Con esto pasamos de la mitad de la sexta novela~
¡Disfrutad!
Capítulo 3
Esa es la razón
Cuando la gente construyó las oficinas
públicas
¿no fue la razón
El poder eliminar peligros
Y crear un mundo brillante y pacífico?
Pero los ciudadanos sufren dificultades, y
los oficiales nadan en riquezas
En la vasta tierra, ni uno solo
De los ciudadanos puede expresar su
aflicción
Así que sacan sus pinceles, y la confían a
una canción.
-Canción del
folklore chino.
Safu gritó.
¿Está soy yo?
¿Por qué, por qué, por qué…?
“Safu,
¿estás despierta? Buenos días. ¿Qué tal estás? Ah, veo que tus sentidos
cognitivos an vuelto a la normalidad. Espléndido.”
¿Esta soy yo?
No, esta no soy yo.
Esta no soy yo.
“¿De qué
estás hablando? Mira. Eres preciosa. No sólo eso – sí, pronto tendrás belleza y
poder en tus manos. Una vida inmortal. Brillante, ¡verdad?”
No. No.
Ayúdame.
Devuélveme.
Devuélveme a quien era.
“Safu. No
puedes alterarte tanto. Duele, ¿verdad? Sí, cuando te alteras duele. Dolor de
cabeza. Así que, cálmate. Tranquilízate. Cálmate y piensa en el estado que
deberías estar. Sí… buena chica. Te ayudaré. Sí, cálmate…”
Sion…
¿Dónde está Sion?
“Olvídate de
él. Has renacido. Olvida todo lo anterior. Todo. La gente, los nombres y los
recuerdos son inútiles para ti, Safu.”
No quiero olvidar.
No puedo olvidar.
No… voy a olvidar.
“¿Sabes,
Safu? Mañana hay un festival. La celebración del nacimiento de esta ciudad. Una
celebración. Se llama ‘La Celebración
Sagrada’. Estoy seguro de que la conoces. Después de todo, eras una ciudadana.”
Sion
Sion, ¿dónde estás?
“Los
festivales son una estupidez. Todos arman un escándalo sin sentido y ni
siquiera saben que están celebrando. Idiotas, ¿verdad? Aunque sería
problemático que no lo fuese. Ja ja ja… Los auténticos Santos estamos aquí. Tú
y yo. ¿Deberíamos brindar, Safu? ¿Quieres vino?”
No voy a olvidar.
No voy a olvidarte.
Nunca podría olvidarte.
“Safu, ¿por
qué estás expresando tristeza? Tengo un regalo espléndido preparado para ti,
¿sabes? Pronto. Voy a convertirte en una existencia que todos adoren.”
Voy a seguir recordándote.
Porque este es mi corazón.
No… voy a olvidar.
“Que
problemático. Pensaba que no ibas a ser tan obstinada. Estoy un poco
decepcionado, Safu. Muy bien, pues. Pronto verás hasta donde llega mi
magnanimidad. Entonces te inclinarás ante mí y me mostrarás tu gratitud. Lo
ves, ¿Safu? Oh, sí, ya no vamos a necesitar ese nombre. Vamos a deshacernos de
él. Después de todo, te espera un futuro nuevo. ¿Ves? ¿No te emocionas de
pensarlo?”
No voy a deshacerme de mi alma.
No voy a perder mis recuerdos.
No me van a robar mis sentimientos.
Sion,
¿dónde…?
“Ven. Ven
aquí.
Sion, ¿dónde estás?
Sion terminó
de hablar. Había revivido, con todo el detalle posible, los últimos años
empezando por la noche del huracán en la que había conocido a Nezumi, hasta el
día de hoy. Daba igual lo que hablase, sabía que nunca sería suficiente para
contar su historia. No tenía confianza en poder contar con precisión todo lo
que le había causado esa confusión. Pero aun así habló. Dejando al descubierto
la raíz de incontables emociones que habían empezado a brotar en su alma, empezó
a contar con calma y objetividad sus experiencias, lo que había visto y oído,
el escenario que se abría ante sus ojos y los sonidos que le habían llegado a
los oídos. Era lo que había intentado.
Pero aun así
su voz tembló al final. No había podido evitar que la suplica se colase en su
tono de voz.
Soy débil. Muy débil. Ni siquiera puedo
reprimir mis emociones.
Apretó los
puños.
Lo sabes, Sion. Lo sabes desde hace mucho.
Te has visto forzado a enfrentarte a la realidad de lo débil que eres, una y
otra vez, antes de venir aquí. ¿De qué te sirve asustarte de tu debilidad e
ignorancia ahora? Puedes
avergonzarte, pero no puedes asustare. Si dudas, no serás capaz de volver a
moverte. Has llegado hasta aquí. No puedes volver. No eres tan débil.
Sion tomó
aire, y continuó hablando.
“Quiero
ayudar a Safu. Haré cualquier cosa para sacarla de ahí. Para eso es para lo que
he venido. Nezumi me ha traído aquí. No me imagino dónde estamos o si puedo
infiltrarme en el Correccional desde aquí. Pero tengo que conseguirlo cueste lo
que cueste. De eso estoy seguro. Y… soy el que ha metido a Nezumi en esto.
Nezumi se ha arriesgado por mí… eso también es verdad.”
El anciano
permaneció en silencio. El silencio les envolvía. Un silencio pesado pesaba
sobre ellos, y a Sion le daba la impresión de que podía escuchar el crujido de
sus huesos.
Junto a él,
Nezumi se agachó. Recogió la camisa que se había deslizado por la mano de Sion,
sin éste darse cuenta y se la dio.
“Gracias.”
Heh.
Nezumi se rio.
“Sus modales
no le abandonan ni en una situación como esta, ¿eh, joven amo? Quizá debería
añadir ‘crío ignorante que se sobrevalora demasiado’ al nombre.”
“¿Yo?
¿Sobrevalorarme?”
“Sí. No he
venido aquí por usted. No se crea tanto, joven amo.”
Antes de que
Sion pudiese responderle, Nezumi se giró. Su perfil inexpresivo rechazó las
palabras y la mirada de Sion.
“Rou.” El
anciano no contestó. Permaneció inmóvil, con los ojos cerrados. Parecía que
estuviese meditando o rezando para sí mismo.
“Rou, no hay
ninguna mentira en lo que ha contado Sion. Todo es verdad. Han muerto personas
en No. 6 a causa de las avispas parásito. Sion se salvó. Pero la mayoría de
gente no va a tener tanta suerte. Morirán-” Nezumi se calló, y miró a Sion. La duda de la sombra pasó por su mirada,
aunque muy brevemente.
“¿Rou? ¿Me
estás escuchando?”
El anciano
asintió levemente. “Lo hago. Tu voz se proyecta muy bien y llega a los oídos
del receptor con mucha claridad.”
“¿Ha llegado
a tu corazón?”
“Por
supuesto.”
“Entonces, quiero
que me contestes. Quiero que me lo digas.”
“¿El destino
de No.6?”
“No, eso no
necesito preguntárselo a nadie para saberlo. Sé que es lo que le va a pasar:
destrucción y extinción. Seré yo el que apriete el gatillo.”
“Entonces…
¿cuál es tu pregunta?”
“Lo qué son
las avispas parásito en realidad.”
Sion gritó.
Miró el perfil de Nezumi con los ojos abiertos como platos y pasó su mirada al
anciano.
“¿Me estás
pidiendo que divulgue la verdad acerca de las avispas parásito?” dijo el
anciano.
“Sí.”
“¿Por qué…
me lo preguntas a mí?”
“Porque tú
lo sabes,” respondió Nezumi. “Tengo la sensación de que lo sabes. He estado
pensándolo todo este tiempo; quizás… sepas la mayoría de las cosas que quiero
saber.” Nezumi exhaló. Los ángulos tensos de su perfil cedieron, y la duda
ensombreció su rostro aún más.
“Lo sabes
porque eras un ciudadano de No.6…. no, uno de sus creadores. ¿Me equivoco?”
Aquella vez
ningún sonido abandonó los labios de Sion. Se quedó en su garganta.
¿Creador? ¿Aquel anciano?
“¿Me equivoco,
Rou?”
El anciano
no contestó. Nezumi alzó su rostro hacia el techo. No había más que una piscina
de oscuridad. Pero Nezumi parpadeó con rapidez, como si estuviese mirando algo
muy brillante. Entonces con un inusual movimiento lánguido, levantó el brazo.
“Esto.”
Tenía sujeto un trozo de papel entre los dedos. Se lo dio al anciano. Era una
foto, una muy antigua impresa en papel.
“El viejo
borracho la tenía. Tu madre también sale,” le dijo a Sion. “Me he tomado la
libertad de cogerla prestada de sus archivos.”
“Oh, eso…”
era una de las fotos que se habían mezclado con los contenidos de varias
carpetas. Se habían esparcido por el suelo cuando ambos habían visitado a
Rikiga siguiendo las direcciones de la nota de Karan. En la foto salían su
madre y sus amigos, varias décadas más jóvenes. Recordaba que Rikiga, un
antiguo periodista, había dicho que había hecho la foto la última vez que había
entrado en No.6.
En aquellos
días, No, 6 no había estado cerrada a cal y canto. No había ninguna ley que
prohibiese la entrada o salida sin un permiso, y la situación no era la de
ahora, que prohibía la entrada de cualquiera que no tuviese un permiso fuesen
cuales fuesen las circunstancias. Tampoco habían estado terminadas las puertas
de aleación especial. Rikiga había dicho que en aquella época se podía entrar y
salir de No. 6 con relativa facilidad.
“La mujer
joven que está en el centro es la madre de Sion. Se llama Karan.”
“Karan.”
“La conoces,
¿verdad? Sales en la foto con ella. ¿O la has olvidado?”
“¿Con ella?
¿Con mi madre?” Sion estaba sorprendido. Estaba seguro de que tenía la boca
abierta. No podía evitar mirar al anciano del pelo blanco. Sabía lo insolente
que era aquella mirada, pero no podía apartarla.
¿Conoce a mi
madre? Y pensar que un hombre
que se había instalado en aquellas cuevas subterráneas y que llamaban “anciano”
estaba conectado con Karan. Era algo increíble.
Increíble, ¿cómo…? Durante un instante
la sorpresa le golpeó tan fuerte que tuvo una sensación de hormigueo en su
cerebro
Los límites
de su mundo se habían roto desde que había conocido a Nezumi. El mundo en el
que había vivido hasta aquel momento se había desmoronado. Todo estaba lleno de
sorpresas. Cosas en las que había creído, y de las que nunca había dudado,
habían dado un giro de ciento ochenta grados y habían mostrado un lado
completamente diferente. Había experimentado ese sentimiento muchas, muchas
veces.
Asombro,
sorpresa, silencio, perplejidad y dolor. Había experimentado muchas emociones y
sensaciones. Pero también se había visto obligado a asumir lo ignorante que
había sido antes de conocer a Nezumi, como había vivido sin saber nada y sin
intentar saberlo.
Por eso
dolía. Dolía lo suficiente como para hacerle gritar de dolor. Pero aun así –
había jurado no dudar en sorprenderse y quedarse perplejo.
Sion, a su
manera, esperaba ver la verdad sobre sí mismo y sobre el mundo en el que vivía.
También había decidido verlo hasta el
final. No dudaba a la hora de sorprenderse o de confundirse; al contrario,
cada vez que eso pasaba sentía como quitaba otra capa y aparecía una nueva cara
del mundo ante sus ojos. Hasta había terminado por venerar la experiencia.
Pero aquella
vez, se había quedado atónito sin más. Fijó la mirada en el anciano con la boca
abierta. Los dedos de Nezumi tocaron sus labios. ¿Por qué siempre tenía los
dedos tan fríos? Un sentimiento muy distante a la sorpresa o a la perplejidad
pasó por la mente de Sion. Nezumi chascó la lengua con suavidad.
“Cierra la
boca. Tienes una cara de idiota increíble ahora mismo.”
“No puede
ser…” susurró Sion. “Es increíble… Nezumi, ¿qué está pasando? ¿Qué pinta mi
madre aquí? Este hombre y mi madre se conocen… ¿qué significa eso?”
“¿Y cómo
quieres que lo sepa?” replicó Nezumi. “Estoy preguntado porque no lo sé. Mira
la foto que tenía el borracho: el que esta junto a tu madre-” Nezumi tragó. “Es
Rou.”
La foto
resbaló entre los dedos del hombre. Flotó hasta llegar al suelo como un pétalo.
“Yo también
me sorprendí cuando vi la foto,” dijo Nezumi. “Lo más seguro es que tuviese la
misma expresión que tú en la cara, aunque no tan idiota.”
Nezumi
recogió la foto y se la enseñó a Sion. Sion se inclinó y la observó con
atención. Era una foto muy vieja. Había un grupo de hombres y mujeres frente a
un edificio gris. Karan estaba en el centro. Tenía el pelo largo y sonreía con
timidez. Su sonrisa aún tenía un toque infantil. A su derecha había un hombre
de carga alargada. Tenía una bata de laboratorio en una mano y unos ojos
amables. A pesar de ser una foto antigua, Sion podía distinguir la inteligencia
que residía en aquellos ojos.
Mi padrino. Nezumi había señalado a ese
hombre y había dicho esas palabras. Es mi
padrino.
Sion se
arrodilló frente al anciano.
“Dímelo por
favor.” Su voz era áspera. Tenía la garganta tan seca que le dolía. “Dime la
verdad, por favor. Es lo único que pido.”
El torso del
anciano se meció levemente. A Sion le recordó al movimiento de la hierba
plateada. Su pelo blanco, que brillaba tenuemente con la luz de las velas,
parecía las espigas de la hierba plateada.
“Saber la
verdad y rescatar a tu amiga: Sion, ¿crees que ambas cosas están relacionadas?”
Como respuesta, Sion negó lentamente con la cabeza.
“No lo sé.”
Contestó con sinceridad. No lo sabía.
Tenía que
rescatar a Safu lo antes posible. Pero, ¿qué necesitaba? ¿Necesitaba saber la verdad sobre las avispas parásito, la relación
entre su madre y el anciano, el futuro
de No.6…? ¿Realmente era una necesidad urgente saberlo? Sion no tenía respuesta para aquello.
Quería
saberlo. Ansiaba con desesperación saberlo. Pero lo más importante en aquel
momento era salvar a Safu - ¿no?
“No lo sé…
puede que conocer la verdad y rescatar a Safu sean dos cosas completamente
diferentes. Pero…”
“¿Pero?”
“Pero me han
– o debería decir nos han – nos han ocultado la verdad a todos los ciudadanos
de No. 6. Hemos vivido toda nuestra vida dando la espalda a la realidad y de la
verdad que de ésta deriva.”
“Lo que pasa
es que no habéis intentado verla,” remarcó Nezumi, totalmente inexpresivo. “Si
hubieseis mirado un poco, la habríais visto. Si hubieseis buscado la verdad, la
habríais encontrado. Pero no lo habéis hecho. Os habéis cegado con vuestra idea
de falsa abundancia y os habéis acomodado. No habéis intentado mirar a través
de eso para ver la realidad. Vuestra idiotez es lo que ha permitido a No. 6
convertirse en el monstruo que es hoy.”
“Estoy
seguro de que tienes razón.” Sion inhaló. Nezumi tenía razón. Pero, ¿sabes qué, Nezumi? En el tiempo que
he vivido contigo, he podido tocarle las orejas a la realidad con mis propias
manos. Ese ha sido mi punto de salida. Eso en sí mismo es una verdad.
He empezado ahí, y ahora, estoy aquí.
“El
secuestro de Safu, la aparición de las avispas parásito… No. 6 convirtiéndose
en un monstruo, todo ha pasado porque hemos estando apartando los ojos de la
verdad todo este tiempo. El crimen que hemos cometido es uno grave; me he dado
cuenta de ellos. Pero por eso quiero saber. Quiero ver la auténtica forma del
mundo con mis propios ojos-”
Sion se
mordió el labio. No, estuvo a punto
de decir en voz alta. No le parecía que estuviese bien. No era que le hubiese
mentido al anciano. Pero había adornado sus palabras. Arrepentimiento y
resignación sobre el pasado no era lo único que había detrás de las razones por
las que quería saber la verdad.
Curiosidad.
No, no era un sentimiento tan superficial; era un deseo profundo. Uno que corría
en círculos en su interior.
Era una
intriga sobre el mundo que su imaginación no podía satisfacer. Interés sobre lo
desconocido. Y más que nada… la expectación de poder adquirir algo de
conocimiento relacionado con Nezumi.
La parte que
le mostraba Nezumi no era más que un pequeño fragmento. De hecho, Nezumi tenía
muchas caras que Sion no podía ver. Y todas y cada una de las veces que lo
sentía, le dolía.
¿De dónde vienes?
¿Dónde has nacido?
¿Cómo vivías hasta aquella noche en la que
nos conocimos?
¿Qué habías pensado, en qué habías creído y
que habías rechazado en tu vida hasta aquel momento?
Y también esta la promesa de decirme tu
nombre real, promesa que aún no has cumplido.
Su alma se
agitaba sin parar. Se agitaba por querer saber, y no por los demás sino por sí
mismo. Pero había aparentado. Había pretendido ser un amigo, el joven inocente
que anhelaba saber la verdad.
Sus palabras
y su corazón se daban la espalda el uno al otro. Que palabras tan bonitas y
racionales eran las que salían de su boca. Racionales y bonitas hasta el punto
de parecer falsas. Sus propias palabras engañaban a su corazón.
¿Sólo puedo hablar en estos términos?
¿Por qué no puedo hablar como Nezumi? Sólo
puedo usar palabras vacías y susperficiales. ¿Por qué sigo aparentando? ¿Por
qué sigo hablando cuando aún no estoy preparado para mostrar mi verdadero yo?
Aunque llevo meses viviendo a su lado…
Dirigió su
mirada hacia Nezumi sin pensar. Era imposible que no se hubiese dado cuenta de
como Sion había decorado sus palabras, pero el perfil de Nezumi no mostraba
signo de desdén, enfado o compasión. Había bajado un poco la barbilla y estaba
observando el vacío oscuro.
Nezumi nunca
jugaba con sus palabras.
Al igual que
Safu.
Como un
relámpago en mitad de una noche oscura,
una idea brilló en su mente. Safu nunca había manipulado sus palabras. Por lo
menos, todo lo que le había dicho a Sion era verdad. Había recibido sus
palabras directas y sinceras numerosas veces.
Debería
estar avergonzado de sí mismo. Debería darle vergüenza mirar a la cara a Safu y
a Nezumi.
“Quiero…
saber.” Pronunció cada palabra cuidadosamente. “Hay muchas cosas que
desconozco. Pero eso… quiero saberlo. Eso es todo”
El cuerpo
del anciano se meció una vez más. “Saberlo no quiere decir que vayas a ser
feliz. Puede que acabes deseando no haberlo sabido nunca. Puede que esa sea la
realidad que te espera, Sion.”
“Estoy
preparado para ello.” Preferiría sufrir por saberlo que seguir siendo
ignorante. Prefería el dolor y las dificultades a una felicidad falsa. Usando
eso como combustible, podía seguir avanzando.
No podía seguir apoyándose en una ilusión que no servía ni como punto de
apoyo.
Se apretó el
pecho. Confirmó sus sentimientos.
No había
ninguna duda. Mis sentimientos están
conmigo. No estoy engañando a nadie.
“Estoy
preparado. O por lo menos, creo que puedo prepararme. Aunque – no puedo estar
completamente seguro de que no voy a arrepentirme… puede que me arrepienta
algunas veces… pero creo que será mejor que seguir sin saber nada. Creo en eso… así que….” Tan pronto como
intentaba hablar con total sinceridad, su lengua se negaba a cooperar. Sus
palabras se negaban a salir con la misma fluidez que lo habían hecho antes.
Las palabras
sinceras eran algo que pesaba mucho.
Cargaban con
el peso de las creencias del hablante, las emociones y los sentimientos
sinceros.
El anciano
sonrió. O al menos a Sion le parecía que lo había hecho. Su sonrisa se
desvanecio y cerró los parpados con lentitud. Se quedó en silencio.
“Rou, ¿por
qué no dices nada?” Nezumi preguntó con impaciencia. “¡Rou!”
“Elyurias.”
Los labios del anciano se movieron y un susurro, como una exhalación, escapó de
ellos. Era una palabra que Sion no entendía.
“¿Elyurias?”
Nezumi frunció el ceño. Parecía ser que él tampoco lo había entendido.
“Ese es su
nombre.”
“¿El de
quién?”
“El suyo.”
“¿El suyo?”
“Nezumi, los
ojos.”
“¿Eh?”
“Cierra los
ojos. Tú también, Sion.”
Sion y
Nezumi se miraron entre ellos. La voz del anciano era suave y tranquila y el
tono en el que había hablado no tenía rastro de orden. Pero obedeció. Tenía la
sensación de haberse dejado llevar por la suave corriente de un río, y que
estaba llegado al mar. Sion cerró los ojos.
“Elyurias,”
susurró el hombre otra vez. “Era una
gran soberana. Era una existencia poco común.”
Elyurias…
Nezumi tomó aire.
“Mirando
atrás, parece una cosa muy lejana,” continuó el anciano. “Era un tiempo en el
que esta tierra todavía… si, esta tierra aún no tenía murallas. En lugar de las
murallas, había un exuberante bosque verde. Había lagos, pantanos, y llanuras
cubiertas de hierba. Infinidad de cosas se entrelazaban y preservaban la
harmonía. Un paraíso… puede que hubiese sido el último paraíso que hubiese
quedado en este planeta. Un paraíso que había escapado a la destrucción de la
humanidad. Una tierra de milagros. Un lugar que podía acoger vida y dar
descanso a la muerte. Ella residía aquí. Existía de verdad. Yo fui uno de los
que la descubrió.”
La voz del
anciano se tornó más grave.
“Ah, no…
decirlo así sería arrogante. No la descubrí. Me encontré con ella. Nos
encontramos por casualidad… como si Dios nos hubiese juntado. Elyurias – era
una gran soberana. A día de hoy lo sería. Todavía reina.”
“Elyurias.”
Sion pronunció el nombre en un susurro, imitando al anciano. Elyurias. Era un nombre que no le era
familiar ni a su lengua ni a sus oídos. No podía imaginarse la apariencia o la
voz que podría tener alguien con ese nombre. Sin mencionar alguien que era una
“gran soberana”… Sion inclinó la cabeza con incredulidad. Sonaba muy grandioso,
muy falso. Sentía dominación. ¿Había existido un reino allí tiempo atrás? Al
igual que ahora No. 6 dominaba aquella tierra, aquella soberana llamada
Elyurias había gobernado sobre todo…
‘Ella,’
había dicho el anciano. Eso la haría una reina. ¿Un paraíso gobernado por una
reina? Suena a drama barato, me resulta
difícil de creer.
El aire
cambió ligeramente. Escucho un quejido áspero. En cuanto Sion abrió los ojos,
lo primero que vio fue a Nezumi tapándose la cara con las manos. Estaba a punto
de caer de rodillas.
“¡Nezumi!”
Nezumi cayó en sus brazos abiertos. Sion sintió la calidez y el peso de su
cuerpo. Un gemido bajo recorrió de los dedos de Nezumi. Es igual. Es igual que la otra vez.
Habían
estado hablando de las avispas parásito en una habitación subterránea. Había
pasado justo cuando su conversación había pasado al tema de virus emergentes y
el misterio detrás delas avispas parásito. En aquel momento, Nezumi se había
caído redondo al suelo.
Habían
estado bebiendo agua caliente. Sion recordaba como la taza de Nezumi se había
resbalado entre sus dedos y había rebotado en una pila de libros antes de rodar
por el suelo.
“Nezumi –
relájate. ¿Puedes oírme?” Sion se arrodilló, sujetando al chico con sus brazos.
Si era lo mismo que la última vez, no había necesidad de asustarse. Nezumi se
había recuperado perfectamente aquella vez. Si era lo mismo…
“¡Ow!” Unos
dedos se clavaron con fuerza en el brazo de Sion. Nezumi jadeó, su pecho subiendo
y bajando. El temblor de sus dedos aumentó la preocupación de Sion.
“Agua,”
murmuró Sion mirando a su alrededor. Nadie se movió. “Por favor, dadme agua. El
que sea.”
“¿Va a
morir?” preguntó una voz a su espalda. Era monótona y fría. Pertenecía a Sasori,
el hombre que tenía la piel del color de la arena. “No hay ninguna necesidad de
darle nada a los que van a morir. Además, es alguien que se había ido. No hay
ninguna necesidad. Ninguna.”
Sion se
giró. Miró al hombre que había concluido la discusión con aquellas palabras tan
secas. Ninguna necesidad.
“Tráela,”
ordenó Sion. Hasta donde podía recordad, nunca le había ordenado nada a nadie
de aquella forma tan opresiva. Pero aquellas palabras no tenían ningún
sentimiento de extrañeza al abandonar sus labios.
“Tráeme
agua. Rápido.”
Sasori se
movió, incómodo. Se apreció un tic en
los ojos que tenía abiertos como platos. Una única gota de sudor se deslizó
junto a su ojo izquierdo.
“Toma.” Le
dieron un bol de madera. Estaba lleno hasta la mitad. Un niño pequeño y delgado
se lo estaba dando como si fuese una ofrenda. “Mamá me ha dicho que – lo
traiga.”
“Gracias.”
Sion aceptó el bol. El niño se dio la vuelta y se adentró a paso ligero en la
oscuridad.
Cheep-cheep.
Un ratón se
subió al hombro de Sion. Observaba las manos de Sion mientras movía la nariz.
“Nezumi…
bébete esto.” Sujetando el cuerpo de Nezumi con un brazo, Sion le dio de beber.
La garganta de Nezumi se contrajo. Bebió un sorbo.
“Nezumi,
¿puedes oírme?”
Sus parpados
subieron, y un par de ojos grises aparecieron debajo. Sion pensó que eran
preciosos. Eran del color del cielo al llegar la mañana. Absorbían la luz y, al
mismo tiempo, la emitían suavemente.
Eran tan
preciosos como el cielo del amanecer.
Un cielo que
se iluminaba se juntaba en algún punto con la esperanza de vivir. Era un brillo
que empujaba a la gente a vivir, o, al
menos, a intentar sobrevivir a aquel día. Por eso era precioso.
He obtenido mucha esperanza de estos ojos
tan hermosos.
Sion chascó
la lengua. Idiota, ahora no es el momento
de admirarle.
“-Sion.”
“¿Estás
despierto? Bebe despacio – toma – bébetela toda. Y respira hondo.”
Nezumi hizo
lo que le dijeron. Se bebió el agua, inhaló y exhaló.
“¿Estás
bien?”
“Más o
menos.”
“¿Te duele
la cabeza? ¿Tienes nauseas, te late-?”
“Diez.”
“¿Eh?”
“Tres más
siete son diez. Y ya que estoy, veintitrés.”
“Oh… siete
por tres.” Entonces Nezumi recordaba las preguntas que le había hecho Sion
cuando se había despertado la otra vez. Son ahogó una risa. Sí, la realidad era
cruel y brutal. Las últimas horas habían estado llenas de desesperación, muerte
y gritos. Todo ello teñido con el color del terror, inutilidad, y un gran
arrepentimiento. Pero también habían tenido muchos momentos cálidos, momentos
en los que s ele había acelerado el pulso y su espíritu había subido por las
nubes. Los recuerdos con Nezumi siempre eran así. Siempre traían emoción y
calidez a su corazón.
¿Recuerdos?
Sion se puso
derecho, y aplicó más fuerza con sus brazos. ¿Por qué he dicho ‘recuerdos’ como si fuese alguien del pasado?
Nezumi murmuró en los brazos de Sion.
“He
escuchado el viento.”
“¿Viento?”
“El viento
estaba cantando. He escuchado su canción.” Nezumi se levanto. “Ya lo he
escuchado antes. Pero esta vez era… era más nítido. Era una melodía amable…”
“¿Qué clase
de canción era?”
“Era…”
“¿Puedes
cantarla?”
“¿Yo? Hm…
Bueno. No estoy seguro.”
“Déjame
escucharla.”
Nezumi
parpadeó y sus labios se movieron. Una canción con una melodía candenciosa se
abrió paso.
El viento roba el alma, los humanos roban el
corazón
Oh tierra, viento y lluvia; Oh cielos, oh
luz
Mantenlo todo aquí
Mantenlo todo aquí, y
Vive en este lugar
Oh alma, mi corazón, oh amor, mis sinceros
sentimientos
Vuelve a casa
Y quédate.
El ratón se
quedo inmóvil sobre el hombro de Sion. Estaba tan quieto que parecía que lo
habían paralizado. Las personas a su alrededor hicieron lo mismo. La gente que
se escondía en la oscuridad también estaba paralizada. Tenían los ojos cerrados
y estaban entregados por completo a la canción. Todo se quedó en silencio. Daba
la sensación de que hasta el tiempo se había congelado. La voz de Nezumi, y su
canción, parecía empaparlos, envolverlos, mecerlos y hacerles sentir como si
sus cuerpos y su alma flotasen.
El viento roba el alma, los humanos roban el
corazón
Pero yo
me quedaré aquí
Para seguir cantando.
Por favor
Envía mi canción
Por favor
Acepta mi canción.
La canción
terminó y alguien suspiró. No fue el único. Desde distintos puntos en la
oscuridad se escuchaban suspiros. Nezumi negó lentamente con la cabeza.
“Tengo la
sensación de haberla escuchado antes. Como si la hubiese escuchado una y otra
vez hace mucho tiempo. Alguien me ha enseñado esta canción.”
Sion levantó
la cabeza y le hizo una pregunta al anciano.
“Está
relacionada esta canción de alguna forma con Elyurias?”
“¿Es lo que
crees, hijo?”
“Sí.” En el
momento que contestó, estuvo seguro. Nezumi y Elyurias estaban conectados. El
hombre entrecerró los ojos y dejó vagar su mirada por el aire.
“Ha pasado
mucho tiempo desde la última vez que la había escuchado. Estaba convencido de
que había desaparecido de esta tierra. Ya veo – aún queda alguien que puede
cantarla.”
“El viento
canta.” Nezumi se secó los labios húmedos con el dorso de la mano. O quizás es alguien cantándole al viento. Y
yo… lo oigo. Puedo escucharlo.”
“El anciano
asintió. “¿Desde cuándo?”
“No hace
mucho. Sí – un poco antes de la Caza. Esta es la tercera vez. Cuando pasa, mi
consciencia se desvanece, como un escenario cuando apagan las luces… y aparece
una escena verde… y entonces…”
Nezumi clavó
los ojos en Sion. Su mirada tembló. Sion recordó aquella noche de tormenta, la
noche en la que había conocido a Nezumi. El chico había aparecido delante de
él, empapado y sangrando. Era tan frágil que Sion tuvo la sensación de que iba
a romperse si le tocaba. Atraído por esa fragilidad y aquellos ojos vibrantes
que eran todo lo contrario, Sion había extendido su mano.
“Curaré tus
heridas.” Aquellas palabras habían abandonado sus labios sin ninguna duda, sin
resistencia. Sentía que tenía que hacer algo. Sentía que era su deber proteger
a aquel chico. Nunca había sentido algo así por nadie, ni antes ni después de
aquel incidente.
Un momento
vívido. Uno que había dejado una marca hecha a fuego en su vida. Su corazón se
aceleraba cada vez que recordaba ese momento.
La
fragilidad que había despertado en instinto protector de Sion – la misma
fragilidad que había desparecido por completo cuando se habían rencontrado
cuatro años más tarde – había vuelto a aquellos ojos.
Su corazón
se aceleró.
“No lo sé,”
continuó Nezumi. “Era joven y estaba caminando entre la hierba. Y podía ver… el
cielo.”
“Bien.”
“Un cielo azul
ultramarino. Un cielo azul precioso. Un aleteo… y una canción. No podría decir
si era la voz de un hombre o de una mujer. Era una voz extraña. Casi parecía el
viento, cruzando las llanuras, arrastrándose por el suelo, o lloviendo desde el
cielo. Y yo… estaba ahí quiero… escuchando la canción…”
Una canción
del viento que se arrastraba por el suelo y llovía del cielo. Quizás…
“¿Esa
canción es una ofrenda?” dijo Sion. Instintivamente. Una idea se convirtió en
palabras y escapó de sus labios. “Una ofrenda a Elyurias… para complacerla o
apaciguarla… ¿estoy en lo cierto?”
El pecho del
anciano subió y bajó. Parecía que estuviese respirando profundamente. ¿Está nervioso? ¿Confundido?
“Sasori,” llamó el hombre. El hombre de la
piel del color de la arena se materializó en la oscuridad. “Dales comida y que
descansen.”
“Rou-”
“No van a
tener mucho tiempo para descansar… pero eso no tiene arreglo. Dales lo que
quieran, haciéndolo lo mejor que puedas.”
“¿Por qué?”
gritó Sasori enfadado. “¿Por qué les ayudas? Nezumi abandonó este sitio. Se
fue, y juró no volver. ¿No tenía prohibido volver a este lugar?”
“Sí.”
“Pero ha
vuelto. Y ha traído un demonio con él. Rou, ¿no lo entiendes? Es el mal en
persona. Trae calamidades y destrucción.” Sasori señaló con el dedo a Sion.
“¿Has visto
sus ojos? Son los ojos del mal. Los ojos de una oscuridad retorcida. Este
demonio está controlando a Nezumi.”
“Escuchame
bien.” Decir que Sion estaba cabreado era quedarse un poco corto. “Te has
repetido hasta la saciedad. Sólo te he mirado con un poco de hostilidad, y
hablas de mí como si fuese un monstruo. ¿No te parece que eso es faltar al
res-”
Saasori
interrumpió a Sion negando con la cabeza. Su cara se contrajo como si cada
palabra pronunciada por Sion fuese una maldición.
“La viva
imagen de un monstruo, Rou. No tengo ningún problema con Nezumi. Si me lo
ordenas, debo obedecer. Le daré comida y descanso. Pero no puedo hacer eso por él. Si no acabamos con el ahora, la
desgracia caerá sobre nosotros. Puede que nos elimine completamente.”
“Sasori.”
Nezumi se levantó. “A veces el veneno y su antídoto pueden salir de la misma
planta. A veces no puedes saber si es veneno o antídoto hasta que lo bebes.
¿Verdad?”
“¿…A dónde
quieres llegar?”
“No hay
ninguna necesidad de revelar la supuesta identidad de Sion, sea un demonio o
no. Su identidad no importa. Ahora mismo lo único que me importa es que siga
vivo. Nada mas.”
“¿Por qué?”
Los dedos de
Nezumi se enredaron en un mechón de pelo de Sion.
“Dentro de
esta cabeza, Sasori, hay información de la estructura de Correccional.
Actualizada. Apostaría a que tan precisa como los datos almacenados en un
ordenador. No podría destruir el Correccional sin ella.”
“Destruir el
Correccional-” La sorpresa se apoderó del rostro de Sasori. Durante un
instante, la expresión hizo al hombre parecer humano. Ese hombre había
reaccionado a las palabras de Nezumi igual que lo habían hecho Rikiga e
Inukashi. Ah, ya veo, pensó Sion.
Su piel y
sus ojos eran de un color extraño, pero aquellas eran las únicas diferencias.
Aquel hombre estaba hecho de carne. Fluía sangre por su cuerpo y desprendía
calor. Sentiría dolor si le herían, y tenía emociones e inteligencia. Era un
ser humano. El color de la piel y de los ojos era una diferencia tan pequeña,
que apenas contaba.
“¿No estarás
pensando en serio hacer eso?” dijo,
incrédulo.
“Por
supuesto,” contestó Nezumi. “De hecho, puede que sea lo único en lo que he
estado pensando. El Correccional no es sólo una prisión. También es una organización de investigación conectada
al núcleo de No. 6. Si lo destruimos, crearemos una grieta de No. 6. Vamos a
usar esa grieta como punto de apoyo para mandar No. 6 a su tumba. Y para hacer
eso, necesito a Sion. Ya te lo he dicho antes, Sasori, no voy a permitir que le
mates.
El anciano
abrió la boca antes de que Sasori pudiese hacerlo.
“Puede que
esa grieta ya esté apareciendo.”
“¿Qué? ¿Qué
quieres decir?”
“Puede que
Elyurias desintegre No. 6 antes de que asestéis el golpe.”
“¡Rou!”
bramó Nezumi irritado. “Habla de forma que pueda entenderte. Todavía no nos has
aclarado nada.”
“Nezumi,
quizás es cosa del destino que hayas vuelto con Sion. Quizá sea algo que ya hubiese
estado decidido de antemano.”
“¿De
antemano?” replicó Nezumi. “¿Quién narices puede decidir como voy a vivir mi
vida? Me gustaría ver como lo intentan. No voy a bajar la cabeza ante palabras
insignificantes como Dios o Destino. Suficiente, Rou. No más juegos de
palabras. Déjate de misterios y contesta mi pregunta. Estuviste envuelto en el
nacimiento de No. 6, ¿verdad?”
“Sí.”
“¿Cómo?”
“Siéntate.
Tú también, Sion. Tranquilos. Os daré agua. Seguro que estáis sedientos.” Les
dieron unos cuencos de agua más grandes
antes de que el anciano hubiese terminado de hablar. Estaban llenos de agua.
Sion sintió
una poderosa sed volver a él.
No se había
percatado de las ganas que tenía de beber. Tenía la sensación de que cualquier
rastro de humedad había desaparecido durante las numerosas experiencias que
había vivido hasta ese momento. Tenía tanta sed que tenía la sensación de tener
la garganta irritada. Cuando le había dado de beber a Nezumi, no había querido
agua para sí mismo. Se había olvidado por completo de su sed. Pero ahora era
como si reaccionase a causa de aquello; tenía la sensación de estar ardiendo.
“Agua-” Sion
cogió el cuenco con las dos manos y se bebió el agua con rapidez. Estaba fría y
deliciosa, igual que el agua que Nezumi le había dado una y otra vez en su
lucha con la avispa – el agua que corría cerca de las ruinas de Inukashi. Tenía
el mismo sabor. Estaba deliciosa y
estaba saciándole.
Se la bebió
de un trago. Vertieron más agua en su cuenco. Sion estaba tan agradecido que
podría echarse a llorar.
“Está buena,
¿verdad?”
Sion se
encontró a sí mismo asintiendo con energía en respuesta a la pregunta de Nezumi. No podía expresarse
con palabras lo buena que estaba.
“Hay un lago
subterráneo. Muchos minerales. – Si que tenías sed, sí.”
Sion paró
para tomar aire después de varios cuencos de agua. El anciano debía de haber
estado esperándole, ya que abrió la boca para hablar.
“Esto va a
llevar tiempo. No tenía intención de contarle esto a nadie en toda mi vida…
pero ahora debo hacerlo. Pero antes de eso… Nezumi.”
Nezumi
levantó la barbilla.
“Hay un
camino que lleva al Correccional, pero que sólo está conectado parcialmente.
Hay una puerta en su parte sellando el camino. No se ha abierto en décadas.”
“Lo sé.”
“No puedes
entrar en el Correccional a menos que la abras. Asumo que eso también lo
sabes.”
“Por
supuesto.”
“Es
imposible abrirla desde este lado. Y no va a abrirse desde el lado del
Correccional. Nunca.”
“Pero lo que
tienen las puertas-” una sonrisa de superioridad se pintó en los labios de
Nezumi
, “es que
uno no espera a que se abran. Se abren a la fuerza.”
“¿Tienes un
plan?”
“No vengo
sin haberme preparado.”
“Suponía que
no actuarías sin tener un plan. Pero no puedo imaginarme cómo vas a abrir la
puerta.”
“Sion.”
Nezumi se arrodilló y puso una mano en el hombro de Sion. El ratón se asustó y
saltó para quitarse de en medio. “La puerta de la que estamos hablando: es el
único punto en el mapa que conecta el espacio en blanco del sótano con la
planta baja. Sabes dónde está, ¿verdad?”
“Sí.” El
mapa apareció en su mente, ese mapa que Nezumi le había ordenado memoriza como
si su vida dependiese de ello.”
“Está en la
localización po1-z22. En el lado del Correccional está marcado como Punto X.”
“También
recuerdas los circuitos que están conectados a ese punto, ¿verdad?”
“Sí. Un
único circuito con un sistema antiguo. Sin circuitos auxiliares.”
“La puerta
que no se abre no necesita un sistema de seguridad complicado,” dijo Nezumi.
“La eficacia es primordial. Eliminar todo aquello que no es necesario. Gente y
máquinas por igual” Se rio. “Así es como piensan. Pero aquí es donde esto juega
a nuestro favor.”
Nezumi
chascó los dedos.
“La puerta
que no se abre, se abre. La forzamos. Rou, vamos a luchar nuestras batalla. No
tienes de que preocuparte.”
“La muerta
es lo único que está esperando.”
“¿A
nosotros?”
“A mucha
gente. Morirá mucha gente, más de la que puedas imaginar. Quizá sois los únicos
que podéis detenerlo. Nezumi, el destino existe. El destino os ha reunido, y os
ha traído aquí. El destino hizo que Elyurias y yo nos encontrásemos. Empecemos
con esa historia. Escuchad bien y daos prisa, o puede que sea demasiado tarde.
Tenéis que daros prisa…”
Entonces el
anciano comenzó a hablar. Era una historia de No. 6.
Sion y
Nezumi se acurrucaron y se quedaron en silencio, como niños escuchando a su
abuelo contando un cuento. Sus oídos se esforzaban por escuchar.
Era una
historia de No. 6.
Un cuento de
destrucción y creación.
Muchas gracias! esperaré por siempre a que la termines de traducir :D
ResponderEliminar