lunes, 1 de octubre de 2012

No. 6 Vol. 6 Capítulo 1 Parte 2

Entrada con algo más de sustancia que la anterior xDDD

He estado pensando una cosa, ¿preferís entradas más a menudo con "trozos" de capítulo, o menos entradas pero con el capítulo entero?




Si no estaba lo suficientemente desesperado para vivir, si no se aferraba a la vida, entonces Nezumi no se giraría hacia él.

Nezumi nunca adoraría a un dios frívolo y descuidado. Sion inhaló oscuridad y dio un paso adelante.

Había un pequeño camino ligeramente inclinado hacia arriba entre las rocas. Era del tamaño justo para que un adulto pasase por él. Puede que hasta fuese más estrecho que el pasaje anterior, hecho de paredes de cemento y bombillas a intervalos regulares. No fue una caminata larga, pero tanto giro lo hizo más difícil de andar.

Pero por lo menos –

Sion se secó el sudor con el dorso de la mano.

Pero por lo menos no huele a sangre.

El aire no tenía el hedor a sangre que había llenado el otro pasaje. No había gritos o gemidos de gente muriendo – siendo asesinada.

Sólo había oscuridad.

Aunque aquello sólo fuese a durar un momento; aunque hubiese una realidad más allá de la imaginación de Sion esperándole detrás de la oscuridad, como siempre había sido, no tendría que respirar el hedor de la gente siendo asesinada cruel e injustamente.

Estaba agradecido. Agradecido como si hubiese encontrado un oasis en medio del desierto.

Eres un ingenuo.

Se mordió el labio inferior.

No hacía falta que Nezumi se lo dijese. Era muy ingenuo.

No puedo olerlo. No puedo oírlo. No puedo verlo porque hay una pared que nos separa.

Pero aun así está pasando justo al lado.

La realidad de docenas de gente – incluidos recién nacidos – siendo asesinados cruel e injustamente seguía existiendo en el mismo sitio y al mismo tiempo en el que estaba Sion.

Sólo porque no pudiese olerlo, porque no pudiese escucharlo, porque no pudiese verlo, no quería decir que no existiese. Sólo porque había llegado a un oasis no significaba que el desierto hubiese desaparecido.

Soy un ingenuo; soy un idealista. No podía evitar poner excusas. No podía evitar intentar olvidar la ira que había sentido al ver aquella brutalidad. Quería apartar la vista de aquellas cosas tan horripilantes. Quería encogerse y dejarse caer en la comodidad de un sueño ignorante.

Soy un ingenuo. Y soy débil.

Trazó la pared rocosa con la mano, y se esforzó al máximo para seguirle el ritmo a Nezumi.

Ahora lo que importaba era seguirle. Y siempre le he seguido. Había recorrido un camino la noche que había llegado al Bloque Oeste. Lo había atravesado. Si no hubiese sido por esa experiencia, lo más seguro es que no fuese capaz de caminar entre aquella oscuridad tan opresiva que parecía aplastar sus ojos.

En ese sentido, me he hecho un poco más fuerte, se dijo a sí mismo. Cree. Tienes fuerza en tu interior. Cree en ti mismo. Era muy fácil despreciarse a sí mismo y auto compadecerse – pero aquello no servía de nada. Creer en uno mismo era ser fuerte. Con esa fuerza como energía, como arma, uno podía superar infinitas dificultades.

Sion canalizó su concentración en sus pies, y avanzó paso tras paso. Se encontró con una luz. Era tenue. Su brillo iba aumentando gradualmente.

Observó la figura de Nezumi deslizarse en aquella luz tenue. Sion apretó el paso.

“Oh-” se quedó sin aliento.

Habían llegado a una cámara espaciosa. Mucho más grande que la sala en la que habían luchado Nezumi y el hombre del color de la arena. El techo estaba muy alto. Parecía tener unos tres pisos. Las mismas piedras toscas sobresalían de todas partes.

Estas cuevas son naturales, enormes y complejas. Se lo había dicho Nezumi. Entonces aquello sería una sala creada naturalmente. Había velas encendidas aquí y allá en las grietas, y no era lo único que había: también había unas cuantas lámparas. Eran unas fuentes de luz tenues, pero cálidas. Eran preciosas – como las pequeñas flores del color de la llama que florecían entre los huecos de las piedras.

¿Huecos?

Sion entrecerró los ojos. Empezó a respirar más deprisa y se esforzó por ver algo. Aceleró aún más su respiración.

Una sombra se movió.

Una, dos, tres, cuatro… No eran ratones; no eran animales pequeños. Había numerosas sombras moviéndose. Se mantenían de pie con dos piernas, y susurraban entre ellos. Dos piernas, susurrar…

¡Personas!

Se le hizo un nudo en la garganta. Se le aceleró el corazón.

Personas. Aquí hay personas. Están observándonos desde los huecos entre las piedras. Personas. Si se esforzaba para ver algo más, podía ver una caverna que se abriéndose detrás de las velas entre los huecos. Así que había túneles que profundizaban todavía más en aquellas cuevas. Lo más seguro es que la gente hubiese salido de aquellos túneles.

Sion no podía distinguir todas las figuras, pero podía asegurar que variaban en altura y constitución.

¿Había mujeres y hombres? ¿Adultos y niños? Todos se inclinaron hacia delante, observándoles. Sion tuvo la sensación de que podría ver brillar los ojos de aquellas personas si observaba lo suficiente.

“Nezumi, esta gente…”

“¿Quién crees que son?”

“Oh – supervivientes. Tienen que ser gente que ha conseguido escapar del patíbulo, como nosotros.”

“Te equivocas.” Nezumi negó con la cabeza. Era un gesto lánguido, algo que no era típico de él. “Viven aquí desde mucho antes.”

“Mucho antes… ¿qué quieres decir?”

“Lo verás enseguida.”

‘Lo verás enseguida’ – supongo que tienes razón.

Lo verás. Siempre y cuando tengas la voluntad y la fuerza-

Sion apretó los puños. Era una pregunta fácil. Siempre había pedido respuestas. Siempre le había suplicado, con mucha facilidad, a Nezumi la respuesta correcta sin intentar descifrar la realidad por sí mismo.

Eso no va a funcionar más.

Encontraría la respuesta por sí mismo. Se aferraría a ella. La descifraría. Aunque fuesen tan cercanos como Nezumi, los demás eran los demás. No podría encontrar la verdad  si seguía valiéndose de las palabras de otra gente. No podría enfrentarse a aquella realidad que sobrepasaba su imaginación. No podría ser igual a Nezumi.

Tenía que averiguarlo por sí mismo.

Nezumi apartó la mirada de Sion. Sus ojos grises se ensombrecieron. Haciendo desaparecer aquella sombra con un parpadeo, Nezumi movió la mano en un gesto delicado. Un movimiento grácil muy típico de él.

“Mira, ¿no es espectacular? Han salido todos para darnos la bienvenida.”

“Famoso hasta en un sitio así, ¿eh?”

“-Idiota. La bienvenida es para ti.”

“¿Para mí?”

“Eres tú el espectáculo. No es muy común que digamos que un forastero entre aquí. Mucho menos un ciudadano de No. 6.”

Ex-ciudadano,” le corrigió Sion. “Ya no lo soy. Me deshice de mi tarjeta de identificación hace mucho tiempo. Ya no soy un ciudadano de esa ciudad.”

“No te lo tomes así. Sólo era una expresión.”

me lo tomo así,” dijo Sion tercamente. “No es ‘una expresión’. No soy tan débil como piensas. No me une nada a No. 6.”

Puede que sólo se estuviese haciendo el duro. Pero Sion cuadró los hombros lo mejor que pudo.

Soy débil. Mi mente y mi cuerpo son muy frágiles. Pero nada puede sacudir mi determinación. Nada puede confundir mis sentimientos. Mi decisión de vivir no dentro, sino fuera de la ciudad; mis sentimientos de querer vivir contigo; nada puede sacudirlos, nada puede enturbiarlos.

“¿Quién ha dicho que eres débil?”

“Siempre lo estás diciendo.”

“Nunca. Tienes súper poderes. Antes me has impresionado. Ha sido increíble… y ahora estoy aún más impresionado. En serio.” Nezumi se encogió de hombros. “Nunca se me habría pasado por la cabeza que ibas a tomarte a pecho cada palabra y a quejarte al respecto. Y menos en esta situación.”

Skrit, skrit, skrit.

Una rata trepó por el hombro de Sion. Pesaba más que Hamlet o Cravat. Y olía a podrido. Pero movía la nariz e inclinaba la cabeza de la misma forma. Otra se subió al otro hombro. Metió la cabeza en el pelo blanco de Sion, y se restregó contra él. Otra más – una cría – se restregó contra su pie. Fueron viniendo una detrás de otra.

Las ratas recorrían el cuerpo de Sion de arriba abajo haciendo ruiditos afectuosos.

Skrit, skrit, skrit, cheep, cheep, cheep.

Chit, chit, chit. Chit, chit, chit.

“Hey, ya vale,” dijo Sion, intentando no reírse. “Que mi cuerpo no es un parque. Ya vale. ¡Me hacéis cosquillas!” Sion se sacudió.

El aire zumbó. La oscuridad ondeó. Sion podía sentir la presencia de la gente que vivía en las rocas: inhalaciones de aire, susurros inaudibles, cuerpos en movimiento, miradas furtivas.

“Un chico interesante.”

Se escuchó una voz que venía de arriba. Una voz baja, que se había escuchado a la perfección. No llegaba al nivel de la voz de Nezumi, pero era profunda, tranquilizadora y fluía en sus oídos con total comodidad. ¿Era la misma voz de hacía antes? ¿La voz que había venido de aquel vacío pintado de negro?

‘Oigamos tu historia.’ ¿Era la misma voz?

Miró hacia arriba.

Vio la figura de un hombre sentado en el centro de un hueco, en un espacio que sobresalía como si fuese un balcón. O por lo menos… pensaba que era un hombre. Parecía… un anciano con un pelo y una barba largos y blancos, vestido con una especia de túnica larga. Estaba muy oscuro para verle bien la cara.

“Un chico interesante. No has puesto nerviosos ni has asustado a los ratones. ¿Puedo preguntarte cómo te llamas? ¿Cuál es tu nombre?”

“Soy Sion.”

“Sion – ah, un nombre muy bonito.”

“G-gracias. Por, um, el cumpido,” tartamudeó Sion. “¿Y tú eres?”

“¿Yo? ¿Qué pasa conmigo?”

“¿Cómo te llamas?”

Murmullo.

La oscuridad ondeó con más fuerza. Las ratas que tenía sobre los hombros castañearon los dientes. Se escucharon risas. Venían de todas las direcciones y eran diferentes.

Risita, risita, risita.

Nombre, dice.

Risita, risita, risita.

Le ha preguntado cómo se llama.

Risita, risita, risita. Risita, risita, risita. Risita, risita, risita. Risita, risita, risita.

No sabía por qué se estaban riendo de él. Sólo le había preguntado a aquel hombre su nombre. ¿Por qué era tan gracioso?

Risita, risita, risita. Risita, risita, risita.

La risa no paraba. Sion se giró para mirar a Nezumi, que estaba de pie a su lado.

Nezumi se quedó quieto. No se reía. Naturalmente. Ninguna expresión adornaba su rostro. Parecía una estatua.

“Rou.” Una voz atravesó la oscuridad que ondeaba. El ruido en las cuevas cesó de inmediato. Cayó una calma casi dolorosa, como la que encontrabas en un bosque cuando moría el viento. En esa calma, lo único que se escuchaba, sin ninguna prisa, era la voz del anciano.

“Rou. Así es como me llamo.”

“Rou - ¿ese es tu nombre?”

“Quizá sí, quizá no. Puede que sólo signifique ‘anciano’.”

“Entonces, ¿no es tu nombre real?”

Unos momentos de silencio.

“Joven. Aquí nadie le da importancia a los nombres. Nadie. ¿No te ha enseñado eso Nezumi?”

Ahora que lo pienso –

Sion exhaló.

Ahora que lo pienso, todavía no sé cómo se llama Nezumi en realidad.

“Rou.” Nezumi se movió. Dio un paso al frente. “Quiero que escuches nuestra historia.”

“Oigámosla.” El hombre se enderezó en la silla. “Has vuelto. Se suponía que no íbamos a volver a vernos, y aun así has aparecido ante mí. Oigamos la razón.”

“Te estoy agradecido.”

“¿Agradecido? Nezumi, veo que los golpes del aire de la superficie te han hecho débil y cobarde. Pero sin importar lo cobarde y débil que te hayas vuelto, espero que no hayas olvidado las reglas.

“Por supuesto que no.”

“Aquellos que dejan este lugar no pueden volver. Has roto ese tabú. Tienes que compensarlo.”

“Lo sé. Pagaré las consecuencias. Así que escúchame, por favor.”

El anciano chascó los dedos. Sion no se había dado cuenta, pero había dos palos unidos a las patas de la silla del anciano. Puede que fuese mejor llamarlo palanquín que silla.

Dos hombres cogieron los palos y levantaron al anciano junto con el palanquín.

¿Y sus piernas?

No había nada debajo de la parte inferior de la túnica del hombre. El borde colgaba sin vida. Las piernas del hombre terminaban en la rodilla. Las dos.

El palanquín, con el anciano en él, empezó a bajar lentamente entre las rocas, como si estuviese deslizándose. Una figura ensombrecida, con el pelo largo recogido en una coleta – una mujer, evidente al ver su silueta – estaba limpiando el camino delante del palanquín con lo que parecía una escoba. Era como la precursora en una procesión.

Había un camino. Con la anchura justa para que se rozasen los hombros al pasar. La cuesta estaba muy empinada, pero los hombres estaban bajándola fácilmente, sin tropezar.

No era algo natural. Los caminos entre las rocas habían sido tallados por manos humanas. Si se fijaba, se abrían caminos en todas direcciones; puede que estuviesen estructurados para que la gente pudiese ir y venir con total libertad.

¿Esto es… una colonia?

Sion volvió a mirar a su alrededor. Puso su cerebro a funcionar al mismo tiempo. Cavernas, que eran, sin lugar a dudas, residencias; caminos entre la pared de rodas; aquella sala; el espacio oscuro más allá de aquella sala – y casi podía oler algo cociéndose. Y podía sentir un viento débil, muy débil. Lo que quería decir que el aire se movía, y que aquel lugar estaba conectado con la superficie. Ahí había una colonia de personas.

¿Una colonia subterránea?

Contuvo sus pensamientos, que amenazaban con dispararse en todas direcciones. Los organizo y buscó algún hecho coherente.

Nezumi había dicho que aquellos habitantes de la oscuridad no eran supervivientes de la Caza. Quizá era eso. Un mundo subterráneo, al que no llegaba la luz del sol, sería demasiado duro como para que la gente pudiese vivir ahí. Los humanos eran organismos adaptados a la vida en la superficie. No parecía probable que uno pudiese vivir en un sitio en el que no había luz solar, corrientes de aire y un entorno natural. Pero tenía a esa gente, y los evidentes signos de que vivían allí, ante sus ojos.

Lo que tenía delante era algo que, obviamente, no se había creado de la noche a la mañana. Eso era un hecho. ¿Llevaba esa gente viviendo bajo tierra tanto tiempo que habían establecido una colonia y se habían adaptado a las condiciones? Era lo único que se le ocurría.

Sion soltó un gran suspiro sin darse cuenta.

Recuerda este lugar. El sótano del Correccional. ¿Qué está haciendo una colonia aquí? ¿Es una coincidencia?

Quizás…

Los pensamientos de Sion echaban chispas. Por mucho que pensase en ello, no daba con la respuesta. No podía ir más allá de las especulaciones. Pero esa era su razón para seguir pensando. Especulaba. Inventaba teorías de “¿Y sí…?” Desesperadamente.

¿Y si la gente llevase mucho más tiempo viviendo en aquel lugar – aquel lugar que había sido en un principio una serie de grandes cuevas?

Aborígenes…

¿Y si esa gente vivía en aquella tierra desde mucho antes del nacimiento de la nación-estado de No. 6?

1 comentario:

  1. Personalmente, prefiero capítulos enteros, aunque tenga que esperar más. Es que si se parte demasiado queda fragmentado y no sigues tan bien la historia, cuesta más ver la unidad. Pero, vamos, que quien manda es quien lo hace, yo me adapto a lo que me echen, faltaría más.
    ¡Gracias por el aporte!

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