No… puedo ver… no… te…
acerques…
Capítulo 1
Una plegaria por él
¡Es entonces cuando el hado
puede hacerme feliz o desdichado!
-El Mercader de Venecia Acto II Escena I
Shion.
Intentó
llamarle. Pero lo le salía la voz. Su lengua no se movía. Los brazos y las
piernas le pesaban como si los tuviese atados, y no pudiese soltarse. Sion no
se dio la vuelta. Su espalda, cubierta por una camisa blanca, se alejaba cada
vez más. A su alrededor solo había oscuridad. Una oscuridad negra como la
tinta. No había ni el más mínimo rayo de luz.
Sion, espera. No puedes ir.
Date la vuelta. Vuelve a casa. No sigas
avanzando.
La oscuridad
cambió. Crecía y avanzaba como si estuviese viva, tragándose la espalda blanca
por completo.
¡Sion!
Gritó. El
terror se convirtió en un dolor insoportable que le recorría todo el cuerpo.
Intentó entrar en la oscuridad detrás de Sion, pero su cuerpo seguía sin
moverse. No podía avanzar ni un solo paso.
Que alguien – que alguien me ayude.
Detenedlo.
“Karan.”
“¡Señora!
Escuchaba unas
voces. Alguien la estaba cogiendo de la mano. La sacudieron levemente.
“¡Despierta!”
Las voces
eran fuertes. La oscuridad se apartó de sus ojos, y pasó a ser una neblina
oscura.
Oh – os oigo. Os oigo.
Karan abrió
los ojos. Veía borroso, como si tuviese un velo delante de los ojos. Dos caras
borrosas – una de un hombre moreno y otra de una chica – la observaban. Pero
eran efímeras. Tenía la sensación de que, si pestañeaba, desparecerían.
Olía pan.
Rollitos de mantequilla, de los que llevaban mucha mantequilla en la masa.
Cuando atardecía, los habitantes de Lost Town iban a la panadería de Karan a
comprar un pan delicioso a buen precio: los trabajadores después de un largo
día de trabajo; estudiantes hambrientos; niños con unas cuantas monedas
apretadas en la mano – para aquellos clientes que no tenían mucho dinero, había
preparado el horno para que terminase a las cinco en punto. Parecía que el
horno, aunque antiguo, funcionaba bien – la docena de rollos de mantequilla
estaban hechos.
Para Karan,
el aroma de cocer pan era el aroma de la vida misma. Aquel olor tan sabroso,
muy familiar para Karan, la devolvió con fuerza al mundo real.
El velo
había desaparecido. Veía las dos caras con claridad.
“Lili…
Yoming…”
“Ya has
vuelto en ti,” Yoming suspiró aliviado. Gracias
a Dios, pudo leerse en sus labios. “¿Puedes levantarte? No tienes que sobre
esforzarte.”
“Sí – estoy…
estoy bien.”
Yoming la
sujeto mientras se incorporaba. Estaba tumbada en un sofá viejo en una esquina
de la tienda.
“He… perdido
la consciencia…”
“Sí,” dijo
Yoming. “Estabas detrás del mostrados y te has caído redonda al suelo. Me has
asustado. Aún tengo el corazón a cien por hora.”
Yoming
sonrió con alivio. Karan intentó sonreírle, pero tenía las mejillas rígidas, y
no se movían como ella quería.
“¡Señora!”
Lili se tiró encima de Karan y se le agarró al cuello. Le brillaban los ojos
por las lágrimas. “Estás bien, ¿verdad? ¿Estás bien ya?”
Lili apretó
la mejilla contra el cuello de Karan. Estaba húmeda. Los brazos que tenía
alrededor del cuello estaban temblando. Las lágrimas de la niña eran cálidas.
Casi calientes. Normalmente, abrazaría a la niña con suavidad, pero no podía
mover los brazos. Todavía le pesaban y tenía la sensación de estar agarrándose
en el suelo.
Sion.
Quería
estirarse del pelo. Sentía que iba a volverse loca. ¿Y si Sion se dirigía en
aquel momento a un sitio donde no podía alcanzarle? ¿Y si estaba descendiendo a
las profundidades del infierno?
Si está pasando eso de verdad, ¿qué voy a
hacer? ¿Qué debería…?
“¡Oh!” gritó
Lili ahogadamente, separándose de Karan. “¡Un atoncito!”
Había un
ratón marrón en la estantería de las especias. Uno gris asomó la cara detrás de
él.
“Hey, hay
dos.” Lili levantó dos dedos. ¿Eran hermanos? Los dos ratones parpadearon,
ambos con sus ojos del color de la uva, y se acurrucaron.
Uno había
traído la nota de Sion. Pero, ¿y el otro?
Lili,
¿puedes darme un pedazo del queso del que hay en la nevera? Está en el cajón de
abajo del todo.”
“Vale.”
Karan
extendió la mano hacia los ratones que estaban en la estantería, con suavidad,
pero con toda la fuerza que pudo. Le temblaban los dedos. Los ratones se
miraron entre ellos, y movieron los bigotes.
Cheep – cheep.
Uno animó al
otro, que se volvió para mirar a Karan. Tenía unos ojos muy pequeños, pero que
dejaban ver inteligencia. Aquellos ratones eran listos. Podían entender el
lenguaje y las emociones humanas.
Karan
extendió más la mano. Puso la palma hacia arriba.
Cheep. Cheep.
El gris
avanzó. Sin dudarlo ni un segundo, saltó a su mano. Sacudió la cabeza y escupió
una pequeña cápsula. La segunda nota del día.
“¿Vas a
darle el queso a los ratoncitos?”
Karan
asintió y abrió la cápsula. No era la letra de Sion. Pero recordaba haber visto
esa letra antes. Era la letra de quien le había extendido la mano y la había
levantado cuando Karan había caído en la desesperación, después de que el
Departamento de Seguridad se llevase a Sion. La mano que demostraba la
inteligencia y voluntad de su dueño. Nunca podría olvidar aquella letra.
El momento de la reunión
llegará. Nezumi
|
Aquella nota
no era mucho más extensa que la otra, pero Karan pudo suspirar, aliviada. Una
brisa fría le atravesó el cuerpo. El peso en su pecho, lo que no la dejaba
respidad, había desaparecido.
Oh, puedo respirar.
Era muy
pronto para desesperarse. Todavía no podía perder la esperanza.
“Nezumi…” se
encontró a sí misma pronunciando su nombre en voz alta. Durante una fracción de
segundo, sintió como si alguien le hubiese puesto un brazo alrededor de los
hombros. Aunque no podía verlos, sentía unos brazos fuertes apoyándola.
El momento de la reunión llegara. Pase lo
que pase, te devolveré a Sion con vida. Lo prometo.
Podía
escuchar una voz susurrarle al oído. Volvió a inhalar profundamente.
Nezumi
estaba ahí. Estaría junto a Sion en todo momento. Su hijo no estaba solo.
“Karan, ¿qué
es eso?”
Yoming observaba
la mano de Karan.”
“Una carta.”
“¿Una carta?
¿Te traen ratones el correo?”
“Sí,”
sonrió. “Y están escritas a mano. Mucho mejor que los correos electrónicos,
¿vredad?”
Ahora podía
sonreír. Yoming y Lili se miraron entre ellos, y sonrieron también. Lili, que
estaba partiendo el queso y dándoselo a los ratones, fue hacía Karan y enterró
la cara en su pecho. Aquella vez, Karan pudo abrazarla como es debido.
“Tenía
miedo,” murmuró Lili a punto de llorar. “Tenía miedo de que… no te volviese a
mover… como papi… Tenía miedo. Mucho miedo.”
“¿Papi? ¿Le
ha pasado algo a tu padre, Lili?”
“Mi papi de
antes. Mi papi de verdad.”
“¿Qué?”
Yoming movió
la cabeza levemente.
“El padre
que tiene Lili ahora es el segundo marido de Renka – se ha vuelto a casar.”
“Entonces,
Getsuvaku-san es…” Karan dejó de hablar. “-Ya veo.”
Pensó en
aquella cara larga y delgada de cejas caídas. Ahora que Yoming lo mencionaba,
se percató de que Lili y él no se parecían en nada. Pero nunca había notado
nada raro al verlos andar de la mano, o ir a comprar el pan juntos. Eran una
familia feliz, un padre y una hija que se llevaban bien. Después de la desaparición
de Sion, sentía una punzada de dolor cada vez que veía a Lili y a Getsuyaku juntos.
Sentía celos y tristeza al mismo tiempo.
“Entonces,
el padre de Lili…”
“Murió hace
un par de años.”
“Un poco
antes de que te mudases aquí,” se metió Lili. “Pero también quiero a mi nuevo
papi. Es muy gracioso. Siempre me hace reír.”
Lili levantó
la barbilla y sonrió. Era una sonrisa radiante y llena de alivio al comprobar
que Karan estaba bien.
“No lo
sabía. Renka nunca había comentado nada.”
“Lo más
seguro es que no quisiese,” dijo Yoming. “Son recuerdos dolorosos para ella.”
Había dicho
aquello antes de darse cuenta. Yoming suspiró profundamente. Lili empezó a
hablar.
“Un día,
cuando estábamos comiendo todos juntos, papi dejó de moverse.Dijo, ‘no puedo
respirar’ y se cayó de la silla. Y no sé por qué, pero dejó de moverse después
de aquello.”
Lili empezó
a temblar al acordarse de aquel momento. Karan miró a Yoming. Le preguntó con
la mirada.
¿De qué va esto?
“El padre de
Lili – murió, delante de sus ojos,” dijo Yoming sin estar seguro, bajando la
mirada. “No,” dijo entonces. “Le asesinaron”
“¡Asesinato!”
Aquella
palabra tan aterradora se solapó con la de la espalda de Sion desapareciendo.
Karan se encontró a sí misma apretando los puños con tanta fuerza que se estaba
clavando las uñas.
“El padre de
Lili – se llamaba Suifu – era obrero, y un hombre grande que estaba muy orgulloso
de su fuerza, y con razón además,” dijo Yoming.
“Mami dice
que era muy amable, muy fuerte y muy guay. Quería mucho a mami, ¿verdad?”
Yoming
sonrió con sequedad.
“Creo que
Renka lo está pintando muy bonito, hasta para contárselo a su hija. Suifu bebía
mucho y gastaba mucho dinero, así que siempre estaban discutiendo. Pero, bueno,
era un buen tipo, y trabajaba duro para su familia. Era un escandaloso y le
gustaba cantar. Cuanto estaba borracho, siempre se ponía a cantar a gritos. Sí,”
asintió. “Era un buen tipo. Quería mucho a su familia.”
“Pero… ¿le
asesinaron?”
“Indirectamente.”
“Indirectamente…”
repitió Karan. “¿Yoming, me lo puedes explicar de forma que lo entienda?”
Yoming
acercó una silla desgastada y se sentó. Con la mano derecha, le acarició el
pelo a Lili con suavidad. Era un gesto que demostraba lo mucho que Yoming
quería y se preocupaba por su sobrina.
“Explicarlo
de forma que lo entiendas, ¿eh? Ojalá fuese tan fácil. Hay muchas cosas que aún
no sé, así que el simple hecho de contar las cosas por orden es difícil.”
Yoming nunca
hablaba claro, y acababa las frases con torpeza. Pero no obstante, buscó las
palabras adecuadas, y empezó a contar la historia.
“Suifi, en
aquel entonces, estaba metido en la construcción de cierto edificio. Era un
obrero de la construcción.”
“Cierto
edificio…”
“Sí. Pero no
sé qué edificio era. Tengo entendido que ni el propio Suifu lo sabía. Le
llevaban al sitio de la obra en una furgoneta sin ventanas – no podía ver el
exterior.”
“Entonces,
¿para silenciarlo-?”
“No, Karan,
eso no puede ser. Suifu se tomaba su trabajo muy en serio, pero no le
interesaba para nada lo que estaba construyendo. No le importaba en qué parte
de la ciudad estaba, ni para qué iba a usarse. Y, aunque estuviese interesado,
no era el tipo de secreto que descubriría un obrero. Estaba bien escondido.
Después de morir Suifu, investigué por mi cuenta para encontrar dónde trabajaba
mi cuñado, pero no tuve suerte. En una ciudad como esta no existe la
información libre. Si las autoridades quieren esconder algo, los ciudadanos no
podemos hacer nada al respecto. No tendría que haber habido ninguna necesidad
de llegar al extremo de tener que matar a Suifu.”
“Entonces…
¿de qué murió?”
“Dijeron que
fue un infarto. Pero no me creo que Suifu pudiese tener uno. Las posibilidades
de eso son las mismas que las de un pato ahogándose en un lago.”
“Eso quiere decir
que tiene que haber algo más.”
“Sí…” Yoming
dejó de hablar y echó un vistazo alrededor.
“No te
preocupes,” le tranquilizó Karan. “No nos están grabando.”
“Entienco.”
Yoming hizo una pausa. “Lo siento,” dijo abruptamente, “ir con tanto secretismo
es vergonzoso.”
“No, para
nada.”
¿Era verdad
que no les estaban grabando? La verdad es que Karan no estaba del todo segura.
Las autoridades tenían mucho poder. Podían hacer todo lo que quisiesen. No les
supondría mucho esfuerzo grabas las conversaciones de todos los ciudadanos y
clasificar la información.
Pero aun
así.
Karan apretó
con fuerza la nota que tenía en la mano.
No conseguiría
nada si seguía encogiéndose de miedo. En
lugar de asustarme, no hablar, taparme los oídos – déjame hablar, déjame
escuchar. Lo diría en voz alta, escucharía con atención. Para ella, era la
única opción que quedaba.
Karan se
inclinó con determinación hacia el hombre y sus rodeos a la hora de hablar.
“¿Y ese ‘algo
más’ del que estabas hablando?”
Yoming
parpadeó una sola vez. Entonces, miró a Karan directamente a los ojos.
“Todo esto
es especulación. Pero si te lo digo, puede que acabe poniéndote una carga sobre
los hombros.”
“Quiero
escucharlo, he tomado la decisión.”
Intentó
convencer a Yoming.
“Has
investigado tu lado de la verdad. Has dicho que no sabías prácticamente nada,
pero, conociéndote, seguro que tienes alguna pista. Sabes algo, ¿verdad? Una pista – puede que más fina de un hilo, pero algo
que te llevará a la verdad.”
“Esperas
demasiado de mí,” dijo Yoming con pesadez. “No tenía el poder, el valor, o el
método para hacerlo… pero a Yoming le estaban pagando muchísimo por ese
trabajo. El doble de lo que le pagaban normalmente. Renka se sorprendió cuando
Suifu le dio que le estaban pagando ‘una compensación especial por el peligro’.
Y es difícil imaginarse una obra peligrosa en un sitio como No. 6.”
“Compensación
especial por peligro…” reflexionó Karan. “Por demolición…”
“O por el
uso de sustancias químicas.”
“¿Químicas?
¿Te refieres a veneno?”
“O algo
equivalente. Algo desconocido: algo que no saben manejar ni los científicos de
No. 6.”
“No se me
ocurre nada así.”
“Es difícil.
Pero no hay suficiente información.”
“Pero el
padre de Lili no era el único que trabajaba allí, ¿no?” Insistió Karan. “¿No
encontraríamos algo si le preguntásemos a esa gente?”
“Ahí está el
problema; no puedo encontrar a ninguno.”
“¿No puedes
encontrarles?”
“No. O han
desaparecido – o nunca han existido. Es decir, que no habían más personas
aparte de Suifu trabajando en esa obra.”
“No había
otras personas… oh, ¿te refieres a que eran robots-?”
“Sí. Robots.
Estaban usando robots de construcción.”
Karan
levantó la cara, y miró al techo sin verlo. Sion también trabajaba con robots.
Robots que se encargaban de la limpieza del parque.
“Son muy
monos, pero, en cuestión de funcionalidad, aún les queda mucho. El otro día, a
una mujer se le voló el sombrero y un robot lo recogió, lo cual está
perfectamente. Pero el robot no controló la fuerza, y terminó por aplastar el
sombrero. ¿Te lo puedes imaginar? La mujer estaba enfadadísima. Así que creo
que los humanos son más aptos a la hora de realizar trabajos pequeños y
delicados. Los dedos son algo fascinante.”
Y movía los
dedos con ligereza…
Karan cerró
los ojos con fuerza para apartar los recuerdos de su hijo de la cabeza. Habló
con el tono más calmado que pudo.
“El padre de
Lili estaría haciendo un trabajo que los robots no podrían.”
“Puede ser,”
concedió Yoming. “Pero Suifu no era
ningún técnico. No tenía ninguna habilidad especial. Quiero decir, siendo el
tipo serio que era en el fondo, estoy seguro de que habría podido realizar
cualquier trabajo que le hubiesen encargado, pero… no se me ocurre que podría
haber estado haciendo entre tanto robot.”
“¿Dedos?”
“¿Eh?”
“La
diferencia entre las personas y los robots.”
Recordó los
dedos de Sion. Eran unos dedos hábiles. Siempre realizaban con mucho cuidado el
trabajo que le encargaba. De vez en cuando, se encontraba así misma admirando
su habilidad.
¿Sabes, mamá? Los dedos son algo fascinante.
“Puede que
los robots sean más útiles a la hora de derribar paredes o cargar cosas
pesadas, pero a la hora de hacer trabajos más delicados… por ejemplo, veamos…
usar azulejos pequeños para hacer un dibujo complicado en la pared o grabar
letras en una columna… los robots no pueden hacer esto todavía, ¿verdad? Es lo
mismo con el pan. Si quieres que todas las barras sean iguales y sepan igual,
una máquina es suficiente. Pero las tartas, por ejemplo – es importante que
sean bonitas, y que gusten a la persona – tienes que hacerlas a mano si quieres
que queden bien.”
“Pero Suifu
no podía hacer pan o tartas como lo haces tú. No tenía la habilidad de dibujar
cosas complicadas con azulejos, o grabar cosas. No podía hacer nada especial… o
al menos, no creo que pudiese.”
“¿Y qué me dices
de llevar cosas?”
“¿Llevar
cosas?”
“Sí, cosas
importantes… objetos frágiles, o cosas delicadas… cosas que tuviesen que
mantener su forma, como un sombrero. Las manos de una persona serían más útiles
para algo así.”
“Tienes
razón. Puede que sea eso. Puede que Suifu estuviese llevando algo peligroso que
no podían llevar los robots. Pero… aunque eso fuese verdad, no tengo ni idea de
qué puede ser, o de cómo puede estar relacionado con esas muertes súbitas. Da
igual lo que me esfuerce, no puedo pasar de las especulaciones. Al final, sin
nada con lo que trabajar, lo único que podemos hacer es hacernos las mismas
preguntas que no tendrán respuesta una y otra vez. No sabemos nada… todo lo que
sabemos es que Suifu estaba trabajando en una obra y que murió. Verdad, ¿Karan?”
El tono de
voz de Yoming se hacía más sombrío a cada palabra, hasta el punto de que Karan
apenas podía escucharle.
“Esta ciudad
devora a gente sin compasión,” gruñó Yoming. “A veces no puedo evitar pensarlo.
Devora a la gente que ha salido fuera de los límites de los valores de la
ciudad; gente a la que consideran inferior; gente que ha objetado contra sus
valores. Los devoran, los destrozan, y luego se deshacen de ellos.”
“Mm…” contestó
Karan vagamente.
“Así que, un
sitio como este, Lost Town, es una especie de pozo ciego para la ciudad: es un
lugar en el que se reúne gente que no cumple con los criterios de la ciudad,
gente inferior. No, lo más seguro es que la ciudad crease este lugar
deliberadamente. Un almacén de gente desechable.”
La voz
pesada y grave de Yoming, junto con lo que estaba diciendo, le provocaban escalofríos
a Karan. Miró a Lili. No estaba prestando atención a la conversación de los
adultos, estaba a unos cuantos pasos jugando con los ratones. Los dos ratones
estaban en su regazo, comiendo queso. Ya fuesen humanos o animales, los seres
pequeños eran adorables. Era el deber de un adulto proteger a cualquier precio aquellos
cuerpos y mentes débiles y pequeños.
Eso era lo
que creía Karan. No quería que Lili viese la cruda realidad siendo tan joven.
Sí, a uno no se le podía cegar. No se le debería engañar. Uno tenía que ser
capaz de ver a través de las mentiras y descubrir la verdad. Pero eso era algo
sólo para los adultos que tenían la fuerza para soportar el ‘saber’. Lili
todavía era muy joven.
“Lili.”
La niña se
giró hacia Karan, mirándola con sus ojos negros y grandes.
“No creo que
ese queso vaya a ser suficiente para esos ratoncitos. Creo que queda un rollo
de mantequilla de ayer en una esquina del mostrador. ¿Puedes darle la mitad a
cada uno?”
“¿Se le
puede dar pan a los ratoncitos?”
“Sí. ¿Se lo
vas a dar como recompensa? ¿Y puedo pedirte que le cuides de la tienda? Si
entra algún cliente, quiero que le sonrías y le digas ‘¡bienvenido!’. Después
te invito a unos cuantos rollos de mantequilla recién hechos.”
“¡Yay!
Siempre he querido trabajar de panadera.”
Los ratones
estaban subidos en los hombros de Lili, era evidente que se habían hecho amigos
suyos. Eran un par de ratones muy listos: sabían que personas eran peligrosas y
en que personas se podía confiar.
“¿Sabes qué?”
Lili se pu so de puntillas y se acercó al oído de Karan. “Voy a contarte un
secreto.”
“Muy bien,
¿qué es?”
“Mami va a
tener un bebé. Voy a ser la hermana mayor.”
“¿Renka? ¿En
serio? Es genial. ¿Cuándo?”
“Cuando
empiece a hacer calor y empiecen a florecer todas las plantas.”
Yoming sonrió
con exasperación.
“Hey, Lili,
¿estás segura de que está bien contar el secreto de mami?”
“Karan puede
saberlo.”
“Me alegro
mucho,” dijo Karan contenta. “Gracias por contármelo. Cuando nazca el bebé, lo
celebraremos con una tarta enorme. Vale, Lili, ¿vigilas la tienda por mí?”
“Vale. Tengo
que decir ‘¡Bienvenido!’, ¿verdad? ‘¡Bienvenido!’” Con los ratones aún en los
hombros, Lili se fue hacia el mostrador. Yoming volvió a suspirar.
“Bien.
Supongo que no es algo que queremos que Lili escuche.”
“Por
supuesto. Escuchar que han tratado a tu padre como un objeto, y que está muerto
como el resultado de ello… aunque algún día tendrá que saberlo, todavía es muy
pronto.”
Yoming
apartó la mirada de la puerta por la que había salido Lili y volvió a fijarla
en Karan.
“Tratardo
como a un objeto – sí, a Suifu le trataron como si fuese uno de los robots. No
le dirían lo peligroso que es el trabajo. Seguro que se los comentaron así por
encima, y le pusieron mucho dinero delante. Suifu quería dinero. No hacía mucho
que le habían despedido por una discusión con un compañero. Si era para
mantener a su familia, no le importaba un trabajo con unos cuantos riesgos. Las
autoridades hicieron una búsqueda, y Suifu eligieron a Suifu por eso. Total,
tienen acceso a la información completa de todos los ciudadanos. No les
costaría mucho encontrar un candidato. Necesitaban a alguien que se encargase
de realizar un trabajo que tenía riesgos sin especificar; alguien que pudiese
levantar peso; alguien que fuese responsable, y que trabajase sin decir nada y
eficazmente. Un hombre que no fuese curioso, que hiciese preguntas o que
sospechase. Alguien a quien no le importase arriesgarse por dinero – Suifu era
el candidato perfecto.”
“Así que es
por eso por lo que su muerte y el trabajo tienen que estar relacionados de alguna
forma. Estás seguro de eso.”
“Sí. No sé cómo están relacionados, pero estoy
seguro de que lo están. Si me preguntas por qué pienso eso, te diría que-”
“¿Dirías?”
“La
ambulancia. Suifu se cayó redondo al suelo, y Renka, como es normal, llamó a la
ambulancia. Pero me dijo que tardaron muy poco en venir. Dijo que no tardaron
ni tres minutos.”
Una
ambulancia en menos de tres minutos – eso era algo muy raro en Lost Town; no,
se podría decir que era imposible.
La sociedad
de la Ciudad Sagrada de No. 6 tenía una jerarquía muy estricta. Con el alcalde
y su política en la cima de la pirámide, reinaban unos cuantos “elegidos”. Se
les llamaba “elite”, y vivían en Chronos, un barrio de lujo, llevando una vida
de lo más tranquila y cómoda. Los ciudadanos normales que estaban por debajo de
ellos, aunque lejos de tener una vida como la de Chronos, vivían el día a día
con el apoyo de la tecnología médica y científica, felices – o en lo que se les
hacía creer que era felicidad. La gente que como Karan vivía en Lost Town, aún
más lejos de la “elite”, no tenía acceso a los servicios y la ayuda que la
ciudad proporcionaba a los ciudadanos normales. Se les trataba como a
subciudadanos. Usando el mismo término que había utilizado Yoming, Lost Town
era como un almacén de gente desechable.
El
tratamiento médico de emergencia era casi imposible de conseguir en Lost Town.
Karan recordaba haber escuchado que el número de ambulancias y clínicas médicas
era diez veces menor al de Chronos. A pesar del hecho de que Lost Town tenía
más enfermos y heridos que Chronos.
Una
ambulancia que no había tardado ni tres minutos en llegar. ¿A qué se debía ese
milagro?
“¿Quieres
decir que tenían a Suifu vigilado, para poder ocuparse enseguida si pasaba algo
fuera de lo normal?”
“Probablemente
una vigilancia de Nivel 3. Suifu empezó a tener convulsiones en la mesa, pero
para cuando llegó la ambulancia, ya no se movía. No sé si estaba vivo o no,
porque la gente del Departamento de Salud e Higiene se lo llevó. Renka intentó
acompañarle en la ambulacina, pero no se lo permitieron. Le dijeron que se
quedase en casa.”
“Y después
de eso, el padre de Lili…”
“Volvió dos
horas después, frío. El Departamento de Salud e Higiene mandó a un médico que
les explicó que había sido un ataque al corazón, pero no podíamos creerlo. Yo
estaba allí también, había venido corriendo después de que Renka me llamase. Le
pedí por favor que nos diese más detalles, pero no sirvió de nada. Lo único que
hicieron fue cambiarnos la tarjeta de identificación de Suifu por un
Certificado de Defunción para que pudiésemos enterrarle.”
“Ya veo… así
que eso fue lo que pasó.”
Sabía que no
era lo mejor que podía decir. Pero no sabía que podía decirle a Yoming después
de lo que éste le había dicho – de qué tenía que decirle. Era algo que no podía
dejar que le entrase por una oreja y le saliese por la otra. Pero, claro está,
tampoco podía decir las típicas palabras que se usaban para consolar a la
gente. ¿Qué tenía que decir? ¿Y cómo? No podía evitar tener dudas. Sus dudas se
convirtieron en incomodidad, con un toque de miedo. Las palabras de Yoming
aumentaron ese miedo.
“Cuando el
médico se estaba yendo, ¿qué crees que le dijo a Renka? Este paciente ha muerto
sin sufrir,’ eso fue lo que le dijo. Y sí, la cara de Suifu no expresaba dolor
alguno. Sonreía como si estuviese soñando. Pero Renka y Lili habían visto la
cara de dolor que tenía al caer. ¿Cómo iban a creerse que no había sufrido al
morir?”
“Lo que
quieres decir que es manipularon el rostro de Suifu con algún método especial
para que pareciese que no había sufrido…” Karan tragó saliva con dificultad.
Incluidos sus padres, todos los cuerpos que había visto Karan sonreían
pacíficamente. Tenían una sonrisa pintada en el rostro que hacía que pareciese
que nunca habían tenido ninguna dificultad estando en vida. Todas las caras de
los cuerpos eran hermosas. Así era como pensaba que tenían que ser – que en
No.6, donde el tratamiento paliativo estaba muy desarrollado, todo el mundo tenía
asegurada una muerte indolora y tranquila.
Era mentira.
Era todo artificial. Allí, hasta se modificaba la muerte de los seres humanos.
Toda la verdad y las circunstancias que envolvían todas y cada una de las
muertes se escondían, se modificaban y se clasificaban como “muerte pacífica”.
Estamos viviendo en un mundo que es peor de
lo que jamás habría imaginado. ¿Y si esto llega más allá de lo que puedo llegar
a imaginarme…?
“La cosa
está en que la muerte de Suifu sigue siendo un misterio. Renka se ha vuelto a
casa y se las apaña. Y yo – como seguramente podrás ver – me dedico a vender información.
Estoy tan ocupado con otras cosas, que muchas veces me olvido de Suifu. Y me
maldigo a mí mismo cada vez. Así paso mis días: rechinando los dientes,
recordándome a mí mismo que no puedo olvidarme de Suifu, ni de mi mujer y mi
hijo, claro está.”
“Es
imposible que olvides,” le tranquilizó
Karan, “que esta ciudad ha matado al padre de Lili, a tu mujer y a tu hijo. No
podrías, ¿verdad?”
“No. Y eso
es lo único que puedo hacer: recordar. Seguir recordando. Nunca olvidaré a la
gente que me ha arrebatado. Pero a veces me da escalofríos al pensar - ¿y si
las autoridades me descubren? Y me pregunto, si podrían borrarme la memoria…”
Yoming miró
con atención a Karan. Sus ojos se ensombrecieron. Parecía que la desesperación
llenase sus ojos, y que su mirada estuviese nadando en ella.
“¿Qué
quieres decir con borrar la memoria?” preguntó.
“Lobotomía.
Cortar mi cerebro con un escalpelo, y que me extraigan recuerdos y la habilidad
de pensar.”
“Yoming,
estás-” estás llevando esto muy lejos.
Imaginas cosas.
No podía acabar
lo que iba a decir. Lobotomía – quizás era posible. Después de la desaparición
de Sion, la ciudad no había hecho que poner máscara tras máscara artificial ante
sus ojos. Aunque sólo había visto una pequeña parte, lo que Karan veía en No. 6
no era una Ciudad Sagrada; era una ciudad autoritaria que no tenía ningún
remordimiento.
Esta ciudad está intentando controlar a la gente.
Querían
controlar el cuerpo y mente de las personas que vivían allí, sin excepción.
Querían observar sus vidas, pensamientos y destinos, y controlarlos.
Sí, era tal
y como había dicho Yoming. No. 6 devoraba a la gente. Les arrancaban cualquier
atisbo de ser humano, alma o voluntad para resistirse y lo hacían desaparecer.
No era una Ciudad Sagrada. Era un monstruo que había enloquecido por el deseo
de dominar.
¿Nadie se había
dado cuenta? ¿Habían engañado a todos con una vida satisfactoria y cómoda en
apariencia hasta el punto que nadie veía aquella figura monstruosa? Que
estupidez…
Karan negó
con fuerza. Aquello no eran los problemas de los demás y ya está. Ni se
acercaba a serlo.
“Karan, ¿te
encuentras mal otra vez?” preguntó Yoming preocupado. “Acabas de desmayarte –
deberías descansar u n poco. Lo siento por haber sacado un tema así.”
La disculpa
de Yoming parecía sincera. Karan volvió a negar con firmeza.
“No, no es
eso. Estaba – acordándome de algo.”
“¿Hm? ¿De
qué?”
“Lili ya me
lo había preguntado. Si éramos felices de verdad o no?”
Lili se lo
había preguntado una vez.
“Somos
felices, ¿verdad?”
Ya había
bastante de aquello. Había sido después de que la panadería de Karan hubiese
empezado a funcionar. Karan había murmurado, hmm, bueno, supongo, y había inclinado la cabeza. Había hecho de hornear
pan y otras cosas, lo cual le gustaba, su trabajo diario. No ganaba mucho, pero
al menos tenía una idea de cómo saldrían adelante su hijo y ella. Después de
haber perdido los privilegios de que tenían en Chronos, habían encontrado la
forma de tener una vida estable. Fue en aquella época. En aquel entonces, no
habría podido saber que, en unos cuantos años, le esperaría una separación
cruel de Sion. Así que para ser sinceros, si le preguntaban si era feliz,
podría haber contestado sí, supongo que
lo soy. Karan no había pensado que fuese infeliz en aquel entonces.
El haber
acabo en Lost Town después de vivir en Chronos no le suponía mucho sufrimiento.
Al contrario, estaba disfrutando de que su carga se hubiese hecho más ligera,
habiendo apartado la seguridad de tener comida, ropa y refugio. A pesar de
tener que vivir como una subciudadana, seguía dentro de No. 6, como residente
en Lost Town. Siempre y cuando no hiciese nada fuera de lo normal, no le
faltaba nada. El acceso a la comida y al agua limpia era fácil. Aunque faltos
de personal, había centros clínicos en Lost Town a los que podía acudir. Tenía
una casa para escapar de la lluvia y el viento. No tenía que preocuparse por
mala nutrición, hambre, hipotermia o genocidio. Sion estaba a su lado, y tenía
clientes que compraban su pan.
No era
infeliz.
No había
podido contestar enseguida a la pregunta de Lili, no por su propia situación o
pensamientos, si no porque los ojos de Lili se habían ensombrecido. Quizás era
duda. Quizás Lili tenía dudas, emociones
inestables, y había acudido a la panadera a la que tanto quería.
“Es difícil
decir si somos felices o no. Hay muchas veces en las que somos felices, y otras
en las que no. Muchos sentimientos diferentes.”
“¿Verdad?”
Lili apretó los dedos. “Tenemos muchos sentimientos diferentes, ¿verdad?”
“Sí. Tú
también lo piensas, ¿verdad, Lili? Hasta en un mismo día a veces estás contenta
y a veces no, ¿verdad?”
“Sí. Cuando
tengo mucha hambre y puedo comer las magdalenas que haces me pongo muy contenta.
Pero cuando mamá se enfada conmigo o cuando me peleo con algún amigo y nos enfadamos
me pongo muy triste. Pero…”
“¿Hm?”
“Pero en el
colegio, el profesor dice que en No. 6 todos son felices. Que nadie en No. 6 es
infeliz.”
“¿Te han
enseñado eso en clase?”
“Sí. Cuando
el director estaba dando su discurso. Dijo que fuera de No. 6, el mundo es un
lugar duro y lleno de tristeza. Y que la gente muere a diario. Muere porque no
tiene para comer, o porque pelean entre ellos. Dijo que la gente era como animales,
y que también vivían como animales. Y que comparados con esa gente, No. 6 es un
paraíso y que todo el mundo es feliz.”
Con gente
que era como animales, seguramente se refería a los residentes del Bloque Oeste.
Era una forma muy desdeñosa de hablar sobre la gente. Y pensar que alguien que
educaba niños era capaz de llamar animal a otra persona…
Karan
frunció el ceño. Se agachó y miró a Lili a los ojos.
“Pero tú no
piensas eso, ¿verdad, Lili?”
“Hmm,” pensó
Lili en voz alta. “Es algo raro. Como algo que se mueve dentro de la barriga.
Porque – porque a veces… a veces mami está triste porque está cansada de
trabajar o porque no tenemos bastante dinero. Y al abuelo Saiton siempre le
duele la espalda. Así que me parece raro cuando dice que todo el mundo es feliz…”
“¿Y no se lo
has dicho al director?”
Lili abrió
los ojos desmesuradamente y negó con fuerza.
“Si se lo
hubiese dicho, el director se habría enfadado mucho conmigo. A veces llaman a
la gente a su oficina y les pegan con un
látigo.”
“¡Dios mío,
con un látigo! Es horrible…”
“Si vives en
No. 6 y no piensas que eres feliz, significa que no eres un buen niño. Así que
tienen que castigarnos.”
“¡Claro que no!” chilló Karan. Le puso
una mano a Lili en el hombro. “Lili, eso no es verdad. En absoluto.”
“Karan…”
Su corazón
se inquietó. Podía escuchar su ritmo irregular. Sabía que tenía que decirle
algo importante a la niña que tenía delante, pero no le salían las palabras.
Estaba frustrada.
“Lili, aún
eres una niña y…” se detuvo. “No, hasta a los adultos se les permite pensar
muchas cosas diferentes. No está bien que todos piensen y sientan lo mismo,
¿verdad? Y – y-”
También hay gente que no es feliz en No.6.
Seguramente más de la que creo.
Era algo que
Karan sabía de primera mano. Se había mudado desde Chronos, un sitio para los
ciudadanos elegidos, a Lost Town, un sitio para subciudadanos. No creía que
fuese un destino trágico, pero había visto la cima y el fondo de No. 6.
También
había gente infeliz en Chronos, no sólo en Lost Town – en el sitio conocido
como el vecindario ideal. Sí, había gente infeliz allí, y bastante. Pero ninguno
decía ‘no soy feliz’ en voz alta. En Chronos no había una sola persona que se
lamentase del dinero o que se quejase de dolores físicos como Saiton. A todos
los residentes se les prometía un buen sueldo y tratamiento médico a cualquier
hora del día. Pero aun así había gente infeliz.
“¿Qué hago
mañana?” había escuchado murmurar a alguien una vez.
Era una
mujer mayor que vivía en la casa de al lado. Pero, en Chronos la “casa del al
lado” estaba bastante lejos, teniendo en cuenta los jardines que tenían las
casa. Periódicamente, venían jardineros de la ciudad a arreglar los jardines (y
a revisar el sistema de seguridad del jardín, algo que Karan no descubrió hasta
pasado un tiempo), al contrario en que Lost Town, donde una pared era lo único
que separaba una casa de la otra. Karan no estaba acostumbrada a ver a sus
vecinos o a mantener conversaciones con ellos.
Pero Karan se llevaba muy bien con aquella
mujer, que tendría unos setenta años, y de vez en cuando la invitaba a tomar el
té. Su marido, su hija y su nieto estaban reconocidos como de lo mejor de la
elite, al igual que Sion, así que tenía unos privilegios muy buenos, comparados
incluso con otros residentes de Chronos. Pero a pesar de eso, ni era arrogante,
ni condescendiente, y siempre intentaba echarle una mano a Karan, que estaba
criando sola a su hijo.
Aquel día
era más de lo mismo. Una tarde soleada y templada de final de otoños, la mujer
había invitado a Karan a tomar el té.
Aspirando el
aroma del té negro, Karan había estado apunto de murmurar su apreciación cuando
la mujer había dicho aquellas palabras. Su voz seca y quebradiza, como las hojas
que bailaban en las calles. Era seca, pero pesada y sombría.
“¿Qué hago
mañana?”
Karan
levantó la vista de la taza floreada y observó el perfil elegante y compuesto
de la mujer que acababa de hablar. Había escuchado aquellas palabras sin
ninguna dificultad. Pero el tono se su voz chocaba tanto con aquella escena tan
bonita, con la fastuosa mansión y con aquel té, que no había podido evitar
pedirle que lo repitiese.
“¿Perdone?”
La mujer
dejó vagar la mirada con lentitud. Sus ojos, tras unas gafas con rubís
incrustados en la montura (un complemento más que una necesidad), parpadearon.
“No tengo…
ni idea de lo que me gustaría hacer mañana.”
“¿Quieres
decir que no tienes nada que hacer?”
“No sé… que
quiero hacer, Karan-san.” Lágrimas asomaron por el borde de sus ojos.
“¿No lo
sabes…?”
“No hay
nada. Vacío. Y me asusta. Odio especialmente las mañanas. Son horribles. Cuando
pienso que es el comienzo de otro día vacío, me asusto, así que…”
Karan, que
todavía era joven, no terminaba de asimilar las lágrimas de la mujer y las
palabras que había murmurado. Como para demostrar que no estaba fingiendo, los
hombros envueltos por el chal de la mujer no dejaban de temblar.
“Ah – pero-”
tartamudeó Karan. “Siempre y cuando quieras, creo que puedes hacer lo que te
apetezca. Muchas cosas…”
“¿De verdad
lo crees? A mí me parece que va a ser un día vacío detrás de otro hasta el día
que muera… Y pensar que voy a morir sin hacer nada, me da más miedo que otra
cosa.”
Karan se
levantó y negó con la cabeza de forma automática.
“Eso no es
verdad. Porque, mira – la decoración de la habitación, o como preparas el té –
es muy bonito y se te da muy bien.”
La mujer
respondió los torpes elogios de Karan con una sonrisa serena.
“Eres un
alma amable, Karan-san. Pero… bueno, supongo que algún día probaras el miedo
que siento.”
El par de
ojos que había detrás de las gafas no sonreía. Eran como cuevas oscuras. Karan
recordaba haber temblado. La había recorrido un escalofrío en aquella
habitación climatizada llena de muebles extravagantes. La mirada de la mujer
había estado tan vacía, tan taciturna, que la había hecho temblar. La mujer
tenía tiempo y dinero. ¿No estaba en la posición de cumplir todos sus deseos? Y
ahí estaba, lamentándose: que privilegiado, que egoísta… Karan intentó murmurar
aquellas palabras. Pero cuerpo y corazón se encogieron ante aquella mirada
vacía y taciturna que tenía delante. Una desesperación suficiente para
petrificar a alguien vivía detrás de aquellas gafas, emitiendo un leve brillo.
Karan se terminó el té y se marchó con rapidez.
Recordaba con claridad el ruido que había hecho la taza cuando la había
dejado sobre el plato con las manos temblorosas.
No mucho
después, a punto de llegar el cambio de estación, la mujer murió. Dentro del
ataúd, rodeada de los lirios blancos que tanto le gustaban, yacía la mujer con
los ojos cerrados y una piel que brillaba como cuando estaba viva, con una
sonrisa surcándole el rostro. Karan tenía la sensación de que, si la llamaba,
contestaría.
“He vivido
una vida feliz. Estoy muy agradecida a No. 6.”
Aquellas
eran sus últimas palabras, según su hija, que trabajaba en el Departamento de
Administración Central.
He vivido una vida feliz. Estoy muy agradecida
a No.6.
“¿Tu madre
ha dicho esto? ¿De verdad?”
“Claro. ¿Por
qué no iba a hacerlo? Mi madre ha vivido una vida plena en la que no le ha
faltado de nada. ¿No piensan todos lo mismo?”
“Bueno… sólo
me preguntaba si estabas bajo la impresión de que…”
“¿Yo?”
“Sí,” dijo
Karan. “¿Has pensado alguna vez que tu madre no haya sido feliz?”
La hija
frunció el ceño, el disgusto expresado claramente en su mirada. Miró a Karan
como si fuese un animal espantoso, y dio medio paso atrás.
“Es imposible
que mi madre no haya sido feliz,” espetó. “No ha pasado un día en el que no
haya sido feliz. ¿No es de sentido común? Espero que te abstengas de hacer más
comentarios inapropiados.”
Le dio la
espalda a Karan. Mantuvo las distancias durante todo el funeral. Ahí fue cuando
Karan se aseguró de que la mujer no había sido feliz. Había estado luchando con
la infelicidad que no se le permitía sentir.”
Quizás…
Su corazón
se aceleró. Se le vino a la mente la cara de la mujer, rodeada de lirios
blancos.
¿Quizás… se suicidó-?
No podía decirlo
en voz alta. Era imposible que un residente de Chronos se suicidase. Nadie lo
pensaría. Les habían dicho que era impensable.
Pero… si
existía la infelicidad que se suponía que era inexistente, entonces, ¿no podría
haber gente que se quitase la vida, al borde de la desesperación, porque no
tenía otra opción?
Karan apretó
los guantes de luto mientras se llevaban el ataúd al cementerio.
Debería haberle hablado a Lili de aquella
mujer. La infelicidad estaba destinada a existir en cualquier lugar, ya
fuese Chronos o Lost Town. Karan pensaba que tenía que haber hablado con Lili –
sobre por qué la gente no era feliz; sobre cómo podían volver a ser felices;
sobre qué era la felicidad real. Debería haberlo hablado con la niña – sobre su
director que les obligaba a ser felices; sobre la mujer y su mirada taciturna;
sobre el dolor que hacían desaparecer como si nada. Tenía que haber reflejado con más intensidad
lo que había en su alma intranquila, y la agitación de la niña. Pero Karan no
había dicho nada, y no había hecho nada.
“Hay gente
infeliz en todas partes. Porque sea el director no creo que tenga el derecho a
decir que todo el mundo tiene que ser feliz,” le había dicho, optando por la
salida más neutral. Entonces, había escuchado al vendedor de harina llamando a
la puerta trasera trayendo el centeno y la harina. Los clientes estaban
entrando en la tienda.
“Gracias,
Karan. Hasta luego.”
Y Lili se
había ido. Karan había fingido estar inmersa en su trabajo, apartando de su
mente a Lili, sus miedos durante el funeral, sus pensamientos de felicidad e
infelicidad. No se había parado a pensar. Hasta lo había olvidado. Yoming había
grabado todo en su memoria. Pero ella lo había olvidado. Nunca había intentado
recordarlo.
Ella era la
idiota.
Si hubiese sido más sabia, si me hubiese
parado un poco a pensar, quizá Sion no habría pasado por lo que ha pasado.
No solo
Sion. Quizás también había puesto una carga en Safu, junto a un destino cruel e
injusto. Karan se mordió el labio con fuerza.
Sion, Safu, sobrevivid. Por favor, vivid.
Vivid y volved a casa, y dejad que me disculpe por mi estupidez. Dejadme que os
abrece. Dejad que os suplique perdón.
Apretó el
pedazo de papel contra su pecho, y rezó.
El momento de la reunión
llegará. Nezumi
|
Nezumi, te lo suplico. Por favor, permite
que vuelva a verles. Una vez más.
Escuchó a
Lili reírse. Era una risa ligera y libre de preocupaciones, acompañada de los
ruiditos que hacían los ratones.
El momento de la reunión llegará.
Murmuró las
palabras escritas en aquella nota. Intentó aguantar las lágrimas que querían
salir. Llorar no iba a resolver nada.
Ahora, sólo puedo rezarte a ti, que todavía
no te conozco.
El momento de la reunión llegará.
Interesante pero extraño... jaja se descubren muchas cosas k no sabia o_o gracias por el capitulo.
ResponderEliminarahhh por fin!! ;U; malditas pruebas! pero ahora si, un buen y largo capitulo de NO.6 ¿que es mejor que eso? >o<
ResponderEliminarwahhh la ciudad me cae cada vez peor y eso que ya la odiaba en la serie... mira que lavarle el cerebro a los niños desde pequeños...bueno igual karan ya esta un poquito mejor ^^
por traducir este capitulo arigato gozaimasu!!!! TuT
Graciaaaasss!!!!!
ResponderEliminarun capitulo lento pero ya viene lo bueno amo esta novela!!!!
¡Hola! durante unos días he estado guardando tus traducciones de la novela y sentí que de verdad debía agradecerte por todas las molestias que te tomas. De verdad muchas gracias por compartir la novela, aunque aún no voy al día con la traducción debo decir que es un gran trabajo el que estás haciendo :D felicitaciones, gracias de nuevo y espero la actualización cuando venga!
ResponderEliminarMuchisimas gracias por traducirlas, en serio, no sé que haría sin mis capítulos de No.6....por favor tienes que traducir el siguiente TT.TT
ResponderEliminarGracias Gracias Gracias no se me ocurre que mas decir, por favor no dejes de traducir eres lo max!
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