¡Disfrutad!
Capítulo 5
En compañía de la falsedad
Al principio, Buda
No era más que un mortal;
Al final, nosotros mismos
También seremos budas.
Que doloroso es que las distinciones
Separen a aquellos
Que son iguales y que comparten
La naturaleza de Buda.
-Tales of Heike: Giou
Sion se levantó despacio de suelo.
Sólo quedaban un par de llamas pequeñas en la chimenea y en la habitación empezaba a hacer frío. Cravat, que había estado acurrucado al lao de Sion, levantó la cabeza e hizo un ruidito.
“Shh-” Sion le echó la manta por encima al ratón. “Toma, duerme aquí. Pero por favor no hagas ruido, ¿vale?”
Sion se había acostumbrado a esa habitación hasta el punto de que podía andar por ella sin ninguna luz. Caminó con firmeza hacia la puerta. Quitó el pestillo, y antes de abrirla, volvió a girarse. Escuchó con atención. No se oía nada.
Parecía que el dolor no había impedido a Nezumi dormir aquella noche. Supongo que una herida tan pequeña como esa no es suficiente para mantenerlo despierto. Había muchas cosas que aún necesitaba decirle a Nezumi. La alegría de haberle conocido, la gratitud por todo lo que había hecho por él, y el profundo respeto que le tenía – Sion no había podido decirle todo eso.
Me alegro de haberte conocido.
Eso es lo único que pude decirle.
Sion inhaló profundamente, sólo una vez, antes de abrir la puerta sin hacer ruido.
La luz se encendió, señalando que había una llamada de una extensión directa al Ayuntamiento. El hombre levantó la cara de los documentos que había estado leyendo y chascó la lengua levemente con irritación. El documento, impreso décadas atrás en papel, era muy intrigante, y tenía ganas de leer más. Pero la luz roja indicaba que era una emergencia. El hombre volvió a chascar la lengua y guardo el documento en una carpeta.
Cuando pulsó el interruptor, apareció la cara de un hombre que le era familiar. Era un hombre al que llamaban Fennec.
Fennec – el zorro del desierto. ¿Quién había sido el que había empezado a llamarle así?
“¿Qué pasa, Fennec?”
“Tenemos una emergencia. Han llevado dos especímenes de muestra al Hospital Central.”
“¿Y qué pasa?”
“Ninguno de los dos está registrado como muestra representativa en la base de datos.”
“¿Qué?”
“Son diferentes de las muestras que nos has pedido. Están pasando cosas que están fuera de nuestro control.”
“Quizás es muy pronto para concluir que son muestras. ¿No puede haber otra causa?”
Fennec negó con la cabeza. La imagen de la pantalla cambió. Se empezó a reproducir la información personal de los dos cuerpos.
Nombre, edad, dirección, ocupación, historial médico, medidas físicas, número de ciudadano…
Un hombre y una mujer. Dos cuerpos. Ambos tenían la cara contraída de dolor y habían envejecido y se habían marchitado. Si no fuese por la expresión de sus rostros, la causa de la muerte habría podido ser perfectamente la edad. Pero, según los documentos, uno estaba en sus veinte, el otro en sus treinta.
“Tienes razón, tienen que haberlo hecho ellos,” murmuró el hombre. La pantalla volvió a cambiar, mostrando a un Fennec con el ceño fruncido. El hombre exhaló en silencio.
“¿Qué puede significar esto…?”
“¡Eso me gustaría saber a mí!” Fennec alzó la voz y sus orejas se movieron con indignación. Ah, sí. Ese era uno de sus hábitos. Desde que era joven había tenido el hábito de mover las orejas cuando estaba nervioso. Por eso era por lo que le llamaban Fennec. Un zorro fennec era un zorro pequeño que tenía las orejas más grandes en toda su raza, llegando hasta los quince centímetros.
“¿Pero cómo ha podido pasar algo inesperado como esto?” Continuó Fennec. “No puedo creerlo. ¿Qué está pasando?”
“Algo tiene que haber fallado en algún punto,” contestó el hombre. “Pero no importa. No es algo de lo que tengas que preocuparte.”
La garganta de Fennec se contrajo mientras asimilaba las palabras del hombre.
“¿Estás seguro?”
“Por supuesto.”
“Eres tú el que más responsabilidad tiene en este proyecto, ya lo sabes.”
“Oficialmente no,” añadió el hombre. “Pero claro, nada de este proyecto se ha hecho público oficialmente.”
“Pero si sale bien, entonces el Proyecto de Ciudad de No. 6 por fin estará completo y será perfecto. ¿Verdad?”
“Sí.”
“Entonces no se puede permitir ni el más mínimo desliz.”
“Ya lo sé. Abriré una investigación enseguida para averiguar la causa. Quiero que mandes los cuerpos a la Sala Especial de Autopsias, Sección V.”
“Ya me he encargado.”
“Entonces me pondré a trabajar enseguida.”
“Hazlo, por favor. Estaré esperando tu informe.”
“Entendido.”
“Ah, sí,” añadió Fennec. “En cuanto este tema se tenga bajo control, estoy planeando hacer otra limpieza.”
“¿Limpieza? Eso es algo que no oigo desde hace mucho. Dime, casi es la Celebración Sagrada, ¿no?”
“Sí, se acerca ese día otra vez. Si necesitas alguno para tus experimentos, puedo conseguirte todos los que necesites. ¿Qué dices?”
“Me siento honrado por su consideración, Su Excelencia.”
“Deja de lado esa formalidad, si no te importa.”
“Pero vas a ser el que acabe reinando esta tierra,” dijo el hombre. “El único Rey. Voy a tener que empezar a llamarte Su Majestad.”
“¿Y cómo vas a querer que te llame yo a ti?”
“Como ahora. Si me sigues proveyendo con los mismos laboratorios de última generación, no tengo nada más que pedir.”
“Veo que, como de costumbre, no pides mucho. Confío en que hagas el trabajo.”
La pantalla se quedó en negro. El hombre dejó vagar la mirada por los documentos que no había leído por completo. Por desgracia, parecía que no iba a poder leerlos aquel día.
Eran unos documentos que hablaban de una especie de hormigas llamada Eciton burchelli, que vivía en América Central y América del Sur. Estas hormigas, que formaban colonias de unos 500.000 especímenes, no vivían en un sitio fijo, si no que repetían periódicamente unos ciclos de migración durante toda su vida. Había una única reina que reinaba sobre las otras 500.000 hormigas. Pero el único propósito de la reina era poner huevos, y no tenía necesariamente el control de los miembros. Los guerreros y las hormigas obreras, grandes y pequeñas, se movían de acuerdo a su instinto y, como resultado, la colonia funcionaba en total harmonía como si la gobernase un gran intelecto común.
Las hormigas, y también las abejas, habían creado un sistema social ideal.
Era imposible que los humanos no pudiesen hacer lo que las hormigas ya habían hecho. Cada uno cumpliría su papel obedientemente. Sin pensar, sin tener sospechas, completarían su trabajo. El cerebro era innecesario. Las almas eran inútiles.
Una colonia de 500.000 y uno solo para reinar sobre ellos.
Dices que pido poco, ¿verdad? Tienes razón, Fennec, no deseo nada. No tengo ninguna necesidad de desear. Al contrario que tú, no tengo que sufrir el que me dominen mis deseos.
El hombre sonrió con discreción y pulsó el botón del ascensor que llevaba directamente a la Sala Especial de Autopsias.
Se habían hecho placas de hielo. La hierba congelada crujía bajo sus pies a cada paso que daba. Cuando saliese el sol, la escarcha brillaría, y durante un instante la luz envolvería aquella tierra yerma. Pero era muy pronto – aún faltaba un rato para que saliese el sol. Sion se detuvo y alzó el rostro hacia el cielo. Quería llegar al Correccional antes de que amaneciese. No tenía ni idea de lo que iba a hacer cuando llegase. Pero tenía que ir. Era en lo único que pensaba. ¿Por qué habían encerrado a Safu en el Correccional, cuando supuestamente estaba estudiando en otra ciudad? ¿Tenía algo que ver con él? Y, sí era así, ¿estaría comprometida también la seguridad de Karan? La incertidumbre y el miedo campaban por su cuerpo, le dificultaban el respirar, le apretaban el corazón. No quería perder a nadie, ni a su madre, ni a Safu, ni a Nezumi. Haría lo que hiciese falta para protegerlos. Pero le frustraba que no se le ocurriese algún método para hacerlo.
Incluso ahora, mientras él estaba andando, lo más seguro es que Safu estuviese sola y asustada. Tenía que hacer algo. Tenía que salvarla y salir de allí. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Cómo-?
Cheep-cheep.
Un chillido suave. Se detuvo. Sus ojos, que se habían acostumbrado a la oscuridad, se fijaron en el pequeño ratón que asomaba entre la hierba.
“¿Cravat?”
Cogió al pequeño ratón entre sus manos.
“¿Me has seguido hasta aquí? Vuelve a casa, no deberías-” Se dio cuenta nada más decirlo, que aquel ratón no era Cravat. Tampoco era Hamlet. Ni siquiera estaba vivo. El ratón no tenía rastro de la calidez que poseían los animales vivos.
“¿Es – un robot?”
“Es un navegador.” Escuchó una detrás de él. No tenía que darse la vuelta para saber de quién era la voz. Sion respiró un par de veces, y, despacio, se giró.
Nezumi se estaba acercando a él con lentitud. Le cogió el ratón de las manos a Sion y se lo metió en el bolsillo.
“Es un robot simple que tiene la función de mapas tridimensionales. Te estaba avisando porque ibas en la dirección equivocada.”
“La dirección equivocada-”
“¿No ibas a casa de Inukashi? Ibas a cortarles el pelo a esos perros porque se les estaba inflamando la piel, ¿no? Has madrugado mucho, ¿eh? Que responsable por tu parte. Pero no se va por aquí.”
Sion inhaló el gélido aire de un amanecer que aún estaba por llegar.
“No es asunto tuyo,” dijo cortante. “No es asunto tuyo dónde voy o qué hago. Estoy cansado de que te comportes como mi padre. No soy un bebé que no puede hacer nada. Déjame en paz. ¿Sabes qué?” dijo, “es suficiente. Si aún crees que me debes algo por lo de hace cuatro años, déjame decirte que esa deuda ya está saldada. Ya me has dado más que suficiente. A partir de ahora, voy a ser libre. Voy a hacer lo que me de la gana, sin que me controles. Es mi decisión, así que no te metas.”
Se quedó sin aliento así que no habló más. Estaba muy oscuro para ver la expresión de Nezumi. Su figura de movió un poco y escuchó un suave aplauso.
“Buen monólogo para un amateur. Puede que tengas madera de actor. Al menos, mucho mejor que el beso de ayer.”
“Nezumi, ¿qué-?”
Le pareció ver que Nezumi levantaba la mano derecha, y entonces recibió un fuerte golpe en la mejilla. Sion se tambaleó y se cayó. Notó el sabor de la sangre en la boca.
“¡A qué-!”
“Levántate si tienes tiempo para hacer preguntas. Viene el siguiente.”
El pie de Nezumi se dirigía hacia él. Sion se echó a un lado instintivamente.
“No pares. Sigue moviéndote, sigue el ritmo.”
Sion recibió una patada en las costillas. Se le quedó el aliento en la garganta. Cerró los ojos y cogió unos cuantos guijarros de los que había entre la hierba.
“No cierres los ojos. No aparte la vista de los ataques de tu adversario. ¡Muévete!”
Sion se retorció para tirarle los guijarros a Nezumi, y, al mismo tiempo, se levantó y se lanzó contra el para golpearle con el hombro. Con un barrido acabó en el suelo. Esta vez, no pudo volver a levantarse. Podía ver las estrellas. Las estrellas repartidas por el cielo, que aun no había tocado el amanecer, brillaban de una forma que casi daba miedo.
Le cogieron por el hombro y le levantaron del suelo.
“Sion, este es tu castigo.”
“¿Castigo por qué?”
“Por mentirme.”
“Bueno-”
“No irás a negarlo, ¿no?”
“Bueno… no.”
“Tu segundo crimen. Me has menospreciado.”
“Nunca lo he hecho.”
“Mentirle a alguien significas que menosprecias a ese alguien. ¿De verdad pensaste que iba a tragarme esa excusa? Si eso no es un insulto, entonces no sé lo qué es.”
“Me estaba esforzando al máximo,” protestó Sion sin convicción.
“Bueno, entonces déjame decirte que como escritor o como político no tendrías futuro, viendo lo mal que mientes.”
“¿Tan mal me ha quedado?”
“Fatal. Pero lo que más me cabrea de todo esto, Sion-”
“¿Sí?”
“Es que te hayas pensado que soy un crío que no sabe distinguir un beso de otro. ¿Un beso de buenas noches? Tonterías.”
Nezumi se arrodilló frente a Sion y le cogió del cuello del suéter con fuerza.
“Escúchame bien. No vuelvas a darme un beso de despedida en tu vida. Nunca.”
“Lo siento.”
“Y no vuelvas a mentirme.”
“No lo volveré a hacer.”
“Júramelo.”
“Te lo juro.”
Le soltaron. Nezumi se sentó y miró al cielo.
“He escuchado que están pasando cosas raras dentro de No. 6.”
“¿Rarar?”
“No conozco los detalles, pero Inukashi está reuniendo información para mí. Si lo hacemos bien, quizás podamos usar a Rikiga para conseguir algo de información de sus clientes. Y parece que también se está cociendo algo en el Correccional. Están pasando cosas dentro y fuera de No. 6 simultáneamente. Un poco raro, ¿no te parece?”
“¿Correccional? Nezumi, ¿estás diciendo que-?”
“Tu amiguita, o lo que sea – has dicho que era tu mejor amiga, ¿no? – Ya lo sabía.”
Le pasó la nota de Karan a Sion. A Sion empezaron a temblarle las manos después de leer la nota.
“Tu madre está a salvo por ahora. Pero no estoy seguro de que tu amiguita lo esté. Pero no te alteres. Ahora lo que tenemos que hacer es reunir toda la información que podamos y pensar un plan. Inukashi dice que nos ayudará. Todo forma parte de las preparaciones para poder infiltrarnos en el Correccional cuanto antes. ¿Lo entiendes? No vamos a meternos ahí para que nos maten. Vamos a ir a salvarla. Así que cálmate.”
Sion asintió.
“Así que he acabado por meterte en este lío.”
“No es culpa tuya. Inukashi dice que se huele algo, y la verdad es que yo también tengo mis sospechas. ¿Por qué necesitan encerrar a alguien de la elite? Puede que tenga que ver algo con el tema de las avispas.”
“Las avispas, ¿eh? Pero… no estás activas esta época del añor.”
“Por eso es por lo que tiene que haber pasado algo inesperado. Y si ha pasado, entonces quizás merezca la pena arriesgarse. Sea lo que sea, cuando Inukashi se ponga en contacto conmigo es cuando pasamos a la próxima fase. Hasta entonces, tenemos que reunir nuestra propia información y empezar a prepararnos.”
Nezumi se levantó y habló en una voz preciosa y clara.
“Anímate. Las cosas van a salir bien. Haremos que salgan bien.”
“Gracias. Has vuelto a salvarme.”
“Esto acaba de empezar.”
Sion también se levantó, y llamó al chico que tenía al lado.
“Nezumi.”
“¿Hm?”
“¿Te importa si-?”
“¿Eh? ¿Qué?”
Cuando Nezumi se giró para mirarle, Sion le pegó una bofetada con todas sus fuerzas. Nezumi, claro está, ni siquiera se tambaleó – pero se había sorprendido. Después de tomar aire, gritó,
“¿-a qué ha venido eso?”
“Es tu castigo.”
“¿Castigo?”
“Me has ocultado cosas. No me habías dicho nada sobre la nota.”
“¿Y qué iba a conseguir diciéndotelo? No podía permitir que te fueses tú solo, tal y como has hecho esta noche. Te estaba haciendo un favor y te estaba protegiendo. ¿O me estás diciendo que no tengo derecho a preocuparme por? – espera, creo que esto ya lo he escuchado.”
“Preocuparte por mí y ocultarme cosas son cosas completamente diferentes. No quiero que me protejas. No quiero que me hagas la vida más fácil y que estés protegiéndome siempre. Quiero-”
Sion apretó los dedos con suavidad contra la palma de su mano, en la cual aún podía sentir la mejilla de Nezumi.
“Quiero ser igual a ti.”
Nezumi hundió los hombros y levantó su mano derecha, como haciendo un juramento.
“Admito mi error. No volveré a hacerlo.”
“¿Lo juras?”
“Lo juro por mi mejilla.”
Podía escucharse a un gallo cacarear a lo lejos. Incluso en esa oscuridad era capaz de presentir que se acercaba el amanecer, y lo anunciaba por todo lo alto. En unos instantes, el cielo empezaría a aclararse por el este y la luz del sol acabaría con la oscuridad. El primer día de su batalla estaba a punto de empezar.
Safu estaba intentando despertarse. Podía sentir como recuperaba la consciencia poco a poco. Pero aún tenía todo el cuerpo entumecido.
¿Dónde estoy?
¿Qué estoy haciendo aquí?
¿Estoy soñando?
Tengo que acordarme.
¿Acordarme de qué?
De la persona más importante para mí.
Persona importante.
“Safu.”
Podía escuchar la voz de un hombre cerca de ella.
No.
No es esta voz.
La voz que estoy esperando
No es esta.
“¿Cómo te encuentras? Me atrevería a decir que seguro que te sientes un poco diferente a como te sentías antes. Pero te acostumbrarás en seguida. Espero que te guste esta suite especial. Es lo mejor que te podía haber pasado, y es toda para ti, Safu.”
No me gusta esta voz.
No digas mi nombre.
No digas mi nombre
Con esa voz.
“Safu, eres hermosa. Más de lo que había imaginado. Hermosa. Estoy muy satisfecho.”
No me gusta esta voz, y
No me gusta este olor.
Huele a – sangre.
Huele a sangre.
“Hoy estoy muy ocupado. Volveré, Safu. Deberías relajarte y descansar.”
Los pasos se alejaron y también lo hizo el olor a sangre. Estaba aliviada.
Pero, ¿por qué?
¿Por qué estaba todo tan
Difuso?
Pero yo
En el límite de su consciencia, la cual aún no había recuperado del todo, apareció una imagen con fuerza.
Esos ojos, esas uñas, esa boca, esa mirada distante, la sonrisa energética, o esa expresión distante, los largos dedos – y, oh, podía escuchar su voz.
“Siempre he pensado en ti como una amiga.”
Siempre había sido muy infantil. Nunca se había dado cuenta de lo que sentía por él. Y ahí estaba, buscando con desesperación a otra persona. Ella había amado esa alma suya tan infantil e intensa. Le había amado como no podría amar a nadie más. Incluso ahora –
Estaba perdiendo la consciencia. La oscuridad la envolvió con suavidad.
No volveré a verte…
Sion.
Sion se pasó la mayor parte del día cuidando de los perros. Inukashi no había dado señales de vida aquella mañana, así que Sion había tenido que cepillar y preparar la comida para unos diez perros él solo. No había tenido tiempo para descansar, pero no consideraba que fuese un trabajo duro. Al contrario, estaba agradecido. Mientras se concentraba en su trabajo podía olvidarse, aunque fuese sólo durante un rato, de lo que le agitaba.
No te precipites y ten paciencia. Estate calmado.
Las palabras de Nezumi habían sido muy persuasivas y no le había quedado más opción que asentir, pero no podía evitar ponerse nervioso. No podía estar tranquilo.
Mientras estoy haciendo esto, Safu…
Cada vez que ese pensamiento le pasaba por la cabeza, se le descontrolaban las emociones, se asustaba y se mordía el labio hasta que sangraba.
Uno de los perros gimió lastimeramente. Era uno de los de la camada que había nacido al principio del invierno. Sion se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos a mitad de ponerles la comida.
“Oh, lo siento.”
Echó con prisas lo que había sobrado del estofado en sus tazones para la comida. Los cachorros movían con fuerza las colas, idénticas, mientras comían. Bajo unas condiciones en la que hasta los humanos se morían de hambre, Inukashi se las apañaba para darle de comer a sus perros.
La comida que sobraba se transportaba a las ruinas en mitad de la noche y se separaba en comida para personas, que se mandaba al mercado, y el resto, que se usaba para dar de comer a los perros. Sion por fin sabía de dónde salía. Lo más seguro era que Inukashi estuviese investigando esa ruta. Nezumi también había desaparecido temprano aquella mañana.
¿Qué podía hacer él?
Cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de su falta de poder. Le agitaba. No podía estar tranquilo. Y se volvería a morder el labio e intentaría soportarlo.
Notó algo cálido en el dorso de la mano. Miró abajo y vio a un cachorro lamiéndole la mano con ganas. Cravat sacó la cabeza del bolsillo del pecho de su suéter y se volvió a meter dentro.
Quería enseñarle a Safu ese cachorro y ese ratón. Quería dejar que los acariciase y que sintiese su calidez.
Quería a Safu. Era muy importante para él. Pero no era en un contexto amoroso – era una conexión mucho más profunda y tranquila. La quería como a alguien de su familia, como a una amiga muy cercana. Fuese el tipo de amor que fuese, no cambiaba el hecho de que se preocupaba por ella.
Cerró los ojos. La llamó.
Safu.
ojalá no te tires durmiendo (aunque me conviene ya que tengo que estudiar) kyaa igual espero con ansia la conti *w*
ResponderEliminarPues al final estuve unas 14 horas durmiendo xDDD Pero no te preocupes, que ya estoy trabajando en la parte que falta~
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