolvía. Un silencio pesado pesaba sobre ellos, y a Sion le daba la impresión de que podía escuchar el crujido de sus huesos.

Junto a él, Nezumi se agachó. Recogió la camisa que se había deslizado por la mano de Sion, sin éste darse cuenta y se la dio.

“Gracias.”

Heh.

Nezumi se rio.

“Sus modales no le abandonan ni en una situación como esta, ¿eh, joven amo? Quizá debería añadir ‘crío ignorante que se sobrevalora demasiado’ al nombre.”

“¿Yo? ¿Sobrevalorarme?”

“Sí. No he venido aquí por usted. No se crea tanto, joven amo.”

Antes de que Sion pudiese responderle, Nezumi se giró. Su perfil inexpresivo rechazó las palabras y la mirada de Sion.

“Rou.” El anciano no contestó. Permaneció inmóvil, con los ojos cerrados. Parecía que estuviese meditando o rezando para sí mismo.

“Rou, no hay ninguna mentira en lo que ha contado Sion. Todo es verdad. Han muerto personas en No. 6 a causa de las avispas parásito. Sion se salvó. Pero la mayoría de gente no va a tener tanta suerte. Morirán-” Nezumi se calló, y miró a Sion.  La duda de la sombra pasó por su mirada, aunque muy brevemente.

“¿Rou? ¿Me estás escuchando?”

El anciano asintió levemente. “Lo hago. Tu voz se proyecta muy bien y llega a los oídos del receptor con mucha claridad.”

“¿Ha llegado a tu corazón?”

“Por supuesto.”

“Entonces, quiero que me contestes. Quiero que me lo digas.”

“¿El destino de No.6?”

“No, eso no necesito preguntárselo a nadie para saberlo. Sé que es lo que le va a pasar: destrucción y extinción. Seré yo el que apriete el gatillo.”

“Entonces… ¿cuál es tu pregunta?”

“Lo qué son las avispas parásito en realidad.”

Sion gritó. Miró el perfil de Nezumi con los ojos abiertos como platos y pasó su mirada al anciano.

“¿Me estás pidiendo que divulgue la verdad acerca de las avispas parásito?” dijo el anciano.

“Sí.”

“¿Por qué… me lo preguntas a mí?”

“Porque tú lo sabes,” respondió Nezumi. “Tengo la sensación de que lo sabes. He estado pensándolo todo este tiempo; quizás… sepas la mayoría de las cosas que quiero saber.” Nezumi exhaló. Los ángulos tensos de su perfil cedieron, y la duda ensombreció su rostro aún más.

“Lo sabes porque eras un ciudadano de No.6…. no, uno de sus creadores. ¿Me equivoco?”

Aquella vez ningún sonido abandonó los labios de Sion. Se quedó en su garganta.

¿Creador? ¿Aquel anciano?

“¿Me equivoco, Rou?”

El anciano no contestó. Nezumi alzó su rostro hacia el techo. No había más que una piscina de oscuridad. Pero Nezumi parpadeó con rapidez, como si estuviese mirando algo muy brillante. Entonces con un inusual movimiento lánguido, levantó el brazo.

“Esto.” Tenía sujeto un trozo de papel entre los dedos. Se lo dio al anciano. Era una foto, una muy antigua impresa en papel.

“El viejo borracho la tenía. Tu madre también sale,” le dijo a Sion. “Me he tomado la libertad de cogerla prestada de sus archivos.”

“Oh, eso…” era una de las fotos que se habían mezclado con los contenidos de varias carpetas. Se habían esparcido por el suelo cuando ambos habían visitado a Rikiga siguiendo las direcciones de la nota de Karan. En la foto salían su madre y sus amigos, varias décadas más jóvenes. Recordaba que Rikiga, un antiguo periodista, había dicho que había hecho la foto la última vez que había entrado en No.6.

En aquellos días, No, 6 no había estado cerrada a cal y canto. No había ninguna ley que prohibiese la entrada o salida sin un permiso, y la situación no era la de ahora, que prohibía la entrada de cualquiera que no tuviese un permiso fuesen cuales fuesen las circunstancias. Tampoco habían estado terminadas las puertas de aleación especial. Rikiga había dicho que en aquella época se podía entrar y salir de No. 6 con relativa facilidad.

“La mujer joven que está en el centro es la madre de Sion. Se llama Karan.”

“Karan.”

“La conoces, ¿verdad? Sales en la foto con ella. ¿O la has olvidado?”

“¿Con ella? ¿Con mi madre?” Sion estaba sorprendido. Estaba seguro de que tenía la boca abierta. No podía evitar mirar al anciano del pelo blanco. Sabía lo insolente que era aquella mirada, pero no podía apartarla.

¿Conoce a mi  madre?  Y pensar que un hombre que se había instalado en aquellas cuevas subterráneas y que llamaban “anciano” estaba conectado con Karan. Era algo increíble.

Increíble, ¿cómo…? Durante un instante la sorpresa le golpeó tan fuerte que tuvo una sensación de hormigueo en su cerebro

Los límites de su mundo se habían roto desde que había conocido a Nezumi. El mundo en el que había vivido hasta aquel momento se había desmoronado. Todo estaba lleno de sorpresas. Cosas en las que había creído, y de las que nunca había dudado, habían dado un giro de ciento ochenta grados y habían mostrado un lado completamente diferente. Había experimentado ese sentimiento muchas, muchas veces.

Asombro, sorpresa, silencio, perplejidad y dolor. Había experimentado muchas emociones y sensaciones. Pero también se había visto obligado a asumir lo ignorante que había sido antes de conocer a Nezumi, como había vivido sin saber nada y sin intentar saberlo.

Por eso dolía. Dolía lo suficiente como para hacerle gritar de dolor. Pero aun así – había jurado no dudar en sorprenderse y quedarse perplejo.

Sion, a su manera, esperaba ver la verdad sobre sí mismo y sobre el mundo en el que vivía. También había decidido verlo hasta el final. No dudaba a la hora de sorprenderse o de confundirse; al contrario, cada vez que eso pasaba sentía como quitaba otra capa y aparecía una nueva cara del mundo ante sus ojos. Hasta había terminado por venerar la experiencia.

Pero aquella vez, se había quedado atónito sin más. Fijó la mirada en el anciano con la boca abierta. Los dedos de Nezumi tocaron sus labios. ¿Por qué siempre tenía los dedos tan fríos? Un sentimiento muy distante a la sorpresa o a la perplejidad pasó por la mente de Sion. Nezumi chascó la lengua con suavidad.

“Cierra la boca. Tienes una cara de idiota increíble ahora mismo.”

“No puede ser…” susurró Sion. “Es increíble… Nezumi, ¿qué está pasando? ¿Qué pinta mi madre aquí? Este hombre y mi madre se conocen… ¿qué significa eso?”

“¿Y cómo quieres que lo sepa?” replicó Nezumi. “Estoy preguntado porque no lo sé. Mira la foto que tenía el borracho: el que esta junto a tu madre-” Nezumi tragó. “Es Rou.”

La foto resbaló entre los dedos del hombre. Flotó hasta llegar al suelo como un pétalo.

“Yo también me sorprendí cuando vi la foto,” dijo Nezumi. “Lo más seguro es que tuviese la misma expresión que tú en la cara, aunque no tan idiota.”

Nezumi recogió la foto y se la enseñó a Sion. Sion se inclinó y la observó con atención. Era una foto muy vieja. Había un grupo de hombres y mujeres frente a un edificio gris. Karan estaba en el centro. Tenía el pelo largo y sonreía con timidez. Su sonrisa aún tenía un toque infantil. A su derecha había un hombre de carga alargada. Tenía una bata de laboratorio en una mano y unos ojos amables. A pesar de ser una foto antigua, Sion podía distinguir la inteligencia que residía en aquellos ojos.

Mi padrino. Nezumi había señalado a ese hombre y había dicho esas palabras. Es mi padrino.

Sion se arrodilló frente al anciano.

“Dímelo por favor.” Su voz era áspera. Tenía la garganta tan seca que le dolía. “Dime la verdad, por favor. Es lo único que pido.”

El torso del anciano se meció levemente. A Sion le recordó al movimiento de la hierba plateada. Su pelo blanco, que brillaba tenuemente con la luz de las velas, parecía las espigas de la hierba plateada.

“Saber la verdad y rescatar a tu amiga: Sion, ¿crees que ambas cosas están relacionadas?” Como respuesta, Sion negó lentamente con la cabeza.

“No lo sé.” Contestó con sinceridad. No lo sabía.

Tenía que rescatar a Safu lo antes posible. Pero, ¿qué necesitaba? ¿Necesitaba saber la verdad sobre las avispas parásito, la relación entre su  madre y el anciano, el futuro de No.6…? ¿Realmente era una necesidad urgente saberlo? Sion no tenía  respuesta para aquello.

Quería saberlo. Ansiaba con desesperación saberlo. Pero lo más importante en aquel momento era salvar a Safu - ¿no?

“No lo sé… puede que conocer la verdad y rescatar a Safu sean dos cosas completamente diferentes. Pero…”

“¿Pero?”

“Pero me han – o debería decir nos han – nos han ocultado la verdad a todos los ciudadanos de No. 6. Hemos vivido toda nuestra vida dando la espalda a la realidad y de la verdad que de ésta deriva.”

“Lo que pasa es que no habéis intentado verla,” remarcó Nezumi, totalmente inexpresivo. “Si hubieseis mirado un poco, la habríais visto. Si hubieseis buscado la verdad, la habríais encontrado. Pero no lo habéis hecho. Os habéis cegado con vuestra idea de falsa abundancia y os habéis acomodado. No habéis intentado mirar a través de eso para ver la realidad. Vuestra idiotez es lo que ha permitido a No. 6 convertirse en el monstruo que es hoy.”

“Estoy seguro de que tienes razón.” Sion inhaló. Nezumi tenía razón. Pero, ¿sabes qué, Nezumi? En el tiempo que he vivido contigo, he podido tocarle las orejas a la realidad con mis propias manos. Ese ha sido mi punto de salida. Eso en sí mismo es una verdad.

He empezado ahí, y ahora, estoy aquí.

“El secuestro de Safu, la aparición de las avispas parásito… No. 6 convirtiéndose en un monstruo, todo ha pasado porque hemos estando apartando los ojos de la verdad todo este tiempo. El crimen que hemos cometido es uno grave; me he dado cuenta de ellos. Pero por eso quiero saber. Quiero ver la auténtica forma del mundo con mis propios ojos-”

Sion se mordió el labio. No, estuvo a punto de decir en voz alta. No le parecía que estuviese bien. No era que le hubiese mentido al anciano. Pero había adornado sus palabras. Arrepentimiento y resignación sobre el pasado no era lo único que había detrás de las razones por las que quería saber la verdad.

Curiosidad. No, no era un sentimiento tan superficial; era un deseo profundo. Uno que corría en círculos en su interior.

Era una intriga sobre el mundo que su imaginación no podía satisfacer. Interés sobre lo desconocido. Y más que nada… la expectación de poder adquirir algo de conocimiento relacionado con Nezumi.

La parte que le mostraba Nezumi no era más que un pequeño fragmento. De hecho, Nezumi tenía muchas caras que Sion no podía ver. Y todas y cada una de las veces que lo sentía, le dolía.

¿De dónde vienes?
¿Dónde has nacido?
¿Cómo vivías hasta aquella noche en la que nos conocimos?
¿Qué habías pensado, en qué habías creído y que habías rechazado en tu vida hasta aquel momento?
Y también esta la promesa de decirme tu nombre real, promesa que aún no has cumplido.

Su alma se agitaba sin parar. Se agitaba por querer saber, y no por los demás sino por sí mismo. Pero había aparentado. Había pretendido ser un amigo, el joven inocente que anhelaba saber la verdad.

Sus palabras y su corazón se daban la espalda el uno al otro. Que palabras tan bonitas y racionales eran las que salían de su boca. Racionales y bonitas hasta el punto de parecer falsas. Sus propias palabras engañaban a su corazón.

¿Sólo puedo hablar en estos términos?

¿Por qué no puedo hablar como Nezumi? Sólo puedo usar palabras vacías y susperficiales. ¿Por qué sigo aparentando? ¿Por qué sigo hablando cuando aún no estoy preparado para mostrar mi verdadero yo?

Aunque llevo meses viviendo a su lado…

Dirigió su mirada hacia Nezumi sin pensar. Era imposible que no se hubiese dado cuenta de como Sion había decorado sus palabras, pero el perfil de Nezumi no mostraba signo de desdén, enfado o compasión. Había bajado un poco la barbilla y estaba observando el vacío oscuro.

Nezumi nunca jugaba con sus palabras.

Al igual que Safu.

Como un relámpago en mitad de  una noche oscura, una idea brilló en su mente. Safu nunca había manipulado sus palabras. Por lo menos, todo lo que le había dicho a Sion era verdad. Había recibido sus palabras directas y sinceras numerosas veces.

Debería estar avergonzado de sí mismo. Debería darle vergüenza mirar a la cara a Safu y a Nezumi.

“Quiero… saber.” Pronunció cada palabra cuidadosamente. “Hay muchas cosas que desconozco. Pero eso… quiero saberlo. Eso es todo”

El cuerpo del anciano se meció una vez más. “Saberlo no quiere decir que vayas a ser feliz. Puede que acabes deseando no haberlo sabido nunca. Puede que esa sea la realidad que te espera, Sion.”

“Estoy preparado para ello.” Preferiría sufrir por saberlo que seguir siendo ignorante. Prefería el dolor y las dificultades a una felicidad falsa. Usando eso como combustible, podía seguir avanzando.  No podía seguir apoyándose en una ilusión que no servía ni como punto de apoyo.

Se apretó el pecho. Confirmó sus sentimientos.

No había ninguna duda. Mis sentimientos están conmigo. No estoy engañando a  nadie.

“Estoy preparado. O por lo menos, creo que puedo prepararme. Aunque – no puedo estar completamente seguro de que no voy a arrepentirme… puede que me arrepienta algunas veces… pero creo que será mejor que seguir sin saber  nada. Creo en eso… así que….” Tan pronto como intentaba hablar con total sinceridad, su lengua se negaba a cooperar. Sus palabras se negaban a salir con la misma fluidez que lo habían hecho antes.

Las palabras sinceras eran algo que pesaba mucho.

Cargaban con el peso de las creencias del hablante, las emociones y los sentimientos sinceros.

El anciano sonrió. O al menos a Sion le parecía que lo había hecho. Su sonrisa se desvanecio y cerró los parpados con lentitud. Se quedó en silencio.

“Rou, ¿por qué no dices nada?” Nezumi preguntó con impaciencia. “¡Rou!”

“Elyurias.” Los labios del anciano se movieron y un susurro, como una exhalación, escapó de ellos. Era una palabra que Sion no entendía.

“¿Elyurias?” Nezumi frunció el ceño. Parecía ser que él tampoco lo había entendido.

“Ese es su nombre.”

“¿El de quién?”

“El suyo.”

“¿El suyo?”

“Nezumi, los ojos.”

“¿Eh?”

“Cierra los ojos. Tú también, Sion.”

Sion y Nezumi se miraron entre ellos. La voz del anciano era suave y tranquila y el tono en el que había hablado no tenía rastro de orden. Pero obedeció. Tenía la sensación de haberse dejado llevar por la suave corriente de un río, y que estaba llegado al mar. Sion cerró los ojos.

“Elyurias,” susurró el hombre otra vez.  “Era una gran soberana. Era una existencia poco común.”



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