martes, 19 de junio de 2012

No. 6 Vol 5 Capítulo 2 Parte 1

Antes de nada, quería comentar que, revisando este pedazo de capítulo antes de subirlo, me he dado cuenta de que el corrector del Word cambia cosas porque sí. Así que si en los capítulos anteriores, que están sin revisar, hay algún fallo, lo siento.

También siento que no estén las traducciones más rápido, pero es que con este calor se le quitan a una las ganas de hacer ná.

Dicho esto, a disfrutar del capi~



Capítulo 2
Aquellos en el abismo

Cuando me di cuenta de como iban las cosas, ya estaba metido hasta el cuello. ¿Qué podía hacer? Si me negaba a obedecer, me matarían. O podría suicidarme. En tres ocasiones pensé en dimitir, pero era imposible.

-Wilhelm Keitel, Interrogatorios de Nüremberg


La oscuridad le estaba apuñalando. Sus retinas, sus oídos, su piel, la oscuridad era como agujas que no dejaban de pincharle.

Sion inhaló profundamente y llenó su pecho de aire – no, de oscuridad. Al hacerlo, reprimió el dolor y los temblores. No quería acobardarse. No quería gritar del miedo. Y no quería que Nezumi, que estaba a su lado, le escuchase.

No quiero que me oiga gritar.

No quería exponer su lado cobarde ante Nezumi. Sion volvió a tomar aire, consciente de que su orgullo, incluso en aquella situación, no le dejaba tranquilo.

Hn.

Nezumi bufó con sorna a unos centímetros de su oído. Al mismo tiempo, el brazo alrededor de la cintura de Sion apretó con más fuerza, presionando contra su torso.

Intentando hacerte el duro, creyó escuchar susurrar a Nezumi. Pero lo que escuchó en realidad fue:

“Vamos a caer.”

Era una voz monótona, vacía de cualquier emoción. Aquella voz sin emoción se convirtió en un viento helado que se envolvió alrededor de Sion. Con su sentido del dolor, del miedo y del orgullo olvidados, durante un instante,  Sion estaba vacío. Al igual que una cigarra dejando atrás su piel, se convirtió en un recipiente vacío del cual solo quedaba  su apariencia externa intacta. A veces tenía esa sensación al escuchar la voz de Nezumi. Pero no le importaba mucho. De hecho, hasta le parecía refrescante. Quedarse vacío hasta le parecía estimulante.

Cuando Sion intentó inhalar por tercera vez, el suelo desapareció. Con un golpe sordo se había partido en dos. Era como una horca. Casi le parecía raro que una cuerda no se le estuviese clavando en el cuello; no escuchar el ruido de la columna vertebral al partirse; no sentir su cuerpo colgar en el aire.

Estaban cayendo. Cayendo hacía abajo – o al menos se suponía que era así, pero no terminaba de comprender lo que estaba pasando. No estaba seguro de si estaba cayendo, flotando, o subiendo. No podía diferenciar entre descenso, suspensión y ascensión. La oscuridad que le rodeaba le envolvía todos los sentidos.

Un impacto. Sintió su cuerpo chocarse contra algo duro. Se quedó sin aliento. En lo que fuese que había caído era ligeramente elástico, absorbiendo el golpe con la fuerza necesaria para no romperse los huesos.

¿Sobre qué he caído-?

No tuvo tiempo de comprobarlo. Tiraron de el con fuerza.

“Rueda.”

Nezumi le medio empujó para que girase. Rodó una y otra vez, sin pensar en nada, sin tener miedo. Se golpeó el hombro contra algo duro, y sintió un dolor seguido por un hormigueo. Era evidente que había chocado con una pared. Noto un temblor – unas vibraciones – cuando puso las manos en el suelo para levantarse.

“Levanta. Pégate a la pared.”

Sion se levantó y se pegó a la pared, la cual tenía una superficie áspera – cemento lo más seguro. Sus pensamientos, su fuerza de voluntad y sus sentidos estaban medio entumecidos. No podía hacer más que seguir las instrucciones de Nezumi y moverse como éste le decía. El cuerpo de Nezumi se puso sobre el suyo. Estaba más caliente de lo normal. Pero los latidos que sentía Sion en su espalda eran rítmicos. Al aplastarlo con tanta fuerza, Sion no pudo evitar hablar.

“No puedo respirar.”

Pero su voz, entrecortada, se disolvió al instante en el gran ruido que tenían detrás. No estaba seguro de haber oído su propia voz.

“Nezumi.”

Se retorció un poco.

“Esto-”

En toda su vida, nunca había escuchado algo así, voces como esas.

¿Qué es? ¿Qué son?

¿Gemidos? ¿Chillidos? ¿Gritos?

Un gran estruendo envolvió a Sion en todas direcciones; brotaba del suelo, llovía del techo; se retorcía y se enredaba en sí mismo. Se escuchó un grito desgarrador. Entonces dejó de escuchar y un silencio inquietante lo sustituyó. Pero sólo durante un instante. Y, otra vez, empezó a brotar, a llover…

Aquellos no eran sonidos del mundo humano. No eran simples ruidos.

“¡Nezumi!”

Incapaz de seguir escuchando, Sion se retorció. La fuerza contra él se relajó. El calor del cuerpo de Nezumi se apartó. Le cogió del pelo y le dio la vuelta. Le apretó contra la pared mientras le cogía del pelo con fuerza.

Le levantó la barbilla. Nezumi acercó los labios al oído de Sion, y susurró como si quisiese meter las palabras dentro.

“Mira si quieres. Escucha si quieres. Pero-”

Los dedos de Nezumi le soltaron el pelo y se deslizaron por su cuello. Trazaron la cicatriz roja.

“Pero vas a tener pesadillas el resto de tu vida. Prepárate.”

Heh. Su corta risa, casi una mera exhalación, se filtró en el cuerpo de Sion. Era una risa fría. Puede que condescendiente. Nezumi controlaba con total libertad la forma en que se reía. Normalmente, esto hubiese cabreado mucho a Sion. Le hubiese dicho que no tenía por qué reírse así.

Había sido el propio Nezumi el que se lo había enseñado: condena a aquellos que desprecian, miran por encima del hombro y se rebajan a si mismos. No sólo le había enseñado a cabrearse, también le había enseñado a afilar todas las emociones que poseía, ya fuese llorar, reír, tener miedo, rechazar, añorar o amar.

No dejes que se entumezcan. No dejes que se marchiten. Enseña los dientes a todo aquello que amenace con profanar tu humanidad.

Sion había aprendido. Pero ahora mismo, estaba demasiado abrumado para cabrearse. Sus emociones estaban cayendo, filtrándose.

“Nezumi… ¿qué es esto?”

“La realidad.” No quedaba ningún rastro de risa en su voz. “Si vas a mirar, observa hasta el final. Si vas a escuchar, no pienses en taparte los oídos.”

¿Ver… todo esto?

Sion abrió la boca para coger aire.

Ante sus ojos había oscuridad. Y en el fondo de esa oscuridad había gente arrastrándose. Para él, se estaban arrastrando. La oscuridad tenía tonos de luz y de oscuridad, y sus ojos, que habían empezado a adaptarse, captaron el tono más oscuro. Era una masa de gente unos encima de otros. Habían estampado contra el suelo a la gente que habían metido en el ascensor, y ahora se estaban arrastrando.

Se escuchó un grito de los que helaban la sangre. Cayó una sombra. Alguien que se había estado aferrando a alguna parte del ascensor y que había terminado por quedarse sin fuerzas. Sion no podía decir si era un hombre o una mujer. Al igual que el rugido de un animal, el gritó resonó en aquella oscuridad pintada de negro.

Thud.

El sonido de carne golpeando carne. Las vibraciones sacudieron todo su cuerpo, no sólo los tímpanos, haciendo que se le pusiera la piel de gallina.

Sion intentó recordar. Intentó recordar a todos y cada una de las personas que habían metido con él en el ascensor.

Había un hombre. Una mujer. Una señora mayor con el pelo gris. Una chica joven y morena. Un mercader enjuto con los ojos hundidos. Un hombre demasiado pálido, un superviviente de los Despachadores.

¿No había una madre cogiendo a su hijo? ¿No había un bebé en los brazos de su madre? Los había. Estaba seguro.

Envuelto en un trozo de tela blanco y sucio, el niño se estaba retorciendo contra el pecho de su madre… de alguna parte, en aquella masa de gente – salía un hedor que se le había metido en la nariz. Era como si todos  sus sentidos, aletargados hasta ese momento, se hubiesen despertado a la vez.

Empezó a sudar a chorros. Sus dientes se negaban a quedarse juntos, y no dejaban de castañear. El hedor de la sangre, materia fecal, olor corporal asaltó su nariz con muchísima más fuerza que en el camión. Escucho a gente ser aplastada. Gente siendo aplastada por el peso de otra gente. Aunque era algo que estaba escuchando por primera vez, podía decir que era el sonido de la destrucción humana.

“Esto es el infierno,” se escuchó murmurar con debilidad.

“Esto es la realidad,” le contestó otro murmullo. “Esto no es ningún infierno. Es la realidad del mundo en el que has estado viviendo, Sion.”

Sintió nauseas. Dejando el peso contra la pared, Sion se tapó la boca con las manos. Sus jugos gástricos se escapan entre sus dientes. El sudor le picaba en los ojos. Tras los párpados le pasaban recuerdos de sus días en  No. 6.

Las rosas de diversos colores que florecían en Chronos; el cielo por la tarde; las paredes azules de su clase; Safu agitando el brazo; las mañanas en Lost Town; el aroma del pan que llenaba la casa; la espalda de Karan; las pisadas de una niña pequeña – ‘Buenos días, hermanito’ ‘Buenos días, Lili’; el cuerpo redondo de Sampo; el sombrero que Ippo había aplastado por accidente – decorado con una flor rosa – ‘Ippo, eso no está bien-’ Yamase gritando; el aroma del café en la cafetería en la que había entrado con Safu; las ramas de los árboles crujiendo con el viento – oh, el verde – era tan vívido.

Quiero ir a casa.

Lo ansiaba con todas sus fuerzas.

Quiero volver a  No.6.

Quería volver al mundo dentro de la muralla. Quería volver a su pacífico y tranquilo mundo. Aunque fuese una tierra decorada con mentiras, quería enterrarse en aquellas mentiras tan hermosas.

Apretó los dientes. Se tragó los jugos gástricos que tenía en la boca. Levantó la cabeza con lentitud. Tenía la cara empapada de sudor.

“Nezumi…” Reunió toda su fuerza en las piernas, y consiguió mantenerse de pie. Si caía de rodillas ahora, no podría volver a levantarse. Tenía que mantenerse de pie aunque eso le costase no poder respirar apenas. Nezumi no le tendería la mano. No le apoyaría. Si Sion se encogía ahí, si se volvía loco, si no podía mantenerse en pie – no quedaría nada.

“¿Qué tengo que hacer ahora?” Sion consiguió hablar con aspereza. Notó como la presencia que tenía delante tomaba aire.

“¿Puedes moverte?”

“Lo haré.”

Si no lo hacía, moriría. Y no podía hacerlo. No había entrado allí para morir. Estoy aquí para salvarla, para vivir. No lo olvides. Voy a sobrevivir a esta realidad. Apareció una grieta en el cruce de No. 6 que estaba pasando por su mente. Se vino abajo. Se hizo añicos y desapareció, junto con el deseo de huir y volver.

Sion alzó la mano, preparado para que se la apartasen. Toco un brazo firme. Apretó los dedos a su alrededor.

Nezumi.

No hago esto para que me ayudes. Quería dejarlo claro.

Estoy bien. Puedo moverme. No voy a encogerme y a quedarme aquí.

2 comentarios:

  1. Gracias por otro capitulo *w*
    Y no te preocupes que al menos yo no encontré nada raro en los otros capítulos hasta ahora xD

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