martes, 3 de abril de 2012

No. 6 Vol 3 Capítulo 2 Parte 2

Y siglos después....

Esta vez no voy a decir nada de cuando habrá más, que luego la pereza ataca y una no cumple lo que escribe xD

Como tampoco me acuerdo de por donde me quedé en la otra entrada, y no me apetece mirarlo, voy a poner el capítulo desde el principio xD



Capítulo 2
Escenas tranquilas

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres tú la última rosa.

-Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada

En No. 6 la mayoría de la población estaba formada por personas de menos de cuarenta años. Era una ciudad joven. Por esa razón, la persona mayor que acababa de pasar por su lado destacaba muchísimo.

Daría lo que fuese por no envejecer.

Estaba enferma de ver mujeres obesas de pelo blanco y de ver hombres arrugados y huesudos.

La mujer era una enfermera que trabajaba en el Hospital Central Municipal que estaba bajo la dirección directa del Departamento de Salud e Higiene. Ella estaba a cargo del ala de ancianos. A pesar de aborrecerlos, tenía que trabajar con ellos todos los días.

¿Por qué se molestan en estar vivos?

La mujer se pasó la mano por el pelo largo y castaño del cual estaba tan orgullosa. No podía soportar la idea de que el pelo se le volviese blanco y le saliesen arrugas y manchas en la piel. Preferiría morir antes que tener ese aspecto.

Lo decía en serio. No.6 tenía unas instalaciones para los ancianos muy avanzadas. Algunos decían que los centros de las otras ciudades no se podían comparar.

Cuando las personas llegaban a cierta edad y se les enviaba una notificación de la ciudad, tenían autorización para vivir en un sitio llamado Twilight Cottage, sin tener en cuenta su clase social, sexo o historia personal.

Twilight Cottage era un centro que se había construido  para que los ancianos pasasen el resto de su vida con abundancia y comodidad. La gente decía que para ellos era un paraíso: se les daba tratamiento médico para el dolor, se eliminaban todas las cosas que pudiesen causarles estrés o  herirlos. Era una instalación bajo el control directo de la ciudad, y todas las semanas trasladaban a varias personas desde el Hospital Central en el que trabajaba la mujer. No se sabía qué edad o criterio determinaba cuando se mandaba la gente a Twilight Cottage. Aunque no eran muchos, había algunos ancianos que morían a causa de una enfermedad o un accidente antes de obtener el derecho de vivir allí. Por eso los ancianos se regocijaban cuando recibían la notificación. 

Había pasado con la mujer que había muerto ayer. Tenía una enfermedad que hasta los eminentes médicos de No. 6 habían tachado de incurable.

“Me alegro. Ahora puedo pasar el resto de mis días en paz. Le doy gracias a Dios y a la ciudad por su compasión.”

La mujer, que decía ser una creyente, había juntado sus manos a la altura del pecho y había murmurado una plegaria antes de salir del ala del hospital.

Twilight Cottage. La mujer no sabía dónde estaba. La ciudad tampoco había hecho público su paradero. Pero a la mujer no le interesaba Twilight Cottage.

La mujer odiaba a los ancianos. Su odio estaba del mismo lado de la moneda que el miedo que sentía  a envejecer. La mujer era joven y hermosa. Y quería estar así para siempre. A través de su trabajo, había escuchado rumores de que la ciudad estaba centrando más que nunca su investigación médica en entender el mecanismo de la vida. También había escuchado que la ciudad estaba invirtiendo muchos fondos en la investigación molecular relacionada con el envejecimiento.

Si se desarrollase un medicamento que detuviese el envejecimiento – si pudiese quedarse así para siempre y no envejecer nunca – sería maravilloso. Quería que tuviesen éxito lo antes posible.

Casi había llegado a la estación. Sus padres estaban esperando en casa, en una pequeña casa en un pueblo que estaba a dos estaciones. Un hombre y una mujer que empezaban a entrar en la tercera edad y ambos eran neuróticos y pretenciosos. Seguían quejándose de que su hija no había destacado en ninguno de los campos de la ciudad. No quería envejecer así.

La mujer se paró a mirar su reflejo en el cristal de un escaparate. Acabo de salir del trabajo, así que supongo que no puedo evitar tener este aspecto de cansada. Pero, aun así, hermosa. Mi pelo, mi piel – todavía joven, todavía hermosa.

Compraría algo antes de volver a casa. A través del escaparte podía ver los espléndidos vestidos, los hermosos zapatos y los prácticos trajes de pantalón que llenaban la tienda. En esa ciudad podía conseguir lo que quisiese. Claro está, limitado a su rango financiero.

Excluyendo a la pequeña parte de la población que vivía patéticamente en Lost Town, los ciudadanos no tenían problemas para conseguir lo que quisiesen, siempre y cuando no fuesen artículos de la más alta clase. Podían obtener ropa, comida y casa sin ninguna dificultad.

No estaba tan bien como lo estaba para los residentes de Chronos, pero era mejor que la gente que vivía en Lost Town. Vivía una vida relativamente cómoda.

La mujer estaba satisfecha con su posición. Quería disfrutar su juventud, su hermosura, comodidad y la vida que tenía por delante.

Se detuvo. Unos zapatos expuestos en el escaparate habían llamado su atención. Eran unos zapatos rosa pálido. Acababa de empezar el invierno pero ya estaban empezando a sacar la ropa de la temporada de primavera. Los zapatillos brillaban: ahí estaban, antes que en cualquier otra tienda; más rápidos que nadie; adelante; adelante; más y más; la invitaban.

La Fiesta Sagrada era el próximo mes. Era el día que señalaba la creación de la ciudad. Iban a celebrarse fiestas y a realizarse espectáculos por toda la ciudad. La mujer tenía planeado asistir a dos fiestas.

Voy a comprarme estos zapatos. Y luego me compraré un vestido a juego. Me va a sentar genial, estoy segura.

Justo en el  instante que empezaba a esbozar una sonrisa de satisfacción se mareó un poco. Después del pequeño mareo empezó a  arderle la base del cuello.

¿Qué me pasa? – Estoy cansada – Me pesa el cuerpo.

Se le fue la fuerza de las piernas. Tenía nauseas.

Tengo que descansar en alguna parte…

Se metió en un callejón entre dos tiendas. Se supone que tenía que haber una Clínica Médica, dirigida por el Hospital Central, atravesando el callejón.

Tengo que llegar…

Le ardía el cuello. Tenía la sensación de que había algo revolviéndose bajo su piel. Tuvo la extraña sensación de que la estaban dejando seca.

¿Qué-?

Tropezó y cayó. Se le abrió el bolso y se esparció por el suelo todo lo que llevaba dentro. Extendió la mano para recoger sus cosas y gritó cuando se dio cuenta de lo que estaba viendo.

Manchas – manchas negras, como las que le salían a los ancianos, y le estaban saliendo unas cuantas. Su piel empezó a perder humedad y a cuartearse con rapidez.

No puede ser - ¿Qué – qué está pasando-?

La mujer cogió su espejito y se miró. Volvió a gritar. Pero tenía la voz áspera y no fue apenas más que un suspiro.

Mi cara – mi cara –

Su cara, hermosa hasta hacía uno instantes, estaba cambiando rápidamente ante sus ojos. Las arrugas le surcaban la piel, tenía manchas y se le empezó a caer el pelo.

Algo se movió en la base de su cuello. Había algo vivo dentro de su cuerpo. La mujer, aterrorizada, se dio cuenta de que algo se estaba quedando con su cuerpo.

No, ayuda – papá – mamá – salvadme –

Vio la cara de sus padres.

Mamá, papá…

Extendió los dedos suplicando, pero lo único que alcanzó fue aire. Perdió la consciencia.


Karan se sentó y suspiró, una vez de las muchas que lo había hecho hoy. Podría llorar, podría tirarse al suelo, pero no conseguiría nada. La realidad no cambiaría. Entonces, al menos, seguiría desafiante. Se mantendría firme, alzaría la cabeza y no se avergonzaría.

Eso era lo que pensaba, pero poco después volvía a suspirar.

No puedo hacer nada. No tengo fuerza…

Karan intentó abrir las manos que tenía sobre el regazo. Los cálidos rayos del sol invernal le acariciaron las palmas de las manos. Previó otro suspiro.

Karan había cerrado la pequeña panadería que tenía en Lost Town y había pasado el día andando por ahí. Había ido a visitar a Safu, a la lujosa casa del vecindario de Chronos en la que vivían ella y su abuela.

Si a los ciudadanos se les reconocía que destacaban en cualquiera de los campos de la ciudad se les permitía vivir en Chronos, sin tener en cuenta su sexo, educación o estructura familiar. La ciudad les proveía de una casa y de un entorno especial para el desarrollo de cada actividad.

Cuando Sion había conseguido clasificarse en los exámenes que les hacían a los dos años, a Karan se le había proporcionado una casa en Chronos. Comodidades, una vida segura – igual que alguien de la elite, gracias a su hijo, que seguramente llegaría a los escalones más altos de No. 6, Karan estaba en una posición que muchos envidiaban y deseaban.

Una posición que muchos envidiaban y deseaban – una vida cómoda libre de las preocupaciones que podía traer el mañana; libre de hambre o violencia; una vida en la que el ambiente interior, seguridad, higiene y condiciones físicas estaban monitorizados.

Karan cerró la mano con lentitud. Tenía los dedos mucho más ásperos que cuando vivía en Chronos y a veces se le agrietaban y sangraban.

Pero hasta que perdí a Sion, era mucho más feliz que cuando vivía en Chronos.

Karan nunca se había adaptado bien a un estilo de vida en el que todo estaba controlado y había empezado a temer que sus nervios no lo soportasen. Por eso, cuando Sion quebrantó la ley acogiendo a un criminal, más que sorpresa o desesperación, lo que había sentido había sido liberación. Se había dado cuenta de que lo estaba disfrutando.

Claro está, sabía que eso significaba que iban a quitarles todos sus privilegios, que perderían el derecho a vivir en Chronos y que acababa de cerrarse el camino del futuro de Sion. Pero aun así lo había disfrutado.

Más que echarle la bronca a su hijo por lo que había hecho, quería alabarlo, aunque para su nivel de inteligencia había sido algo muy estúpido. Sion había tirado su vida en Chronos con mucha facilidad. Más que una vida cómoda y segura, había preferido ayudar a un extraño que se había colado en su habitación en una noche de tormenta. Había sido un error más que otra cosa. Pero no se había equivocado al cometerlo.

Quería decir que para Sion tampoco significaba mucho su vida en Chronos. Para él, era algo de lo que podía deshacerse con facilidad. Sólo se había desecho de lo que no significaba mucho para él. Y no estaba equivocado.

“Mamá, lo siento.”

En su primera noche en Lost Town, un Sion de doce años había bajado la cabeza y le había pedido perdón a su madre.

“¿Qué es lo que sientes?”

“Que ahora… tienes que trabajar…”

El crimen que había cometido Sion había sido acoger y ayudar a un convicto peligroso, un VC en No. 6. Teniendo en cuenta su edad, lo único que le habían hecho había sido exiliarlo de Chronos. Pero no se le permitía vivir en otro sitio que no fuese Lost Town, el área residencial de más baja clase. Madre e hijo habían caído desde la cima hasta lo más bajo en una sola noche. Pero lo primero era lo primero, tenían que ver cómo iban a salir adelante.

“Lo siento.”

Le tembló la barbilla, barbilla que aun parecía la de un niño. Karan envolvió a su hijo en un abrazo firme.

“Qué tontería,” dijo con suavidad. “No deberías pedir perdón por algo así.”

“Pero-”

“Sion, ¿quién es la madre aquí? Creo que has confundido los papeles,” regañó con una severidad fingida. “Soy más fuerte de lo que piensas. Apuesto a que no lo sabías, ¿verdad?”

“No.”

“Entonces, eso es algo que puedes esperar. Dentro de muy poco verás lo fuerte que puede ser tu madre. Te va a sorprender.”

Entre sus brazos, Sion se rió levemente.

¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que había abrazado a su hijo así? Aquel día, en aquel cuarto húmedo y oscuro que había sido un almacén, lo que Karan había sentido no había sido desesperación o aflicción. Había sido la alegría de abrazar a un hijo y ese sentido de plenitud que solo una madre puede dar.

“¿Qué clase de persona era?”

“¿Eh?”

“La persona a la que acogiste. Me preguntaba cómo era. Tengo curiosidad por saberlo – pero no me lo vas a decir, ¿verdad?”

Sion se separó de ella como si le hubiese quemado. Su mohín y sus mejillas coloradas le habían parecido tan graciosa que no había podido hacer nada excepto sonreír.

“Buenas noches,” murmuró Sion, y con esa expresión aún en su cara salió de la habitación rápidamente. Karan continuó sonriendo aún después de haberse cerrado la puerta.

Se preguntaba qué clase de persona había sido. ¿Qué tipo de persona había sido capaz de hacer que Sion dejase atrás Chronos? ¿Qué tenía esa persona que atraía a Sion?

Quería saberlo, pero era algo que Sion probablemente nunca diría. Los niños tendían a esconder sus sentimientos, o encontraban algo que les hacía hacerlo, y crecían así. Puede que nunca fuese capaz de atraer a su hijo así, sin dudas.

Al igual que un pájaro que abandonaba el nido una vez había madurado lo suficiente, Karan sabía que algún día tendría que separarse de Sion. Estaba preparada. Si podía despedirse de su hijo cuando éste se independizase, imaginaba que sería algo que la alegraría como madre. Así que, a partir de mañana, se volcaría en el trabajo.

Fiel a su palabra, Karan había trabajado duro en los cuatro años que llevaban en Lost Town. Había empezado horneando el pan y vendiéndolo en la calle; al cabo del tiempo, convirtió una parte de su casa en panadería e introdujo más productos. El pan que hacía estaba buenísimo y era asequible, por lo cual era bastante popular en Lost Town, donde los lujos eran muy escasos. El negocio creció y gracias a ello pudieron mantenerse.

Los niños iban allí a comprar magdalenas, sin aliento y con las monedas apretadas con fuerza. Una anciana venía a comprar una tarta para regalársela a su nieto. Había clientes que iban a primera hora de la mañana para comprar el pan recién hecho.

Karan estaba satisfecha con su vida en Lost Town. Ni era bravuconería ni intentaba engañarse a sí misma. No había nada que la uniese a Chronos. Estaba trabajando y ganando un sueldo por ello. Era una vida que habían construido con sus propias manos, con los pies plantados con firmeza en el suelo. No deseaba nada más.

Karan era, a su  manera,  feliz – hasta que llegó ese día.

Un día, Sion desapareció sin más. Había salido por la mañana para ir a su trabajo en el Parque Forestal y no había vuelto.  Eso estaba lejos de la forma en la que, como madre, se había preparado para despedirse de Sion. Esa no era una forma natural de despedirse – era muy irregular, muy repentina, muy cruel. Se daba cuenta de lo ilusa que había sido al creer que despediría a su hijo cuando éste se fuese de casa.

Lo habían arrestado como sospechoso de un asesinato y lo habían encerrado en el Correccional.

Cuando el Departamento de Seguridad la informó, sintió la máxima desesperación posible. Desesperase significaba hundirse en la oscuridad más profunda. La oscuridad se abrió paso por su cuerpo, la entumeció. La muerte le había parecido algo muy irresistible en ese momento.

Pero alguien le había dado esperanza para vivir. Nezumi. Se había puesto en contacto con ella y le había dicho que Sion estaba vivo y en el Bloque Oeste. Le había enviado la pequeña nota de Sion. La luz que había penetrado en su oscura desesperación era hermosa.

Mamá, lo siento. Vivo y a salvo.


Unas cuantas palabras escritas con prisas se habían convertido en la luz que había hecho desaparecer su desesperación y que le había devuelto las ganas de vivir.

Karan abrió la tienda y siguió horneando pan. Esperaría apretando los dientes hasta el día que Sion volviese a casa. Seguiría esperando. Nezumi le había dado la fuerza para hacerlo. De vez en cuando la invadían la ansiedad y las ganas de gritar, pero la vida diaria de Karan iba recuperando su estabilidad poco a poco. Fue en ese momento, más o menos, en el que Safu se había presentado.

Safu, al igual que Sion, había quedado de las primeras en la clasificación. Era una chica a la que sus ojos grandes y negros definían su cara; y tenía una mirada sincera. Safu, de pocas palabras pero una fuerza de voluntad enorme, había hablado de su amor hacia Sion y había proclamado que iba a ir hasta el Bloque Oeste para verle.

“No me importa. No me arrepentiría aunque no pudiese volver aquí. Si Sion está en el Bloque Oeste, ahí es donde voy a ir.”

“Quiero verle. Quiero ver a Sion.”

“Le… le quiero. Él ha sido al único que he querido desde lo más profundo de mi corazón.”

La chica de 16 años había dicho esas palabras, aguantándose las ganas de llorar; y la simplicidad e incomodidad de esas mismas palabras era lo que más había conmovido a Karan. Pero no importaba lo conmovida que estuviese, no podía dejar que Safu fuese al Bloque Oeste. Como la madre de Sion, y como adulta, tenía que detenerla.

Safu se fue de la tienda y Karan tardó poco en ir detrás de ella. Lo que Karan había visto era como los del Departamento de Seguridad se llevaban a Safu por la fuerza.

De eso hacía ya tres días.

“Safu…” Karan volvió a suspirar. No tenía ni la más mínima idea de que era lo que debía hacer. Le había dado una nota a un pequeño ratón. Eso era todo lo que había hecho.

¿Salvaría Nezumi a la chica, al igual que había salvado a Sion? Si ya estaba en el Correccional, salvarla era algo prácticamente imposible. Si Sion se enteraba e iba al Correccional a salvar a Safu podría acabar muerto. Quizás he hecho algo estúpido- Era imposible que Nezumi se arriesgase tanto para salvar a una desconocida. Estaba destrozada y le temblaban las manos.

En esos tres días, Karan apenas había comido o dormido. Estaba cansada física y mentalmente, pero aun así no podía estarse quieta y había ido cerca de donde vivía Safu.

Chronos, el vecindario de lujo.

Mucho verde y un ambiente tranquilo. Un completo sistema de seguridad. Servicios varios como sanidad, entretenimiento y tiendas en abundancia, servicios que los residentes podían acceder con total libertad presentando su tarjeta de identificación. Incluso en la Ciudad Sagrada de No. 6, Chronos estaba a otro nivel, a un nivel por encima de los sueños más increíbles.

Aunque Karan había vivido allí, ahora no se le permitía entrar a las calles. Tan pronto como había puesto un pie en el camino que llevaba a las puertas de Chronos, dichas puertas se habían cerrado.

Lo sentimos. Por motivos de seguridad sólo se permite el acceso a los residentes de Chronos. Gracias por su comprensión. Cualquiera que pase estas puertas sin la autorización del Distrito de Residencias Especiales, expedida por las autoridades, es sujeto de penalización según  lo establecido en la ley municipal Artículo 23 Párrafo 42. Repito – por motivos de seguridad…

Había hablado la voz suave de una mujer. La cámara de vigilancia observaba a Karan mientras ésta permanecía allí de pie. Si se quedaba allí quieta, la voz daría paso a una alarma y a que se presentasen allí agentes del Departamento de Seguridad. A Karan no le quedaba más opción que darse la vuelta, morderse el labio y volver por donde había venido.

Y ahora, en un rincón del Parque Forestal, estaba sentada en un banco, bajo un árbol que había perdido todas las hojas. Permaneció allí sentada, mirándose las manos.

“Sion… Safu…”

¿Por qué no puedo hacer nada? He vivido décadas, soy madre, soy adulta y ni siquiera puedo ayudar a dos jóvenes que están atravesando una crisis. He vivido tanto y aun así –

Karan levantó el rostro. La embargó una emoción diferente al miedo o la desesperación. En los años que No. 6 se había desarrollado como ciudad independiente Karan había vivido en su interior como residente.

Se habían fundado seis ciudades sobre los errores que había cometido la humanidad. Era un sitio en el que no se pasaba hambre ni había guerras y en el cual la gente podía vivir en libertad y pacíficamente. Allí, la gente podía vivir, desde que nacía hasta que moría, a salvo y tranquilamente. Así era como se suponía que tenía que ser. Nunca se había parado a pensar mucho en ello. Todos creían que, siempre  y cuando estuviesen en No. 6, tendrían una vida tranquila y segura.

Pensaban – habían pensado – les habían enseñado a pensar.

Apretó los puños y se mordió el labio con fuerza.

Todo era mentira. Todo – no era más que apariencia.

Susurró sin decir las palabras. Aunque el invierno casi había llegado, Karan empezó a sudar.

Los dividían en clases diferentes a través de las tarjetas de identificación así que ni siquiera tenían libertad para pasear por la ciudad. Habían arrestado a Sion por la fuerza y ni siquiera se le había permitido presentar una queja. Ni siquiera podía confirmar la seguridad de otro residente al que las autoridades se habían llevado. ¿Dónde estaba la libertad? ¿Dónde estaba la paz, la seguridad y una vida plena? En ninguna parte.

Si eso es verdad, ¿qué es lo que he estado haciendo todo este tiempo? ¿Por qué hemos creado una ciudad así? ¿Qué hemos hecho? ¿En qué nos hemos equivocado?

“Disculpe-”

Una voz devolvió a Karan bruscamente a la realidad.

“Lo siento. ¿Te he sorprendido?” Una anciana que llevaba un gorro azul claro le estaba sonriendo. Era una cara que no conocía.

“Ah – oh no, tranquila,” dijo Karan apresuradamente. “Lo siento, estaba pensando en mis cosas… ¿puedo-?”

“¿Te importa que me siente a tu lado?”

“Para nada – por favor.”

La mujer, sonriendo todavía, se sentó al lado de Karan.

“Que tiempo más bueno hace, ¿verdad?”

“La verdad es que sí.” El tiempo era lo último que tenía en la cabeza. Desde hacía unos días que no sentía nada en el color del cielo, el sonido del viento o al observar los árboles.

“Te ha extrañado que una anciana como yo te hable sin más, ¿verdad?” dijo la mujer con suavidad.

“No, no, para nada. Sólo me ha sorprendido un poco. Estaba pensando en cosas y no me había dado cuenta de que estaba ahí.”

La anciana se colocó bien las gafas y su expresión se tornó seria.

“Por eso exactamente es por lo que te he hablado.”

“¿Disculpe?”

La mujer llevaba un anillo de plata. Extendió los dedos para cerrarlos alrededor de la mano de Karan.

“Por favor, no quiero ofenderte. Sé que me estoy metiendo donde no me llaman.” Dudó. “Pero tenías una cara que no podía pasar de largo sin hacer nada.”

Oh, dijo Karan con suavidad y con la mano todavía agarrada por la anciana.

“¿Y por eso es por lo que se ha tomado tiempo para hablarme?”

“Oh sí. Estás aquí sentada, haciendo un día tan bueno, una tarde maravillosa, con cara de tener problemas.  Estabas sentada sola en el banco con la cabeza gacha. No podía pasar de largo sin hacer nada.”

La mujer apretó los dedos alrededor de las manos de Karan y las envolvió con delicadeza entre sus propias manos.

“¿Por qué está una mujer joven y guapa como tú sentada con esa cara? ¿Ha pasado algo?”

El par de ojos tras las gafas era tranquilizador y amable. Por encima de sus cabezas las ramas del árbol se sacudían.

“Gracias por la preocupación. He tenido unos cuantos problemas…”

“Entiendo,” dijo la mujer comprensivamente. “Yo también tuve una época en mi vida plagada de problemas. Su rostro, curtido por la edad pero digno, se ensombreció ligeramente. A Karan le latió el corazón con fuerza durante un instante.

¿Había más gente que pensaba lo mismo que ella? ¿Había más gente que sufría como ella? ¿Había más gente que se había dado cuenta de las contradicciones de la ciudad?

“Fue devastador, aunque paso hace décadas. Mi hijo murió a causa de una enfermedad.”

“Por Dios, una enfermedad,” murmuró Karan.

“Sí, y sólo tenía tres años. Cuando murió, recuerdo que lloré desconsoladamente al ver lo pequeño que era su ataúd. Entiendes los sentimientos de una madre que pierde a su hijo, ¿verdad?”

Karan intentó asentir, pero se controló en el último momento. Sion seguía vivo.
Todavía no he perdido a mi hijo.

“No puedo decir que lo entiendo del todo-” dijo despacio, “pero estoy segura de que tuvo que sufrir mucho.”

“Lo hice. Las palabras no son suficiente para explicar lo que pasé. Pensaba a menudo que estaría mejor muerta. Pero ahora, me alegro de estar viva. No podría ser más feliz viviendo en esta ciudad con mis hijos y mis nietos.”

La mujer sonrió y echó un vistazo a su alrededor.

“Me hubiese gustado que mi hijo hubiese crecido aquí. No – si la medicina que había en ese momento en No. 6 hubiese sido la que hay ahora estoy segura de que no habría muerto.”

Karan retiró la mano con suavidad. La mujer dejó vagar la vista por el cielo mientras seguía hablando. En sus labios aún se veía una suave sonrisa.

“Pienso que este sitio es una utopía. ¿Sabes? Le digo esto a mis nietos a menudo. Les digo que tiene que dar gracias por haber nacido aquí. Y me miran con cara de no entender, claro – pero entonces les hablo del Bloque Oeste.”

“¿El Bloque Oeste?” a Karan se le volvió a acelerar el corazón, esta vez por una razón completamente diferente.

“Sí, el Bloque Oeste. ¿Sabes qué tipo de sitio es?”

Karan se inclinó hacia delante. Quería saberlo. Sion estaba en el Bloque Oeste y quería saber los detalles del tipo de sitio que era.

“No tengo ni idea. Si es tan amable de decírmelo.”

La mujer frunció el ceño y negó.

“No es que sepa mucho. Pero mi sobrino trabaja en la Oficina de Control de Acceso y a veces me cuenta cosas. He oído que es un lugar horrible.”

Karan se controló y asintió levemente. Quería animar a la mujer a seguir con la historia.

“La higiene es horrenda y he oído que los niños tienen que beber agua contaminada.”

“Contaminada…”

“Sí. ¿No es horrible? Me duele el corazón de la pena que me dan. Comparado con eso, los niños de la ciudad no podrían ser más felices. ¿No estás de acuerdo?”

“¿Qué? Quiero decir – sí, pero…”

“Por eso allí tienen enfermedades contagiosas, enfermedades que en No. 6 no se pueden imaginar. El crimen en No. 6 es una ocurrencia diaria y la seguridad es prácticamente inexistente. Los residentes de ese Bloque no tienen educación, son unos salvajes que matarían a otra persona sin pestañear si con eso consiguen dinero. Hace poco escuché que un grupo de personas violentas intentó colarse por la fuerza en la Oficina de Control de Acceso. Pero claro, como su sistema de seguridad es perfecto, los detuvieron antes de que pudiesen poner un pie dentro. La verdad es que da miedo.”

La mujer se abrazó a sí misma y se estremeció.

“Mi sobrino me dijo que ese sitio es un infierno. Tiene que ser muy diferente a esto. Nosotras también tenemos que alegrarnos de vivir aquí en No. 6 – no sólo nuestros hijos. No me da miedo decirle a mis nietos la suerte que tienen de vivir aquí y no en el Bloque Oeste.”

El Bloque Oeste. Un infierno.

Karan cerró los ojos. La nota de Sion le pasó por la mente. Era una línea escrita con prisas. Con una caligrafía sesgada, distintiva.

               
Mamá, lo siento. Vivo y a salvo.

Las letras rebosaban energía. Era una escritura que rebosaba pasión por la vida. Estaba vivo en el Bloque Oeste. Seguía viviendo con todas sus fuerzas.

“¿Pasa algo?”

Abrió los ojos al escuchar las palabras de la anciana.

“¿Te encuentras mal? ¿Quieres que llame al Departamento de Higiene y Salud?”

Karan negó lentamente.

“No creo.”

“¿Perdona?”

“No creo que el Bloque Oeste sea un infierno.”

“¿Por qué-?”

“Y no creo-”

No creo que esta ciudad sea una  utopía.

Justo cuando iba a decir esas palabras escuchó un sonido, un aleteo y algo negro se acercó volando a ella.


1 comentario:

  1. gracias!!!!
    no te preocupes si te tardas en actualizar, soy paciente ^^

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