Capítulo 5
En mis deseos
¿Quién soy yo? Un hombre buscando la
felicidad. La he buscado en mis deseos y no la he encontrado. Y todos los que
viven como yo lo hice fracasan al buscarla.
-Tolstoy, “Camina
en la luz mientras haya luz”
Era verano,
y acababa de cumplir los veinte cuando me eligieron como miembro del
proyecto de renacimiento.
Cuando nací,
este planeta ya estaba en peligro. A causa de las numerosas guerras, polución y
destrucción medioambiental más de la mitad del territorio estaba devastado
hasta el punto de ser inhabitable para el ser humano.
El calentamiento
global había favorecido la aparición de numerosas enfermedades contagiosas; los
patrones climáticos eran anormales e impredecibles; las guerras entre naciones
y tribus no tenían fin; se usaban armas nucleares.
Para cuando
nos dimos cuenta, la humanidad había llegado casi al borde la extinción. Los
que sobrevivimos nos dimos cuenta después de haber estado tan cerca de que
teníamos que reflexionar sobre la estupidez de nuestras acciones.
Nuestras
estructuras nacionales hacia mucho que habían caído. Así que pensamos, ¿por qué
no volvemos a vivir la vida? Vivir otra vez en condiciones y sin repetir el
mismo error.
La gente que
había conseguido sobrevivir cruzó las fronteras de la raza, nacionalidad y
origen étnico, y juró vivir con humildad sobre los fundamentos de la paz y la harmonía.
Y así, nacieron
seis ciudades.
No quedaban
muchas regiones aptas para la vida humana. La mitad de la humanidad había
muerto. La gente se reunió en esas regiones limitadas y empezó a construir gradualmente
sus propias ciudades.
Aquí hubo,
hace tiempo, una ciudad. Era una ciudad preciosa. Había una cantidad increíble
de naturaleza intacta en este pedazo de tierra. No había océano – pero había
espesos bosques, lagos, pantanos y llanuras. Sí: un milagro. Era algo
milagroso, igual que la rosa que florece en medio de un vertedero.
Se
estableció la ciudad y la gente vivió en paz, de acuerdo al juramento que habían
hecho. Yo nací en esta ciudad. Crecí, nací y me hice investigador. Al igual que
tu madre, Sion.
El anciano
sonrió al decir esas palabras.
“¿Mi madre?”
“Sí. Karan
creció y vivió aquí.”
“¿Qué
relación tenías con mi madre?”
La sonrisa
del hombre se ensanchó. Tenía un toque infantil. “Éramos amigos de la infancia.”
“¿Eh?”
“Karan y yo
éramos amigos de la infancia. Era mucho más mayor que ella, pero jugábamos
juntos a menudo. A Karan se le daba muy bien trepar por los árboles, y podía
treparlos todos, fuesen lo grandes que fuesen. A menudo me ponía nervioso lo
atrevida que era. Sí, me acuerdo. Era una niña preciosa y con una mente
abierta. Y pensar que ahora tiene un hijo tan mayor…”
“No me
interesa la madre de Sion,” interrumpió Nezumi. “¿O Karan y tú os enamorasteis
y nació Sion? ¿Acaba así la cosa? Sería un giro interesante.”
“¡Nezumi!”
reprendió Sion.
Nezumi se
encogió de hombros, mirándole. “Las obras cutres suelen ser así. Rou, quiero
que vayas más rápido. Tú mismo lo has dicho: no tenemos tiempo. Hubo una
ciudad, y naciste y te criaste aquí, y te convertiste en investigador. Entonces
te escogieron como miembro del proyecto de renacimiento. A partir de ahí… las
cosas empezaron a ir cuesta abajo.
El anciano
tomó aire. “¿Es lo que crees?”
“Sí. Sólo
hay que ver el nombre, ‘proyecto de renacimiento’. Sólo con eso ya suena a
mentira. ¿Qué ibais a hacer renacer? ¿Qué pensabais revivir? No, espera, ya sé
la respuesta. Se reparó la ciudad, aunque no del todo. La vida volvía a su
cauce para la mayoría de las personas. Se les había liberado de compartir cama
con la muerte y la extinción. Entonces, unos cuantos años después, estabais
preparados para olvidar vuestros errores del pasado. Queríais abandonar vuestro
juramento, y dominar la tierra otra vez. Para eso era el proyecto. Seguramente
estuviesen reuniendo a gente inteligente y joven. Era el principio de un
proyecto para desarrollarse, ganar poder y enriquecerse. ¿Me equivoco?”
Nezumi
frunció el ceño. El odio y el desprecio estaban tallados en su fino perfil. Más
que decir, escupió aquellas palabras.
“Idiotas.”
El cuerpo
del anciano tembló y se quedó rígido, como si le hubiesen dado un latigazo.
“Repetir
vuestros errores del pasado: el sumun de la estupidez. Pero queríais dominar.
Queríais conseguir más plenitud usando a las personas y las cosas como puntos
de apoyo. Y el resultado fue el nacimiento un horrible monstruo en una tierra
en la que solo había habido ruinas. No.
6.”
Desarrollarse, ganar poder y enriquecerse.
¿Era No. 6 lo que se cernía al final de aquel deseo? Sion tembló.
“Pasó en un
abrir y cerrar de ojos,” suspiró el anciano. “La ciudad crecía a un ritmo
alarmante. A veces me pregunto si no había sido todo una pesadilla.”
“Es real. No
hay ninguna duda al respecto. Y fuisteis vosotros los que la creasteis. Rou,
¿no es la gente que participó en el proyecto de renacimiento la misma que está
ahora en el núcleo administrativo de No. 6?”
“Estaban
todos. Eran todos jóvenes e inteligentes. Cada uno de ellos tenía su ideal.”
“¿Todos los
de la foto?”
“Sí. Pero no
sale todo el grupo. La foto – es de cuando Karan vino a hacerme una visita al
laboratorio. Recuerdo que el que hizo la foto era un periodista joven que
estaba investigando. También tenía sus propios ideales y su sentido del deber
como periodista.”
“Bueno,
ahora no es más que un viejo alcohólico. Seguramente tenga mas roña bajo las
uñas que sentido del deber. Pero aun así es mucho mejor que vosotros. Ha dejado
que el alcohol se le suba a la cabeza – pero no que cambie sus ideologías.
Todos y cada uno teníais vuestro ideal, ¿eh? ¿Y hasta aquí es hasta dónde os ha
llevado?”
“Nezumi –
quiero que al menos te creas esto. Intentamos fundar una ciudad ideal, un
paraíso libre de la guerra y la pobreza… dónde nos equivocamos, no lo sé…”
Nezumi se
rio con desdén. “La gente no puede ser Dios. Los humanos no pueden crear un
paraíso. Pensasteis que podíais convertiros en Dios, en un creador todopoderoso.
Pensasteis que erais poderosos. Ese fue el momento de vuestra caída.
Empezasteis a corromperos. Los engranajes empezaron a girar al contrario.
Dejasteis de tener en cuenta los sentimientos de la gente, y dejasteis de
preocuparos por si sufrían o no. Todo lo que teníais era la avaricia que os
guiaba a satisfacer vuestras ideologías – no, vuestros deseos. Para
conseguirlo, pensasteis que se os perdonaría cualquier cosa. Ni siquiera necesitabais
pedir perdón – estabais por encima de eso. ¿Paraíso?
Lo único que hicisteis fue crear un monstruo arrogante y despiadado protegido
por unas murallas de aleación, y convertir todo lo que había alrededor en un
infierno.”
Las palabras
de Nezumi no contenían ninguna emoción. Eran frías y con un todo moderado. Pero
Sion se daba cuenda de las emociones que se revolvían en el interior de Nezumi.
Podía escuchar el rugido del infierno.
“Para cuando
me di cuenta-” dijo el anciano, “No. 6 ya había empezado a cambiar. Se
construyeron las murallas, con lo que se aisló de lo que tenía alrededor.
Absorbía la riqueza de lo que tenía alrededor, e intentaba mantenerse a sí
misma dentro de su muralla. Nació una autoridad absoluta, y aparecieron
organizaciones que apoyaban dicha autoridad.”
“¿Estabas
tan absorto con tus experimentos que no te dabas cuenta de nada más? Eso no te
hace ser menos culpable.”
“Lo sé. Mi
crimen fue grave. Después de todo… estaba con el lado que masacró a tu familia
y amigos.”
“¿Qué?” Sion se enderezó sin pensar. Su
mirada pasaba de la cara de Nezumi a la del anciano.
“Entonces es
verdad,” murmuró Nezumi. Su tono de voz era todo lo contrario del que había
usado antes, era frágil e inseguro. “Entonces es verdad. Así son las cosas.
Sabía que te habían exiliado de No. 6 y que te habías ido a vivir con la gente
que vive bajo tierra. Sospechaba que habías sido una pieza clave en el
nacimiento de No. 6. Pero pensar que participaste en esa masacre… No creía que
eso pudiese ser verdad.”
“¿Masacre?
Nezumi, ¿de qué va esto?”
“La historia
de No. 6. La Masacre de Mao. Masacre en la que murieron más de cien personas.”
“La Masacre
de Mao…”
“Seguro que
no has oído hablar del tema.”
“No… es la
primera vez que lo oigo.”
“No es nada
de lo que avergonzarse. A excepción de los perpetradores y las víctimas, no lo sabe nadie. Seguramente
sea el incidente en el que No. 6 reveló su naturaleza atroz por primera vez.
Por eso lo han tapado. No hay informes. Pero me acuerdo, es algo que no se me
va a olvidar en la vida. Es una imagen que tengo grabada a fuego.”
“¿Cuándo
pasó?”
“Hace doce
años.”
“¿Doce años?
Entonces ya había nacido.”
“Sí. Y ya
estabas clasificado como parte de la élite, y ya habrías estado viviendo en tu
mansión en Chronos. Que crío más activo y adorable tenías que haber sido.”
Sion se
encontró a sí mismo cogiendo a Nezumi del brazo.
“Dímelo.
¿Qué pasó? ¿A quienes mataron? ¿Es la Caza? ¿Es algo que pasó en el Bloque
Oeste?”
“No.”
“Entonces, ¿Dónde?”
“En el
bosque.”
“¿En el
bosque? ¿Te refieres a los bosques que hay al norte?”
Nezumi
apartó los dedos de Sion. Al mismo tiempo, se giró y le clavó los dedos a Sion
en el brazo.
“Escucha.”
Sentía el aliento de Nezumi en su oreja. Era frío. “Te lo diré.” Sus dedos pasaron del brazo a la garganta de
Sion, trazando con lentitud la marca roja que la decoraba.
“Tienes una
cicatriz roja, un regalo de la avispa, ¿verdad?”
“No es un
regalo que me alegre haber recibido.”
“Yo también
tengo uno. Pero de No. 6.”
“¿Eh?”
Nezumi se
quitó la camiseta. Se medio giró para enseñarle la espalda. A Sion se le
contrajo la garganta. No podía respirar.
“Nezumi, eso-”
Nezumi tenía
una cicatriz entre los hombros y las caderas. Era más o menos del tamaño de la
palma de la mano de un adulto. La piel de la zona tenía un ligero color rosa y
estaba tirante, como si fuese la cicatriz de una quemadura. Aquella cicatriz
parecía estar fuera de lugar entre aquella suave piel. Parecía que tenía una
araña enorme en la espalda.
“Keloids,
¿eh…?”
“Sí. Un
regalito de hace doce años.”
Sion
extendió la mano para tocar la zona que parecía la cabeza de la araña. Deslizó
la punta de los dedos trazando su contorno. Nezumi no se resistió. Cediendo al
toque de los dedos de Sion, estaba tan quieto como una estatua.
“No… me
había dado cuenta.” Sion suspiró sin pensar. No había visto aquella cicatriz,
ni cuatro años atrás al curarle las heridas, ni en los meses que llevaba
viviendo con él. ¿Nezumi se la había ocultado?
“Claro que
no.” Nezumi se agachó para recuperar su camiseta. “¿Qué razón tendría para
enseñártela? Tendría que desnudarme. A ti tampoco te haría mucha gracia
quedarte desnudo delante de mí, ¿no? Aunque eso el algo que ya he tenido el privilegio de ver.”
“Bueno… pero…”
Deseaba que Nezumi no hubiese revelado aquello. Deseaba que Nezumi le hubiese
enseñado antes aquella cicatriz. Quería que Nezumi le hablase sobre el pasado
que la envolvía. Sion no tenía derecho a acusarle de no habérsela enseñado
hasta aquel momento y de no haberle dicho nada. Pero por eso quería que Nezumi
se abriese y se lo contase. Si lo hubiese hecho antes…
Sion sabía
que lo habría hecho. Habría expuesto su cuerpo, su mente, sus cicatrices y su
corazón. Ya lo había hecho antes. Nezumi
no confía en mí del todo. No cree que sea alguien al que merezca enseñárselo
todo. ¿Qué puedo hacer para salvar esta diferencia que hay entre nosotros, este
abismo?
Apretó los
dientes.
Ya vale. Ahora no es el momento para
centrarme en mis emociones. Estamos en una situación delicada, lo entiendo.
Keloids. El relieve de la cicatriz. ¿Una
quemadura?
“Nos
quemaron,” dijo Nezumi, como si hubiese visto a través del corazón de Sion, con
la voz crispada. Voz que impactó contra Sion.
“¿Quemados?
¿Qué… quieres decir con quemados?”
“Eso es lo
que pasó. Un día, llegaron soldados con lanzallamas, y nos eliminaron a base de
fuego.”
Llamas
abrasadoras se arremolinaron ante sus ojos.
Nos eliminaron a base de fuego.
Nezumi se colocó delante de Sion y
empezó a hablar. Su tono de voz era monótono e inexpresivo.
“Mi gente, Sion – se nos conocía como
la Gente del Bosque. Antes de No. 6… no, incluso antes de la Torre de la Rosa, que se convertiría en
los inicios de No. 6, vivíamos en el bosque, y era nuestro hogar. Vivíamos en
harmonía – auténtica harmonía con el viento, la tierra, el agua y el cielo, los
animales y las plantas. Durante todo ese tiempo.”
El anciano
alzó una mano temblorosa.
“Sí, Sion.
La Gente del Bosque vivía en esta tierra. Por eso la mayor parte de la naturaleza
ha conseguido mantenerse intacta.”
“¿Qué clase de
gente es la Gente del Bosque?” El corazón de Sion iba a mil por hora; estaba a
punto de descubrir la verdad sobre Nezumi.
“Nacen en el
bosque y viven allí,” dijo el anciano. “Hacían prosperar al bosque, lo trataban
con respeto y lo protegían. Podían hablar con el viento, el agua, los árboles y
la hierba, y alinear sus corazones con ellos. Vivían de una forma completamente
opuesta a como lo hacemos nosotros. Ellos no desean crecimiento o desarrollo;
vivían tranquilamente siguiendo las leyes de la naturaleza. Esa gente siempre
ha protegido esta tierra… así han sido las cosas.”
El anciano
suspiró y bajó la cabeza. En cuanto suspiró pareció encogérsele el cuerpo.
“Era un
bosque frondoso… había todo tipo de animales y plantas, grandes y pequeños.
Pasaban las estaciones, las flores florecían, las frutas maduraban, las densidad
de las hojas aumentaba y la vida latía mientras crecía y seguía adelante.”
“Y No. 6
acabó con todo.” La voz de Nezumi no era más que un susurro. Un hermoso
murmullo que meció los oídos y el corazón de Sion.
“Sion, lo
más seguro es que no tuvieses ni idea de lo que estaba pasando, Pero No. 6 aun
estaba expandiéndose cuando naciste. Intentaron hacerse con todas y cada una de
las tierras que cumplían las condiciones para vivir. Llegaron a la conclusión
de que estábamos en medio. Éramos gente del bosque – obedecíamos las leyes del
bosque y nos negábamos a adorar cualquier otra cosa. Nos negamos a ser parte de
No. 6. En aquel entonces, la muralla se estaba terminando a un ritmo
considerable. A los únicos que se trataba como a seres humanos era a los que
estaban dentro de esa muralla. En cuanto a los que estaban fuera, podían
invadirlos o eliminarlos con total libertad – esa era la postura que estaba
adquiriendo No. 6. De acuerdo a esa postura, invadieron el bosque y nos lo
arrebataron. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
“Sí.”
“¿Puedes
imaginarte qué es lo siguiente que voy a decir?”
Sion
asintió. Notó como le crujió el cuello. “El ejército de No 6… invadió tu aldea.
Pensaron que si no ibais a obedecer… os eliminarían…”
“Sí. Que bonito,
has mejorado en eso de ver a través de las cosas.”
Sion se
llevó la mano al pechó y apretó. Su corazón latía aún más rápido que antes y no
podía respirar bien.
“Y… en ese
momento… ¿qué estabas haciendo…?”
“Estaba
durmiendo. Era por la noche. Aún era joven. Demasiado joven… como para
acordarme de todo. No recuerdo la cara de mi madre ni la voz de mi padre. Sólo
recuerdo que hacía calor. Y el ensañamiento de las llamas al devorarlo todo a
su paso… Me acuerdo. Lo recuerdo, Sion.”
“Quemaron…
toda la aldea.”
“La quemaron
y mataron a todos los que vivían allí. Indiscriminadamente. Quemaron las casas
con la gente dentro, y dispararon a los que intentaron huir. ¿No lo ves? Ya has
pasado por la experiencia de la Caza. No. 6 ha repetido ese infierno muchas,
muchas veces.”
Podía verlo.
Podía ver la escena de la masacre con total claridad. Aunque a él mismo lo habían
capturado en la Caza, empujado a la oscuridad y llegado tan lejos, siempre
había sido junto a Nezumi; aunque había estado entre las víctimas, en la escena
que acababa de ver, Sion estaba en el lado de los perpetradores del crimen.
Estaba apuntando con el lanzallamas, dirigiendo el fuego que escupía contra los
ancianos, niños, mujeres y hombres.
El sudor
empapa su piel. Se estaba poniendo malo.
“Pero te
salvaste. Sufriste unas cuantas quemaduras… pero sobreviviste.”
“Una anciana
– no me acuerdo si era mi abuela o no. Pero una anciana me cogió en brazos y
escapó a la desesperada. Gracias a ella conseguí sobrevivir.”
“¿Tu familia-?”
“No
sobrevivió nadie.”
Se tragó la
saliva que tenía en la boca. Estaba amarga. Muy amarga.
“Así que No.
6 invadió vuestro bosque, lo destruyó y expandió su territorio.”
“Exactamente.
Estaba donde ahora está el aeropuerto. Los árboles que adornan el sitio son los
restos del bosque. Querrían un pedazo de tierra para hacer la pista. Unos
cuantos años después de la masacre, la muralla de No. 6 se extendió hasta donde
llega hoy en día.”
Una gota de
sudor rodó por su mejilla. Todavía tenía un sabor amargo en la boca.
“Hay más,”
dijo Nezumi. “Sobre cómo acabé metido en el Correccional.”
“Claro –
oigámoslo.”
Heh. Nezumi se echó a reír. Era una risa
descuidada, pero con cierto toque irónico, única de Nezumi.
“No tienes
pinta de querer saberlo. Estás blanco. Blanco como una pared.”
“Lo
escucharé. Quiero hacerlo. Nezumi, quiero escuchar tu historia hasta el final.
Creo que tengo la… obligación de escucharla.”
Nezumi le
cogió la barbilla con los dedos.
“¿Es lo que
realmente crees?”
“Te lo
prometí. Te prometí no volver a mentirte. Y cumpliré esa promesa. Y – si puede
ser…”
“¿Si puede
ser?”
“Tampoco
quiero mentirme a mí mismo.”
“Un reto
interesante.”
Los dedos se
retiraron. Una sonrisa adornaba la cara que momentos antes había estado
ensombrecida. No quedaba rastro de ironía o frialdad en su rostro. Sion pensó que
hasta parecía amable. Sintió como las fuerzas le abandonaban al ver esa
sonrisa. Estaba mareado. Tenía la sensación de que el suelo había desaparecido
bajo sus pies, de estar flotando en el aire. Tenía frío.
Se estaba
desmayando.
“¿Sion?”
“No es nada.”
Separó los pies para guardar el equilibrio.
No voy a caer aquí. Esto no es más que el
principio. Tengo que escuchar… Tengo que escucharle contar la vedad. Cerró
los ojos. Tal y como esperaba, aquel infierno seguía tras sus párpados. La
gente rodaba por el suelo, ardiendo. Hasta podía escuchar aquellos gritos que
helaban la sangre y oler la carne quemada.
¿Estoy en el bando de los asesinos?
Hace doce años, estaba en Chronos. En mi
habitación, disfrutando de comidas abundantes y durmiendo en una cama limpia. Y
mientras tanto, estaban atacando a Nezumi, me lo habían dado todo y estaba
viviendo una vida que no merecía.
¿Quién puede decir que eso no es un pecado? Aunque
fuese un niño, estaba viviendo en el mismo mundo que aquellos que estaban
masacrando. Es un hecho: estaba en No. 6, no junto a Nezumi. ¿Puede decir
alguien que eso no es un pecado? ¿Podría decirlo yo, que no soy nadie?
La oscuridad
tembló. La figura de Nezumi se difuminó. Los sonidos desaparecieron. Entonces,
unos brazos se deslizaron bajo los suyos.
“Ya es
suficiente. Sion, no voy a ir más lejos.” Nezumi apretó el agarre. La sensación
devolvió a Sion a la realidad.
“Estás –
bueno, estamos exhaustos. Hemos conseguido llegar hasta aquí, sin mencionar que
hemos estado alerta todo el tiempo. Seguramente estemos en nuestro límite. No
pasa nada. Descansa. Tómate un tiempo para calmarte, o va a terminar por darte
un ataque o algo.”
“No puedo…
escuchar ninguna canción.”
“¿Eh?”
“Aunque
empiece a perder la consciencia, no puedo… escuchar canciones como tú…”
“Sion.”
“No… puedo.”
“Sion,
mírame.”
Fijó la
mirada en aquel par de ojos grises, ojos que estaban tranquilos.
“Ya te lo he
dicho. Tú eres tú, y yo soy yo. No podemos hacer lo mismo. No podemos ser
iguales. Pero podemos apoyarnos mutuamente. Ambos. Hace un rato, me has ayudado
y me has dado agua. Seguramente tendrías muchísima sed, pero me has dado toda
el agua a mí. Sion… tú has nacido dentro de la muralla, y yo he estado viviendo
fuera de ella. Es la realidad y no se puede hacer nada. Nadie puede cambiar ese
hecho. Pero cuando el otro está a punto de caer, extendemos nuestra mano sin
pensarlo, e intentamos ayudarlo. No podemos evitarlo. Le damos agua. Intentamos
protegerle. Esa es otra verdad sobre nosotros.”
“Nezumi…”
“No quiero
que te sientas culpable. No quería acusarte de ningún crimen. No – puedo imaginar
querer hacerte daño. Lo siento. Tendría que haber pensado un poco más sobre tu
situación.”
Algo
caliente presionaba los ojos de Sion. Antes de poder decir nada, las lágrimas
empezaron a caer por su casa.
Que vergüenza. Que patético el haberme
echado a llorar así.
Se mordió el
labio e intentó detener las lágrimas. Pero los sollozos consiguieron abrirse
paso a través de sus labios y dientes.
No seas amable conmigo. No me pidas perdón.
No me hubiese importado que me culpases, me hirieses o me acusases de cualquier
crimen. Y si no lo hicieses, hubiese seguido aprovechándome de ello. Me apoyaría
en esta realidad de la que hablas, y seguiría buscando excusas. Sigo siendo
débil.
No podía
controlar sus emociones. Tuvo problemas controlando sus nervios, que habían
estado de punta hasta aquel instante. Ignoraron la voluntad de Sion mientras
dejaban caer las lágrimas con total libertad.
“No llores.”
La mano de Nezumi le daba palmaditas en la espalda. “No llores. No eras más que
un niño. No tienes la culpa de nada. Los que deberían pagar por su crimen son
los adultos. Los adultos que crearon esa criatura y la dejaron crecer son los
que deberían pagar. No es cierto, ¿Rou?”
“Sí. El crimen
es nuestra responsabilidad.”
“Entonces,
¿cuál es tu crimen? ¿Qué has hecho?”
“Cree la
semilla de la masacre.”
Era como si
el aire se hubiese congelado. Los brazos de Nezumi temblaban bajo los de Sion.
“Aquella
masacre no fue por conseguir tierra. Fue para conseguir a Elyurias.”
Elyurias. La
gran soberana.
“Nunca hemos
tenido una soberana. O al menos yo no recuerdo que la hubiese. Ni siquiera
había escuchado el nombre,” dijo Nezumi.
“Es normal.
Yo fui quien le puso ese nombre. Tu gente no le había puesto nombre, pero la
adorabais. La adorabais igual que hacíais con los árboles, el sol y la luna, y
la temíais. Sí – la temíais. Tenía poder. Tenía un poder que ni vosotros ni
nosotros teníamos – un poder que ningún ser humano podría poseer. Por eso No. 6
la quería. Deseaba su poder. Nezumi – tu gente lo sabía todo al respecto sobre
su poder, y la temíais y adorabais. Nunca pensasteis en usarla como un objeto
para prosperar. Esa es la diferencia entre tu gente y nosotros. Sin embargo, no
estuve implicado directamente en esa masacre. Aun así, sé que eso no es excusa.”
“Escuchemos
la verdad. ¿Cuál fue tu papel?”
“M-me encontré
con Elyurias en el bosque, descubrí su poder, e informe de ello. Podrías decir
que me encantó. Estaba obsesionado con ella y entregué un informe de
investigación masiva sobre ella. Los altos cargos de No. 6 expresaron un gran
interés, y donaron grandes cantidades para mi investigación. Me consideraban un
diamante. La fama y la fortuna se me habían subido a la cabeza. Oh-”
Las palabras
del anciano se apagaron. Dejó vagar su mirada por el aire durante un instante.
“¿Qué?”
“No… Me
estaba acordando de algo que me dijo Karan en aquel entonces. Dijo que le daba
miedo. Dijo que tenía una mirada peligrosa y aterradora. Dijo que me tenía
miedo, y que no sabía por qué… pasó mucho tiempo antes de que me diese cuenta
del por qué. Sí… no me había dado cuenta… ni de como había cambiado yo, ni de
como había cambiado No. 6… Hasta me reí del miedo de Karan. No me había dado
cuenta de que le había dado la espalda a mis ideales, de que me había desviado
del camino que había tenido la intención de seguir. Pero – para aquel entonces,
las organizaciones dominantes de No. 6 ya se habían formado y se estaban
consolidando rápidamente. Se estaba formando un ejército con total discreción y
no faltaba mucho para completar un sistema para controlar y dominar a la gente.
No lo sabía – no me había dado cuenta. Había seguido creyendo que… Había
seguido…”
“¿… qué No.
6 era una ciudad utópica?”
“Sí. Una
ciudad pacífica con la esperanza de una paz eterna como base de su formación,
interactuando con el mundo, sin armas. Una ciudad que aseguraba una vida humana
para todas y cada una de las personas. No. 6 y el mundo, ciencia y naturaleza,
lo ideal y la realidad volviéndose una,
sin contradicciones. Creía en ello. Creía en ello, me dediqué a mis
investigaciones y… provoqué una tragedia. Nunca imaginé que No. 6 tuviese un
ejército. Nunca imaginé que lo movilizarían e invadirían los terrenos que nos
rodeaban. Cuando descubrí la verdad sobre aquella masacre, ya había pasado
mucho, mucho tiempo desde el incidente… pero me asusté. Me paralizó. Fue
entonces cuando me di cuenta del significado que había detrás de las palabras
de Karan. Me di cuenta de que había estado absorto con el éxito superficial de
mi trabajo y me había convertido en alguien incapaz de sentir, alguien
totalmente ajeno a lo que tenía a su alrededor, alguien más idiota y peligroso
que cualquier otro. Me di cuenta, y pedí explicaciones a los altos cargos para
esclarecer la verdad sobre la masacre. Era mi forma de protestar.”
Nezumi dejó
que sus hombros temblases, como si nada pudiese parecerle más divertido que
aquello.
“¿Pensaste
que te escucharían?”
“Sí.”
“Que
inocente.”
“Creía que
estaban de mi parte. Pensaba en ellos como amigos, compañeros que compartían la
misma esperanza e ideología de crear una ciudad utópica – no como políticos, no
como investigadores."
“Así que
protestaste. Y el resultado de aquello fue tu arresto y tu encarcelamiento como
rebelde.”
“Sí… aunque
no llegaron al extremo de matarme.”
“Aún les
quedaba algo de compasión.”
“No… no es
eso.”
El anciano
deslizó la mano por su regazo. “Probablemente decidieron que no era necesario
matarme después de todo por lo que había pasado mi cuerpo. Sion.”
“Sí.”
“Mira.” El
anciano estiró el brazo y subió la prenda que le cubría.
“…”
Nezumi se removió
junto a Sion. Sion contuvo el aliento y se inclinó hacia delante. Una cicatriz
roja recorría el brazo del anciano desde su codo hasta su hombro. Serpenteaba igual
que la de Sion, pero era ligeramente más oscura.
“Es… de una
avispa…”
“Ahora puedo
asegurarlo. Lo más seguro es que queden restos de una avispa que no pudo nacer
en alguna parte de mi cuerpo. En aquel momento, estaba bajo arresto
domiciliario. Me había desmayado en mi habitación. Cuando me recuperé, tenía
estar marcas en el brazo… y no podía mover las piernas.”
“Las piernas…”
“Tu perdiste
el color del pelo, yo perdí las piernas. Supongo que fue el precio por
sobrevivir. Aunque, en aquel entonces, nadie supo decir la causa de esto, ni
siquiera yo… Si esto hubiese pasado ahora, me habrían convertido en un
conejillo de indias, pero en aquel momento los altos cargos no podían
permitirse ponerse a pensar en esas cosas. Estaban inmersos en construir las
organizaciones gubernamentales. Aún estaban construyendo el Correccional.
Conseguí sobrevivir a duras penas, perdiendo las piernas en el proceso, y me
llevaron a las cuevas subterráneas. Se deshicieron de mí. Sion, yo fui el
primer huésped de las avispas parásito y que sobrevivió.”
“Entonces,
Rou-” Nezumi levantó la barbilla y dirigió su mirada hacia el anciano. Era una
mirada penetrante, como una flecha.
Increíble.
Nezumi
seguía manteniendo el control sobre sí mismo. Era capaz de regular sus
emociones y su razón. Sion se secó las lágrimas con el dorso se la mano y
apretó el puño. Nezumi había dicho que no podían ser iguales. Quizás era así.
Pero podía seguir intentando acercarse a él.
Quiero ser fuerte, como él. Quiero preservarme. Quiero seguir siendo
quien soy.
No voy a querer o a rezar; voy a hacerme un
juramento a mí mismo. Algún día, seré fuerte. Tendré la fuerza que hará que
deje de ponerme excusas a mí mismo.
Nezumi
señaló al cielo.
“Entonces,
Rou, ¿no van a llamarte dentro de poco los altos cargos? Quizá ya han
descubierto los incidentes que han ocurrido en la ciudad y no tienen ni idea de
que hacer al respecto. Ya es hora de que su arrogante mirada empiece a ver la
realidad tal y como es. ¿No crees que vendrán a pedirte ayuda?”
“Eso no va a
pasar. Confiscaron toda mi investigación. Seguramente ya la hayan analizado
hasta el más mínimo detalle. Mi poder y nada es lo mismo. He envejecido. Viviré
el resto de mi vida bajo tierra, y moriré – es lo que deseo. No tengo ni el
poder ni la voluntad para cambiar la realidad. Pero sí que sé esto: lo que está
a punto de pasar en No. 6, es muchas veces más aterrador y destructivo de lo
que imaginas. Morirá mucha gente. Ni yo ni no. 6 podemos detenerlo. Pero tú sí.”
“¿Detenerlo?
¿La muerte y la destrucción? ¿Por qué tengo que detenerlo? No podría pedir un
resultado mejor.”
“Nezumi,
serán los ciudadanos los que muera. Adultos y niños morirán indiscriminadamente.
¿Estás diciendo que vas a limitarte a mirar como pasa?”
“¿Qué hay de
malo en ello?”
“Has dicho
que Sion no es culpable de ningún crimen. Y es verdad. Pero entonces, ¿de qué
crimen puedes acusar a los niños que viven dentro de la muralla? Si te cruzas
de brazos y miras, sabiendo que esos niños van a morir… si dejas que pase y no
haces nada… tú, y cualquiera que haga lo mismo-”
El anciano
se enderezó y le devolvió la mirada con fuerza a Nezumi.
“-serás un
asesino.”
Nezumi ahogó
un ruido en su garganta.
“No es algo
que deba decir yo. Pero aun así tengo que decirlo. Nezumi, eres un
superviviente de una masacre. Por eso es por lo que no puedes estar en el bando
de los asesinos. No puedes convertirte en lo mismo que aquellos a los que
odias.”
“Gh-”
Nezumi se
quedó en silencio. Sion avanzó un paso.
“¿Qué
debemos hacer? ¿Qué podemos hacer?”
Su madre
estaba dentro de la ciudad. También estaba Lili, aquella niña que vivía en el
vecindario. Estaba su familia. El estudiante que iba a comprar todas las
mañanas algunos rollitos; el trabajador al que saludaba de camino al trabajo.
El rostro de
Kalan – la niña que había conocido en el Bloque Oeste – se sobrepuso sobre el
de Lili. El por qué, no lo sabía.
No puedo. No puedo matarles.
“No lo sé,”
dijo el anciano. “No puedo prever lo que podemos hacer para evitar esta
tragedia. No se me ocurre nada. Debéis actuar tal y como os diga vuestro
corazón. Vosotros – vuestros corazones – serán capaces de apartar a la gente de
la destrucción y guiarla hacia la salvación. Así es como lo veo, Sion.”
“Sí.”
“Toma.” El
anciano deslizó la mano por el reposabrazos. Apareció un pequeño cajón. Sacó
algo pequeño de él, y se lo ofreció a Sion, dando otro de sus numerosos
suspiros. Daba la impresión de haber envejecido rápidamente. Aquel brillo joven
en sus ojos había desaparecido.
“Es… un
chip.”
“Sí. Casi
toda mi investigación está dentro. Avispas, Elyurias, la Gente del Bosque…
todo. Cuando hayas salvado a tu amiga, intenta descodificarlo, por favor.”
“¿Yo?”
“Te lo
confío. Ahora… estoy algo cansado. Hacía mucho tiempo que no hablaba tanto. Estoy
cansado. Quiero descansar”
Te lo confío. Debes encontrar la respuesta.
Encuentra una respuesta, por favor – una en la que no se derrame sangre.
Sion escuchó las palabras que el anciano no había dicho.
Habían mucho
misterios: cómo aquel reino subterráneo había llegado a ser lo que es; cómo
había llegado Nezumi hasta allí; su razón para irse; todas las cosas que habían
llevado a su reunión – ansiaba saberlo, pero, por ahora, contendría esas
preguntas en su corazón.
Era el
momento de actuar, no de aprender.
¡Cheep-cheep-cheep! ¡Cheep-cheep-cheep!
Los ratones
habían empezado a armar escándalo. Una rata a los pies de Sion alzó la voz
aprensivamente.
¡Screech, screech!
Sion yahabía escuchado aquella voz. Era-
Tsukiyo.
Nezumi, Tsukiyo está aquí.”
“Ya lo sé.
Tch, ¿cómo puedes diferenciarlos así?” Nezumi se llevó los dedos a los labios y
silbó.
¡Screech, screech! Un ratoncito negro
apareció medio rodando pared abajo.
Skrit, skrit. Una de las ratas saltó y
se lanzó contra Tsukiyo.
“¡Para!”
La rata se
quedó congelada tras la orden de Sion.
“No es una
presa. Es uno de nosotros. Suéltalo.” La rata levantó las patas con las que
había estado sujetando a Tsukiyo. El ratón negro se puso en pie de un salto y
subió por el cuerpo de Nezumi.
“Bien, lo
has conseguido. ¿Un mensaje de Inukashi?”
Tsukiyo
asintió. Tenía el cuerpo lleno de heridas, heridas que habían empezado a
sangrar. Nezumi escuchó los grititos de Tsukiyo y tragó.
“Parece que
todo está preparado para subir. Tenemos que actuar deprisa. Rou, me gustaría
haber escuchado un poco más de tu historia, pero parece ser que no tenemos
tiempo para ello. Tenemos que irnos.”
“Entonces,
debéis marcharos. ¿Queréis algo?”
“Agua y
comida. Tengo tanta hambre que creo que voy a desmayarme.”
“Se os
preparará enseguida. Sasori, dales lo que quieran.”
“Antes de
eso-” Sasori se acercó a Nezumi. “Nezumi, quiero preguntarte algo.”
“¿Qué?”
“No tendrás
intención de volar la puerta con una micro bomba, ¿verdad? Este sitio se
vendría abajo.”
Nezumi
frunció el ceño y le miró con desconcierto exagerado. “Sasori, hemos venido por
la puerta de atrás del Correccional. Un detecto de bombas anticuado sigue
siendo un detector de bombas, y esa puerta los tiene. Podríamos pasar cuchillos
o armas de fuego pequeñas, pero no micro bombas. Si pudiésemos, habríamos
venido con cientos de ellas a la espalda.”
“Está bien.
Siempre y cuando no nos metáis en este lío.”
“¿Dudas de
mí?”
“Quién sabe
lo que vas a hacer. Eres peligroso.”
“Hey, ¿el
demonio aquí no era Sion?”
“Los
demonios no lloran.” Sasori miró a Sion. “Los demonios no lloran… así.”
Sion notó
como le ardía la cara al escuchar las palabras del hombre. Estaba muy
avergonzado.
“Me ha
parecido raro,” dijo el hombre. “El ser
capaz de llorar sin tapujos… es muy raro.”
“Bueno, no,”
tartamudeó Sion, “e-estaba muy cansado, y… los nervios – los tenía de punta –
eso es, en serio, no lloro así siempre-”
El aire
cambió.
Sasori se
había reído. Era la primera vez que Sion veía esa expresión en él.
“Eres
interesante. Puede que… hasta seas más decente que Nezumi.”
Una rata se
sentó en el hombro de Sion y le restregó la nariz.
“Él también
lo piensa,” dijo el hombre, señalando la rata. “Dice que eres más decente.”
“¿Qué narices
significa eso?” Nezumi chascó la lengua. Entonces movió un poco la barbilla.
“Vamos,
Sion.”
“Sí.”
“Rou. Esto
es un adiós. Esta será probablemente la última vez que te vea. Esta vez, no voy
a volver.”
“Es lo
mejor. Debes vivir sobre el suelo. Eres alguien que tiene que vivir entre la
luz y el viento. Rezaré para que no volvamos a vernos. Ah, pero no necesitas
plegarias, ¿no?”
“No las necesito.”
“Oh – Rou,
yo también me voy,” dijo Sion. “Ojalá pudiese haber escuchado más de tu
historia.”
“Confío en
que haréis todo lo que esté en vuestras manos. Gracias a ti, he podido revivir
mis recuerdos de Karan. Pero no tienes que hablarle de mí. Tú también deberías
olvidarme. Esto es un adiós, Sion.”
“Adiós.
Gracias por todo.”
Empezaron a
andar.
Cuando Sion
se dio la vuelta, la vela ya se había apagado. La oscuridad envolvía todo lo
que tenía a su espalda.
La luz de
emergencia se encendió y se escuchó una sirena.
La puerta
que llevaba al interior del Correccional se abrió lentamente frente a
Getsuyaku. Puso un pie dentro. Un pasillo blanco se extendió ante él, la viva
imagen de la limpieza.
“Qué es
esto, ¿eh?” empezaron a acosar a Getsuyaku en cuanto esté entró en la sala de
los monitores. “¿Qué les pasa a esos robots? Están desprendiendo olor y tirando
basura por todas partes en vez de recogerla. ¿Le has hecho el mantenimiento en
condiciones?” El hombre era prácticamente un gigante, casi el doble que
Getsuyaku en altura y anchura.
“Lo siento.
No están funcionando bien. No pensaba que iban a ponerse a hacer algo así.”
“Ya basta de
excusas. Límpialo, y rápido.”
“Sí, señor.”
“Oh, apesta,” dijo una mujer de pelo largo,
poniendo cara de asco mientras se tapaba la nariz. “No puedo trabajar con esta
peste.” Abandonó la habitación, su voz era nasal. Le pisó el pie a Getsuyaku al
salir de la sala, aunque no sabía si lo había hecho a propósito o no. La mujer
no se disculpó, ni se dignó a mirarle.
La
habitación estaba dividida en varias secciones por paredes transparentes.
Dichas secciones estaban colocadas de acuerdo a su nivel de prioridad, y las
salas con una prioridad más alta estaban más adentro. Getsuyaku estaba en una
zona cerca de la pueda, llamada comúnmente el Maniquí. Aquella sección se
encargaba de monitorizar la ventilación. Era un departamento situado en la
parte baja en la clasificación de prioridades, y seguramente aquella fuese la
razón por la que le habían permitido entrar con tanta facilidad.
“Lo siento
muchísimo.” Recorrió la habitación con un aspirador, limpiando la basura que
había esparcida por el suelo.
“Mira que
eres inútil. Puedo encontrar docenas de conserjes como tú, ¿sabes? La próxima
vez, te despido en el acto. Ugh, apesta. No puedo soportarlo. ¿Hm? ¿Qué estás
mirando?”
“Nada,
señor.” Getsuyaku bajó la mirada.
“¿Tienes
algo que decir? ¿Alguna queja? Un residente de Lost Town dándose aires, ¿eh?”
Getsuyaku
sintió una fuerte patada en la espinilla. Se tambaleó y se dio un golpe en la
cadera con la esquina de un escritorio.
“¿Y bien? No
te quedes ahí parado. ¡Trabaja!”
El viento
danzaba dentro de su cabeza. No, giraba con fuerza. Azotaba y hacía muchísimo
ruido.
Joder.
Murmuraba. Joder, joder, joder, joder.
¿Qué le hace pensar que puede ser tan
arrogante? ¿Qué he hecho para que me insulte? Sólo estoy haciendo mi trabajo. Siempre
he hecho lo mismo – y me he esforzado. Bueno, puede que me haya llevado un par
de cosas, pero no le he causado problemas a nadie. Estaríais enterrados en
basura si no fuese por mí. ¿No os gusta como huele? ¿Suciedad, dices? Todo esto
son cosas que habéis producido vosotros. No me vengáis con esas. Tratándome
como un perro. No importa donde viva, sigo siendo un ser humano. No soy ningún
chucho.
Su orgullo
herido pasó a ser rabia y eliminó cualquier duda que hubiese podido alojarse en
el pecho de Getsukayu.
Vio durante
un instante la cara morena de Inukashi.
Van por la vida dándose aires, y no tienen
ni idea de lo duro que es tu trabajo, ni de cuánto vale. Te menosprecian. ¿Y
bien’? ¿Qué te parece darle a esos señoritos una lección? No es mala idea, ¿verdad?
Tienes toda la razón del mundo, Inukashi. No
es mala idea.
Lanzó una
mirada a la pantalla digital que había en la pared. En No. 6 – y aquel edificio
no era una excepción – el tiempo que pasaba no se retrasaba ni 0.1 segundos.
A sus pies
tenía una cápsula. No se había desintegrado.
Que le den a todo.
La pisó un
poco con el pie derecho. Había otra. Hizo lo mismo –
“¿Pero qué-?”
El hombre se levantó. Tenía la cara contraída. “¿Qué es este olor tan
asqueroso?”
“No tengo ni
idea…” contestó Getsuyaku, “huele a carne podrida… creo que tiene que estar
mezclada con la basura…” Tenía razón. El olor era asqueroso. No era un olor
fuerte, pero era suficiente para ponerle de los nervios. Hasta Getsuyaku, que
estaba acostumbrado al olor de las cosas pudriéndose, se estaba poniendo malo.
“No puedo
soportarlo. Ugh - ¡aparta!” El hombre se tapó la boca y salió de la habitación.
Pisó a Getsuyaku al salir de la habitación, al igual que había hecho la mujer.
“Eso duele,
¿a qué ha venido?”
“Cállate.
¡Aparta!”
El hombre
empujó a Getsuyaku. Se tambaleó y se chocó contra el panel de control.
Para. Era la hora.
Getsuyaku
fingió sujetarse la cadera y gemir de dolor, y apretó el botón verde que estaba
a la derecha. Mientras lo hacía, pulsó un interruptor. Ahora aquel olor
viajaría por los conductos y se introduciría en el Correccional. Getsuyaku no
sabía que hacía el botón verde. Solo habiá seguido las órdenes de Inukashi. Se
levantó con dificultad y recogió el aspirador. Empezó a limpiar.
Estaba
empapado en sudor frío.
¿Qué aspecto
habría tenido ante las cámaras de vigilancia situadas en el centro del techo?
¿Sus movimientos habían sido naturales?
Lo he hecho.
Había una
cápsula bajo el escritorio. El gas empezó a ascender con rapidez.
Getsuyaku
apretó los dedos temblorosos, sujetando el tubo del aspirador.
Sion.
Puedo sentirlo. Estás cerca
Sion.
Puedo sentirte.
No vengas. Por favor, no vengas.
No quiero que me veas.
No vengas, Sion.
Quiero
De verdad que quiero
Verte.
Otra víctima.
Ya había más de treinta. Clase social, riqueza, historial clínico, residencia,
sexo, edad, complexión, estilo de vida, todos sin relación. ¿Quién sería el
siguiente-?
Miedo,
incertidumbre y agitación crecían dentro de No. 6.
“¿Qué están
haciendo las autoridades?”
“Investigar
las causas.”
“¿Por qué no
estáis tomando medidas efectivas al respecto?”
“Mandad a
los médicos, rápido.”
“Alcalde, la
rueda de prensa de emergencia.”
¿Qué le está pasando a nuestra No. 6?
Nuestra ciudad, nuestra No. 6, ¿qué-?
Los dedos de
Nezumi golpearon la puerta que conectaba con el Correccional. Safu estaba
detrás de aquella puerta.
“Ya es casi
la hora. No vamos a tardar mucho en encender los fuegos aritificiales, Sion.”
“Ya.”
“¿Estás
nervioso?”
“No. He estado
pensando.”
“¿Y en qué
has podido estar pensando en un momento así?” dijo Nezumi, incrédulo.
“Estaba
pensando en Safu. Quiero verla.”
“No te
precipites.”
“Y – me estaba
preguntado si…”
“¿Qué?”
“Si era
posible saberlo todo al respecto sobre ti.”
“Pensamientos
despreocupados, ¿eh?”
“¿Eso crees?”
Nezumi le
estiró de la oreja a Sion. Sion sintió un dolor agudo.
“Sion,
escucha. A partir de ahora, estamos en tu territorio. Una vez se abra la
puerta, estaremos dentro del Correccional. Pon ese cerebro a funcionar a toda
máquina. Voy a seguir tus órdenes. Eres mi salvavidas. No te atrevas a
romperte.”
“No voy a
hacerlo. No hacía falta que dijeses eso.”
Nezumi
sonrió irónicamente, y extendió la mano. Sion puso su mano sobre la suya.
Click.
Se escuchó
un ruido.
Click, click, click.
Los cierres
automáticos se estaban abriendo.
“Perfecto.
Tendré que recompensar a Inukashi.”
Click, click, click. Crack.
“Vamos,
Sion.”
“Vamos.”
La puerta se
abrió.
Una luz
blanca les acuchilló los ojos.
Era
cegadora.
Era una luz
muy intensa.
El lugar
rebosó de luz y brilló.
No cabía
lugar a dudas – era el mundo de No. 6.
Porfavor siguele, me encanta tu traduccion, espero con ansias el siguiente cap, porfa *-*
ResponderEliminarEstoy en ello, pero ahora lo tengo un poco aparcado porque mi prioridad es No. 6 Beyond.
ResponderEliminar^^ GRACIAS !! sigue asi ^^
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