Capítulo 3
Esa es la razón
Cuando la gente construyó las oficinas
públicas
¿no fue la razón
El poder eliminar peligros
Y crear un mundo brillante y pacífico?
Pero los ciudadanos sufren dificultades, y
los oficiales nadan en riquezas
En la vasta tierra, ni uno solo
De los ciudadanos puede expresar su
aflicción
Así que sacan sus pinceles, y la confían a
una canción.
-Canción del
folklore chino.
Safu gritó.
¿Está soy yo?
¿Por qué, por qué, por qué…?
“Safu,
¿estás despierta? Buenos días. ¿Qué tal estás? Ah, veo que tus sentidos
cognitivos an vuelto a la normalidad. Espléndido.”
¿Esta soy yo?
No, esta no soy yo.
Esta no soy yo.
“¿De qué
estás hablando? Mira. Eres preciosa. No sólo eso – sí, pronto tendrás belleza y
poder en tus manos. Una vida inmortal. Brillante, ¡verdad?”
No. No.
Ayúdame.
Devuélveme.
Devuélveme a quien era.
“Safu. No
puedes alterarte tanto. Duele, ¿verdad? Sí, cuando te alteras duele. Dolor de
cabeza. Así que, cálmate. Tranquilízate. Cálmate y piensa en el estado que
deberías estar. Sí… buena chica. Te ayudaré. Sí, cálmate…”
Sion…
¿Dónde está Sion?
“Olvídate de
él. Has renacido. Olvida todo lo anterior. Todo. La gente, los nombres y los
recuerdos son inútiles para ti, Safu.”
No quiero olvidar.
No puedo olvidar.
No… voy a olvidar.
“¿Sabes,
Safu? Mañana hay un festival. La celebración del nacimiento de esta ciudad. Una
celebración. Se llama ‘La Celebración
Sagrada’. Estoy seguro de que la conoces. Después de todo, eras una ciudadana.”
Sion
Sion, ¿dónde estás?
“Los
festivales son una estupidez. Todos arman un escándalo sin sentido y ni
siquiera saben que están celebrando. Idiotas, ¿verdad? Aunque sería
problemático que no lo fuese. Ja ja ja… Los auténticos Santos estamos aquí. Tú
y yo. ¿Deberíamos brindar, Safu? ¿Quieres vino?”
No voy a olvidar.
No voy a olvidarte.
Nunca podría olvidarte.
“Safu, ¿por
qué estás expresando tristeza? Tengo un regalo espléndido preparado para ti,
¿sabes? Pronto. Voy a convertirte en una existencia que todos adoren.”
Voy a seguir recordándote.
Porque este es mi corazón.
No… voy a olvidar.
“Que
problemático. Pensaba que no ibas a ser tan obstinada. Estoy un poco
decepcionado, Safu. Muy bien, pues. Pronto verás hasta donde llega mi
magnanimidad. Entonces te inclinarás ante mí y me mostrarás tu gratitud. Lo
ves, ¿Safu? Oh, sí, ya no vamos a necesitar ese nombre. Vamos a deshacernos de
él. Después de todo, te espera un futuro nuevo. ¿Ves? ¿No te emocionas de
pensarlo?”
No voy a deshacerme de mi alma.
No voy a perder mis recuerdos.
No me van a robar mis sentimientos.
Sion,
¿dónde…?
“Ven. Ven
aquí.
Sion, ¿dónde estás?
Sion terminó
de hablar. Había revivido, con todo el detalle posible, los últimos años
empezando por la noche del huracán en la que había conocido a Nezumi, hasta el
día de hoy. Daba igual lo que hablase, sabía que nunca sería suficiente para
contar su historia. No tenía confianza en poder contar con precisión todo lo
que le había causado esa confusión. Pero aun así habló. Dejando al descubierto
la raíz de incontables emociones que habían empezado a brotar en su alma, empezó
a contar con calma y objetividad sus experiencias, lo que había visto y oído,
el escenario que se abría ante sus ojos y los sonidos que le habían llegado a
los oídos. Era lo que había intentado.
Pero aun así
su voz tembló al final. No había podido evitar que la suplica se colase en su
tono de voz.
Soy débil. Muy débil. Ni siquiera puedo
reprimir mis emociones.
Apretó los
puños.
Lo sabes, Sion. Lo sabes desde hace mucho.
Te has visto forzado a enfrentarte a la realidad de lo débil que eres, una y
otra vez, antes de venir aquí. ¿De qué te sirve asustarte de tu debilidad e
ignorancia ahora? Puedes
avergonzarte, pero no puedes asustare. Si dudas, no serás capaz de volver a
moverte. Has llegado hasta aquí. No puedes volver. No eres tan débil.
Sion tomó
aire, y continuó hablando.
“Quiero
ayudar a Safu. Haré cualquier cosa para sacarla de ahí. Para eso es para lo que
he venido. Nezumi me ha traído aquí. No me imagino dónde estamos o si puedo
infiltrarme en el Correccional desde aquí. Pero tengo que conseguirlo cueste lo
que cueste. De eso estoy seguro. Y… soy el que ha metido a Nezumi en esto.
Nezumi se ha arriesgado por mí… eso también es verdad.”
El anciano
permaneció en silencio. El silencio les envolvía. Un silencio pesado pesaba
sobre ellos, y a Sion le daba la impresión de que podía escuchar el crujido de
sus huesos.
Junto a él,
Nezumi se agachó. Recogió la camisa que se había deslizado por la mano de Sion,
sin éste darse cuenta y se la dio.
“Gracias.”
Heh.
Nezumi se
rio.
“Sus modales
no le abandonan ni en una situación como esta, ¿eh, joven amo? Quizá debería
añadir ‘crío ignorante que se sobrevalora demasiado’ al nombre.”
“¿Yo?
¿Sobrevalorarme?”
“Sí. No he
venido aquí por usted. No se crea tanto, joven amo.”
Antes de que
Sion pudiese responderle, Nezumi se giró. Su perfil inexpresivo rechazó las
palabras y la mirada de Sion.
“Rou.” El
anciano no contestó. Permaneció inmóvil, con los ojos cerrados. Parecía que
estuviese meditando o rezando para sí mismo.
“Rou, no hay
ninguna mentira en lo que ha contado Sion. Todo es verdad. Han muerto personas
en No. 6 a causa de las avispas parásito. Sion se salvó. Pero la mayoría de
gente no va a tener tanta suerte. Morirán-” Nezumi se calló, y miró a Sion. La duda de la sombra pasó por su mirada,
aunque muy brevemente.
“¿Rou? ¿Me
estás escuchando?”
El anciano
asintió levemente. “Lo hago. Tu voz se proyecta muy bien y llega a los oídos
del receptor con mucha claridad.”
“¿Ha llegado
a tu corazón?”
“Por
supuesto.”
“Entonces,
quiero que me contestes. Quiero que me lo digas.”
“¿El destino
de No.6?”
“No, eso no
necesito preguntárselo a nadie para saberlo. Sé que es lo que le va a pasar:
destrucción y extinción. Seré yo el que apriete el gatillo.”
“Entonces…
¿cuál es tu pregunta?”
“Lo qué son
las avispas parásito en realidad.”
Sion gritó.
Miró el perfil de Nezumi con los ojos abiertos como platos y pasó su mirada al
anciano.
“¿Me estás
pidiendo que divulgue la verdad acerca de las avispas parásito?” dijo el
anciano.
“Sí.”
“¿Por qué…
me lo preguntas a mí?”
“Porque tú
lo sabes,” respondió Nezumi. “Tengo la sensación de que lo sabes. He estado
pensándolo todo este tiempo; quizás… sepas la mayoría de las cosas que quiero
saber.” Nezumi exhaló. Los ángulos tensos de su perfil cedieron, y la duda
ensombreció su rostro aún más.
“Lo sabes
porque eras un ciudadano de No.6…. no, uno de sus creadores. ¿Me equivoco?”
Aquella vez
ningún sonido abandonó los labios de Sion. Se quedó en su garganta.
¿Creador? ¿Aquel anciano?
“¿Me equivoco,
Rou?”
El anciano
no contestó. Nezumi alzó su rostro hacia el techo. No había más que una piscina
de oscuridad. Pero Nezumi parpadeó con rapidez, como si estuviese mirando algo
muy brillante. Entonces con un inusual movimiento lánguido, levantó el brazo.
“Esto.”
Tenía sujeto un trozo de papel entre los dedos. Se lo dio al anciano. Era una
foto, una muy antigua impresa en papel.
“El viejo
borracho la tenía. Tu madre también sale,” le dijo a Sion. “Me he tomado la
libertad de cogerla prestada de sus archivos.”
“Oh, eso…”
era una de las fotos que se habían mezclado con los contenidos de varias
carpetas. Se habían esparcido por el suelo cuando ambos habían visitado a
Rikiga siguiendo las direcciones de la nota de Karan. En la foto salían su
madre y sus amigos, varias décadas más jóvenes. Recordaba que Rikiga, un
antiguo periodista, había dicho que había hecho la foto la última vez que había
entrado en No.6.
En aquellos
días, No, 6 no había estado cerrada a cal y canto. No había ninguna ley que
prohibiese la entrada o salida sin un permiso, y la situación no era la de
ahora, que prohibía la entrada de cualquiera que no tuviese un permiso fuesen
cuales fuesen las circunstancias. Tampoco habían estado terminadas las puertas
de aleación especial. Rikiga había dicho que en aquella época se podía entrar y
salir de No. 6 con relativa facilidad.
“La mujer
joven que está en el centro es la madre de Sion. Se llama Karan.”
“Karan.”
“La conoces,
¿verdad? Sales en la foto con ella. ¿O la has olvidado?”
“¿Con ella?
¿Con mi madre?” Sion estaba sorprendido. Estaba seguro de que tenía la boca
abierta. No podía evitar mirar al anciano del pelo blanco. Sabía lo insolente
que era aquella mirada, pero no podía apartarla.
¿Conoce a mi
madre? Y pensar que un hombre
que se había instalado en aquellas cuevas subterráneas y que llamaban “anciano”
estaba conectado con Karan. Era algo increíble.
Increíble, ¿cómo…? Durante un instante
la sorpresa le golpeó tan fuerte que tuvo una sensación de hormigueo en su
cerebro
Los límites
de su mundo se habían roto desde que había conocido a Nezumi. El mundo en el
que había vivido hasta aquel momento se había desmoronado. Todo estaba lleno de
sorpresas. Cosas en las que había creído, y de las que nunca había dudado,
habían dado un giro de ciento ochenta grados y habían mostrado un lado
completamente diferente. Había experimentado ese sentimiento muchas, muchas
veces.
Asombro,
sorpresa, silencio, perplejidad y dolor. Había experimentado muchas emociones y
sensaciones. Pero también se había visto obligado a asumir lo ignorante que
había sido antes de conocer a Nezumi, como había vivido sin saber nada y sin
intentar saberlo.
Por eso
dolía. Dolía lo suficiente como para hacerle gritar de dolor. Pero aun así –
había jurado no dudar en sorprenderse y quedarse perplejo.
Sion, a su
manera, esperaba ver la verdad sobre sí mismo y sobre el mundo en el que vivía.
También había decidido verlo hasta el
final. No dudaba a la hora de sorprenderse o de confundirse; al contrario,
cada vez que eso pasaba sentía como quitaba otra capa y aparecía una nueva cara
del mundo ante sus ojos. Hasta había terminado por venerar la experiencia.
Pero aquella
vez, se había quedado atónito sin más. Fijó la mirada en el anciano con la boca
abierta. Los dedos de Nezumi tocaron sus labios. ¿Por qué siempre tenía los
dedos tan fríos? Un sentimiento muy distante a la sorpresa o a la perplejidad
pasó por la mente de Sion. Nezumi chascó la lengua con suavidad.
“Cierra la
boca. Tienes una cara de idiota increíble ahora mismo.”
“No puede
ser…” susurró Sion. “Es increíble… Nezumi, ¿qué está pasando? ¿Qué pinta mi
madre aquí? Este hombre y mi madre se conocen… ¿qué significa eso?”
“¿Y cómo
quieres que lo sepa?” replicó Nezumi. “Estoy preguntado porque no lo sé. Mira
la foto que tenía el borracho: el que esta junto a tu madre-” Nezumi tragó. “Es
Rou.”
La foto
resbaló entre los dedos del hombre. Flotó hasta llegar al suelo como un pétalo.
“Yo también
me sorprendí cuando vi la foto,” dijo Nezumi. “Lo más seguro es que tuviese la
misma expresión que tú en la cara, aunque no tan idiota.”
Nezumi
recogió la foto y se la enseñó a Sion. Sion se inclinó y la observó con
atención. Era una foto muy vieja. Había un grupo de hombres y mujeres frente a
un edificio gris. Karan estaba en el centro. Tenía el pelo largo y sonreía con
timidez. Su sonrisa aún tenía un toque infantil. A su derecha había un hombre
de carga alargada. Tenía una bata de laboratorio en una mano y unos ojos
amables. A pesar de ser una foto antigua, Sion podía distinguir la inteligencia
que residía en aquellos ojos.
Mi padrino. Nezumi había señalado a ese
hombre y había dicho esas palabras. Es mi
padrino.
Sion se
arrodilló frente al anciano.
“Dímelo por
favor.” Su voz era áspera. Tenía la garganta tan seca que le dolía. “Dime la
verdad, por favor. Es lo único que pido.”
El torso del
anciano se meció levemente. A Sion le recordó al movimiento de la hierba
plateada. Su pelo blanco, que brillaba tenuemente con la luz de las velas,
parecía las espigas de la hierba plateada.
“Saber la
verdad y rescatar a tu amiga: Sion, ¿crees que ambas cosas están relacionadas?”
Como respuesta, Sion negó lentamente con la cabeza.
“No lo sé.”
Contestó con sinceridad. No lo sabía.
Tenía que
rescatar a Safu lo antes posible. Pero, ¿qué necesitaba? ¿Necesitaba saber la verdad sobre las avispas parásito, la relación
entre su madre y el anciano, el futuro
de No.6…? ¿Realmente era una necesidad urgente saberlo? Sion no tenía respuesta para aquello.
Quería
saberlo. Ansiaba con desesperación saberlo. Pero lo más importante en aquel
momento era salvar a Safu - ¿no?
“No lo sé…
puede que conocer la verdad y rescatar a Safu sean dos cosas completamente
diferentes. Pero…”
“¿Pero?”
“Pero me han
– o debería decir nos han – nos han ocultado la verdad a todos los ciudadanos
de No. 6. Hemos vivido toda nuestra vida dando la espalda a la realidad y de la
verdad que de ésta deriva.”
“Lo que pasa
es que no habéis intentado verla,” remarcó Nezumi, totalmente inexpresivo. “Si
hubieseis mirado un poco, la habríais visto. Si hubieseis buscado la verdad, la
habríais encontrado. Pero no lo habéis hecho. Os habéis cegado con vuestra idea
de falsa abundancia y os habéis acomodado. No habéis intentado mirar a través
de eso para ver la realidad. Vuestra idiotez es lo que ha permitido a No. 6
convertirse en el monstruo que es hoy.”
“Estoy
seguro de que tienes razón.” Sion inhaló. Nezumi tenía razón. Pero, ¿sabes qué, Nezumi? En el tiempo que
he vivido contigo, he podido tocarle las orejas a la realidad con mis propias
manos. Ese ha sido mi punto de salida. Eso en sí mismo es una verdad.
He empezado ahí, y ahora, estoy aquí.
“El
secuestro de Safu, la aparición de las avispas parásito… No. 6 convirtiéndose
en un monstruo, todo ha pasado porque hemos estando apartando los ojos de la
verdad todo este tiempo. El crimen que hemos cometido es uno grave; me he dado
cuenta de ellos. Pero por eso quiero saber. Quiero ver la auténtica forma del
mundo con mis propios ojos-”
Sion se
mordió el labio. No, estuvo a punto
de decir en voz alta. No le parecía que estuviese bien. No era que le hubiese
mentido al anciano. Pero había adornado sus palabras. Arrepentimiento y
resignación sobre el pasado no era lo único que había detrás de las razones por
las que quería saber la verdad.
Curiosidad.
No, no era un sentimiento tan superficial; era un deseo profundo. Uno que corría
en círculos en su interior.
Era una
intriga sobre el mundo que su imaginación no podía satisfacer. Interés sobre lo
desconocido. Y más que nada… la expectación de poder adquirir algo de
conocimiento relacionado con Nezumi.
La parte que
le mostraba Nezumi no era más que un pequeño fragmento. De hecho, Nezumi tenía
muchas caras que Sion no podía ver. Y todas y cada una de las veces que lo
sentía, le dolía.
¿De dónde vienes?
¿Dónde has nacido?
¿Cómo vivías hasta aquella noche en la que
nos conocimos?
¿Qué habías pensado, en qué habías creído y
que habías rechazado en tu vida hasta aquel momento?
Y también esta la promesa de decirme tu
nombre real, promesa que aún no has cumplido.
Su alma se
agitaba sin parar. Se agitaba por querer saber, y no por los demás sino por sí
mismo. Pero había aparentado. Había pretendido ser un amigo, el joven inocente
que anhelaba saber la verdad.
Sus palabras
y su corazón se daban la espalda el uno al otro. Que palabras tan bonitas y
racionales eran las que salían de su boca. Racionales y bonitas hasta el punto
de parecer falsas. Sus propias palabras engañaban a su corazón.
¿Sólo puedo hablar en estos términos?
¿Por qué no puedo hablar como Nezumi? Sólo
puedo usar palabras vacías y susperficiales. ¿Por qué sigo aparentando? ¿Por
qué sigo hablando cuando aún no estoy preparado para mostrar mi verdadero yo?
Aunque llevo meses viviendo a su lado…
Dirigió su
mirada hacia Nezumi sin pensar. Era imposible que no se hubiese dado cuenta de
como Sion había decorado sus palabras, pero el perfil de Nezumi no mostraba
signo de desdén, enfado o compasión. Había bajado un poco la barbilla y estaba
observando el vacío oscuro.
Nezumi nunca
jugaba con sus palabras.
Al igual que
Safu.
Como un
relámpago en mitad de una noche oscura,
una idea brilló en su mente. Safu nunca había manipulado sus palabras. Por lo
menos, todo lo que le había dicho a Sion era verdad. Había recibido sus
palabras directas y sinceras numerosas veces.
Debería
estar avergonzado de sí mismo. Debería darle vergüenza mirar a la cara a Safu y
a Nezumi.
“Quiero…
saber.” Pronunció cada palabra cuidadosamente. “Hay muchas cosas que
desconozco. Pero eso… quiero saberlo. Eso es todo”
El cuerpo
del anciano se meció una vez más. “Saberlo no quiere decir que vayas a ser
feliz. Puede que acabes deseando no haberlo sabido nunca. Puede que esa sea la
realidad que te espera, Sion.”
“Estoy
preparado para ello.” Preferiría sufrir por saberlo que seguir siendo
ignorante. Prefería el dolor y las dificultades a una felicidad falsa. Usando
eso como combustible, podía seguir avanzando.
No podía seguir apoyándose en una ilusión que no servía ni como punto de
apoyo.
Se apretó el
pecho. Confirmó sus sentimientos.
No había
ninguna duda. Mis sentimientos están
conmigo. No estoy engañando a nadie.
“Estoy
preparado. O por lo menos, creo que puedo prepararme. Aunque – no puedo estar
completamente seguro de que no voy a arrepentirme… puede que me arrepienta
algunas veces… pero creo que será mejor que seguir sin saber nada. Creo en eso… así que….” Tan pronto como
intentaba hablar con total sinceridad, su lengua se negaba a cooperar. Sus
palabras se negaban a salir con la misma fluidez que lo habían hecho antes.
Las palabras
sinceras eran algo que pesaba mucho.
Cargaban con
el peso de las creencias del hablante, las emociones y los sentimientos
sinceros.
El anciano
sonrió. O al menos a Sion le parecía que lo había hecho. Su sonrisa se
desvanecio y cerró los parpados con lentitud. Se quedó en silencio.
“Rou, ¿por
qué no dices nada?” Nezumi preguntó con impaciencia. “¡Rou!”
“Elyurias.”
Los labios del anciano se movieron y un susurro, como una exhalación, escapó de
ellos. Era una palabra que Sion no entendía.
“¿Elyurias?”
Nezumi frunció el ceño. Parecía ser que él tampoco lo había entendido.
“Ese es su
nombre.”
“¿El de
quién?”
“El suyo.”
“¿El suyo?”
“Nezumi, los
ojos.”
“¿Eh?”
“Cierra los
ojos. Tú también, Sion.”
Sion y Nezumi
se miraron entre ellos. La voz del anciano era suave y tranquila y el tono en
el que había hablado no tenía rastro de orden. Pero obedeció. Tenía la
sensación de haberse dejado llevar por la suave corriente de un río, y que
estaba llegado al mar. Sion cerró los ojos.
“Elyurias,”
susurró el hombre otra vez. “Era una
gran soberana. Era una existencia poco común.”
Gracias por la actualización y feliz fin de semana.
ResponderEliminar¡Feliz fin de semana a ti también!
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